—Adelina, espera. —Nixon la sostuvo del codo, su voz cargada de desesperación. Sus ojos suplicaban, pero ella se giró, zafándose de su agarre con un movimiento decidido.—Dame un minuto. Solo un minuto. Sé que puedes estar celosa, pero déjame explicarlo. —¿Celosa? —Adelina soltó una risa divertida, mientras se quitaba la sudadera. —¿De qué estaría celosa yo por ti?—Soy tu esposo. No tienes que esconderlo. —Nixon la siguió, su voz temblando. —Lo comprendo y lo lamento mucho. Perdí la cuenta de cuánto tomé. No sabía lo que hacía.—Pobrecito. —Adelina se giró, solo con el top y la sudadera en el brazo. Sus ojos brillaban con una mezcla de algo desconocido. —No te preocupes, tu esposa comprensiva lo entiende. Ya que tú puedes tener amantes, buscaré uno también. Así no me dolerá el corazón tanto como me está doliendo ahora. —Hizo un puchero, pero su voz era un filo de acero.—Estás jugando, ¿no?—No, solo te aviso. Para que luego no digas que no lo hice. —Soltó su cabello y sacudió las
—Que emocionante. —Lina corrió cual niña para sentarse frente al escritorio de Kael. —Siempre me ha gustado que me den vía libre para todo. —Pregunta. —la retó nuevamente. —No tengo nada para preguntar en realidad. —movió la mano, sacudiendo el reloj en su muñeca. —Pero hubieras visto tu cara. Su risa lo hizo tomar una bocanada de aire. Se sentó copiando la pose del Mayor, con una de sus comisuras en alto, a la vez que sus ojos lanzaban luz dorada hacia el hombre que la detallaba sin darse cuenta. —Yo tengo una. —se levantó. Se quitó el saco dejando ver la camisa blanca que le dio vista a los brazos que reflejaban su…—¿Tienes un límite? La pregunta la hizo ver el reflejo cuando este la rodeó, mientras arremangó la camisa, ajustando el botón hasta los brazos. —¿En qué aspecto? —preguntó Lina con fingida inocencia. Aunque la sonrisa se le borró cuando el irlandés tomó el espaldar de la silla para tirarla hacia atrás, casi haciéndola caer, salvo porque su mano la sostenía para arr
—No lo sugiero. Si te fijas en cómo funciona en esta aplicación, te darás cuenta que va a llevar un retraso y lo que queremos es verlo en tiempo real. —escuchó Kael cuando entró a su oficina. Lina veía el celular, tecleando a cada nada, mientras el técnico y ella trabajaban sentados en la sala de juntas, muy cerca. —Tío, qué bueno que regresaste. —dijo como si estuviera en verdad aliviada de verlo. —Puedes hacerte cargo solo tú durante una hora. Necesito ir con alguien muy importante. —Sí no están comprometidos para que demonios se incluyen. —contestó con su voz neutral.—Ya recordé que odias la felicidad de la gente. —exclamó lanzando la carpeta frente a ella. —Te cedo mi silla, te puede doler las rodillas si estás tanto tiempo de pie. El irlandés la vio a punto de responder, pero se dijo que era mejor idea no darle la atención buscada en ese momento. Suficiente había tenido para caer de nuevo en lo mismo. Aunque Lina no lo soportara, había alguien que parecía encantada con él.
Por la mañana despertó con más ánimo. Nada había cambiado entre los habitantes de esa mansión. Nixon fue con ella en el auto, llegando juntos a la empresa. No obstante que Kael la viera con ese hastío de siempre la hizo rodar la mirada. No lo quería cerca. Estuvo a punto de hacer una estupidez que Avery nombró como “Una loca tentación”, pero a ella le supo más a una tontería por no llamarlo otra palabra que la hiciera sentir peor. Él era insoportable y ella para él, solo era una pequeña intrusión en sus planes. No valía la pena y no perdería su tiempo en cosas que no le generarían ninguna ganancia. Lo evitó los días que siguieron, o trató de hacerlo, porque esas miradas llenas de un imponente deseo seguían existiendo. Atila no la acompañaba en su desprecio por él. Aunque lo atribuyó a que no lo conocía realmente, le molestaba ver cómo llegó a hacerle mimos. ¡A su niña! ¿Cómo se atrevía? ¿Por qué las aceptaba Atila también? Naenia por su parte no desaprovechó una oportunidad con K
El deseo subyugante, la urgencia por el contacto, la ferocidad de sus bocas reclamando los labios dulces de Lina, mientras estaba vuelta una necesitada de ese no sé qué qué encontró tan irresistible en Kael. Ambos en la lucha contra sí mismos. Probar los besos del otro era la tentación más grande que pudieron tener y lo estaban necesitando mucho más para ese momento. Lina sintió cómo su cuerpo fue elevado por un brazo que la alzó desde las piernas para sentarla sobre la mesa en donde barrió con las cosas para colocarla en ese lugar. Sus piernas fueron dominadas por el placer de ser tratada tan despiadadamente y el ritmo cardíaco que poseía no la dejó escuchar más que el gruñido ronco que escapó de la garganta, el cual no fue de ninguna ayuda. Como un adicto que no podía detenerse y esa fue la razón por la que Kael se negó a ceder antes. Al hacerlo todas esas barreras iban a desaparecer, tal como sucedía cuando su mano se cerró en el cuello de la mujer que sintió como el paso del ai
El cuello de Luisa giró hacia la puerta, en lo que Lina sostuvo del brazo a su abuela con cara de terror.—Sí, se fue con su tío. Yo le dije que no, pero no me hizo caso. —siguió explicando con tranquilidad. —Pero bueno, ¿quién entiende a los hombres?—No dijiste esto, Adelina. —dijo Mateo con ojo crítico, en lo que su prima dejó que su abuela siguiera cubriendo su piel con maquillaje.—Dije lo que dije. Oíste lo que oíste. —apartó la mirada de Mateo cuando este la veía sin creer, ni entender una sola de sus palabras. —¿Listo para correr de nuevo?—¿Te liaste con el tío de Nixon?—Por supuesto que no. —se puso de pie al haber quedado satisfecha con el resultado. —Yo tengo valores. Tengo principios. Tengo integridad. Tengo dignidad. Tengo… —Lina se detuvo, dejando que la tensión se acumulara en la habitación. —Tengo un problema enorme.—No me jodas, Lina. —Mateo estaba entre sorprendido, pensando en que era posible muchas cosas de ella y también tratando de encontrar en su cabeza de cu
—¿Qué sucede, Isma? ¿Por qué recoges tus cosas? —Lina dejó de lado su café al salir del ascensor y ver a la chica colocando las cosas en una caja. Esta se limpió el rostro y negó. —La señora Naenia me despidió. —soltó una bocanada de aire. —¿Qué? ¿Por qué? —miró hacia la oficina, que estaba cerrada aún. Nadie había llegado aún y ya habían situaciones cuestionables. —Dijo que era obvio que era yo y luego que estaba despedida. —era lo único que recordaba la chica, pues apenas llegó esa mañana y no le dio tiempo ni siquiera de defenderse. Los despidos hechos por ella eran irrefutables, por lo que no había caso intentar buscar explicaciones. Lina arrugó el entrecejo. Pues no era nada difícil adivinar a qué se debía ese despido. —Deja las cosas ahí. No te vas. —le entregó el café a la chica. —Sí eres intolerante a la leche, es seguro. —Sí, pero… —Solo haz tu trabajo normalmente. No te irás. —repitió yendo a la oficina de Naenia. Si la había despedido era porque ya había lleg
Cuando Isma entró con una bandeja con pastillas y un vaso con agua para Kael, este lidiaba con un grupo de papeles que daban números que representaban cifras, de esas dependían otras y él debía revisarlas, aunque los únicos números que entendía totalmente fueron coordenadas.No ese tipo.Su impaciencia quedó aún más al descubierto. Todo por un capricho tonto de la esposa del descerebrado.Isma se quedó en su oficina esperando que este tomara las aspirinas para darle la información que llevaba para él. Mientras tanto, Kael no entendía por qué demonios no dejó que corrieran a la asistente si él no quería tener una. Desde que se la asignaron estuvo en contra de tenerla.—¿Quién canta? —preguntó cuando escuchó un ligero tarareo por lo alto. Tan alto como para distinguir la canción.—Es la señora Adelina.Señora. Ese término no le quedaba para nada a alguien como ella. El descerebrado de Nixon no tenía los cojones para tener una mujer como ella a su lado y que ésta obtuviera ese título.—P