La máquina se tragó mi tarjeta de crédito haciendo pun ruido fuerte antes de presentarme en la pantalla varias opciones. Esquivo la opción de retirar y presiono el botón de abajo que me indica en una oración si quiero obtener el balance que poseo en mi cuenta de ahorro.En unos segundos tengo un papel diminuto sobresaliendo de la maquina con la suma del monto y un suspiro aliviado se escapa de mis labios cuando verifico su contenido.—Tengo más de lo que pensé. Las comisuras de mis labios se elevan en satisfacción, pero rápidamente la deshago y me apresuro en sacar la tarjeta de la máquina, cuando el pitido persistente me indica que debo hacerlo. Coloco el recibo en mi bolso y me dispongo a salir.—Eso fue rápido.Thiago dice a una breve distancia y mis ojos recaen en él.Empiezo a caminar con pasos cortos hacia él y una genuina sonrisa de su parte es lo que me recibe al situarme a su lado.—Sí —respondo.—Podemos irnos entonces —dice en modo de pregunta, pese a que fue una afirmación
—Entonces es así...Asiento cabizbaja y siento mi pecho apretarse por la sensación de desagrado que me provoca darle esta noticia a mi madre. Mi único propósito para traerla hasta aquí era para proporcionarle una vida de lujos, una que nunca fuimos capaces de tener hasta hace varios años, que para mí se igualaron a nada; comodidades que me costó tanto tiempo conseguir para luego perder todo más rápido de lo que tarda una hoja que vuela al viento derrumbarse cuando la brisa cae.—Tengo buenos ahorros, nos ayudarán, sí... —digo con la voz apagada y aún con mi mirada en el suelo—, pero siendo sincera no nos serán suficientes y el trabajo que tengo ahora me está agotando, m-mi cuerpo cada día duele más por el esfuerzo y siento que no podré aguantar mucho, mamá.Sorbo mi nariz y carraspeo intentando espantar el dolor rasposo que poseyó a mi garganta al verme conteniendo las ganas de llorar.—Neferet.Siento como el calor de su cuerpo me arropa en un abrazo profundo y embriagador, ella se en
Aspiro el humo del cigarrillo, que apenas va por la mitad por última vez antes de que el pitido que hace el camión de cargas, al dar reversa, me obligué a dejarlo caer a mis pies y también ocasione que pierda de vista la anatomía delgada del chico pelinegro, que trae las últimas cajas faltantes al exterior de la casa, en donde no viviré más desde hoy.—¡Alto! —bramo, mientras rápidamente le doy dos pisadas violentas al malboro en el suelo y me aproximo hacia aquel furgón.Este está a solo unos centímetros de golpear un carro y lo último que necesito en este momento es tener que pagar los daños de este incidente, que queda por mi cuenta, ya que ese camión lo traje para transportar mis pertenencias hacia mi nueva vivienda.El susto y el enojo se extiende hasta mi pecho y se revela con agudeza en mi garganta, pero este se va tan rápido como llega cuando el desastre que cree en mi mente no se lleva a cabo. Un hombre que no había visto hasta ahora se hace presente en mi campo de visión y co
—Puedo tomarlo. No quiero ser alguien se que escapa de las consecuencias de sus acciones.Nuestros ojos fijos, el uno en el otro, forjaban a nuestro alrededor un ambiente profundo, mis palabras le siguieron.—No deberías. Es uno de los atractivos más importante del ser humano.Sonríe. Por alguna razón quiero acompañarlo, me abstengo.—Puede que sea uno de mis atractivos más notables —alardea.—Todavía no es notable, debes trabajar más en ello —contradigo como de costumbre. Con él no sé por qué es así. Todas sus palabras, todas sus acciones, todo lo que tiene que ver con él; yo debo ir desacorde.—O todavía falta mucho por conocer, ¿qué tal otra cita para conocernos por completo? —inquiere curvando sus labios en una sonrisa.Sonreí.—No creo que en una cita podamos conocernos por completo, mocoso coqueto.Mis dedos van a su frente y lo aparto para irme, o escaparme.No pasó mucho tiempo para que estuviera a mi lado.—Si ese es el caso, tengamos las citas que sean necesarias para saber
—Mamá, ya detente, no voy a dejarlos en la calle —señalé sin desviar mi atención del archivo P*F en formato Word que se mostraba en la pantalla de mi laptop.—¡Neferet, mírame cuando te hablo!Abro mi boca en una aspiración profunda para posteriormente, sin querer faltarle al respeto, dar la vuelta encima de mi cómoda silla giratoria y fijar mis ojos en ella mientras sonrió de boca cerrada.—La escucho, señora.Un mohín fastidioso abordó sus labios y su voz, que mayormente es blanda, portaba un aire demandante y como es predecible molesto.—Son nuestra familia, no puedes hacer esto. Además no tienen a donde ir.Me aclaré la garganta y me di unos minutos, en los cuales volví mi cuerpo nuevamente hacia el aparato postrado en la tabla anclada en la pared, que convertí en un escritorio, y me di la tarea de guardar el archivo para no correr con la mala suerte de que se pierda. Proseguí a apagar la computadora y darle frente.—Madre, Juana ni sus hijos me consideraron ni un poco cuando estuv
La tapa del baño suena molestosamente cuando me remuevo sobre ella. Soy consciente de mi respiración errática y cuánto mi pecho está apretando. Lo único que me queda es mirar desolada la pared delante de mí, me encuentro incomoda en este pequeño cubículo y los pensamientos arremolinan mi mente y hace sentir el espacio incluso más reducido y asfixiante.—Mierda —maldigo por lo bajo y siento como se me empieza a formar un nudo en la garganta. Mi mano izquierda rápidamente se plasma en mi pecho y lentamente se dirige hacia mi vientre plano y justo en el momento en que el calor de mi palma lo cubre por encima de mi prenda, doy una exhalación profunda.Sin poder asimilarlo guio nuevamente mi mirada en el objeto que reposa en mi mano derecha y las dos rayas que se presentan frente a mis ojos hacen que la situación se vuelva incluso más irreal, más caótica.—Esto no puede estar pasándome.Las lágrimas finalmente encuentran su camino y se deslizan perezosas y calientes por mis mejillas.—Nef
—No sé por qué todavía te lo preguntas, hace bastante tiempo tus acciones demuestran que eres más que un tonto —dicho esto, sorbí mi nariz, y aclaré mi garganta. El nudo que yacía, apretando la misma, estaba ahí, sin embargo, no tan notable como tiempo atrás—. Es tarde, debo ir a casa. Tan rápido como me levanto, el frío de la noche me golpea de lleno la cara, de la misma forma, el hecho de que todas mis pertenencias se quedaron en la casa de María; mi teléfono celular, mi dinero, absolutamente todo. Observé con ímpetu a Thiago, quien se posicionó a mi lado. —¿Dime por qué no te veo nada? —cuestiono, aunque ya previsto la respuesta. —¿A qué te refieres? —pregunta con toda la inocencia y tranquilidad que nadie más aparte de él posee. —¡Me refiero a que no te veo nada! —indico en un tono medio exaltado—, no veo tu celular y tus bolsillos están planos. Evidentemente, no hay dinero ahí. Thiago mira los bolsillos de sus pantalones con cierta confusión, supe que no había entendido lo q
Mi mente está totalmente turbada en el momento en que me subo al vehículo. El olor a mentolado, que antes no había notado, inunda mis fosas nasales y no ayuda a ahuyentar el hecho de que tome una mala decisión, pero aun así me dejo llevar por mi juicio improperio. —¿Vives cerca? —indagué sin apartar la mirada del camino. Thiago me observa de reojo antes de responder, como examinando. —Sí, pero estoy yendo a por algo de comer. No te molesta, ¿verdad? No respondo hasta después de unos segundos. —No. Él asiente ante mi respuesta. Todo se fundió nuevamente en un silencio que por alguna razón me incomodé. Quizás sea porque estoy acostumbrada a que él sea quien mantenga las conversaciones a flote, el ambiente relajado y a mí menos seria. —¿Y si mejor vamos a tomarnos unos tragos? —tente con aire desinteresado. Thiago abrió su boca una, dos, tres veces sin pronunciar palabra, dudando muy seriamente. Fijé mis ojos en él, expectante. —Detén el auto —demandé. —¿Qué? —Que detengas e