04

El estruendo que hace el plato de cerámica al dejarlo caer sin el mayor cuidado sobre el escurridor hace alertar a María y con ello a ganarme un gritó exasperado de su parte justo como estoy gritando interiormente.

—¡Son muy caros esos platos! —exclama y me quita del medio para verificar su estado,

echando un suspiro al viento vuelve a depositar el utensilio en el escurridor—,

menos mal sigue vivo, de lo contrario mamá me mataría. Ya he roto algunos en

estos últimos días.

—Ya estás grande para vivir con tu madre —mostré, no porque verdaderamente crea que

este mal, sino porque consciente y molesta estoy descargando mi ira con ella. —Además quién pone a su visita a lavar los platos.

Me encaminé hasta la estufa, la cual tiene una toalla colgando en la puerta del

horno. Tomándola entre mis manos sequé la humedad de estas y tiempo después

sentí la presencia de María a mis espaldas para continuamente sentirla a mi

costado.

— Primero: yo no vivo con mi madre, ella vive conmigo. Segundo: ya no te considero visita —réplica y yo la miró iracunda.

—Eres una malagradecida, ¿cómo puedes decir eso?

María de un tirón me retira la toalla de las manos y la coloca en su lugar.

—Solo defiendo mis derechos, algo que deberías aprender de mí —resoplé desolada y me hice camino hacia la sala de estar para acomodarme en uno de los sillones.

—No quiero hablar sobre ello —informe antes de que ella a conciencia empezará a

hablar como si no me hubiera escuchado.

—Es que no se trata de eso, Neferet —hice un mohín de fastidio y pasé mis manos por

mi rostro cuando sentí el lado izquierdo del sillón hundirse, indicándome que

había situado su trasero ahí para fastidiarme con sus razonamientos que no me ayudan para nada—. No eres así, siempre te vi como alguien fuerte que no le

aguanta m****a a nadie y verdaderamente me hace cuestionarme el si estás siendo

fuerte o simplemente una masoquista estúpida.

—Dejémoslo en fuerte.

—Masoquista

—corrigió.

—Si así tratas a tus amigos, no puedo imaginar como serás con tus enemigos.

—Te digo las cosas así de crudas porque eres mi amiga, si fueras mi enemigo solo

dejaría que te llevará el diablo —hizo un ademán con la mano para mostrarme su punto y se acomodó más en su asiento para después invitarme a que hiciera lo mismo—. Mira, tu novio te engaña. Lo encuentras en el acto siéndote infiel y para el colmo es con un hombre.

—María... —pronuncié su nombre en advertencia, pero fui acallada rápidamente por su voz.

—¡Pero eso no es lo peor!, lo peor es que te fue infiel con tu jefe. Sebastián, un

hombre con novia y todo —se relamió los labios y negó con la cabeza en desacuerdo a sus acciones— ¡Hombre! Y tú... —me señalo con el dedo y volvió a negar—, tú vienes a citarlo y todo para que hablen de cómo te fue infiel y para colmo mentirle con que también le fuiste infiel y aligerarle la carga de

conciencia. Por Dios, necesitas ser más viva.

—¿Y qué esperabas que hiciera?, ¿qué armará un escandalo y que todo el mundo se

enterará?

Entrecerré los ojos asqueada de mi propia vida.

—¡Sí!, lo tienen más que merecido. No eres más que una víctima, no al contrario. No te debes sentir avergonzada de sus acciones.

Reí sin gracia.

—Es que no se trata de ellos, sino de mí, mi madre. No puedo perder mi trabajo y dañar mi reputación, porque si se sabe lo de Iván, yo también me ensuciaré. De él hablaran muchísimo, pero la sociedad intentará sacar conclusiones, que por qué hizo eso, que si yo no lo satisfacía y te imaginarás cuantas cosas más.

—La vida es una m****a —masculla y yo niego.

—La gente es una m****a —corrijo.

...

—¿Qué es esto?

Sebastián fija sus ojos en el sobre bajo mi palma, el cual quedó atrapado entre la dura

madera del escritorio y mi mano.

—Es mi carta de renuncia —expuse sin vacilar—. Tres días es lo que puedo ofrecerle

para que busque a alguien que ocupe mi lugar y...

—No será necesario esos tres días —cortó con veneno en su tono, yo sonreí.

¿Piensa que creeré eso? Claramente necesita a alguien que me reemplace, pero sé que su orgullo es igual o más fuerte que el mío y que no cederá ante este hecho.

—Excelente. Entonces, desde mañana ya no seré parte de este bufete.

Sin más para decir y no esperando una respuesta de su parte, aparté mi mano del

sobre y me dispuse a dar la vuelta sobre mis talones y encaminarme con

altanería hacia la puerta.

Estoy completamente jodida, pero él no lo sabe y hasta entonces puedo actuar con toda la soberbia que me plazca. ¿Decidí renunciar? Sí. ¿Por orgullo? Claramente y

María no me ayuda a tomar buenas decisiones, me alentó sin pensarlo dos veces; pero sé que es lo mejor, mi paz mental debe prevalecer y estar aquí no ayudará a que eso suceda.

—Neferet.

Mi cuerpo se sacudió levemente cuando de sus labios salió mi nombre. Me detuve.

—¿Esto es por lo que paso con Iván?

Cerré los ojos y suspiré con fuerza para luego sonreír con sorna.

—Siempre supe que eras asquerosamente descarado, pero jamás imaginé que llegarías a un nivel superior al de mis expectativas —giré mi cuerpo en su dirección y saqué

mis dientes a relucir en una vasta sonrisa—. ¿En serio quieres hablar sobre...

"eso"?

Sebastián apartó la mirada y carraspeó incómodo.

En mi pecho se instaló la satisfacción de verlo así, ultrajado e inconscientemente

levanté mi pecho con superioridad. Lo tengo en mis manos, sé su secreto más íntimo,

el cual también es el mío.

—No hay que hablar de algo que nunca pasó. Iván te lo dijo, ¿no? —sus ojos

volvieron a conectar con los míos en el momento en que se levantó y se hizo

camino hacia mí—. No pasó nada, viste mal, estás equivocada.

Su cuerpo plantado delante de mí proyectaba autoridad. Quizás tuve esa sensación por los pocos centímetros que me llevaba por encima o tal vez porque fui por

mucho tiempo el blanco de burla de Iván y él, en donde me vieron la cara de estúpida, pero consciente de que no pasaría nunca más, puse mi mentón en alto.

—¿Qué fue lo equivocado que vi según usted?

—Exactamente eso —apuntó a la nada en realidad, ya que no hay equivocación alguna.

Él es el amante de mi exnovio.

—Patético, hombre. Eres realmente lamentable —declaré con un semblante imperturbable, muy distante al que él portaba—. Lo sigues negando, incluso cuando vi cómo te lo entraron y no una, sino tres veces y hasta más si no los hubiera interrumpido.

Su rostro palideció.

—Sé hombre y acéptalo, Iván ya lo hizo.

—¡Lárgate! —gritó sin poder contenerse y la diversión en mi rostro fue mi respuesta—.

¡Ahora!

—Si fuera usted le bajará dos rayas a su drama —mostré con un tono sarcástico—, si no quiere que todos sus empleados sepan el patético secreto que guarda y con ello que llegué a los oídos de Madelin, su hermosa esposa. No hablamos mucho, pero somos buenas conocidas.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, y supe que se estaba conteniendo.

—Necesito que te vayas de aquí y cierres la puerta... —masculló para luego dar la vuelta

y dirigirse a grandes pasos al lugar seguro detrás de su escritorio.

Sin objetar obedecí al que sería su último mandato como "jefe", pero esto

sin antes darle una última mirada y sonreír plenamente. Al cerrar la puerta

pude percibir murmullos, sin embargo, estos fueron acallados por mi presencia.

Di una mirada a mis alrededores y caras conocidas, que yacían asomadas, se escondieron rápidamente fuera de mi vista. Cuando empecé a caminar y pasé por varias

oficinas nuevamente los murmullos a mis espaldas no se hicieron esperar.

Al llegar a mi oficina, cerré la puerta fuertemente y dejé salir un suspiró extasiado al cielo.

Me acerqué a mi escritorio, mientras simultáneamente fui quitándome los tacones para prontamente sentir el alivio del suelo frío en mis pies lastimados por

aquellos calzados que te llevan a la cima. Sitúe mis manos en la firme madera

de la mesa frente a mí y me apoye en esta, a la par que asimilaba todo lo que

anteriormente había sucedido.

—Mierda, verdaderamente renuncie.

—Claro que sí, bebé —ratificó María una vez entró a la estancia, casi bailando.

Negué con la cabeza severa, al ver el gesto satisfecho en su rostro. Ella afirmó y

cerró la puerta a sus espaldas para venir a grandes zancadas a mí, y agarrarme

eufórica las manos.

—¡Estoy tan orgullosa!

Rodé los ojos y liberé mis manos de las suyas.

—No puedo creer que te haya hecho caso —hice un mohín con mis labios y asimile mis

acciones con mayor detenimiento—. Estoy completamente loca por haberte seguido

en esto.

Planteé mi trasero en la mesa y cubrí mi rostro con mis manos, mientras negaba.

—¡Ah! Estoy arruinada, María.

Me lamenté, ciertamente lo hice. ¿Qué haré ahora? No tengo trabajo, solo renuncié por hacerlo ni siquiera hice el intento de provocar que me despidan para de esa forma poder tener mi liquidación.

—Tenía que hacer que me despidieran. Dime, ¿qué hago ahora? —abrí mis ojos en espanto y miré a María. Sentí las aguas saladas hacer arder mis ojos—, mamá viene el otro mes y mis ahorros no durarán para siempre, no encontraré trabajo tan fácilmente y a los nuevos trabajadores los explotan por miseras pagas. ¡Ah!

Dejé caer mi cuerpo hacia el lado en la mesa, la cual era lo suficientemente grande

como para eso.

—Cuidado y lloras —amenazó María y dio un paso en mi dirección para estar lo

suficientemente cerca como para posicionar sus manos en mis hombros y hacerme

sentar contra mi voluntad.

—Tengo derecho a llorar, estoy jodida —planteé, mostrando más drama del necesario en mi tono de voz.

—¿Quién

te dijo eso? Tengo todo planeado y bajo control —sonrió y chasqueo la lengua—.

Tienes un trabajo, temporal claro está, pero esto es hasta que podamos conseguirte

uno mejor y despreocúpate, que tienes experiencia y no abusaran de ti por ser

nueva.

 

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