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Capítulo 5. Mi esposa

Tareq está muy serio. Tiene la mirada fija en su madre y ella, a su vez, me ve a mí con rabia. No sé qué pude haber hecho para ganarme su enojo; ni siquiera hemos convivido. No me conoce. Nunca suelo juzgar a las personas, aun cuando ante mis ojos actuaban mal. Trato de pensar en lo que tuvieron que pasar para llegar a ser lo que son. Tal vez por eso no odio a mi tío, a pesar de los maltratos que me dio.

—Nailea, ven —Tareq extiende su mano, su voz es suave, pero tengo miedo. Él achica sus ojos como si leyera mis pensamientos—. No tengas miedo, no voy a lastimarte. —Camino despacio hasta tomar su mano. Siento su calidez. Con su pulgar frota el dorso de mi mano y me tranquiliza. 

—Hijo, escucha, tienes que saber que si actué así fue porque... 

—Ahora no madre —suspira —. Hablaré contigo después —se gira para que nos vayamos.

—¡Pero, Tareq! Debes de escucharme a mi primero —le exige y él se detiene.

—Madre, no me decepciones más —espeta dándole la espalda y continuando la marcha hacia el apartamento. 

Entramos y él aún me sostiene de la mano. En la otra trae una bolsa grande. Por primera vez no quiero dejar de sentir su contacto, me guía hasta el sillón donde nos sentamos y pone la bolsa a un lado. 

—¿Qué sucedió? —me pregunta y nuevamente su pulgar frota el dorso de mi mano. Sus ojos violetas me ven con ternura. Nunca nadie me ha tratado con tanta delicadeza como él. 

—Hoy en la mañana tu mamá vino a verificar, si, si... —no sé cómo decirlo. 

—Si habíamos consumado el matrimonio —termina la oración por mí y yo asiento. 

—Luego de eso me llevó a la cocina y les dijo a las cocineras que yo prepararía tus comidas de ahora en adelante —él detiene sus caricias en mi mano por un instante y luego continúa —. Y una de ellas preguntó si yo era la nueva cocinera. Tu madre solo sonrió. Me molesté y les grité que era tu esposa —bajo el tono de voz al decir la palabra “esposa” y miro hacia el suelo sonrojándome —. Me vine corriendo hasta aquí y me encerré —Tareq suelta mi mano y levanta mi barbilla.

—Nailea, eres mi esposa, no mi cocinera —sonríe con esos dientes grandes y perfectamente alineados —. No hiciste o dijiste algo malo —acaricia mi mejilla. 

—Yo… yo no puedo cocinar —digo apenada. 

—No puedes, pero ¿te gusta la cocina?

—Me gusta, pero nunca tuve a nadie que me enseñara correctamente —confieso —. Recuerdo que mi madre lo intentó por un tiempo, pero mi padre debía comer a la hora exacta y yo era muy lenta. Entonces dejó de hacerlo, pues él se ponía furioso. Ella para tranquilizarme me decía que me enseñaría en otro momento, pero con tantos quehaceres nunca tuvo oportunidad. 

—Puedes aprender si quieres, pero no por mí, sino porque te guste hacerlo —me asombro ante sus palabras.

—¿No te molestaría que no te cocinara? —él se acerca más a mí y ahora acaricia mi cabeza, por sobre mi Hiyab. 

—Claro que no, pero podemos contratar a una cocinera solo para nosotros. ¿Te gustaría? —siento su aliento en mi rostro, huele a dulce. 

—Sí, me gustaría —sus ojos me hipnotizan, no puedo dejar de verlo. 

—Ahora dime, ¿qué hacías cerca de la entrada? —vuelvo a ponerme nerviosa, no puedo mentirle. 

—Estaba desesperada, quería huir... —él asiente. 

—¿Como cuándo te conocí? —me quedo helada por unos segundos. No sé qué hacer y lo único que hago es asentir —Perdóname —dice sincero. Yo lo observo sin comprender por qué me pide perdón —. Debí cuidarte mejor. No quiero que huyas. Quiero que estés cómoda —toma la bolsa y me la da. 

—¿Qué es esto? —pregunto recibiéndola sin mirar dentro. 

—Un celular y una computadora —sonrío feliz, mi tío se quedó con la mía y mi celular —. ¡Gracias! —Lo abrazo sin pensarlo y él me abraza también. Me hace sentir segura. Se siente tan bien su calor; es reconfortante. Me separo al escuchar que alguien toca la puerta. 

—Señor Falú, tiene visita en la casa principal —indica una voz de hombre. Tareq se levanta tranquilo y le abre la puerta. 

—¿Quién es?

—La familia de su esposa —el pánico me invade, mi familia está aquí. 

—Iremos en un momento. ¡Gracias! —Él me ve y percibe mi malestar —. ¿Qué pasa? No quieres saludar a tu familia —niego con mi cabeza. 

—¿Ni a tus padres? —parece confundido. 

—A ellos sí —él asiente. 

—Sé que apenas nos estamos conociendo, Nailea, pero espero ganarme pronto tu confianza y que me cuentes todo sobre ti —Tareq me da confianza, pero tengo miedo, mucho miedo de que también me lastime—. Iremos a saludarlos. Te prometo que nadie te faltará al respeto, eres mi esposa y no lo permitiría —Tareq definitivamente es un hombre diferente, en comparación con los de mi familia. 

Entramos a la enorme sala de estar. Mi tío y su esposa platican contentos con la mamá de Tareq quien me da una mala mirada. Mis padres no vinieron y eso me desanima. Extraño mucho a mamá.

—¡Mi sobrina! —mi tío abre sus brazos en señal de saludo —¡Alá sea con ustedes! —Tareq lo ve serio. 

—¡Tío! —tomo su mano y me la llevo a la frente, en señal de saludo y respeto —Yanira… —la saludo de largo. 

—Nailea, que saludo tan frío para tu tía —me regaña mi tío Karim, yo lo veo nerviosa. 

 —Mi esposa no tiene por qué hacerle reverencia a nadie —la voz fría de Tareq hace que todos se pongan nerviosos. 

—Mi león, es solo un saludo en señal de respeto —interviene su madre. 

—¡No, no! Tareq tiene razón —mi tío sonríe nervioso—. Nosotros queremos mucho a Nailea y siempre la hemos tratado con cariño —agrando mis ojos sin poder creer lo que está diciendo. 

—Bueno, bueno. Les parece si todos pasamos al comedor, la cena esta lista —nos indica la hermana mayor de Tareq, Mirah. 

En la cena estamos todos: las hermanas de Tareq, Lila y su madre, y mi familia. La comida luce deliciosa, pero yo no tengo apetito. Lila no deja de ver a Tareq y de tener atenciones para él. Todos actúan como si eso fuera normal, menos Mirah y el mismo Tareq que se nota incómodo.

—¿Y no se irán de luna de miel? —pregunta Yanira. 

—Dentro de una semana nos iremos por unos días —responde Tareq entre bocado y Lila me ve molesta. 

—¿Y a dónde? —pregunta la mamá de Tareq. 

—Madre Fátima. ¿Qué es todo este interrogatorio hacia mi hermano? —habla Mirah. Ella se ve muy sincera, contrario al resto de su familia. Aunque, con sus otras hermanas no he tenido interacción, puedo percibir que no les agrado. 

—Ningún interrogatorio hija, solo es curiosidad de dónde irá mi hijo querido —bebé de su copa de vino. 

—La comida está deliciosa. ¿Tú la preparaste, Nailea? —pregunta Yanira con maldad. Ella sabe que yo no puedo cocinar. La señora Fátima comienza a reír.

—Nailea le teme a la cocina. Como su tía debiste enseñarle. Cocinar es esencial para mantener un hogar feliz —aprieto mis puños debajo de la mesa. 

—Créeme que lo intenté —Yanira parece disfrutar haciéndome daño. Solo se portó bien los días previos a mi boda, porque así me mantendría controlada. 

—La comida la preparó mi bella sobrina Lila. ¡Tiene unas manos mágicas! —Lila resplandece feliz ante el comentario. Observo a Tareq quien deja de comer y las mira serio. 

—¡Tienes un don con la cocina! Tu esposo debe estar feliz —Yanira termina de tirar todo su veneno. Lila se levanta y sale corriendo hecha un mar de lágrimas. Su madre nos ve triste y se va tras ella.

—¡Lo lamento! ¿Dije algo malo? No fue mi intención.

—Yanira, ten cuidado con lo que comentas —la reprende mi tío. 

—Lila soñaba casarse con mi Tareq, pero... —un manotazo de Tareq en la mesa me hace saltar de mi asiento. Siento los latidos de mi corazón en todo mi cuerpo. 

—¡Basta! Creo que esta cena llegó a su fin. Madre, pasa a mi despacho en este instante —demanda levantándose elegantemente —Mirah, hazle compañía a mi esposa. —Mirah asiente y él camina saliendo del comedor y entra al despacho. 

—¡Lo lamento tanto! Mi hijo está con mucha presión del trabajo —dice la señora Fátima levantándose de la mesa—. Fue un gusto cenar con ustedes, con su permiso… —se despide y entra al despacho con Tareq. 

—Nailea, trata de no ocasionarle problemas a tu esposo y se humilde con su madre —me dice mi tío Karim, despidiéndose. 

—Sí, tío —respondo, suspirando. 

Mi tío y Yanira se van. Mirah y yo estamos en la sala de estar, sus otras dos hermanas se fueron sin dirigirme la palabra. 

—Lamento que mi madre sea así contigo —Mirah me ve triste.  

—No te preocupes, todo está bien. 

—Estoy feliz de que mi hermano se haya casado contigo —su sonrisa es auténtica y sincera. 

—¡Vaya, vaya! No esperaba menos de ti Mirah, rápido me traicionaste —Lila se acerca furiosa a nosotras—. Y tú, no creas que me has ganado. Pronto me casaré con Tareq, aunque sea su segunda esposa porque tú estás usurpando mi lugar ¡Alá es testigo! —hay mucho odio y dolor en sus palabras.

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