Capítulo 2

Desperté dos días después, como siempre, cuando hacen sus pruebas me deja en tal estado de sueño.

Mi cabeza daba vueltas. Mis brazos estaban entumecidos aunque no me sorprendía del todo, ya que estos estaban encadenados y mis parpados luchaban por permanecer abiertos. Oí el chirrido de la pequeña rendija; los alimentos se reparten a través de una plataforma que viaja desde la parte superior, deteniéndose en un periodo fijo en cada piso. Tome mi charola con comida y un vaso pequeño con agua. No es mucha, pero al menos me quitara la sed. El siseo de las cadenas contra el suelo da una sensación escalofriante. Tomo el vaso y bebo todo sin dejar una sola gota mientras cierro los ojos, disfrutando del preciado líquido, es un completo alivio para mi seca garganta.

Un suspiro satisfecho brota de mis labios.

Ya no tengo sed.

Ellos al ver mi don se asustaron. Papá le pidió ayuda a su hermano el cual acudió rápidamente (debo decir que antes tenía una buena relación con él), era mi tío favorito y yo su sobrina favorita. Mi tío les había prometido ayudarme y que en poco tiempo estaría en casa

¡Sonaba tan perfecto!

Hasta que me trajo a estas instalaciones donde se hacen experimentos y pruebas a seres como yo, diferentes; según él lo que yo tengo es genético, demasiado único y especial como para desperdiciarlo.

Nunca supe muy bien a que se refería.

Empezaron primero con muestras de sangre que, al principio, no me parecía extraño ya que creía que me estaba ayudando. Luego pasaron los años y las pruebas se hacían cada vez más agresivas e invasivas, hasta volverse tan agotadoras físicamente. Al darme cuenta de que mi tío no me dejaría ir intente escapar, pero adivinen, ¡fracase miserablemente! Aunque tengo que ser honesta, no había pensado que hacer una vez lograra salir de las instalaciones.

Tenía tan solo dieciséis en ese entonces y los siguientes tres años estuve encerrada.

Hacía mucho tiempo que no he visto o sentido la luz del sol acariciar mi rostro. Extraño esa sensación de calidez. Extraño hasta el poder sentir el fluir de los ríos y hasta extraño a mi hermana mayor y a mis padres, a pesar de que estoy aquí por su culpa aún los extraño y anhelo. Siento mis ojos humedecerse pero ninguna lágrima cae, ya no doy para más.

En estas cuatro paredes no hay mucho que pueda hacer; salvo mirar el techo, dibujar con en las paredes o escribir en ese diario que me regalo mi madre antes de irme, deje de usarlo hace mucho, nunca llene las páginas.

Escucho como el guardia que me dio el agua y la comida habla brevemente con el nuevo, he memorizado su voz. Tiene un acento marcado, como si le costara pronunciar la R.

Apenas entiendo un par de palabras sueltas.

–Parece deshidratada, ¿Por qué no le proporcionan más agua?

¿Será el nuevo, quizá?

Mike se une con una risa tosca provocándome repelús.

–Mira, novato, esta chiquilla de aquí es más mortal que tú y yo juntos –su voz rasposa me llena de repelús –. Además, el jefe dice que debemos hacerlo de este modo. Puede ser irritante algunas veces, y otras es tan callada y sumisa que ni la notaras, solo debemos mantenerla tranquila para el jefe y sus pruebas locas –hace una pausa. Un ataque de tos lo asaltó, luego, prosigue: –. ¿Por qué estás aquí, chico? Ya vete, Torres, ya le diste su comida. Y tú, ¿no deberías estar en otro puesto?

–Me asignaron a vigilarla –contestó, no muy entusiasmado.

Si, sin duda es cabeza de zanahoria.

–Pero yo soy el guardia –replicó Mike (lo llamo así para molestarlo) quien ha sido mi guardia desde hace varios años.

–Me lo acaba de ordenar…

– ¿Por qué aún no has tomado tu puesto? –la voz de mi tío hace que todo se llene de silencio –. Jones, ¿tienes problemas de audición? El chico tomara tu puesto. Deberías estar agradecido, hace tiempo que no querías este trabajo.

Ah, con que se llamaba Jones ¿o es su apellido?

A pesar de lo débil que estoy y aprovechando de paso que no me han puesto las cadenas, me acerco a la puerta metálica donde la rejilla estaba abierta  y me asomo encontrándome con la cara del desgraciado.

–Oh, Mike, todos estos años y creía que ese era tu nombre –digo melodramáticamente como actriz de novela –. ¡Hombres! ¡Todos son iguales! ¡Todos me abandonan! ¡Todos mienten!  –Cambio de ángulo, mirando al nuevo quien me devuelve la mirada, irritado. Le doy mi sonrisa más maquiavélica –. Y tú, desearas no haber tomado este trabajo. ¡Bienvenido al purgatorio!

El sonrojo le cubre toda la cara a Mike.

– ¡Que no me llamo Mike, escoria! –grita perdiendo los estribos.

Mi tío carraspea, seguramente mirando al hombre con desaprobación y Mike salió pintado del lugar mientras lanzaba maldiciones que seguramente son dedicadas a mí persona. Una completa lástima. A veces el tipo contaba buenas historias cuando tomaba de su petaca, eso siempre le aflojaba la lengua y removía sus recuerdos.

Sé lo que estarán pensando, pero compréndame. El humor es mi mejor forma de sobrellevar esto, es lo único que impide que pierda la cordura.

O al menos no toda la cordura”, me recuerdo.

Además, con el guardia nuevo mi plan de escape (que he estado ideado desde hace algún tiempo) puede salir en marcha ahora. He memorizado todos los horarios de los guardias gracias unas hojas que me robe dela oficina de mi tío, cuando este exigió hablar conmigo; y todas las puertas de entradas y salidas desde el ala norte hasta el sur. Cuando me llevan al laboratorio ellos piensan que no le prestó atención a mi entorno.

Ser callada, sumisa y paciente me dio algo de ventaja. Pero por desgracia, mi temperamento agresivo e impulsivo sale a relucir en ciertas ocasiones, y la presencia de mi tío no ayuda a que me mantenga con la cabeza muy fría que digamos.

La leve risa de mi tío me saca mis pensamientos conspirativos.

Hago una mueca.

–Y pensar que eras tan callada de niña –me mira por unos segundos, nostálgico.

Y pensar que yo te creía el tío buena onda.

–Sí, pero en realidad nunca me conociste –mi tono destilaba odio y desprecio –. Después de todo, mira como me tienes. Me tratas peor que a un criminal, tío. No, no, peor que eso, un pobre animalito de laboratorio.

Sus ojos se abren con sorpresa, hace mucho que no lo llamaba así. Giró sobre sus talones dispuesto a irse, sin dedicarme otra palabra. Se detuvo antes de cruzar las puertas.

–Novato, la cuidarás, cuidarás que no se escape. ¡Ah! –dice, como si olvidara un detalle importante –. Qué no te engañe su rostro ni su voz.

Resople.

–Dime, genio, ¡¿cómo puedo escapar estando encadenada?! ¡No soy una m*****a amenaza, tú sí! –golpee furiosamente la puerta provocando un sonido aterrador y aguante el quejido de dolor, la furia que corre por mis venas hace que lo ignore –. Ya ni siquiera tengo un descanso de estás… ¡De estas cosas! Y pensar que te quise alguna vez.

Mi voz se rompe un poco. Ahora lo único que digo son murmullos tan bajos que ni yo misma puedo escucharme. Deslizándome hasta quedar arrodillada en el suelo evitando verlo.

Sus pasos vuelven por donde vinieron, se detiene frente a la puerta de mi celda pero no la abre, no se atreve a dar la orden. La sombra bajo la puerta se ensancha cuando se arrodilla.

–Yo aún te quiero, sobrina. Descansa, querida Nereida –tiemblo de ira al escucharlo. Solo miente, miente todo el tiempo. Y, al no obtener una respuesta de mi parte, suspira mientras se va alejando poco a poco. Su sombra ya no está.

–Ojala y tengas pesadillas –le deseo antes de apartar la comida que tengo frente a mí, ya no tengo apetito.

Los nuevos pasos, vacilantes, del nuevo guardia se posan en la posición que antes le correspondía a Mike. Hoy no habrá historias.

Me pregunto si este iba a ser mi destino de igual forma. Si no había nada que pudiera hacer. Quizá, aunque no lo quiera ver, puede que este condenada a pasar mi vida en este lugar sin la oportunidad de volver a ser libre.

Tiemblo.

No. Este no será mi destino.

Debo escapar, debo hacerlo ahora o juro por Dios que me volveré loca aquí. Ya no lo soporto. Pero sé que debo esperar, debo comportarme, debo ser sigilosa. Solo debo mover mis piezas con minuciosidad y quizá, solo quizás pueda probar la libertad de la que me han privado. Puede que no sea muy elaborado y que este contra todo pronóstico, pero sé que podré hacerlo, solo debo ganarme algo de la simpatía o compasión por parte del nuevo guardia; y cuando la oportunidad se me presente, escapare hacía un nuevo destino cuyo futuro este en mis manos.

“Solo unas semanas más, Nereida, solo unas semanas más”, me digo mientras tomo el pequeño diario. Con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la pared, escribo, escribo después de mucho tiempo.

Puede que no tenga la certeza del éxito de mi plan. Nadie ha logrado escapar, ni siquiera los otros desafortunados. Todo aquel que lo ha intentado ha fracaso o muerto en el intento. Aunque tengo la certeza de una cosa, prefiero morir intentado obtener mi libertad que morir buscando una cura para mi condición cuando bien no se sabe a ciencia cierta si existe tal cosa.

                                                                                  …

Golpeo el suelo con fuerza. Me incorporé como puedo con mis brazos temblorosos, pero, como siempre, me vuelvo a levantar. Miro a los cuatro contrincantes que tengo frente a mí. Rhae anota concentrada en su libreta no pareciendo conforme con el resultado. Como me gustaría tenerla aquí para darle los resultados.

–Nereida, ¿qué paso? Hace unos días duraste más tiempo y ahora has durado un cuarto de hora –niega –. Es un retroceso. Uno muy significativo.

–No me esperaba a una cuarta persona –escupo sangre –. Lamento que mi desempeño no sea tan bueno.

Rhae hace una mueca.

Mis destrezas físicas son buenas pero no extraordinarias hasta el punto de ser sobrenatural; puedo defenderme con mi poder y sin él. Hoy, sin embargo, decidieron que no dependería de ellos. Quisieron probar si mi falta de destreza física se debía a que estoy dependiendo de mis poderes como para no explotar todas mis “posibles habilidades ocultas” o lo que sea que esos locos quieren.

–Te dije que ella no cambia forma como los otros –dice el guardia de rasgos asiáticos, aburrido.

Estamos en un simulador bajo techo con la tecnología más sofisticada que, con los datos adecuados, puede disimular cualquier entorno hostil que se pueda imaginar. Ahora estamos en una arena, como la de un coliseo. Tengo un aro en la cabeza monitoreando mis ondas cerebrales, o lo que sea, mientras lucho cuerpo a cuerpo con cuatro personas sin mis habilidades de por medio.

–Al menos no se vuelve un ave asesina –masculla otro.

–Si te terminas de levantar te derrumbaremos –advierte el de la nariz torcida, cortesía mía.

– ¿No creen que ya es suficiente? No parece que pueda estar de pie por mucho tiempo –cabeza de zanahoria le pregunta a Rhae. Ella chasquea la lengua, sus cejas fruncidas demuestra lo poco contenta que esta.

–Llévenla a la enfermería –le lanza una trapo blanco luego de echarle algo, Sebastián lo atrapa –. Es para que no te de problemas.

Bufo.

–Dudo que pueda hacerle pasar un mal rato a Sebastián –Rhae frunce los labios, molesta.

Los otros tres guardias tosen disimulando una risa.

–Y denle una porción extra, parece que no está comiendo como se debe. Todos los sujetos deben estar bien alimentados para sus pruebas. Si se niega a comer hagan que se lo trague –ordena, mientras se va alejando mascullando sobre el retraso que esto supone.

Sebastián no necesitó presionar del todo el paño contra mi nariz. El dolor de mis músculos junto con la fatiga causó que cayera ante la oscuridad al instante, entregándome por completo a Morfeo.

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