Tareq está muy serio. Tiene la mirada fija en su madre y ella, a su vez, me ve a mí con rabia. No sé qué pude haber hecho para ganarme su enojo; ni siquiera hemos convivido. No me conoce. Nunca suelo juzgar a las personas, aun cuando ante mis ojos actuaban mal. Trato de pensar en lo que tuvieron que pasar para llegar a ser lo que son. Tal vez por eso no odio a mi tío, a pesar de los maltratos que me dio.
—Nailea, ven —Tareq extiende su mano, su voz es suave, pero tengo miedo. Él achica sus ojos como si leyera mis pensamientos—. No tengas miedo, no voy a lastimarte. —Camino despacio hasta tomar su mano. Siento su calidez. Con su pulgar frota el dorso de mi mano y me tranquiliza.
—Hijo, escucha, tienes que saber que si actué así fue porque...
—Ahora no madre —suspira —. Hablaré contigo después —se gira para que nos vayamos.
—¡Pero, Tareq! Debes de escucharme a mi primero —le exige y él se detiene.
—Madre, no me decepciones más —espeta dándole la espalda y continuando la marcha hacia el apartamento.
Entramos y él aún me sostiene de la mano. En la otra trae una bolsa grande. Por primera vez no quiero dejar de sentir su contacto, me guía hasta el sillón donde nos sentamos y pone la bolsa a un lado.
—¿Qué sucedió? —me pregunta y nuevamente su pulgar frota el dorso de mi mano. Sus ojos violetas me ven con ternura. Nunca nadie me ha tratado con tanta delicadeza como él.
—Hoy en la mañana tu mamá vino a verificar, si, si... —no sé cómo decirlo.
—Si habíamos consumado el matrimonio —termina la oración por mí y yo asiento.
—Luego de eso me llevó a la cocina y les dijo a las cocineras que yo prepararía tus comidas de ahora en adelante —él detiene sus caricias en mi mano por un instante y luego continúa —. Y una de ellas preguntó si yo era la nueva cocinera. Tu madre solo sonrió. Me molesté y les grité que era tu esposa —bajo el tono de voz al decir la palabra “esposa” y miro hacia el suelo sonrojándome —. Me vine corriendo hasta aquí y me encerré —Tareq suelta mi mano y levanta mi barbilla.
—Nailea, eres mi esposa, no mi cocinera —sonríe con esos dientes grandes y perfectamente alineados —. No hiciste o dijiste algo malo —acaricia mi mejilla.
—Yo… yo no puedo cocinar —digo apenada.
—No puedes, pero ¿te gusta la cocina?
—Me gusta, pero nunca tuve a nadie que me enseñara correctamente —confieso —. Recuerdo que mi madre lo intentó por un tiempo, pero mi padre debía comer a la hora exacta y yo era muy lenta. Entonces dejó de hacerlo, pues él se ponía furioso. Ella para tranquilizarme me decía que me enseñaría en otro momento, pero con tantos quehaceres nunca tuvo oportunidad.
—Puedes aprender si quieres, pero no por mí, sino porque te guste hacerlo —me asombro ante sus palabras.
—¿No te molestaría que no te cocinara? —él se acerca más a mí y ahora acaricia mi cabeza, por sobre mi Hiyab.
—Claro que no, pero podemos contratar a una cocinera solo para nosotros. ¿Te gustaría? —siento su aliento en mi rostro, huele a dulce.
—Sí, me gustaría —sus ojos me hipnotizan, no puedo dejar de verlo.
—Ahora dime, ¿qué hacías cerca de la entrada? —vuelvo a ponerme nerviosa, no puedo mentirle.
—Estaba desesperada, quería huir... —él asiente.
—¿Como cuándo te conocí? —me quedo helada por unos segundos. No sé qué hacer y lo único que hago es asentir —Perdóname —dice sincero. Yo lo observo sin comprender por qué me pide perdón —. Debí cuidarte mejor. No quiero que huyas. Quiero que estés cómoda —toma la bolsa y me la da.
—¿Qué es esto? —pregunto recibiéndola sin mirar dentro.
—Un celular y una computadora —sonrío feliz, mi tío se quedó con la mía y mi celular —. ¡Gracias! —Lo abrazo sin pensarlo y él me abraza también. Me hace sentir segura. Se siente tan bien su calor; es reconfortante. Me separo al escuchar que alguien toca la puerta.
—Señor Falú, tiene visita en la casa principal —indica una voz de hombre. Tareq se levanta tranquilo y le abre la puerta.
—¿Quién es?
—La familia de su esposa —el pánico me invade, mi familia está aquí.
—Iremos en un momento. ¡Gracias! —Él me ve y percibe mi malestar —. ¿Qué pasa? No quieres saludar a tu familia —niego con mi cabeza.
—¿Ni a tus padres? —parece confundido.
—A ellos sí —él asiente.
—Sé que apenas nos estamos conociendo, Nailea, pero espero ganarme pronto tu confianza y que me cuentes todo sobre ti —Tareq me da confianza, pero tengo miedo, mucho miedo de que también me lastime—. Iremos a saludarlos. Te prometo que nadie te faltará al respeto, eres mi esposa y no lo permitiría —Tareq definitivamente es un hombre diferente, en comparación con los de mi familia.
Entramos a la enorme sala de estar. Mi tío y su esposa platican contentos con la mamá de Tareq quien me da una mala mirada. Mis padres no vinieron y eso me desanima. Extraño mucho a mamá.
—¡Mi sobrina! —mi tío abre sus brazos en señal de saludo —¡Alá sea con ustedes! —Tareq lo ve serio.
—¡Tío! —tomo su mano y me la llevo a la frente, en señal de saludo y respeto —Yanira… —la saludo de largo.
—Nailea, que saludo tan frío para tu tía —me regaña mi tío Karim, yo lo veo nerviosa.
—Mi esposa no tiene por qué hacerle reverencia a nadie —la voz fría de Tareq hace que todos se pongan nerviosos.
—Mi león, es solo un saludo en señal de respeto —interviene su madre.
—¡No, no! Tareq tiene razón —mi tío sonríe nervioso—. Nosotros queremos mucho a Nailea y siempre la hemos tratado con cariño —agrando mis ojos sin poder creer lo que está diciendo.
—Bueno, bueno. Les parece si todos pasamos al comedor, la cena esta lista —nos indica la hermana mayor de Tareq, Mirah.
En la cena estamos todos: las hermanas de Tareq, Lila y su madre, y mi familia. La comida luce deliciosa, pero yo no tengo apetito. Lila no deja de ver a Tareq y de tener atenciones para él. Todos actúan como si eso fuera normal, menos Mirah y el mismo Tareq que se nota incómodo.
—¿Y no se irán de luna de miel? —pregunta Yanira.
—Dentro de una semana nos iremos por unos días —responde Tareq entre bocado y Lila me ve molesta.
—¿Y a dónde? —pregunta la mamá de Tareq.
—Madre Fátima. ¿Qué es todo este interrogatorio hacia mi hermano? —habla Mirah. Ella se ve muy sincera, contrario al resto de su familia. Aunque, con sus otras hermanas no he tenido interacción, puedo percibir que no les agrado.
—Ningún interrogatorio hija, solo es curiosidad de dónde irá mi hijo querido —bebé de su copa de vino.
—La comida está deliciosa. ¿Tú la preparaste, Nailea? —pregunta Yanira con maldad. Ella sabe que yo no puedo cocinar. La señora Fátima comienza a reír.
—Nailea le teme a la cocina. Como su tía debiste enseñarle. Cocinar es esencial para mantener un hogar feliz —aprieto mis puños debajo de la mesa.
—Créeme que lo intenté —Yanira parece disfrutar haciéndome daño. Solo se portó bien los días previos a mi boda, porque así me mantendría controlada.
—La comida la preparó mi bella sobrina Lila. ¡Tiene unas manos mágicas! —Lila resplandece feliz ante el comentario. Observo a Tareq quien deja de comer y las mira serio.
—¡Tienes un don con la cocina! Tu esposo debe estar feliz —Yanira termina de tirar todo su veneno. Lila se levanta y sale corriendo hecha un mar de lágrimas. Su madre nos ve triste y se va tras ella.
—¡Lo lamento! ¿Dije algo malo? No fue mi intención.
—Yanira, ten cuidado con lo que comentas —la reprende mi tío.
—Lila soñaba casarse con mi Tareq, pero... —un manotazo de Tareq en la mesa me hace saltar de mi asiento. Siento los latidos de mi corazón en todo mi cuerpo.
—¡Basta! Creo que esta cena llegó a su fin. Madre, pasa a mi despacho en este instante —demanda levantándose elegantemente —Mirah, hazle compañía a mi esposa. —Mirah asiente y él camina saliendo del comedor y entra al despacho.
—¡Lo lamento tanto! Mi hijo está con mucha presión del trabajo —dice la señora Fátima levantándose de la mesa—. Fue un gusto cenar con ustedes, con su permiso… —se despide y entra al despacho con Tareq.
—Nailea, trata de no ocasionarle problemas a tu esposo y se humilde con su madre —me dice mi tío Karim, despidiéndose.
—Sí, tío —respondo, suspirando.
Mi tío y Yanira se van. Mirah y yo estamos en la sala de estar, sus otras dos hermanas se fueron sin dirigirme la palabra.
—Lamento que mi madre sea así contigo —Mirah me ve triste.
—No te preocupes, todo está bien.
—Estoy feliz de que mi hermano se haya casado contigo —su sonrisa es auténtica y sincera.
—¡Vaya, vaya! No esperaba menos de ti Mirah, rápido me traicionaste —Lila se acerca furiosa a nosotras—. Y tú, no creas que me has ganado. Pronto me casaré con Tareq, aunque sea su segunda esposa porque tú estás usurpando mi lugar ¡Alá es testigo! —hay mucho odio y dolor en sus palabras.
Veo a Mirah sin comprender los reclamos de Lila. Yo no quería casarme. Si antes de mi graduación me hubiesen dicho que esta sería mi vida una semana después, jamás lo habría creído. —Lila, ella no tiene la culpa, fue decisión de mi hermano —Mirah se pone de pie frente a ella. —¡Ella se le metió por los ojos! ¡Alá tenga misericordia de ti! —me señala —Arruinaste un amor de años, un amor puro, un amor de niños que fue creciendo y… —su labio inferior tiembla. —Lila, yo lo lamento. Las cosas no fueron como tú te las imaginas, yo... —intento decirle. —¡Cállate! Alá es testigo de tu maldad, pero las cosas no van a quedarse así —sentencia. Unos pasos hacen que giremos nuestras cabezas hacia la entrada. Un hombre entra con dos maletas. Al ver su rostro lo recuerdo del día que me escapé de casa, es el hombre de túnica blanca. —¡Akram! ¡Qué alegría! —Veo a Mirah caminar hacia él y le da un abrazo. —Bienvenido, Alá te trajo con bien —él sonríe. —¡Adorada familia! ¿Me extrañaron? —Dic
Me remuevo en la silla ante su mirada y su silencio. Mis manos comienzan a sudar. Subo y bajo mi mirada, él aún no dice nada. No sé descifrar su reacción, pero la tensión que causa es demasiado para mí. Me levanto y salgo corriendo hacía al jardín. No quiero que me grite; no quiero que me abofetee. No sé hacia dónde corro, solo huyo de él, pero unos brazos me atrapan y lucho nerviosa. —¡Nailea, tranquila! —Me abraza. Las lágrimas inundan mis ojos. —¿Por qué huyes de mí? No voy a hacerte daño. ¡Mírame! —Levanto mi rostro y en sus ojos violetas veo angustia. —¡Por favor, princesa, no llores! —Sus palabras causan el efecto contrario y me hundo en su pecho. Lloro desconsoladamente, apretando mis puños en su saco. Siento su mano subir y bajar por mi espalda, acobijándome. Desde niña me sentí fuera de lugar todo el tiempo. Cualquier cosa que decía o hacía estaba mal. Mi padre me castigaba duramente por expresar mi opinión u oponerme a cosas que no quería, como, por ejemplo: comprometerme
—Tareq, yo... —me pongo de pie, acercándome a su escritorio. —Tú no tienes la culpa, Nailea —quiero decirle que lo lamento, que no quiero causarle problemas, pero él levanta su teléfono de escritorio. —Nazir, ven a mi oficina en este instante —cuelga furioso. Su asistente entra casi corriendo. —A sus órdenes, señor Falú —dice, nervioso. —Manda una carta formal por medio de nuestro correo institucional donde especificarás que Falú Tareq ha roto lazos laborales con Grupo GEN, por lo que pone inmediatamente a la venta el 15% de las acciones pertenecientes a Falú Corporation —siento que me dará un infarto y creo que dicha orden ha causado la misma reacción en su asistente. —¡Tareq! No tienes por qué hacer eso —me mira y luego ve a su asistente, indicándole con un gesto que es todo y que puede retirarse. Enseguida sale de la oficina. —¡Claro que tengo que hacerlo! Nadie viene a mi empresa a faltarle el respeto a mi esposa en mi cara, porque al hacerlo también me lo está faltando a
Cada bocanada de aire que inhalo es un castigo. Siento que llevé mi cuerpo al límite. Sonya está encima de mí, ausente. Tomé su mano justo a tiempo. No sé cómo logré sujetarla con tanta fuerza que, incluso, acabamos sobre el suelo. —¡Lo lamento! ¡Lo lamento! —Llora desesperada en mis brazos —¡Por favor, no le digas a Tareq! —¡Todo está bien, Sonya! —La abrazo con tanta fuerza que temo lastimarla. —¡Alá, yo no quería hacerlo! —Me parte el corazón sentir su angustia. —Te prometo que estaré aquí para ti. No estás sola —ella me abraza más fuerte y su llanto comienza a calmarse. Permanecemos así por unos minutos hasta que ella se separa y levanta su rostro. —¿Crees que el bebé esté bien? —Pregunta preocupada. Yo, sonrío. —Estoy segura de que está en perfectas condiciones —una ligera sonrisa se dibuja en su rostro. —¡Por favor, no le cuentes a nadie! —Me suplica. —No lo haré, solo si me prometes que no intentarás esto nuevamente —asiente y nos ponemos de pie. —Nailea, no sé
Todos están a punto de sentarse a cenar. Me quedo parada justo detrás de Tareq cuando todos nos ven. No pude detenerlo. Su madre y Lila sonríen al verlo. —¡Hijo! Qué bueno que cenarás con nosotros —dice la señora Fátima. —¡Lila, ven aquí! —Ella se asusta ante la orden de Tareq. Un silencio invade la sala. La madre de Tareq no entiende qué pasa y Mirah pone su mano sobre su pecho. Sonya gesticula un "¿Qué sucede?", mirándome. La madre de Lila y Badra, la otra hermana de Tareq, miran a Lila cuestionándola. Lila se mueve muy lentamente hasta quedar frente a él. —¿Fuiste capaz de golpear a mi esposa? —Sonidos de exclamación llenan la sala. —¡Hijo! ¿Cómo puedes creer eso de Lila? —Intenta defenderla la señora Fátima. Tareq le dedica una gélida mirada a su madre que hace que automáticamente guarde silencio. —Tareq, las cosas no fueron así —responde, muy nerviosa. —Explícame, ¿cómo fueron? —Lila agacha la cabeza —¡Levanta la cabeza! Respóndeme y no te atrevas a mentirme —las pal
Él se ha adueñado de mi boca por completo. Su lengua ha invadido todos los rincones haciendo que mi lengua dance con la suya. Tiemblo, pero no por miedo, sino por la expectación ante el mar de emociones que me provoca. Su sabor me gusta demasiado, tanto que no podría negarle un beso. Él es tan cálido y pasional al mismo tiempo. Me pega a su cuerpo sin dejar de besarme y acariciar mi cabello. Al sentir algo duro contra mi estómago me separo jadeante y lo veo a los ojos. Miro hacia abajo y luego lo veo a él. —Confía en mí. —Me dice, y yo asiento. Me besa nuevamente, pero esta vez suavemente; esparce besos por mi cuello, puedo percibir su lengua sutilmente. Un leve gemido se me escapa y me aparto un poco. Él sonríe. —No tengas vergüenza de sentir, mi Nailea. —Acaricia mi mejilla hasta bajar por mi cuello. Pasa su mano entre mis pechos y se detiene en mi estómago. Nos miramos fijamente por unos segundos. Él da unos pasos hacia atrás, se quita el saco y luego va desabrochando su camisa
Llego al edificio. El guardaespaldas me sigue. Entramos al ascensor y rápidamente estamos en el último piso. Al caminar hacia la oficina de Tareq recibo muchas miradas de secretarias y asistentes. Toco la puerta y entro. Tareq plática con alguien; los dos voltean sus cabezas para verme. Me asombro al reconocer al hombre del restaurante: "Rayan". —Nailea. —Mi esposo camina hacia mí. Me da un beso en la frente; toma mi mano y caminamos en dirección a Rayan. —Te presento a mi esposa Nailea. —Él se pone de pie y se inclina en modo de saludo. —Nailea, él es mi primo Rayan —bajo mi cabeza un poco, saludando. —Nos conocimos hace poco en el restaurante "Riga", por accidente. —Comenta Rayan y Tareq se pone serio. Lo ve a él y luego a mí. —Chocamos en la entrada, yo buscaba a Miranda. —Le explico.—Se le cayó su pulsera y se la di. —Dice, sonriendo. —Comprendo. —Espeta, Tareq, adusto. —Rayan, seguiremos hablando de las acciones mañana. Estoy muy interesado en comprarlas. —Finaliza. Se dan l
Todo está en silencio. Solo percibo mi respiración. No sé qué ha sucedido y no quiero abrir mis ojos, pero un quejido de Tareq hace que regrese a la realidad. Al abrir mis ojos el panorama es perturbador… me encuentro con los ojos de Tareq luchando por su vida. —Na… Nailea. —Pronuncia con dificultad. —¡Eini! ¡Amor mío! ¡No me dejes! —Le pido, aún con mis manos presionando su estómago. —No podría vivir sin tu mirada. —Él sonríe débilmente. —No iré a ningún lado, mi… mi Rohi. —Espeta, con dificultad. Varios guardaespaldas entran junto con paramédicos y me alejan de él para atenderlo. Me abrazo a mí misma en busca de consuelo. Al mirar a un lado observo la terrible escena: el hombre que le disparó a Tareq está tendido en suelo. No sé si está muerto. Hay mucha sangre y no se mueve. A unos metros uno de los guardaespaldas se apoya en la pared. Tiene una herida en el brazo. Esto es una terrible pesadilla de la que quiero despertar. Entran más paramédicos: revisan a el guardaespaldas y