Desperté dos días después, como siempre, cuando hacen sus pruebas me deja en tal estado de sueño.
Mi cabeza daba vueltas. Mis brazos estaban entumecidos aunque no me sorprendía del todo, ya que estos estaban encadenados y mis parpados luchaban por permanecer abiertos. Oí el chirrido de la pequeña rendija; los alimentos se reparten a través de una plataforma que viaja desde la parte superior, deteniéndose en un periodo fijo en cada piso. Tome mi charola con comida y un vaso pequeño con agua. No es mucha, pero al menos me quitara la sed. El siseo de las cadenas contra el suelo da una sensación escalofriante. Tomo el vaso y bebo todo sin dejar una sola gota mientras cierro los ojos, disfrutando del preciado líquido, es un completo alivio para mi seca garganta.
Un suspiro satisfecho brota de mis labios.
Ya no tengo sed.
Ellos al ver mi don se asustaron. Papá le pidió ayuda a su hermano el cual acudió rápidamente (debo decir que antes tenía una buena relación con él), era mi tío favorito y yo su sobrina favorita. Mi tío les había prometido ayudarme y que en poco tiempo estaría en casa
¡Sonaba tan perfecto!
Hasta que me trajo a estas instalaciones donde se hacen experimentos y pruebas a seres como yo, diferentes; según él lo que yo tengo es genético, demasiado único y especial como para desperdiciarlo.
Nunca supe muy bien a que se refería.
Empezaron primero con muestras de sangre que, al principio, no me parecía extraño ya que creía que me estaba ayudando. Luego pasaron los años y las pruebas se hacían cada vez más agresivas e invasivas, hasta volverse tan agotadoras físicamente. Al darme cuenta de que mi tío no me dejaría ir intente escapar, pero adivinen, ¡fracase miserablemente! Aunque tengo que ser honesta, no había pensado que hacer una vez lograra salir de las instalaciones.
Tenía tan solo dieciséis en ese entonces y los siguientes tres años estuve encerrada.
Hacía mucho tiempo que no he visto o sentido la luz del sol acariciar mi rostro. Extraño esa sensación de calidez. Extraño hasta el poder sentir el fluir de los ríos y hasta extraño a mi hermana mayor y a mis padres, a pesar de que estoy aquí por su culpa aún los extraño y anhelo. Siento mis ojos humedecerse pero ninguna lágrima cae, ya no doy para más.
En estas cuatro paredes no hay mucho que pueda hacer; salvo mirar el techo, dibujar con en las paredes o escribir en ese diario que me regalo mi madre antes de irme, deje de usarlo hace mucho, nunca llene las páginas.
Escucho como el guardia que me dio el agua y la comida habla brevemente con el nuevo, he memorizado su voz. Tiene un acento marcado, como si le costara pronunciar la R.
Apenas entiendo un par de palabras sueltas.
–Parece deshidratada, ¿Por qué no le proporcionan más agua?
¿Será el nuevo, quizá?
Mike se une con una risa tosca provocándome repelús.
–Mira, novato, esta chiquilla de aquí es más mortal que tú y yo juntos –su voz rasposa me llena de repelús –. Además, el jefe dice que debemos hacerlo de este modo. Puede ser irritante algunas veces, y otras es tan callada y sumisa que ni la notaras, solo debemos mantenerla tranquila para el jefe y sus pruebas locas –hace una pausa. Un ataque de tos lo asaltó, luego, prosigue: –. ¿Por qué estás aquí, chico? Ya vete, Torres, ya le diste su comida. Y tú, ¿no deberías estar en otro puesto?
–Me asignaron a vigilarla –contestó, no muy entusiasmado.
Si, sin duda es cabeza de zanahoria.
–Pero yo soy el guardia –replicó Mike (lo llamo así para molestarlo) quien ha sido mi guardia desde hace varios años.
–Me lo acaba de ordenar…
– ¿Por qué aún no has tomado tu puesto? –la voz de mi tío hace que todo se llene de silencio –. Jones, ¿tienes problemas de audición? El chico tomara tu puesto. Deberías estar agradecido, hace tiempo que no querías este trabajo.
Ah, con que se llamaba Jones ¿o es su apellido?
A pesar de lo débil que estoy y aprovechando de paso que no me han puesto las cadenas, me acerco a la puerta metálica donde la rejilla estaba abierta y me asomo encontrándome con la cara del desgraciado.
–Oh, Mike, todos estos años y creía que ese era tu nombre –digo melodramáticamente como actriz de novela –. ¡Hombres! ¡Todos son iguales! ¡Todos me abandonan! ¡Todos mienten! –Cambio de ángulo, mirando al nuevo quien me devuelve la mirada, irritado. Le doy mi sonrisa más maquiavélica –. Y tú, desearas no haber tomado este trabajo. ¡Bienvenido al purgatorio!
El sonrojo le cubre toda la cara a Mike.
– ¡Que no me llamo Mike, escoria! –grita perdiendo los estribos.
Mi tío carraspea, seguramente mirando al hombre con desaprobación y Mike salió pintado del lugar mientras lanzaba maldiciones que seguramente son dedicadas a mí persona. Una completa lástima. A veces el tipo contaba buenas historias cuando tomaba de su petaca, eso siempre le aflojaba la lengua y removía sus recuerdos.
Sé lo que estarán pensando, pero compréndame. El humor es mi mejor forma de sobrellevar esto, es lo único que impide que pierda la cordura.
“O al menos no toda la cordura”, me recuerdo.
Además, con el guardia nuevo mi plan de escape (que he estado ideado desde hace algún tiempo) puede salir en marcha ahora. He memorizado todos los horarios de los guardias gracias unas hojas que me robe dela oficina de mi tío, cuando este exigió hablar conmigo; y todas las puertas de entradas y salidas desde el ala norte hasta el sur. Cuando me llevan al laboratorio ellos piensan que no le prestó atención a mi entorno.
Ser callada, sumisa y paciente me dio algo de ventaja. Pero por desgracia, mi temperamento agresivo e impulsivo sale a relucir en ciertas ocasiones, y la presencia de mi tío no ayuda a que me mantenga con la cabeza muy fría que digamos.
La leve risa de mi tío me saca mis pensamientos conspirativos.
Hago una mueca.
–Y pensar que eras tan callada de niña –me mira por unos segundos, nostálgico.
Y pensar que yo te creía el tío buena onda.
–Sí, pero en realidad nunca me conociste –mi tono destilaba odio y desprecio –. Después de todo, mira como me tienes. Me tratas peor que a un criminal, tío. No, no, peor que eso, un pobre animalito de laboratorio.
Sus ojos se abren con sorpresa, hace mucho que no lo llamaba así. Giró sobre sus talones dispuesto a irse, sin dedicarme otra palabra. Se detuvo antes de cruzar las puertas.
–Novato, la cuidarás, cuidarás que no se escape. ¡Ah! –dice, como si olvidara un detalle importante –. Qué no te engañe su rostro ni su voz.
Resople.
–Dime, genio, ¡¿cómo puedo escapar estando encadenada?! ¡No soy una m*****a amenaza, tú sí! –golpee furiosamente la puerta provocando un sonido aterrador y aguante el quejido de dolor, la furia que corre por mis venas hace que lo ignore –. Ya ni siquiera tengo un descanso de estás… ¡De estas cosas! Y pensar que te quise alguna vez.
Mi voz se rompe un poco. Ahora lo único que digo son murmullos tan bajos que ni yo misma puedo escucharme. Deslizándome hasta quedar arrodillada en el suelo evitando verlo.
Sus pasos vuelven por donde vinieron, se detiene frente a la puerta de mi celda pero no la abre, no se atreve a dar la orden. La sombra bajo la puerta se ensancha cuando se arrodilla.
–Yo aún te quiero, sobrina. Descansa, querida Nereida –tiemblo de ira al escucharlo. Solo miente, miente todo el tiempo. Y, al no obtener una respuesta de mi parte, suspira mientras se va alejando poco a poco. Su sombra ya no está.
–Ojala y tengas pesadillas –le deseo antes de apartar la comida que tengo frente a mí, ya no tengo apetito.
Los nuevos pasos, vacilantes, del nuevo guardia se posan en la posición que antes le correspondía a Mike. Hoy no habrá historias.
Me pregunto si este iba a ser mi destino de igual forma. Si no había nada que pudiera hacer. Quizá, aunque no lo quiera ver, puede que este condenada a pasar mi vida en este lugar sin la oportunidad de volver a ser libre.
Tiemblo.
No. Este no será mi destino.
Debo escapar, debo hacerlo ahora o juro por Dios que me volveré loca aquí. Ya no lo soporto. Pero sé que debo esperar, debo comportarme, debo ser sigilosa. Solo debo mover mis piezas con minuciosidad y quizá, solo quizás pueda probar la libertad de la que me han privado. Puede que no sea muy elaborado y que este contra todo pronóstico, pero sé que podré hacerlo, solo debo ganarme algo de la simpatía o compasión por parte del nuevo guardia; y cuando la oportunidad se me presente, escapare hacía un nuevo destino cuyo futuro este en mis manos.
“Solo unas semanas más, Nereida, solo unas semanas más”, me digo mientras tomo el pequeño diario. Con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la pared, escribo, escribo después de mucho tiempo.
Puede que no tenga la certeza del éxito de mi plan. Nadie ha logrado escapar, ni siquiera los otros desafortunados. Todo aquel que lo ha intentado ha fracaso o muerto en el intento. Aunque tengo la certeza de una cosa, prefiero morir intentado obtener mi libertad que morir buscando una cura para mi condición cuando bien no se sabe a ciencia cierta si existe tal cosa.
…
Golpeo el suelo con fuerza. Me incorporé como puedo con mis brazos temblorosos, pero, como siempre, me vuelvo a levantar. Miro a los cuatro contrincantes que tengo frente a mí. Rhae anota concentrada en su libreta no pareciendo conforme con el resultado. Como me gustaría tenerla aquí para darle los resultados.
–Nereida, ¿qué paso? Hace unos días duraste más tiempo y ahora has durado un cuarto de hora –niega –. Es un retroceso. Uno muy significativo.
–No me esperaba a una cuarta persona –escupo sangre –. Lamento que mi desempeño no sea tan bueno.
Rhae hace una mueca.
Mis destrezas físicas son buenas pero no extraordinarias hasta el punto de ser sobrenatural; puedo defenderme con mi poder y sin él. Hoy, sin embargo, decidieron que no dependería de ellos. Quisieron probar si mi falta de destreza física se debía a que estoy dependiendo de mis poderes como para no explotar todas mis “posibles habilidades ocultas” o lo que sea que esos locos quieren.
–Te dije que ella no cambia forma como los otros –dice el guardia de rasgos asiáticos, aburrido.
Estamos en un simulador bajo techo con la tecnología más sofisticada que, con los datos adecuados, puede disimular cualquier entorno hostil que se pueda imaginar. Ahora estamos en una arena, como la de un coliseo. Tengo un aro en la cabeza monitoreando mis ondas cerebrales, o lo que sea, mientras lucho cuerpo a cuerpo con cuatro personas sin mis habilidades de por medio.
–Al menos no se vuelve un ave asesina –masculla otro.
–Si te terminas de levantar te derrumbaremos –advierte el de la nariz torcida, cortesía mía.
– ¿No creen que ya es suficiente? No parece que pueda estar de pie por mucho tiempo –cabeza de zanahoria le pregunta a Rhae. Ella chasquea la lengua, sus cejas fruncidas demuestra lo poco contenta que esta.
–Llévenla a la enfermería –le lanza una trapo blanco luego de echarle algo, Sebastián lo atrapa –. Es para que no te de problemas.
Bufo.
–Dudo que pueda hacerle pasar un mal rato a Sebastián –Rhae frunce los labios, molesta.
Los otros tres guardias tosen disimulando una risa.
–Y denle una porción extra, parece que no está comiendo como se debe. Todos los sujetos deben estar bien alimentados para sus pruebas. Si se niega a comer hagan que se lo trague –ordena, mientras se va alejando mascullando sobre el retraso que esto supone.
Sebastián no necesitó presionar del todo el paño contra mi nariz. El dolor de mis músculos junto con la fatiga causó que cayera ante la oscuridad al instante, entregándome por completo a Morfeo.
Luego de despertar de nuevo en mi celda con una charola con el doble de mi porción, me negué en rotundo a comer. Sebastián, mi nuevo guardia, reporto esto de inmediato pero mi tío le dijo que como él es el responsable de mí, debía hacer lo que sea necesario para que comiera. Al principio, intento comer conmigo diciendo que no estaba envenenada y que me estaba haciendo daño al no alimentarme. Luego, amenazó con darme él mismo la comida y, cuando lo intentó; le hice una llave y amenace con rajarle el cuello con un tenedor de plástico: no lo volvió a intentar. –Escucha, tienes ciertos privilegios que los otros no tienen, ¿sabes? –empieza a decir, mientras deslizaba en la ventanilla la charola con sumo cuidado. Ahora él se encargaba personalmente de darme la comida –. Sé que esto no es lo que quieres escuchar, menos de mí, pero si no lo haces vendrá alguien más y no será tan tolerante contigo. La suplica en su voz hace que sonría, la borro de inmediato y me acerco, tomo la bandeja y empi
Sé que ha sido un proceso algo lento, pero, logre por fin que Sebastián hablara un poco más conmigo. Ya no sonaba tan forzado o jocoso, y parecía que se estaba acostumbrando a mi presencia. Aunque, si bien; procuraba mantener su seriedad y “profesionalismo” ante las conversaciones. De vez en cuando soltaba una que otra anécdota de su vida antes de venir aquí, cosa que lo hacía más humano ante mis ojos, y no como ese peón que utilizo para mis fines. Temo que tenga represalias cuando escape. Buscaran a un culpable y él pagara por los platos rotos. “Saldrá limpio, no le pasara nada”, trate de convencerme, “Además, él puede cuidarse solo”. Masajee levemente mis muñecas para después hacer círculos con ellas. Al comportarme como le dije que haría a mi tío. Este me ha devuelto otro “privilegio”. Aunque, claro, no es como que volveré a caminar por mis anchas en este lugar como antes; pero admito que prefiero estar libre de cadenas que estar siendo acompañada a todos lados. Se siente bien n
Mis piernas temblaban, mis pulmones ardían, mi respiración era pesada y errática. Pero aun así no me detuve. No me detendrá por nada en el mundo. Apenas podía ver, chocaba con árboles obstáculos que me hacen tambalear pero no caer, no les daría la ventaja. No me detengo. Los podía oír acercarse podía ver el reflejo de sus linternas, sus gritos y advertencias. Me negaba a parar. Lágrimas calientes rodaban por mis mejillas estaba asustada, aterrada de volver al encierro y sabía que si volvía mi tortura será peor. Desde hace rato me quite el tapabocas y la bata pero no por eso me volví rayo veloz. El camino tampoco era un campo de rosas las piedritas y ramas me lastimaban los pies, las ramas se enredaban en mi cabello y se enganchaban en mi ropa; oigo como mis captores se acercaban aún más. Y, sin previo aviso, me detengo abruptamente en el borde de un acantilado. Abajo podía escuchar una corriente de agua fuerte e indomable. Jadeo por un poco de aire mientras la adrenalina aun corre
Shane Han pasado ya unos días desde que estamos aquí. Desempacar no nos tomó mucho tiempo. Los días aquí son lentos, sin contratiempos, tranquilos. Algo relajante y aburrido al mismo tiempo. Supongo que mamá quería esto para nosotros; un lugar donde podamos estar tranquilos. Salgo del baño luego de tomar ducha de agua fría para aclarar mis ideas. Remuevo un poco mi cabello castaño antes de mirarme al espejo por un momento. “Tal vez lo corte un poco”, me digo mientras lo seco con la toalla. Una vez vestido, bajo para desayunar. Entro al comedor donde todos están reunidos, mi hermano esta con el semblante serio y apenas ha tocado su comida, su actitud no ha cambiado mucho. Mi prima, por el contrario, come como una máquina lo cual me sorprende y se me antoja gracioso en partes iguales. –Buenos días –saludo como corresponde. Mi tía se levanta con una gran sonrisa. –Buenos días, Shane. Siéntate, ya busco tu plato –la detengo con un ademán de manos. –Tranquila, puedo hacerlo. Tú come
Nereida Escuchaba voces a mí alrededor. Se escuchaban preocupados pero… ¿quiénes son? Siento un dolor agudo en la parte posterior de mi cabeza, ni qué decir del resto de mi cuerpo. Todo me duele. Todo me arde. Sentía entumecimiento pero también la suavidad de una superficie, parecía estar flotando en una nube. Aunque seamos honestos, cualquier superficie era mejor que ese estúpido colchón que se hacía llamar cama en mi antigua celda. Me remuevo un poco tratando de abrir mis ojos, las voces se detuvieron abruptamente y, cuando logre abrirlos lo primero que vi es a un chico de cabello castaño; piel clara, rostro afilado y dos pozos oscuros que eran sus ojos. Se veía preocupado y aliviado en partes iguales. Pero… ¿Por qué? Por un momento creí que ya todo había terminado. Hasta pensé que me quedaría en un limbo, o en un campo, o entre las nubes; hasta incluso pensé que estaba soñado -un sueño muy vivido- de que había logrado escapar, finalmente. Al mirar a mí alrededor veo a una chica
Shane El miedo y terror que transmitían los azulados ojos de Nereida me dejaron paralizado, inútil e incapaz de poder actuar o hablar con elocuencia. Nunca había visto tanto miedo en una sola mirada. Se dice que es la ventana del alama y los de ella transmitían todo. Bajo las escaleras con una lentitud agonizante, tomándome el tiempo que sea necesario para mentalizarme y actuar lo más tranquilo posible. Al acercarme a la puerta principal ya me encontraba preparado para lo que venga, podría ser cualquier cosa. Al abrir la puerta veo a cuatro hombres vestidos de negro. Los observo con cautela, analizándolos con detenidamente desde sus rostros serios hasta su intimidante tamaño. Uno de ellos carraspea un poco antes de hablar: –Buenas, joven –saludó mientras se esforzaba por mirar más allá de la entrada, los otros hombres miraban a su alrededor atentos, alertas. –Buenas –salude. –Buscamos a una chica, ¿no la habrás visto? Se escapó de sus cuidadores, su tío está sumamente preocupado
–Traje todo lo que tengo, así podrás elegir el que más te guste o te llame la atención. Oh… –paró en seco, sonrió un poco –, veo que te gustaron las galletas. Bueno, aquí tienes también una toalla, ¿puedes levantarte sola? –Guarda silencio unos segundos –. ¡Pero que tonta! Si hace como cinco minutos corriste y te encerraste en el baño, debo estar hablando mucho, ¿no? –Antes de que pudiera responder –. Lo siento, es que estoy muy nerviosa, nos has pegado un gran susto y… bueno, a mí casi me da un ataque. No digo nada; solo espero a que termine de hablar. Ni los loros hablan tanto como ella. Pobrecilla, debí asustarla y poner su día de cabeza, ha de estar con los nervios de punta. Cuando terminé las galletas me di cuenta de que sin ellas la charla de Macaria me exasperaba de cierta manera, es decir; ¿cómo es posible que pueda hablar tanto sin respirar? Parece una tarea extraordinaria. Examine los envases que ha traído para mí, y me encuentro tomando uno que dice aloe vera y otro con ol
Los siguientes días fueron tranquilos, demasiado, por lo cual me tienen algo inquieta. Descubrí que la madre de Macaria es un amor de persona solo que algo excéntrica, claro, pero un amor al fin y al cabo. Macaria y yo nos llevamos bien al igual que con Michael ¿pero Shane? Es otra historia; nuestras personalidades chocan de vez en cuando, quiero decir: es un chico lindo, divertido, pero serio cuando la situación lo amerita, y al parecer yo soy una situación que lo amerita. Digo, sé que no debe ser fácil tener a una chica con “poderes” por así decirlo y que tenga a un grupo de hombres armados detrás de dicha chica… de hecho si lo pienso bien; no lo culpo ahora por ser tan serio a mi alrededor, pero es demasiado. Su actitud me hace sentir como una bomba de tiempo. “¿Cómo culparlo? Lo empapaste al primer berrinche”, riñe lo que parece ser mi subconsciente. Aprieto los labios en un gesto avergonzado, creo que me pase esa vez. Pero igual me reí por la cara que puso Shane debí tener una