Sé que ha sido un proceso algo lento, pero, logre por fin que Sebastián hablara un poco más conmigo. Ya no sonaba tan forzado o jocoso, y parecía que se estaba acostumbrando a mi presencia. Aunque, si bien; procuraba mantener su seriedad y “profesionalismo” ante las conversaciones. De vez en cuando soltaba una que otra anécdota de su vida antes de venir aquí, cosa que lo hacía más humano ante mis ojos, y no como ese peón que utilizo para mis fines.
Temo que tenga represalias cuando escape. Buscaran a un culpable y él pagara por los platos rotos.
“Saldrá limpio, no le pasara nada”, trate de convencerme, “Además, él puede cuidarse solo”.
Masajee levemente mis muñecas para después hacer círculos con ellas.
Al comportarme como le dije que haría a mi tío. Este me ha devuelto otro “privilegio”. Aunque, claro, no es como que volveré a caminar por mis anchas en este lugar como antes; pero admito que prefiero estar libre de cadenas que estar siendo acompañada a todos lados. Se siente bien no estar limitada a caminar cierta distancia debido a ellas.
Sebastián, quien ha empezado a bajar la guardia, se queda dormido de vez en cuando. Cuando se duerme yo entreno mi habilidad, aunque no ha habido mucho avance. He notado varias cosas que de él que me parecen curiosas, como, por ejemplo; ese extraño collar que siempre procura mantener oculto entre sus ropajes. No sé porque lo oculta o que tan importante puede ser.
La puerta se abre; es Sebastián.
Trae consigo una bandeja (ha tomado la costumbre de llevarme el mismo la comida) con lo que parece una masa amorfa de carne, pan duro y un vaso con agua. Hago una mueca, asqueada.
Este lugar es impoluto, elegante y moderno. ¿Cómo es posible que el cocinero no pueda cocinar comida decente? ¿O simplemente me la tiene jurada? Probablemente sea esto último. Antes de mi primer escape cambien sus pasas por grillos, provocando un caos en la cocina, hasta Mike gritó como una niña al ver un grillo en su postre favorito.
En mi defensa; ese día había terminado con mis clases particulares y estaba aburrida.
“Quizá cuando escape veré si puedo estudiar una carrera”, anote en mi lista de qué hacer cuando sea libre.
–No pienso comer eso, es asqueroso. ¿Seguro que se puede comer? Hasta los perros comen mejor –espete, arrugando la nariz ante la comida –. Ugh… Parece comida de prisión, aunque eso es.
Sé que no es su nombre. Sebastián me permite o, más bien se resignó a que lo llamase así.
–Lo siento mucho, Nereida. Pero es lo que hay. Para la próxima, le diré a Creta que me repita la porción y yo te la daré –profiero otra mueca al ver como deja la comida en la mesita de noche. Niega ante mi expresión –. Oye, te prometo responder cualquier pregunta que tú quieras, Nereida. Dijiste que querías hasta saber mi momentos más vergonzosos.
Sebastián nunca me diría nada vergonzoso de su infancia, adolescencia ni adultez a menos que quiera que pase horas burlándome de él.
Tropiezo con los pies, mi cara hubiera conocido el suelo de forma intima sino fuera por los brazos y agilidad de Sebastián, quien me estabiliza al instante. Me separo rápidamente de su agarre y carraspeo.
Hago como que no paso.
Sonrió levemente. Junto mis manos en unos puños.
–Te arrepentirás después –advertí, divertida.
Se encoge de hombros.
–Me arriesgare.
Me dispuse a cenar, no sabía tan mal.
– ¿Qué edad tienes? –Pregunte apuñalando la carne. De nuevo, estaba sentada frente a la puerta cerrada, pero sé que él está cerca y me escucha –. Sé que eres viejo, pero no tanto como el vejestorio de tu jefe, cálculo que tienes unos treintas y algo, ¿no?
Se ríe ante mi parloteo.
–Tengo treinta años, Nereida. ¿Y tú?
–Yo, ¿qué?
–Tu edad –repite –, ¿qué edad tienes tú?
Me encogí de hombros restándole importancia.
– ¿Para qué lo preguntas, si ya lo sabes?
–Si lo supiera no te estaría preguntando –alude.
–Pero si lo sabes –digo porque es cierto –, eres un guardia de custodia. Mike sabía mi edad al igual que la edad de los otros desafortunados como yo. Apuesto a que te dieron mi informe o algo así –apuñalo otro bocado y lo meto a mi boca, trago –, un montón de mentiras, así como la de los otros. Es todo lo que hay en esos informes. Lo único en lo que no mienten, es en nuestros nombres y edades.
–Pero no pareces tener esa edad.
Resople.
–Que tenga cara de niña no me convierte en una –siseo, pero luego me relajo, no quiero desquitarme con él –. Cumpliré diecinueve años pronto, ¿estás feliz? ¿Cuánto crees que falte para que me hagan esas nuevas pruebas que están considerando? Creí que no tendría que hacer pruebas físicas con otras criaturas –me estremezco de solo pensarlo. Algunos de ellos tienen garras y colmillos –. Dudo mucho que aguante mucho si me limitan con mis poderes.
Lo último que supe es que quieren enfrentarme a otra criatura para ver a qué nivel estoy ante esas cosas. O, de nuevo, es lo que pude distinguir entre los murmullos frenéticos de Steven con Bea.
–Por desgracia no me lo han dicho –La voz de Sebastián suena rara, como si estuviera angustiado. Lo he visto mirar en dirección donde estaban ubicados los otros, su mirada era extraña y su rostro adquirió un matiz casi desolado –. No quise incomodarte, Nereida, solo tenía curiosidad. Algo que se me ha pegado por alguien.
–Jajaja, claro, culpa a indefensa joven –el sarcasmo tiñe mi tono –. Oye, hay algo que no entiendo. ¿Por qué ocultas ese collar?
– ¿Qué collar?
–Ese que procuras que nadie vea. ¿Es de alguna novia o qué?
–A su momento lo verás –dice, al cabo de un largo silencio –. Y, con lo otro, me darán ya la información sobre tus pruebas. Espero que no hayan aprobado esa idea –informa –. Bueno. Descansa, Nereida, hasta mañana.
No iba a quedarme a averiguar si aprobaron esa idea o no.
“Esta noche me voy de aquí”.
Son las veintidós horas. El guardia con quien entable una pequeña relación de prisionera-guardia cayó dormido en su silla a la misma hora de todas las noches. Gracias a que he vuelto a alimentarme debidamente y no haya tenido ninguna otra prueba estoy relativamente bien, fuerte.
***
La tarjeta magnética de Sebastián descansa en mi mano, la tome durante el tropiezo. Su llave es una de las pocas que abre mi celda, se la devolveré cuando salga. Mientras, la tarjeta de Bea me ayudara con el resto de las puertas sin contratiempo alguno; no se ha atrevido a reportar que ha perdido una llave muy importante.
Mis manos están temblando de anticipación.
Me obligo a respirar profundamente. Necesito tranquilizarme. Todo parece ir en cámara lenta cuando la deslizo con dedos temblorosos, ansiosos y cautelosos. Abrí la puerta metálica con el mayor cuidado posible, luego, la cierro con el mismo sigilo. Los leves ronquidos de Sebastián me paralizaron por un segundo, no quería despertarlo, no quería ver como mi esperanza volvía a morir ante mis ojos. Antes de abandonar por completo el pasillo dejo la tarjeta al lado de sus pies, como si solo se le hubiesen caído durante la siesta.
Con el pase de Bea en mano me encamino hacía el laboratorio.
Al estar aquí mucho tiempo, antes de que decidieran encerrarme, me di cuenta de que los guardias no hacían mucha guardia en el sector norte del edificio; solo custodiando las puertas, los patios y otros sectores que nunca pude ni me interesaba investigar. Pero, ¡hey! Trabajo con lo que tengo. Entro a uno de los laboratorios con el pase de Bea.
Doy gracias a Dios porque haya funcionado, y también doy gracias a que uno de los científicos locos de mi tío tenga tantas batas de repuesto en este lugar. Los accidentes y contratiempos siempre ocurren aquí; recuerdo otro incidente parecido al de hace algunos días; un sujeto de prueba intento escapar lucho, araño, pataleo e hizo todo un desmadre en el lugar donde estaban por tomarle una muestra de su sangre. Recuerdo al científico con toda su ropa desgarrada, manchada de sangre, pero para mí desgracia no era suya.
El incidente de hace unos días fue controlado y neutralizado con más eficacia y rapidez.
Aparto los recuerdos para enfocarme en mi huida que aún está en proceso. Ya después recordare los momentos felices de este lugar.
Al entrar me encuentro cara a cara con Bea. Ella abre los ojos completamente asustada. Ambas no nos movemos por largas y tortuosas ¿horas? ¿Minutos? ¿O segundos? Baja la mirada por un instante, ve su pase en mi mano, abre la boca sin emitir palabra alguna como si se hubiese quedado muda. Luego, ve el interruptor de emergencia tras mi espalda.
No.
Corre al igual que yo y, antes de que pueda acercarse al interruptor. La tomo por el cuello de su bata, arrastrándola por la fuerza lejos del interruptor, mientras le cubro la boca con la mano. Bea se retuerce e intenta patearme y morderme, pero, yo la arrojo contra la pared, aturdiéndola. Mire a sus espaldas el lavabo. Con un movimiento de mano rompo las tuberías y le lanzo el agua atrapando sus extremidades con ella para, posteriormente, congelar el agua. Le taparía la boca pero Bea se desmaya de la impresión.
Compruebo sus signos vitales, está viva. Menos mal.
–Lo siento, Bea –digo con la voz entrecortada por el esfuerzo.
Me visto con una bata y un tapabocas, recojo mi azabache cabellera en un moño desordenado. Miro el lugar buscando cualquier cosa que me permita crear una distracción, más específicamente, fuego. Un incendio me daría la ventaja que necesito para poder salir de aquí.
Recorro el lugar de nuevo por si abre pasado por alto algún detalle, encontré una vitrina con varios tubos de ensayo con un líquido o químico sospechoso. Miro a Bea por un instante; no puedo iniciar un incendio con ella aquí. Tendré que iniciarlo en otra parte.
Desearía que no me interesase su vida, pero no soy así. Por mucho que quiera aparentar que no me importa no soy capaz de quitar una vida.
Salgo, puedo iniciar el incendio en uno de los cuartos donde hay un generador de emergencia. El complejo tiene dos generadores el principal y el de emergencia que está ubicado en uno de los pasillos cerca de la sala de pruebas físicas, en el ala norte. Camino lentamente con la mirada gacha. No quería que sospechasen y la mejor forma era caminar como si nada, con confianza, así los de vigilancia creerían que soy otra científica más.
Mis pies descalzos sienten el frío piso.
Menos mal que esta ala no está muy bien custodiada. La prioridad aquí son los pisos interiorices, el patio y una que otra ala.
Cuando abrir el generador vi que no estaba tan bien mantenido como debería. Me detengo cuando una nueva idea surgió. ¿Para qué usar un elemento opuesto, si puedo inundar el lugar? Desde luego que no pienso ahogar a todo el mundo. Inundar la una de las salas donde hacen pelear a las criaturas hasta desvanecerse sería una distracción adecuada.
Muevo mis palmas, ansiosa.
“Vamos, vamos, tú puedes”, me digo, “Tienes que concentrarte, es todo”.
Cierro los ojos por unos instantes, concentrándome. Quiero sentir el agua fluir tanto en el aire como en las tuberías. Siento su fluir. Oigo el zumbido de las tuberías ante la cantidad de agua que estoy invocando. Tiene que funcionar, tiene que.
Sonreí y baje mis manos con fuerza.
Mis plegarias fueron escuchadas. Las tuberías se rompieron y el lugar comenzó a inundarse hasta llegar a la mitad de la habitación, el agua caía a chorros descomunales, el agua ya se estaba filtrando por debajo de la puerta. Me alejo con andar tranquilo, como si nada. Escuche unos pasos que se acercaban por el pasillo, era un guardia, pase por su lado algo tensa y cuando voltee vi que me miraba mis pies.
– ¡Espe…! –no terminó de formular otra palabra debido a que lo derribe con una contra la pared, le di con fuerza, quedó inconsciente.
De nuevo, me fije en su pulso. Sigue con vida.
Suspire, aliviada.
Escache más pasos y voces. Mire por todos lados y término por entrar al cuarto de servicio. Ahí espere a que los pasos se alejaran y, al percatarme de que no había nadie, me moví rápidamente con la cabeza gacha evitando levantar la mirada ante las cámaras de seguridad. No quería que las cámaras me reconocieran. Cada vez que escuchaba algo me escondía en un rincón, o en un cuarto, o en una de las columnas. El agua ya estaba llegándome a los tobillos.
“Espero no haber colapsado todas las tuberías”, pienso, preocupada.
De haber sido así, los que estaban en las celdas inferiores podrían ahogarse si esto no se controlaba rápidamente.
Al cruzar la puerta de emergencia noto que estoy en el patio, el aire nocturno me hizo tener un escalofrió.
Hace mucho que no sentía la brisa fresca de la noche.
Cerca del patio había unas torres de vigilancia, justo como las recuerdo. Me escabullo entre las sombras, acercándome a la salida más cercana, evitando en todo momento hacer algún ruido. No quería arriesgarme. Vi como los guardias corrían, algunos con cubetas, otros movilizándose para ir a las celdas inferiores y algunos lanzando órdenes a diestra y siniestra.
– ¡Rápido! Debemos evitar que más salas se inundan, ¡no podemos permitirnos perder elementos importantes! –gritó uno a todo pulmón.
Para este punto Sebastián ya se habrá despertado y dado la alarma de mi huida.
Me detuve abruptamente al ver una cabellera familiar entre la oscuridad y el caos, mis sospechas pronto se confirmaron.
– ¡Señor, hay un fugitivo! –informa Mike. Reconocería su voz ronca por tanto cigarrillo, bebida alcohólica y los años que ha tenido que soportarme.
– ¡Imposible! ¿Qué escapo? –Exigió saber el líder aparente del escuadrón, mi corazón casi se rompe al ver a Sebastián junto a ellos. Pero algo en él no cuadraba, apretaba tanto la mandíbula que temí a que se rompiera los dientes.
–El sujeto de prueba Nereida, Señor –contestó frío, sin emoción en su voz.
No me quede para oír más. Corrí hasta la cerca y uso el pase para abrir la reja. Lo que no contaba es que la reja hacia un ruido horrible y, al abrirse, alerta a mis carceleros. No espere a que se abriera por completo. Salgo corriendo directamente al bosque. Las luces de las linternas me iluminan por breves segundos, haciendo que apresure el paso, y casi terminar de boca contra el suelo.
– ¡Allá esta!
– ¡Que no escape!
– ¡Vamos, tras ella!
Las alarmas de mi cabeza se encendieron; ya estaba probando la libertad y no iba a dejar que me la quitaran. Primero muerta.
Mis piernas temblaban, mis pulmones ardían, mi respiración era pesada y errática. Pero aun así no me detuve. No me detendrá por nada en el mundo. Apenas podía ver, chocaba con árboles obstáculos que me hacen tambalear pero no caer, no les daría la ventaja. No me detengo. Los podía oír acercarse podía ver el reflejo de sus linternas, sus gritos y advertencias. Me negaba a parar. Lágrimas calientes rodaban por mis mejillas estaba asustada, aterrada de volver al encierro y sabía que si volvía mi tortura será peor. Desde hace rato me quite el tapabocas y la bata pero no por eso me volví rayo veloz. El camino tampoco era un campo de rosas las piedritas y ramas me lastimaban los pies, las ramas se enredaban en mi cabello y se enganchaban en mi ropa; oigo como mis captores se acercaban aún más. Y, sin previo aviso, me detengo abruptamente en el borde de un acantilado. Abajo podía escuchar una corriente de agua fuerte e indomable. Jadeo por un poco de aire mientras la adrenalina aun corre
Shane Han pasado ya unos días desde que estamos aquí. Desempacar no nos tomó mucho tiempo. Los días aquí son lentos, sin contratiempos, tranquilos. Algo relajante y aburrido al mismo tiempo. Supongo que mamá quería esto para nosotros; un lugar donde podamos estar tranquilos. Salgo del baño luego de tomar ducha de agua fría para aclarar mis ideas. Remuevo un poco mi cabello castaño antes de mirarme al espejo por un momento. “Tal vez lo corte un poco”, me digo mientras lo seco con la toalla. Una vez vestido, bajo para desayunar. Entro al comedor donde todos están reunidos, mi hermano esta con el semblante serio y apenas ha tocado su comida, su actitud no ha cambiado mucho. Mi prima, por el contrario, come como una máquina lo cual me sorprende y se me antoja gracioso en partes iguales. –Buenos días –saludo como corresponde. Mi tía se levanta con una gran sonrisa. –Buenos días, Shane. Siéntate, ya busco tu plato –la detengo con un ademán de manos. –Tranquila, puedo hacerlo. Tú come
Nereida Escuchaba voces a mí alrededor. Se escuchaban preocupados pero… ¿quiénes son? Siento un dolor agudo en la parte posterior de mi cabeza, ni qué decir del resto de mi cuerpo. Todo me duele. Todo me arde. Sentía entumecimiento pero también la suavidad de una superficie, parecía estar flotando en una nube. Aunque seamos honestos, cualquier superficie era mejor que ese estúpido colchón que se hacía llamar cama en mi antigua celda. Me remuevo un poco tratando de abrir mis ojos, las voces se detuvieron abruptamente y, cuando logre abrirlos lo primero que vi es a un chico de cabello castaño; piel clara, rostro afilado y dos pozos oscuros que eran sus ojos. Se veía preocupado y aliviado en partes iguales. Pero… ¿Por qué? Por un momento creí que ya todo había terminado. Hasta pensé que me quedaría en un limbo, o en un campo, o entre las nubes; hasta incluso pensé que estaba soñado -un sueño muy vivido- de que había logrado escapar, finalmente. Al mirar a mí alrededor veo a una chica
Shane El miedo y terror que transmitían los azulados ojos de Nereida me dejaron paralizado, inútil e incapaz de poder actuar o hablar con elocuencia. Nunca había visto tanto miedo en una sola mirada. Se dice que es la ventana del alama y los de ella transmitían todo. Bajo las escaleras con una lentitud agonizante, tomándome el tiempo que sea necesario para mentalizarme y actuar lo más tranquilo posible. Al acercarme a la puerta principal ya me encontraba preparado para lo que venga, podría ser cualquier cosa. Al abrir la puerta veo a cuatro hombres vestidos de negro. Los observo con cautela, analizándolos con detenidamente desde sus rostros serios hasta su intimidante tamaño. Uno de ellos carraspea un poco antes de hablar: –Buenas, joven –saludó mientras se esforzaba por mirar más allá de la entrada, los otros hombres miraban a su alrededor atentos, alertas. –Buenas –salude. –Buscamos a una chica, ¿no la habrás visto? Se escapó de sus cuidadores, su tío está sumamente preocupado
–Traje todo lo que tengo, así podrás elegir el que más te guste o te llame la atención. Oh… –paró en seco, sonrió un poco –, veo que te gustaron las galletas. Bueno, aquí tienes también una toalla, ¿puedes levantarte sola? –Guarda silencio unos segundos –. ¡Pero que tonta! Si hace como cinco minutos corriste y te encerraste en el baño, debo estar hablando mucho, ¿no? –Antes de que pudiera responder –. Lo siento, es que estoy muy nerviosa, nos has pegado un gran susto y… bueno, a mí casi me da un ataque. No digo nada; solo espero a que termine de hablar. Ni los loros hablan tanto como ella. Pobrecilla, debí asustarla y poner su día de cabeza, ha de estar con los nervios de punta. Cuando terminé las galletas me di cuenta de que sin ellas la charla de Macaria me exasperaba de cierta manera, es decir; ¿cómo es posible que pueda hablar tanto sin respirar? Parece una tarea extraordinaria. Examine los envases que ha traído para mí, y me encuentro tomando uno que dice aloe vera y otro con ol
Los siguientes días fueron tranquilos, demasiado, por lo cual me tienen algo inquieta. Descubrí que la madre de Macaria es un amor de persona solo que algo excéntrica, claro, pero un amor al fin y al cabo. Macaria y yo nos llevamos bien al igual que con Michael ¿pero Shane? Es otra historia; nuestras personalidades chocan de vez en cuando, quiero decir: es un chico lindo, divertido, pero serio cuando la situación lo amerita, y al parecer yo soy una situación que lo amerita. Digo, sé que no debe ser fácil tener a una chica con “poderes” por así decirlo y que tenga a un grupo de hombres armados detrás de dicha chica… de hecho si lo pienso bien; no lo culpo ahora por ser tan serio a mi alrededor, pero es demasiado. Su actitud me hace sentir como una bomba de tiempo. “¿Cómo culparlo? Lo empapaste al primer berrinche”, riñe lo que parece ser mi subconsciente. Aprieto los labios en un gesto avergonzado, creo que me pase esa vez. Pero igual me reí por la cara que puso Shane debí tener una
El pequeño pueblo Hypnos Creed es muy lindo y pintoresco a pesar de que es pequeño y alejado de la civilización más cercana. Por lo que sabía estaba en el estado de Oregón, Estados unidos. Al menos no estaba en un país desconocido ni nada por el estilo, debía darle crédito a mi tío por no irnos muy lejos de casa; siempre fue un hombre inteligente pero muy irritante con su ego de superioridad.Yo, en cambio, siempre dijo que era inteligente pero no muy lista.Las calles estaban casi vacías, haciendo de la noche deprimente para mí, no esperaba una fiesta ni nada solo no creí que este lugar fuera tan aburrido. Macaria me explico que el pueblo es un lugar turístico gracias a sus paisajes naturales; pero que siempre parecía apagarse cuando cae la noche y que solo los jóvenes son los que pasean por las calles nocturnas hacia la taberna, el único lugar lo bastante parecido a una discoteca para ellos.Macaria estaciona la camioneta cerca de la estación de buses. Todos bajamos sin ningún contr
Había pasado solo cuarenta y ocho horas desde nuestro encuentro con esa cosa. Todos estábamos tensos y paranoicos. Y no era de para menos, prácticamente nos atacó una criatura sacada de nuestras peores pesadillas o del mismísimo infierno. Macaria no había parado de saltar ni de estremecerse apenas escucha un ruido fuerte, Michael ha intentado de todo para distraerla pero sus intentos fueron en vano y Shane… bueno, ahora estaba más alerta que nunca. Aún recuerdo cuando llegamos a la casa. Todos estábamos pálidos y temblorosos, pero lo suficientemente estables como para darle una excusa a la señora Agatha.–Mis padres llamaron al último minuto. Me podre quedar por más tiempo, incluso, me atrevería a decir, que me quedare durante todo el verano –mentí con la voz más dulce, feliz y convincente que pude evocar. Logrando que me creyese.Macaria apenas pudo soportar la presión. Se lanzó a los brazos de su madre y empezó a llorar y, entre hipidos le preguntó si estaba bien. Agatha nos miró in