Capítulo 64.

—Corra. La cubriremos desde aquí. —dijo Pascal hacia la mujer de ojos amielados que negó, disparando a todo lo que se movía.

Se había inyectado el antivenenos que le robó a Kael, pero cuánto deseaba que hubiese sido un suero de superhumano que no le dejara sentir el dolor en sus articulaciones. Pues se había lastimado las costillas al caer, al hacer estallar todo el nivel donde estaba.

Eran demasiados y ninguno parecía débil.

Eleazar no era alguien fácil de derribar tampoco, por lo que sus manos obtenían golpes certeros que no dejaron a nadie intacto. Patadas que rompieron el cuello de quien lo tocaba. Codazos que abrieron el cráneo de sus atacantes, sin esperar a que cayeran primero, para tomar al siguiente que recibía una muestra del porqué a los monegascos nunca se les tomaba como enemigos.

Pascal le rompió la espalda a uno de ellos con la rodilla, mientras pasó el otro sobre su hombro, girando su cuello con las manos, usando las cuchillas que llevaba en su cinturón para lanzar
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