—Mamá, ya detente, no voy a dejarlos en la calle —señalé sin desviar mi atención del archivo P*F en formato Word que se mostraba en la pantalla de mi laptop.—¡Neferet, mírame cuando te hablo!Abro mi boca en una aspiración profunda para posteriormente, sin querer faltarle al respeto, dar la vuelta encima de mi cómoda silla giratoria y fijar mis ojos en ella mientras sonrió de boca cerrada.—La escucho, señora.Un mohín fastidioso abordó sus labios y su voz, que mayormente es blanda, portaba un aire demandante y como es predecible molesto.—Son nuestra familia, no puedes hacer esto. Además no tienen a donde ir.Me aclaré la garganta y me di unos minutos, en los cuales volví mi cuerpo nuevamente hacia el aparato postrado en la tabla anclada en la pared, que convertí en un escritorio, y me di la tarea de guardar el archivo para no correr con la mala suerte de que se pierda. Proseguí a apagar la computadora y darle frente.—Madre, Juana ni sus hijos me consideraron ni un poco cuando estuv
La tapa del baño suena molestosamente cuando me remuevo sobre ella. Soy consciente de mi respiración errática y cuánto mi pecho está apretando. Lo único que me queda es mirar desolada la pared delante de mí, me encuentro incomoda en este pequeño cubículo y los pensamientos arremolinan mi mente y hace sentir el espacio incluso más reducido y asfixiante.—Mierda —maldigo por lo bajo y siento como se me empieza a formar un nudo en la garganta. Mi mano izquierda rápidamente se plasma en mi pecho y lentamente se dirige hacia mi vientre plano y justo en el momento en que el calor de mi palma lo cubre por encima de mi prenda, doy una exhalación profunda.Sin poder asimilarlo guio nuevamente mi mirada en el objeto que reposa en mi mano derecha y las dos rayas que se presentan frente a mis ojos hacen que la situación se vuelva incluso más irreal, más caótica.—Esto no puede estar pasándome.Las lágrimas finalmente encuentran su camino y se deslizan perezosas y calientes por mis mejillas.—Nef
—No sé por qué todavía te lo preguntas, hace bastante tiempo tus acciones demuestran que eres más que un tonto —dicho esto, sorbí mi nariz, y aclaré mi garganta. El nudo que yacía, apretando la misma, estaba ahí, sin embargo, no tan notable como tiempo atrás—. Es tarde, debo ir a casa. Tan rápido como me levanto, el frío de la noche me golpea de lleno la cara, de la misma forma, el hecho de que todas mis pertenencias se quedaron en la casa de María; mi teléfono celular, mi dinero, absolutamente todo. Observé con ímpetu a Thiago, quien se posicionó a mi lado. —¿Dime por qué no te veo nada? —cuestiono, aunque ya previsto la respuesta. —¿A qué te refieres? —pregunta con toda la inocencia y tranquilidad que nadie más aparte de él posee. —¡Me refiero a que no te veo nada! —indico en un tono medio exaltado—, no veo tu celular y tus bolsillos están planos. Evidentemente, no hay dinero ahí. Thiago mira los bolsillos de sus pantalones con cierta confusión, supe que no había entendido lo q
Mi mente está totalmente turbada en el momento en que me subo al vehículo. El olor a mentolado, que antes no había notado, inunda mis fosas nasales y no ayuda a ahuyentar el hecho de que tome una mala decisión, pero aun así me dejo llevar por mi juicio improperio. —¿Vives cerca? —indagué sin apartar la mirada del camino. Thiago me observa de reojo antes de responder, como examinando. —Sí, pero estoy yendo a por algo de comer. No te molesta, ¿verdad? No respondo hasta después de unos segundos. —No. Él asiente ante mi respuesta. Todo se fundió nuevamente en un silencio que por alguna razón me incomodé. Quizás sea porque estoy acostumbrada a que él sea quien mantenga las conversaciones a flote, el ambiente relajado y a mí menos seria. —¿Y si mejor vamos a tomarnos unos tragos? —tente con aire desinteresado. Thiago abrió su boca una, dos, tres veces sin pronunciar palabra, dudando muy seriamente. Fijé mis ojos en él, expectante. —Detén el auto —demandé. —¿Qué? —Que detengas e
No nos tomó ni un segundo para que nuestros labios se movieran uno encima del otro en sincronía perfecta.Mi respiración se intensifico junto con nuestros movimientos, sus manos ahora enredadas en mis cabellos, acortando, arrastrándome hacia él, hacia más cercanía.—Neferet… —mi nombre salió de sus labios en un susurro persistente.Lo sentí estremecer y para encubrir este hecho, su mano se ensambló con fuerza en mi cabellera, mordí mi labio inferior en respuesta.Provoqué nuestra separación, solo a milímetros de distancia, mientras mi dedo índice fue colocado en sus labios húmedos, desamparados.—No quiero pensar en nada, bésame, solo hazlo de esa manera y mantelo ahí.Thiago cohibido en ansia se limitó a asentir, una sonrisa de lado se plasmó en mi rostro. En un movimiento preciso, lo alejé. Desabroché mi cinturón y bajé del auto, su gesto era de desconcierto total, sin embargo prontamente entendería mis acciones.—¿Me sigues a la parte trasera de tu auto? —pregunté sin vergüenza, of
—Puedo decir lo mismo, mi querido Sebastián —hablé con ciertas intenciones y él capto inmediatamente cuáles eran—. Pero mis secretos nunca serán tan mordaces como los tuyos.—¿Qué se supone que está pasando aquí? —interviene en una cuestionante Thiago, mirándonos por intervalos. Se encuentra ofuscado en la ignorancia, es comprensible, ¿pero es adecuado que sea yo quien lo ponga en contexto de lo que está pasando? Al final del día, no soy tan maldita y la vergüenza en este momento no solo me pertenece a mí. —No tengo tiempo para esto, vamos, Neferet, hablemos afuera —dicho esto, tomó mi mano con intención de guiarme a su antojo. No lo permití. —¿Quién te crees? —interpelé con el ceño fruncido y una mirada mordaz, agria, mientras a la vez, me solté con acritud—, ¿por qué te permites tocarme?, ¿con qué derecho? —Neferet… —dijo mi nombre como un tipo de advertencia, elevé ambas cejas y le dediqué una sonrisa de lado. —¿Te atreves? —cuestioné, entre tanto di un suspiro al viento en ca
"Perdóneme, Neferet", dijo el hombre castaño sentado al otro lado de la mesa frente a mí en un tono apenas perceptible para mis oídos. Según un estudio de 2014, el 30% de la población es infiel, y hace exactamente sesenta minutos, que equivale a una hora, vi con mis propios ojos cómo mi pareja actual me fue infiel."También perdóname, Iván", musité de manera neutra, difícilmente ocultando el torbellino de emociones que cargaba.—¿Por qué pides perdón? —preguntó.Mi vista viajó pensativa al vaso de jugo entre mis manos y luego volvió a sus ojos color avellana mientras sonreía de boca cerrada ante su expresión confusa.—Por la misma razón por la que tú me pides perdón —mentí con tranquilidad. Me sentía humillada; nunca pensé que llegaríamos a esto. Solo el hecho de que mintiendo me sintiera algo reconfortada era completamente bochornoso y estúpidamente necesario.El aire arrepentido que lo rodeaba fue reemplazado por uno pesado y un tanto serio al instante en que procesé mis palabras. De
—¿Te encuentras bien, señorita? —una voz dulce y aniñada se escuchó a mi costado.Dejo el menú que reposa en mis manos delado y volteo mi cara para encontrarme con la anatomía delgada de un hombre, alelevar mi rostro me hallo con el rostro joven de un muchacho mirándome con unaexpresión suave. Arrugo mi ceño al no comprender supregunta, pero pronto suavizo mi expresión cuando veo su gesto blando.—Lo siento, pero no entiendo tu pregunta—respondo con apacibilidad.Entreabro mis labios un tanto sorprendida,las comisuras de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa. Sin embargo,rápidamente repongo mi postura y lo observo expectante.Barro su cuerpo con mis ojos y noto quetrae puesto el uniforme que componen las personas que trabajan aquí: una camisanegra de manga corta, un pantalón fino del mismo color y un delantal corto decolor vino rodeando su delgada cintura.—¿Estás bien con eso, señorita? —su voz sehace oír nuevamente y para mi sorpresa fue con otra pregunta.Le echo u