—Te ves muy mal.
—Estoy muy mal —respondo con desanimo.Me acomodo más en el sofá y María se sienta en uno de los sillones que componen el mismo.—Deberías renunciar —propone y yo hundo mi cabeza en el cojín entre mis manos y niego—. Tu madre viene la otra semana, ¿cierto?Asiento.—No deberías estar así, la preocuparas.Suspiro derrotada y retiro el cojín.Presto atención al techo por unos segundos para tiempo después posar mis ojos en mi amiga, quien me observa desde su lugar. Mis ojos al verla se llenan de lágrimas y esta rápidamente se levanta y se arrodilla frente a mí.—Oh, Neferet. En serio lo siento, de haber sabido que estarías así ni siquiera hubiera sugerido el renunciar al bufete —niega con la cabeza y al igual que yo, sus pestañas se humedecen por las lágrimas.—María...—Te juro que no fue mi intención buscarte un trabajo tan duro. Patrick dijo que buscaban a alguien y pensé que sería un buen lugar, ya que tienes experiencia en esto, pero no pensé que te arruinaría tanto. Lo siento, verdaderamente lo siento.Negué con la cabeza y me senté frente a ella.María me tomó de las manos y las lágrimas rodaron fuera de mis ojos y humedecieron mis mejillas. Una tras otra y mi visión se encontró plenamente empañada y mi entonación ronca.No pude detenerme, puesto que el simple hecho de llorar me provocaba más lágrimas. Patéticamente ese era el caso, en estos tiempos lloraba por todo, por cosas con importancia y otras con no tanta. El estrés acumulado me hace reaccionar de esta manera, o eso es lo que creo debido a que nunca me encontré en una situación similar. Nunca tuve un nudo que apretará tan fuerte mi garganta.—Renuncia ahora mismo, te ayudaré con tus gastos hasta que podamos encontrar algo mejor.Nuevamente niego.—Es que el trabajo no es el problema, María.—¿Cuál es el problema entonces?Mis ojos se quedan quietos en su rostro, incapaz de decir más.—Neferet... —pronuncia mi nombre en modo de advertencia—, dime lo que pasa.—Es que...Las aguas saladas, que se habían detenido, una vez más empezaron a sucumbir ante mis emociones.—Realmente no sé porque estoy llorando —dejo salir un suspiro cansado—, creo que solo necesito tiempo. Todo lo que está pasando en mi vida es algo que no espere; me siento estancada, frustrada, como si todo lo que hago no vale la pena.Dije cuando los ojos de María mostraron la pena suficiente como para no saber consolarme....—No sabía que tenías pareja, Neferet.Volteo mi rostro y me hallo con Patrick a mi lado, haciendo lo mismo que yo. Lavando platos, esto es algo que no deberíamos hacer, pero somos muy poco personal y no porque no haya posibilidad de aumentarlo, sino porque esa fue la decisión de mis jefes. Una pareja de ancianos. Igual el dinero extra que recibo por esto no me viene mal.En total somos seis personas, rotando turnos, repartiéndonos equitativamente quehaceres del restaurante y demás. Hace varios días nos tocó afuera, atender clientes y estar en la caja, hoy nos toca en la cocina lavando trastes mientras que Nia y Leila atienden a los clientes y se encargan de las facturas. Paulo y Celestino son los únicos con un puesto fijo, prepararan la comida y así sucesivamente.—No tengo pareja —contesto áspera y un tanto distraída.—¿Por qué me mientes? Me entré a tus redes y me encontré con varias fotos y en etiqueta a un tal Iván... y claramente parecían más que amigos.—Eres un entrometido —digo con fingida molestia.Gratamente él es una de las pocas personas que me hace estar tranquila y con ello actuar fresca y en paz. Muy pocas veces me molesto con él.—Sabes que lo soy, nunca te lo he ocultado —asiento sabiéndolo y este se dispone a continuar—. Ayer fui con unos amigos a beber y uno de esos amigos trajo a un amigo. Bueno... de ahí todo bien, pero de repente uno le pregunta, al colado ese, por una tal Neferet y que le hace la pregunta de qué había pasado con su relación. Yo estoy bien, tranquilo, escuchando todo para después venirte con el cuento, pues tenía tú mismo nombre y según yo iba a ser interesante.Dejo de lado los vasos que enjuago y me propongo a prestarle la atención necesaria a sus palabras. Esto sin voltear a verlo, solo quedándome quieta con un nudo doloroso atorado en mi garganta.—El hombre ese responde que terminaron y el otro le pregunta las razones... —escuché como suspiro y tuve que pasar saliva para aminorar aquella sensación de ahogo—. Este le dice que por decisión de ambos y que simplemente ya no funcionaba, todo bien hasta ahí por parte del macho, pero viene mi amigo y se le mete lo mujercita y empieza a hablar pestes de Neferet, esa que ellos tenían en común.Mi labio tembló.Quería detenerlo, pero no logré articular palabra.—Dijo que necesitaba algo mejor, una mujer que a esa edad no quiera tener hijos no vale la pena y muchísimas burradas más, que mejor me las guardo... ¡es que Saul es un estúpido! —se exaltó y yo salté en mi lugar por su acto repentino.Lo miré y me percaté de que sus ojos estaban puestos en mí, y eso no aminoro las ganas de mandarlo a callar para que de esta forma mis emociones se mantuvieran a raya y mi vergüenza por igual. Sé que habla de Iván, conozco a Saul. Detesto a Saul.El mundo es tan jodidamente grande, entonces... ¿por qué pasa esto? Incluso este hecho me hace odiar aún más a Saul. Maldito.—Cuando quise contactarme me di cuenta de que no tengo ningún tipo de contacto contigo, así que decidí buscarte en F******k y para mi desgracia te encontré y ahí me di cuenta de que hablaba de ti. Neferet.—Oh, ¿es así?Me maldije interiormente cuando mi voz salió ronca y temblorosa.—Si te hace sentir mejor, él no se quedó callado, te defendió y mando a callar al tipo ese —asentí y sonreí, no quiero verme patética.—Yo no volveré a hablarle, hasta lo borré de mis contactos e Iván creo que tampoco. Se molesto mucho.—Era su deber, me lo debe —masculle inconscientemente, dándome cuenta de mi desliz carraspee y proseguí a decir—: bueno, agradezco que me hayas contado. Se me había pasado por completo eso de que debo borrar algunas fotos.Entoné en un intento de sonar graciosa, no dolida, sino bien.—Si quieres te ayudo —propuso.—Eso sería genial, ahora continuemos.Empecé a enjuagar otra vez los trastes que este me iba pasado.Pase varios minutos en este labor o quizás más, a medida que mis pensamientos nocivos se adueñaron de mi mente. Viendo en cómo mi vida dio un cambio radical, convirtiéndome nuevamente en eso que luche en dejar ser y viendo en lo bajo que he caído por la soberbia. Aunque nunca se sabe cuál camino sería peor, el humillarme ante ese par tampoco era la mejor opción.—Neferet, alguien te busca.—¡Neferet te llaman!Abrí mis ojos asustadas ante aquel estallido.Miré a mis alrededores y tanto Patrick como Nia se quedaron observándome silenciosos.—Nia... ¿cuándo llegaste? —pregunté azorada.Me reprendí mentalmente ante mi comportamiento. Yo después de Carina y Julio, mi jefes. Soy la mayor de todos, siempre he sido confiada al hablar y desde que llegué aquí no he dejado de desvariar.—Vine a avisarte, alguien allá afuera está buscándote.—Entiendo, iré en unos instantes —dije adornando mi característico tono infalible.Dejé todo en su lugar y me sequé las manos para hacerme camino fuera de la cocina, como todos los domingos, el lugar se encuentra atestado de personas, pero todo estaba en su lugar y todos disfrutaban su comida y buen trato.Crucé la puerta principal y busqué con la mirada algún rostro conocido.—Señorita.Mi cara se giró tan deprisa ante aquella voz que se escuchó a mi costado, que un dolor paralizante en mi cuello me dejo inmóvil.Coloqué una de mis manos en mi cuello y una mueca en mi rostro fue lo que recibió en vez de un saludo, aunque claramente no estaba en mis planes darle la bienvenida. Ni siquiera le pude echar un vistazo porque el dolor se llevó toda mi atención.—¡Neferet!Unas manos calientes se situaron encima de las mías y rápidamente pude reconocer la fragancia de vainilla que a María le gusta ponerse.—No me digas que te rompiste el cuello.—No exageres, solo es un calambre —reprendí entre dientes.El dolor fue disminuyendo después de varias palmadas.—Ya está mejor —murmuré y aparte tiernamente sus manos, mientras me dispuse a hacerme un automasaje con movimientos ascendentes y descendentes—. ¿Mocoso?—¿Qué? —María pregunta sorprendida y prosigue a señalarse.—No, no tú. Él.María deja de lado su drama y desvía su atención a ese él, y tal como yo, se halla con el mocoso coqueto observándome con más interés del que debería.—Entonces, Neferet... —pronuncia despacio—, ese es tu nombre.—Sí, ese es mi nombre —espeto y rompo un silencio agobiante, pero para peor, ya que nos sumergimos en un ambiente incluso más denso y abrumador—. ¿Qué haces aquí?, espero que sea una casualidad porque de lo contrario tendré que demandarte por acoso. Una sonrisa se asoma en su rostro.—Para nada, esto —apunta a manos abiertas el lugar en donde estamos y yo retrocedo junto a María recelosa—. No es una casualidad en absoluto. Un escalofrío se hizo sentir por todo mi cuerpo y no, no porque sus palabras me hayan hecho estremecer de encanto, sino que el miedo se proyectó de esa manera. —Vámonos, Neferet. Este de seguro es un acosador. Se le nota en la cara —María se apoya de mi brazo y me susurra al oído para que solo yo sea capaz de escucharla o eso es lo que creyó, puesto que estoy segura de que este sujeto la escucho a la perfección.—Sí, entremos. Tenemos que comer algo para luego irnos... —manifiesto lo bastante alto para él sea capaz de escuchar, el miedo de que sepa que trabajo aqu
—Si quieres puedo acompañarte a casa —mi futuro joven jefe lanza esa proposición en mi dirección, una vez el restaurante se encontró cerrado y solo Patrick, él y yo todavía nos encontramos allí.—No te preocupes, ella irá conmigo.Abro los ojos leves, cuando siento la tensión instalarse en el lugar. Paseo sutilmente mis ojos sobre el chico pelinegro para después posar mi mirada en mi compañero de trabajo, quien pronunció aquellas palabras en un tono mordaz y un tanto posesivo. —No se preocupen, iré sola.El aire fastidiado en mi entonación nunca fue un secreto, por ello relució con naturalidad. Hace rato, este amable joven ocupo mi lugar y sirvió platos como todo un experto, lo que agradezco, pero no necesito esto. Un enfrentamiento innecesario. Un despido por despecho, solo de imaginarme de que este muchacho se apeche por rechazarlo me tiene pensando. —Es peligroso —dice Patrick y mi frente se arruga en genuina confusión.—Bien... entonces vamos —manifesté y le di entrada a lo que s
La máquina se tragó mi tarjeta de crédito haciendo pun ruido fuerte antes de presentarme en la pantalla varias opciones. Esquivo la opción de retirar y presiono el botón de abajo que me indica en una oración si quiero obtener el balance que poseo en mi cuenta de ahorro.En unos segundos tengo un papel diminuto sobresaliendo de la maquina con la suma del monto y un suspiro aliviado se escapa de mis labios cuando verifico su contenido.—Tengo más de lo que pensé. Las comisuras de mis labios se elevan en satisfacción, pero rápidamente la deshago y me apresuro en sacar la tarjeta de la máquina, cuando el pitido persistente me indica que debo hacerlo. Coloco el recibo en mi bolso y me dispongo a salir.—Eso fue rápido.Thiago dice a una breve distancia y mis ojos recaen en él.Empiezo a caminar con pasos cortos hacia él y una genuina sonrisa de su parte es lo que me recibe al situarme a su lado.—Sí —respondo.—Podemos irnos entonces —dice en modo de pregunta, pese a que fue una afirmación
—Entonces es así...Asiento cabizbaja y siento mi pecho apretarse por la sensación de desagrado que me provoca darle esta noticia a mi madre. Mi único propósito para traerla hasta aquí era para proporcionarle una vida de lujos, una que nunca fuimos capaces de tener hasta hace varios años, que para mí se igualaron a nada; comodidades que me costó tanto tiempo conseguir para luego perder todo más rápido de lo que tarda una hoja que vuela al viento derrumbarse cuando la brisa cae.—Tengo buenos ahorros, nos ayudarán, sí... —digo con la voz apagada y aún con mi mirada en el suelo—, pero siendo sincera no nos serán suficientes y el trabajo que tengo ahora me está agotando, m-mi cuerpo cada día duele más por el esfuerzo y siento que no podré aguantar mucho, mamá.Sorbo mi nariz y carraspeo intentando espantar el dolor rasposo que poseyó a mi garganta al verme conteniendo las ganas de llorar.—Neferet.Siento como el calor de su cuerpo me arropa en un abrazo profundo y embriagador, ella se en
Aspiro el humo del cigarrillo, que apenas va por la mitad por última vez antes de que el pitido que hace el camión de cargas, al dar reversa, me obligué a dejarlo caer a mis pies y también ocasione que pierda de vista la anatomía delgada del chico pelinegro, que trae las últimas cajas faltantes al exterior de la casa, en donde no viviré más desde hoy.—¡Alto! —bramo, mientras rápidamente le doy dos pisadas violentas al malboro en el suelo y me aproximo hacia aquel furgón.Este está a solo unos centímetros de golpear un carro y lo último que necesito en este momento es tener que pagar los daños de este incidente, que queda por mi cuenta, ya que ese camión lo traje para transportar mis pertenencias hacia mi nueva vivienda.El susto y el enojo se extiende hasta mi pecho y se revela con agudeza en mi garganta, pero este se va tan rápido como llega cuando el desastre que cree en mi mente no se lleva a cabo. Un hombre que no había visto hasta ahora se hace presente en mi campo de visión y co
—Puedo tomarlo. No quiero ser alguien se que escapa de las consecuencias de sus acciones.Nuestros ojos fijos, el uno en el otro, forjaban a nuestro alrededor un ambiente profundo, mis palabras le siguieron.—No deberías. Es uno de los atractivos más importante del ser humano.Sonríe. Por alguna razón quiero acompañarlo, me abstengo.—Puede que sea uno de mis atractivos más notables —alardea.—Todavía no es notable, debes trabajar más en ello —contradigo como de costumbre. Con él no sé por qué es así. Todas sus palabras, todas sus acciones, todo lo que tiene que ver con él; yo debo ir desacorde.—O todavía falta mucho por conocer, ¿qué tal otra cita para conocernos por completo? —inquiere curvando sus labios en una sonrisa.Sonreí.—No creo que en una cita podamos conocernos por completo, mocoso coqueto.Mis dedos van a su frente y lo aparto para irme, o escaparme.No pasó mucho tiempo para que estuviera a mi lado.—Si ese es el caso, tengamos las citas que sean necesarias para saber
—Mamá, ya detente, no voy a dejarlos en la calle —señalé sin desviar mi atención del archivo P*F en formato Word que se mostraba en la pantalla de mi laptop.—¡Neferet, mírame cuando te hablo!Abro mi boca en una aspiración profunda para posteriormente, sin querer faltarle al respeto, dar la vuelta encima de mi cómoda silla giratoria y fijar mis ojos en ella mientras sonrió de boca cerrada.—La escucho, señora.Un mohín fastidioso abordó sus labios y su voz, que mayormente es blanda, portaba un aire demandante y como es predecible molesto.—Son nuestra familia, no puedes hacer esto. Además no tienen a donde ir.Me aclaré la garganta y me di unos minutos, en los cuales volví mi cuerpo nuevamente hacia el aparato postrado en la tabla anclada en la pared, que convertí en un escritorio, y me di la tarea de guardar el archivo para no correr con la mala suerte de que se pierda. Proseguí a apagar la computadora y darle frente.—Madre, Juana ni sus hijos me consideraron ni un poco cuando estuv
La tapa del baño suena molestosamente cuando me remuevo sobre ella. Soy consciente de mi respiración errática y cuánto mi pecho está apretando. Lo único que me queda es mirar desolada la pared delante de mí, me encuentro incomoda en este pequeño cubículo y los pensamientos arremolinan mi mente y hace sentir el espacio incluso más reducido y asfixiante.—Mierda —maldigo por lo bajo y siento como se me empieza a formar un nudo en la garganta. Mi mano izquierda rápidamente se plasma en mi pecho y lentamente se dirige hacia mi vientre plano y justo en el momento en que el calor de mi palma lo cubre por encima de mi prenda, doy una exhalación profunda.Sin poder asimilarlo guio nuevamente mi mirada en el objeto que reposa en mi mano derecha y las dos rayas que se presentan frente a mis ojos hacen que la situación se vuelva incluso más irreal, más caótica.—Esto no puede estar pasándome.Las lágrimas finalmente encuentran su camino y se deslizan perezosas y calientes por mis mejillas.—Nef