Por la mañana despertó con más ánimo. Nada había cambiado entre los habitantes de esa mansión. Nixon fue con ella en el auto, llegando juntos a la empresa. No obstante que Kael la viera con ese hastío de siempre la hizo rodar la mirada. No lo quería cerca. Estuvo a punto de hacer una estupidez que Avery nombró como “Una loca tentación”, pero a ella le supo más a una tontería por no llamarlo otra palabra que la hiciera sentir peor. Él era insoportable y ella para él, solo era una pequeña intrusión en sus planes. No valía la pena y no perdería su tiempo en cosas que no le generarían ninguna ganancia. Lo evitó los días que siguieron, o trató de hacerlo, porque esas miradas llenas de un imponente deseo seguían existiendo. Atila no la acompañaba en su desprecio por él. Aunque lo atribuyó a que no lo conocía realmente, le molestaba ver cómo llegó a hacerle mimos. ¡A su niña! ¿Cómo se atrevía? ¿Por qué las aceptaba Atila también? Naenia por su parte no desaprovechó una oportunidad con K
El deseo subyugante, la urgencia por el contacto, la ferocidad de sus bocas reclamando los labios dulces de Lina, mientras estaba vuelta una necesitada de ese no sé qué qué encontró tan irresistible en Kael. Ambos en la lucha contra sí mismos. Probar los besos del otro era la tentación más grande que pudieron tener y lo estaban necesitando mucho más para ese momento. Lina sintió cómo su cuerpo fue elevado por un brazo que la alzó desde las piernas para sentarla sobre la mesa en donde barrió con las cosas para colocarla en ese lugar. Sus piernas fueron dominadas por el placer de ser tratada tan despiadadamente y el ritmo cardíaco que poseía no la dejó escuchar más que el gruñido ronco que escapó de la garganta, el cual no fue de ninguna ayuda. Como un adicto que no podía detenerse y esa fue la razón por la que Kael se negó a ceder antes. Al hacerlo todas esas barreras iban a desaparecer, tal como sucedía cuando su mano se cerró en el cuello de la mujer que sintió como el paso del ai
El cuello de Luisa giró hacia la puerta, en lo que Lina sostuvo del brazo a su abuela con cara de terror.—Sí, se fue con su tío. Yo le dije que no, pero no me hizo caso. —siguió explicando con tranquilidad. —Pero bueno, ¿quién entiende a los hombres?—No dijiste esto, Adelina. —dijo Mateo con ojo crítico, en lo que su prima dejó que su abuela siguiera cubriendo su piel con maquillaje.—Dije lo que dije. Oíste lo que oíste. —apartó la mirada de Mateo cuando este la veía sin creer, ni entender una sola de sus palabras. —¿Listo para correr de nuevo?—¿Te liaste con el tío de Nixon?—Por supuesto que no. —se puso de pie al haber quedado satisfecha con el resultado. —Yo tengo valores. Tengo principios. Tengo integridad. Tengo dignidad. Tengo… —Lina se detuvo, dejando que la tensión se acumulara en la habitación. —Tengo un problema enorme.—No me jodas, Lina. —Mateo estaba entre sorprendido, pensando en que era posible muchas cosas de ella y también tratando de encontrar en su cabeza de cu
—¿Qué sucede, Isma? ¿Por qué recoges tus cosas? —Lina dejó de lado su café al salir del ascensor y ver a la chica colocando las cosas en una caja. Esta se limpió el rostro y negó. —La señora Naenia me despidió. —soltó una bocanada de aire. —¿Qué? ¿Por qué? —miró hacia la oficina, que estaba cerrada aún. Nadie había llegado aún y ya habían situaciones cuestionables. —Dijo que era obvio que era yo y luego que estaba despedida. —era lo único que recordaba la chica, pues apenas llegó esa mañana y no le dio tiempo ni siquiera de defenderse. Los despidos hechos por ella eran irrefutables, por lo que no había caso intentar buscar explicaciones. Lina arrugó el entrecejo. Pues no era nada difícil adivinar a qué se debía ese despido. —Deja las cosas ahí. No te vas. —le entregó el café a la chica. —Sí eres intolerante a la leche, es seguro. —Sí, pero… —Solo haz tu trabajo normalmente. No te irás. —repitió yendo a la oficina de Naenia. Si la había despedido era porque ya había lleg
Cuando Isma entró con una bandeja con pastillas y un vaso con agua para Kael, este lidiaba con un grupo de papeles que daban números que representaban cifras, de esas dependían otras y él debía revisarlas, aunque los únicos números que entendía totalmente fueron coordenadas.No ese tipo.Su impaciencia quedó aún más al descubierto. Todo por un capricho tonto de la esposa del descerebrado.Isma se quedó en su oficina esperando que este tomara las aspirinas para darle la información que llevaba para él. Mientras tanto, Kael no entendía por qué demonios no dejó que corrieran a la asistente si él no quería tener una. Desde que se la asignaron estuvo en contra de tenerla.—¿Quién canta? —preguntó cuando escuchó un ligero tarareo por lo alto. Tan alto como para distinguir la canción.—Es la señora Adelina.Señora. Ese término no le quedaba para nada a alguien como ella. El descerebrado de Nixon no tenía los cojones para tener una mujer como ella a su lado y que ésta obtuviera ese título.—P
Nixon mantuvo su cara de póquer, aunque sus ojos traicionaban una chispa de furia contenida. Sus manos estaban tensas, los nudillos blancos por la presión. Lina, por otro lado, sintió cómo la sangre le hervía, su respiración se aceleraba y sus mejillas se encendían de ira. Estaba a punto de lanzarse sobre Kael, pero él, con su habilidad innata para mantener el control, casi rió ante la cara de ambos, disfrutando de su reacción.—¿En serio consideraste la idea? —Kael hizo una pausa, disfrutando del momento, y luego se giró hacia Lina con una mirada lasciva que recorrió su cuerpo de arriba abajo—. Cuánta lealtad.Nixon se giró de inmediato al verla detrás suyo, sabiendo en la situación que se encontraba esta vez. Su mandíbula se tensó, y un músculo en su mejilla comenzó a palpitar.—Cuando digas “sin límites” que sea porque estás dispuesto a ceder a cada condición, así sea entregar a tu madre en bandeja de plata. —Tomó su saco y apagó el ordenador con un movimiento brusco—. De otra mane
—Soñé que me iría antes de verte la cara. —dijo Adelina con desgano. —Pero al parecer fue solo eso. Un hermoso sueño.—No te cuesta nada ignorarme. —dijo este viendo solamente al frente. —Lo hago. Pero respiras y eso ya es una tortura para mí. —se quedó en su puesto, esperando que Pascal volviera con Atila y Eleazar trajera las llaves de su deportivo. —Eso no dijiste anoche cuando casi te follé en la cama de tus suegros. —soltó de golpe y ella miró en automático hacia las escaleras. —¿Le temes a que lo sepan? —Temo a ridículizarme por ello. Imagina tú y yo en contacto de esa forma. —bufó. —Asco. —Cuando dejes de gemir y frotarte en mí cuando te beso dices eso. —exclamó y Lina apretó los labios para no decir una m@ldición en su contra. —Tengo mi cartera, cariño. Podemos irnos. —dijo Nixon y Kael apenas lo miró cuando la besó y ella no se dignó a alejarse al menos. —No nos extrañes tanto, tío. —se despidió de este con una sonrisa falsa para luego tomar la mano de Nixon y llevarlo
Mientras otros odiaban recuerdos de batallas perdidas contra deseos tontos por quienes no debían, la chica que los provocaba, ni siquiera consideraba esas trivialidades, ya que estaba disputándose el liderazgo, más como una actividad que los divertiría a todos que el cargo en sí. El desafío era lograrlo con votos ganados con quien se ganara la simpatía de todos los que estaban frente al lago. —Lo he sido años antes y hemos tenido los mejores momentos como compañía, así que no queda más que continuar con las tradiciones. —dijo Naenia confiando en que los socios y sus asistentes le darían suficientes votos para obtener la llave. Uno de los socios optó por competir, haciendo propuestas de horarios más flexibles para las actividades, lo cual lo hizo ganar algunos aplausos. —Es hora de votar. —se levantó Naenia. —Alcen la mano quienes…—Falto yo. No me olvides, tía —Avery bebía su limonada tranquilamente, pues sabía que eso era un espectáculo digno de ver cuando su prima tomaba el mand