—Puedo decir lo mismo, mi querido Sebastián —hablé con ciertas intenciones y él capto inmediatamente cuáles eran—. Pero mis secretos nunca serán tan mordaces como los tuyos.—¿Qué se supone que está pasando aquí? —interviene en una cuestionante Thiago, mirándonos por intervalos. Se encuentra ofuscado en la ignorancia, es comprensible, ¿pero es adecuado que sea yo quien lo ponga en contexto de lo que está pasando? Al final del día, no soy tan maldita y la vergüenza en este momento no solo me pertenece a mí. —No tengo tiempo para esto, vamos, Neferet, hablemos afuera —dicho esto, tomó mi mano con intención de guiarme a su antojo. No lo permití. —¿Quién te crees? —interpelé con el ceño fruncido y una mirada mordaz, agria, mientras a la vez, me solté con acritud—, ¿por qué te permites tocarme?, ¿con qué derecho? —Neferet… —dijo mi nombre como un tipo de advertencia, elevé ambas cejas y le dediqué una sonrisa de lado. —¿Te atreves? —cuestioné, entre tanto di un suspiro al viento en ca
"Perdóneme, Neferet", dijo el hombre castaño sentado al otro lado de la mesa frente a mí en un tono apenas perceptible para mis oídos. Según un estudio de 2014, el 30% de la población es infiel, y hace exactamente sesenta minutos, que equivale a una hora, vi con mis propios ojos cómo mi pareja actual me fue infiel."También perdóname, Iván", musité de manera neutra, difícilmente ocultando el torbellino de emociones que cargaba.—¿Por qué pides perdón? —preguntó.Mi vista viajó pensativa al vaso de jugo entre mis manos y luego volvió a sus ojos color avellana mientras sonreía de boca cerrada ante su expresión confusa.—Por la misma razón por la que tú me pides perdón —mentí con tranquilidad. Me sentía humillada; nunca pensé que llegaríamos a esto. Solo el hecho de que mintiendo me sintiera algo reconfortada era completamente bochornoso y estúpidamente necesario.El aire arrepentido que lo rodeaba fue reemplazado por uno pesado y un tanto serio al instante en que procesé mis palabras. De
—¿Te encuentras bien, señorita? —una voz dulce y aniñada se escuchó a mi costado.Dejo el menú que reposa en mis manos delado y volteo mi cara para encontrarme con la anatomía delgada de un hombre, alelevar mi rostro me hallo con el rostro joven de un muchacho mirándome con unaexpresión suave. Arrugo mi ceño al no comprender supregunta, pero pronto suavizo mi expresión cuando veo su gesto blando.—Lo siento, pero no entiendo tu pregunta—respondo con apacibilidad.Entreabro mis labios un tanto sorprendida,las comisuras de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa. Sin embargo,rápidamente repongo mi postura y lo observo expectante.Barro su cuerpo con mis ojos y noto quetrae puesto el uniforme que componen las personas que trabajan aquí: una camisanegra de manga corta, un pantalón fino del mismo color y un delantal corto decolor vino rodeando su delgada cintura.—¿Estás bien con eso, señorita? —su voz sehace oír nuevamente y para mi sorpresa fue con otra pregunta.Le echo u
No hay nada más rico que estar en casa mientras el cielo llora, pero... como soy una persona que, aunque poseo lujos tengo que salir a ganarme mi sustento del día a día. Por ende, quedarse en la comodidad de mi hogar no es una opción.La mañana se vio hermosa cuando abrí las cortinas apenas desperté, el frío que se coló por la ventana fue algo maravilloso para mi piel que siempre está expuesta al sol y calor que hace en esta ciudad. El cielo se observó despejado en aquel entonces, pero de un momento a otro adquirió un color gris, casi negro y las nubes del mismo color se hicieron ver. Supuse que llovería pronto y no estaba equivocada. Justo ahora estoy varada en una gran carpa de aproximadamente seis por seis metros, en donde hombres ya un poco mayores, están jugando domino y todo esto debido a que mi auto se averió e Iván ya no está para llevarme al trabajo, como él hacía cuando pasaba este pequeño problema con mi auto; definitivamente necesita ser cambiado, pero mi terquedad y perez
El estruendo que hace el plato de cerámica al dejarlo caer sin el mayor cuidado sobre el escurridor hace alertar a María y con ello a ganarme un gritó exasperado de su parte justo como estoy gritando interiormente. —¡Son muy caros esos platos! —exclama y me quita del medio para verificar su estado,echando un suspiro al viento vuelve a depositar el utensilio en el escurridor—,menos mal sigue vivo, de lo contrario mamá me mataría. Ya he roto algunos enestos últimos días. —Ya estás grande para vivir con tu madre —mostré, no porque verdaderamente crea queeste mal, sino porque consciente y molesta estoy descargando mi ira con ella. —Además quién pone a su visita a lavar los platos.Me encaminé hasta la estufa, la cual tiene una toalla colgando en la puerta delhorno. Tomándola entre mis manos sequé la humedad de estas y tiempo despuéssentí la presencia de María a mis espaldas para continuamente sentirla a micostado.— Primero: yo no vivo con mi madre, ella vive conmigo. Segundo: ya
—Aquí, por favor —dice una chica de cabellera rubia a unas cuántas mesas de mí, mientras alza su mano en mi dirección. Forzando mi mejor sonrisa me dirijo hacia ella. Definitivamente esto es peor que el que te paguen una miserable paga por ser inexperto en un trabajo.—¿Lista para ordenar? —pregunto de forma cortés.—Aún no, solo quisiera un vaso de agua mientras espero. Asiento y me encamino hacia la caja con pasos cortos por los lastimados que seencuentran mis pies. Este trabajo de camarera y los tacones no van de la mano,nunca, jamás. Lo tuve que aprender por las malas y justamente hoy, en conjuntocon el hecho de que no todo puede hablarse ni siquiera cuando pienses que esalgo insignificante que no te afectará en lo absoluto.Ese tienes experiencia y no abusaran de ti dicho por María fue debido a una anécdota que le conté hace mucho tiempo; una yo de dieciséis años ayudando a su madre en un pequeño emprendimiento de comida que teníamos. Esa era mi experiencia nata.—Patrick,
—Te ves muy mal.—Estoy muy mal —respondo con desanimo.Me acomodo más en el sofá y María se sienta en uno de los sillones que componen el mismo.—Deberías renunciar —propone y yo hundo mi cabeza en el cojín entre mis manos y niego—. Tu madre viene la otra semana, ¿cierto?Asiento.—No deberías estar así, la preocuparas.Suspiro derrotada y retiro el cojín.Presto atención al techo por unos segundos para tiempo después posar mis ojos en mi amiga, quien me observa desde su lugar. Mis ojos al verla se llenan de lágrimas y esta rápidamente se levanta y se arrodilla frente a mí.—Oh, Neferet. En serio lo siento, de haber sabido que estarías así ni siquiera hubiera sugerido el renunciar al bufete —niega con la cabeza y al igual que yo, sus pestañas se humedecen por las lágrimas.—María...—Te juro que no fue mi intención buscarte un trabajo tan duro. Patrick dijo que buscaban a alguien y pensé que sería un buen lugar, ya que tienes experiencia en esto, pero no pensé que te arruinaría tanto.
—Sí, ese es mi nombre —espeto y rompo un silencio agobiante, pero para peor, ya que nos sumergimos en un ambiente incluso más denso y abrumador—. ¿Qué haces aquí?, espero que sea una casualidad porque de lo contrario tendré que demandarte por acoso. Una sonrisa se asoma en su rostro.—Para nada, esto —apunta a manos abiertas el lugar en donde estamos y yo retrocedo junto a María recelosa—. No es una casualidad en absoluto. Un escalofrío se hizo sentir por todo mi cuerpo y no, no porque sus palabras me hayan hecho estremecer de encanto, sino que el miedo se proyectó de esa manera. —Vámonos, Neferet. Este de seguro es un acosador. Se le nota en la cara —María se apoya de mi brazo y me susurra al oído para que solo yo sea capaz de escucharla o eso es lo que creyó, puesto que estoy segura de que este sujeto la escucho a la perfección.—Sí, entremos. Tenemos que comer algo para luego irnos... —manifiesto lo bastante alto para él sea capaz de escuchar, el miedo de que sepa que trabajo aqu