Cuarenta y ocho horas, dos días, dos días desde que Nereida desapareció sin dejar rastro alguno. Cuando volví de la salida con Eros con una sonrisa boba en los labios y la gratificante sensación de satisfacción porque la mayoría de mis teorías si fueron certeras al menos, la mayoría. Debí sospechar que algo andaba mal cuando mis primos volvieron, sin ella, y más cuando creí escuchar una camioneta a lo lejos. Pero no lo hice. Me acurruco en el brazo de Eros, como si este fuera un refugio para mí. Maximiliano estaba analizando la orilla del lago junto con Michael y Shane. Mis primos parecen sobrepasados con la situación y no los culpo por ello. Luego de unos minutos, Maximiliano encontró un pequeño espray en su mano, lo examinó con ojo crítico; después, chasqueó la lengua. –Jugo sucio –fue lo que le oí murmurar. Luego, le tendió el espray a Shane. Casi puedo jurar que sus ojos brillaron con furia. – ¿Crees poder rastrearla? –preguntó Michael, acercándose. –No soy un perro –masculló
Mis piernas, temblaban. Mis pulmones, ardían. Mi respiración era pesada y errática. Y, aun así eso no me detuve. No me detendrá por nada en el mundo. Apenas podía ver chocaba con árboles, obstáculos que me hacen tambalear, pero no caer, no les daría la ventaja. No me detengo. Los podía oír acercarse, podía ver el reflejo de sus linternas, sus gritos y advertencias. Me negaba a parar. Lágrimas calientes rodaban por mis mejillas, estaba asustada, aterrada de volver al encierro y sabía que si volvía mi tortura será peor. Desde hace rato me quite el tapabocas y la bata pero no por eso me volví rayo veloz. El camino tampoco era un campo de rosas; las piedritas y ramas me lastimaban los pies, las ramas se enredaban en mi cabello y se enganchaban en mi ropa. Oía como mis captores se acercaban cada vez más. Y, sin previo aviso, me detuve abruptamente en el borde de un acantilado. Abajo podía escuchar una corriente de agua fuerte e indomable. Jadee por un poco de aire mientras la adrenalin
Fui una niña normal o al menos eso creía. La verdad es que no recuerdo mucho de mi infancia. Solo sé que fui encerrada por un don que poseo. Y por ello han decidido experimentar conmigo, como si fuera una rata de laboratorio, solo un sujeto de prueba desde entonces. Mis padres creían que al entregarme a mi tío era por mi bien. Mi tío les había asegurado que me ayudaría a ser una niña normal y que no tenían de que preocuparse; ya que yo estaría en buenas manos. ¡Puras mentiras! ¡Puros castillos en el aire! ¡Estuve encerrada por más de diez años! Mi vida ha estado en un limbo y todo por la persona que se hace llamar mi tío. Una persona con quien comparto sangre y que me trata peor que a un animal. Según él, está haciendo un bien, un favor; que es lo mejor para mí y que todo se resolvería. Pero desde hace años que la venda de mis ojos se ha caído y ya no le creo ni una sola palabra. ¡Hasta cuando respira miente! Oigo el sonido metálico de la puerta abrirse sacándome de mis cavilacio
Desperté dos días después, como siempre, cuando hacen sus pruebas me deja en tal estado de sueño. Mi cabeza daba vueltas. Mis brazos estaban entumecidos aunque no me sorprendía del todo, ya que estos estaban encadenados y mis parpados luchaban por permanecer abiertos. Oí el chirrido de la pequeña rendija; los alimentos se reparten a través de una plataforma que viaja desde la parte superior, deteniéndose en un periodo fijo en cada piso. Tome mi charola con comida y un vaso pequeño con agua. No es mucha, pero al menos me quitara la sed. El siseo de las cadenas contra el suelo da una sensación escalofriante. Tomo el vaso y bebo todo sin dejar una sola gota mientras cierro los ojos, disfrutando del preciado líquido, es un completo alivio para mi seca garganta. Un suspiro satisfecho brota de mis labios. Ya no tengo sed. Ellos al ver mi don se asustaron. Papá le pidió ayuda a su hermano el cual acudió rápidamente (debo decir que antes tenía una buena relación con él), era mi tío favorit
Luego de despertar de nuevo en mi celda con una charola con el doble de mi porción, me negué en rotundo a comer. Sebastián, mi nuevo guardia, reporto esto de inmediato pero mi tío le dijo que como él es el responsable de mí, debía hacer lo que sea necesario para que comiera. Al principio, intento comer conmigo diciendo que no estaba envenenada y que me estaba haciendo daño al no alimentarme. Luego, amenazó con darme él mismo la comida y, cuando lo intentó; le hice una llave y amenace con rajarle el cuello con un tenedor de plástico: no lo volvió a intentar. –Escucha, tienes ciertos privilegios que los otros no tienen, ¿sabes? –empieza a decir, mientras deslizaba en la ventanilla la charola con sumo cuidado. Ahora él se encargaba personalmente de darme la comida –. Sé que esto no es lo que quieres escuchar, menos de mí, pero si no lo haces vendrá alguien más y no será tan tolerante contigo. La suplica en su voz hace que sonría, la borro de inmediato y me acerco, tomo la bandeja y empi
Sé que ha sido un proceso algo lento, pero, logre por fin que Sebastián hablara un poco más conmigo. Ya no sonaba tan forzado o jocoso, y parecía que se estaba acostumbrando a mi presencia. Aunque, si bien; procuraba mantener su seriedad y “profesionalismo” ante las conversaciones. De vez en cuando soltaba una que otra anécdota de su vida antes de venir aquí, cosa que lo hacía más humano ante mis ojos, y no como ese peón que utilizo para mis fines. Temo que tenga represalias cuando escape. Buscaran a un culpable y él pagara por los platos rotos. “Saldrá limpio, no le pasara nada”, trate de convencerme, “Además, él puede cuidarse solo”. Masajee levemente mis muñecas para después hacer círculos con ellas. Al comportarme como le dije que haría a mi tío. Este me ha devuelto otro “privilegio”. Aunque, claro, no es como que volveré a caminar por mis anchas en este lugar como antes; pero admito que prefiero estar libre de cadenas que estar siendo acompañada a todos lados. Se siente bien n
Mis piernas temblaban, mis pulmones ardían, mi respiración era pesada y errática. Pero aun así no me detuve. No me detendrá por nada en el mundo. Apenas podía ver, chocaba con árboles obstáculos que me hacen tambalear pero no caer, no les daría la ventaja. No me detengo. Los podía oír acercarse podía ver el reflejo de sus linternas, sus gritos y advertencias. Me negaba a parar. Lágrimas calientes rodaban por mis mejillas estaba asustada, aterrada de volver al encierro y sabía que si volvía mi tortura será peor. Desde hace rato me quite el tapabocas y la bata pero no por eso me volví rayo veloz. El camino tampoco era un campo de rosas las piedritas y ramas me lastimaban los pies, las ramas se enredaban en mi cabello y se enganchaban en mi ropa; oigo como mis captores se acercaban aún más. Y, sin previo aviso, me detengo abruptamente en el borde de un acantilado. Abajo podía escuchar una corriente de agua fuerte e indomable. Jadeo por un poco de aire mientras la adrenalina aun corre
Shane Han pasado ya unos días desde que estamos aquí. Desempacar no nos tomó mucho tiempo. Los días aquí son lentos, sin contratiempos, tranquilos. Algo relajante y aburrido al mismo tiempo. Supongo que mamá quería esto para nosotros; un lugar donde podamos estar tranquilos. Salgo del baño luego de tomar ducha de agua fría para aclarar mis ideas. Remuevo un poco mi cabello castaño antes de mirarme al espejo por un momento. “Tal vez lo corte un poco”, me digo mientras lo seco con la toalla. Una vez vestido, bajo para desayunar. Entro al comedor donde todos están reunidos, mi hermano esta con el semblante serio y apenas ha tocado su comida, su actitud no ha cambiado mucho. Mi prima, por el contrario, come como una máquina lo cual me sorprende y se me antoja gracioso en partes iguales. –Buenos días –saludo como corresponde. Mi tía se levanta con una gran sonrisa. –Buenos días, Shane. Siéntate, ya busco tu plato –la detengo con un ademán de manos. –Tranquila, puedo hacerlo. Tú come