Mi mente está totalmente turbada en el momento en que me subo al vehículo. El olor a mentolado, que antes no había notado, inunda mis fosas nasales y no ayuda a ahuyentar el hecho de que tome una mala decisión, pero aun así me dejo llevar por mi juicio improperio. —¿Vives cerca? —indagué sin apartar la mirada del camino. Thiago me observa de reojo antes de responder, como examinando. —Sí, pero estoy yendo a por algo de comer. No te molesta, ¿verdad? No respondo hasta después de unos segundos. —No. Él asiente ante mi respuesta. Todo se fundió nuevamente en un silencio que por alguna razón me incomodé. Quizás sea porque estoy acostumbrada a que él sea quien mantenga las conversaciones a flote, el ambiente relajado y a mí menos seria. —¿Y si mejor vamos a tomarnos unos tragos? —tente con aire desinteresado. Thiago abrió su boca una, dos, tres veces sin pronunciar palabra, dudando muy seriamente. Fijé mis ojos en él, expectante. —Detén el auto —demandé. —¿Qué? —Que detengas e
No nos tomó ni un segundo para que nuestros labios se movieran uno encima del otro en sincronía perfecta.Mi respiración se intensifico junto con nuestros movimientos, sus manos ahora enredadas en mis cabellos, acortando, arrastrándome hacia él, hacia más cercanía.—Neferet… —mi nombre salió de sus labios en un susurro persistente.Lo sentí estremecer y para encubrir este hecho, su mano se ensambló con fuerza en mi cabellera, mordí mi labio inferior en respuesta.Provoqué nuestra separación, solo a milímetros de distancia, mientras mi dedo índice fue colocado en sus labios húmedos, desamparados.—No quiero pensar en nada, bésame, solo hazlo de esa manera y mantelo ahí.Thiago cohibido en ansia se limitó a asentir, una sonrisa de lado se plasmó en mi rostro. En un movimiento preciso, lo alejé. Desabroché mi cinturón y bajé del auto, su gesto era de desconcierto total, sin embargo prontamente entendería mis acciones.—¿Me sigues a la parte trasera de tu auto? —pregunté sin vergüenza, of
—Puedo decir lo mismo, mi querido Sebastián —hablé con ciertas intenciones y él capto inmediatamente cuáles eran—. Pero mis secretos nunca serán tan mordaces como los tuyos.—¿Qué se supone que está pasando aquí? —interviene en una cuestionante Thiago, mirándonos por intervalos. Se encuentra ofuscado en la ignorancia, es comprensible, ¿pero es adecuado que sea yo quien lo ponga en contexto de lo que está pasando? Al final del día, no soy tan maldita y la vergüenza en este momento no solo me pertenece a mí. —No tengo tiempo para esto, vamos, Neferet, hablemos afuera —dicho esto, tomó mi mano con intención de guiarme a su antojo. No lo permití. —¿Quién te crees? —interpelé con el ceño fruncido y una mirada mordaz, agria, mientras a la vez, me solté con acritud—, ¿por qué te permites tocarme?, ¿con qué derecho? —Neferet… —dijo mi nombre como un tipo de advertencia, elevé ambas cejas y le dediqué una sonrisa de lado. —¿Te atreves? —cuestioné, entre tanto di un suspiro al viento en ca
"Perdóneme, Neferet", dijo el hombre castaño sentado al otro lado de la mesa frente a mí en un tono apenas perceptible para mis oídos. Según un estudio de 2014, el 30% de la población es infiel, y hace exactamente sesenta minutos, que equivale a una hora, vi con mis propios ojos cómo mi pareja actual me fue infiel."También perdóname, Iván", musité de manera neutra, difícilmente ocultando el torbellino de emociones que cargaba.—¿Por qué pides perdón? —preguntó.Mi vista viajó pensativa al vaso de jugo entre mis manos y luego volvió a sus ojos color avellana mientras sonreía de boca cerrada ante su expresión confusa.—Por la misma razón por la que tú me pides perdón —mentí con tranquilidad. Me sentía humillada; nunca pensé que llegaríamos a esto. Solo el hecho de que mintiendo me sintiera algo reconfortada era completamente bochornoso y estúpidamente necesario.El aire arrepentido que lo rodeaba fue reemplazado por uno pesado y un tanto serio al instante en que procesé mis palabras. De
—¿Te encuentras bien, señorita? —una voz dulce y aniñada se escuchó a mi costado.Dejo el menú que reposa en mis manos delado y volteo mi cara para encontrarme con la anatomía delgada de un hombre, alelevar mi rostro me hallo con el rostro joven de un muchacho mirándome con unaexpresión suave. Arrugo mi ceño al no comprender supregunta, pero pronto suavizo mi expresión cuando veo su gesto blando.—Lo siento, pero no entiendo tu pregunta—respondo con apacibilidad.Entreabro mis labios un tanto sorprendida,las comisuras de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa. Sin embargo,rápidamente repongo mi postura y lo observo expectante.Barro su cuerpo con mis ojos y noto quetrae puesto el uniforme que componen las personas que trabajan aquí: una camisanegra de manga corta, un pantalón fino del mismo color y un delantal corto decolor vino rodeando su delgada cintura.—¿Estás bien con eso, señorita? —su voz sehace oír nuevamente y para mi sorpresa fue con otra pregunta.Le echo u
No hay nada más rico que estar en casa mientras el cielo llora, pero... como soy una persona que, aunque poseo lujos tengo que salir a ganarme mi sustento del día a día. Por ende, quedarse en la comodidad de mi hogar no es una opción.La mañana se vio hermosa cuando abrí las cortinas apenas desperté, el frío que se coló por la ventana fue algo maravilloso para mi piel que siempre está expuesta al sol y calor que hace en esta ciudad. El cielo se observó despejado en aquel entonces, pero de un momento a otro adquirió un color gris, casi negro y las nubes del mismo color se hicieron ver. Supuse que llovería pronto y no estaba equivocada. Justo ahora estoy varada en una gran carpa de aproximadamente seis por seis metros, en donde hombres ya un poco mayores, están jugando domino y todo esto debido a que mi auto se averió e Iván ya no está para llevarme al trabajo, como él hacía cuando pasaba este pequeño problema con mi auto; definitivamente necesita ser cambiado, pero mi terquedad y perez
El estruendo que hace el plato de cerámica al dejarlo caer sin el mayor cuidado sobre el escurridor hace alertar a María y con ello a ganarme un gritó exasperado de su parte justo como estoy gritando interiormente. —¡Son muy caros esos platos! —exclama y me quita del medio para verificar su estado,echando un suspiro al viento vuelve a depositar el utensilio en el escurridor—,menos mal sigue vivo, de lo contrario mamá me mataría. Ya he roto algunos enestos últimos días. —Ya estás grande para vivir con tu madre —mostré, no porque verdaderamente crea queeste mal, sino porque consciente y molesta estoy descargando mi ira con ella. —Además quién pone a su visita a lavar los platos.Me encaminé hasta la estufa, la cual tiene una toalla colgando en la puerta delhorno. Tomándola entre mis manos sequé la humedad de estas y tiempo despuéssentí la presencia de María a mis espaldas para continuamente sentirla a micostado.— Primero: yo no vivo con mi madre, ella vive conmigo. Segundo: ya
—Aquí, por favor —dice una chica de cabellera rubia a unas cuántas mesas de mí, mientras alza su mano en mi dirección. Forzando mi mejor sonrisa me dirijo hacia ella. Definitivamente esto es peor que el que te paguen una miserable paga por ser inexperto en un trabajo.—¿Lista para ordenar? —pregunto de forma cortés.—Aún no, solo quisiera un vaso de agua mientras espero. Asiento y me encamino hacia la caja con pasos cortos por los lastimados que seencuentran mis pies. Este trabajo de camarera y los tacones no van de la mano,nunca, jamás. Lo tuve que aprender por las malas y justamente hoy, en conjuntocon el hecho de que no todo puede hablarse ni siquiera cuando pienses que esalgo insignificante que no te afectará en lo absoluto.Ese tienes experiencia y no abusaran de ti dicho por María fue debido a una anécdota que le conté hace mucho tiempo; una yo de dieciséis años ayudando a su madre en un pequeño emprendimiento de comida que teníamos. Esa era mi experiencia nata.—Patrick,