Capítulo 11.

—Adelina, espera. —Nixon la sostuvo del codo, su voz cargada de desesperación.

Sus ojos suplicaban, pero ella se giró, zafándose de su agarre con un movimiento decidido.

—Dame un minuto. Solo un minuto. Sé que puedes estar celosa, pero déjame explicarlo.

—¿Celosa? —Adelina soltó una risa divertida, mientras se quitaba la sudadera. —¿De qué estaría celosa yo por ti?

—Soy tu esposo. No tienes que esconderlo. —Nixon la siguió, su voz temblando. —Lo comprendo y lo lamento mucho. Perdí la cuenta de cuánto tomé. No sabía lo que hacía.

—Pobrecito. —Adelina se giró, solo con el top y la sudadera en el brazo. Sus ojos brillaban con una mezcla de algo desconocido. —No te preocupes, tu esposa comprensiva lo entiende. Ya que tú puedes tener amantes, buscaré uno también. Así no me dolerá el corazón tanto como me está doliendo ahora. —Hizo un puchero, pero su voz era un filo de acero.

—Estás jugando, ¿no?

—No, solo te aviso. Para que luego no digas que no lo hice. —Soltó su cabello y sacudió las
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