Capítulo 2.
Despedida. Emmanuel la observa en silencio, tiene algunos minutos buscándola e incluso detallándola mientras se juntaba crema. — ¿Qué te dije sobre el seguro de la puerta después de las 12 am?— Su tono calmado pero arrogante la pone nerviosa. — Lo lamento, yo…lo esperaba.— Emmanuel deja caer una caja al suelo y ella de inmediato se mueve hacia él. Obediente recoge la caja y la coloca sobre su mesita, luego vuelve hacia él, lo ayuda a quitar su abrigo y lo cuelga, volviendo a su encuentro para ayudarle a quitar los zapatos, una costumbre que solía hacer con su padre y que ahora lo ejecuta con él. — ¿Ha comido? —¿Desea que le prepare algo de comer?—pregunta mirándolo con esa mirada tierna que la caracteriza. — No, ya cené; en la caja hay un regalo para ti.— Al decir esas palabras, ella levanta su mirada, encontrando la de él, y sonríe ligeramente. — Gracias, yo…No lo esperaba. — No te lo compré yo—exclama moviéndose a su armario. La sonrisa en los labios de Rosaura se desvanece y le baja la mirada, apartándose de su camino. Manuel toma una pequeña maleta y saca algo de ropa, causando en ella una angustia insoportable. — ¿Se marcha?— pregunta casi audible. — Saldré de viaje, te avisaré de mi regreso. Ella asiente moviéndose por una bata y se cubre. — ¿Puedo pedirle algo?— Su voz suave y temblorosa llama la atención de Emmanuel. Ella jamás lo ha tratado de tú porque así han sido sus órdenes y cada petición suya termina con un “No” como respuesta. — ¿Qué quieres? — ¿Puedo ir a visitar a mi padre?— Su petición retumba en los oídos de Emmanuel de manera incómoda. — No creo que quiera verte, además los vuelos están suspendidos; lo mejor es que te quedes aquí.— Responde moviéndose a la salida. Ella ve su silueta salir de la habitación y lo sigue. — ¿Qué más tengo que hacer para saldar mi deuda, señor? Las palabras de Rosaura lo detienen; Emmanuel voltea a verla con una mirada fría y analítica. Ella no le baja la mirada, le corresponde al contacto visual que él le dedica. — Usted no me quiere en su vida, ya han pasado dos años y sé que no desea que le dé hijos; he hecho todo lo que me ha pedido, pero no deseo que siga siendo infeliz. Dígame, ¿cómo hago para que usted sea libre? ¿Para que usted pueda ser feliz? — No hay nada que hacer, debemos esperar.— Responde sin más. — Debe haber una manera. ¿Qué debo firmar? —¿Cómo consigo que se rompa el contrato?— Lo sigue. — Si fuera así de fácil, ya te hubiera dejado; eres solo una carga. — Lo sé…—responde arrodillándose frente a él—. Yo lo lamento mucho, le juro que jamás quise hacerlo infeliz, pensé que con el tiempo usted quizás…— Ella se pellizca la mano derecha con su pulgar izquierdo, lo que él nota. — Estoy perdiendo el tiempo, tengo que tomar un avión.— Sus palabras la hacen reaccionar. — Pensé que dijo que no había vuelos—replica levantando su mirada. — ¡Demonios! No tengo tiempo para hacer esto, pero si quieres escucharlo, te lo diré: tu padre no quiere verte, ha saldado una deuda y tiene una nueva familia, no le haces falta, pidió dinero a cambio de alejarse y así lo hizo mi padre. ¿Crees que no viene a verte porque yo lo impido? Me da igual, él es quien no desea verte. No…— Ella lo interrumpe. — Si muero…— Ella levanta su mirada con lágrimas derramando por su mejilla—. Si no me hubiera salvado de mi enfermedad, quizás el contrato se anularía. Si yo muero, ¿se arreglaría todo?— Sus palabras lo llevan a detenerse por unos segundos y mirarla un poco pensativo. — Solo si estás cansada de vivir, entonces sí, tu muerte me liberaría, pero esa no es una decisión que yo tenga que tomar…— El celular retumba en sus bolsillos, Emmanuel lo saca, notando el nombre en la pantalla, y lo responde sin importar nada. V: Cariño, ¿dónde estás? La voz en el altavoz da la estocada final a su corazón. Emmanuel rápidamente coloca el celular en audio normal y responde la llamada mientras se marcha. EM: Ya voy en camino, no te preocupes. Rosaura permanece de rodillas con la cabeza baja, sumergida en sus pensamientos. Emmanuel le dedica una mirada antes de subir a su auto; en cuanto enciende el motor, la nota a la distancia, aún en el mismo lugar. Sin fuerzas, muy temblorosa y asustada, Rosaura camina descalza hacia la salida, camina sintiendo la fría nieve cubrir sus pies desnudos en cada paso ue da. Está en una casa a las afueras de la ciudad; la distancia con el mundo exterior es extensa. Si muriera, a nadie le importaría; si ella muriera, no haría falta; si ella muriera, nadie la encontraría. Cada palabra en su mente la lleva a caminar sobre la fría noche de verano; su piel se eriza y empieza a temblar ante su cuerpo desnudo sobre su fina tela que apenas la cubre. Camina sin rumbo, sin ver a dónde va; su mundo se desvanece a su paso, recordando los momentos en los que fue feliz, como si su vida pasara por su mente en segundos. Rosaura camina sin detenerse, adentrándose al bosque donde sus piernas pierden fuerzas, obligándola a caer al suelo agonizando de dolor ante la fría brisa que golpea su débil cuerpo y un intenso dolor en su pie derecho que hace presión, causando una mezcla de dolor y ardor que se va desvaneciendo como sus ganas de vivir. Rosaura tiembla débil, acurrucada, esperando su final, con un recuerdo de su boda con Emmanuel que no se borra de su mente. — Te amo, amor mío, espero que seas feliz, eres libre.Capítulo 3. Intuición. De camino al aeropuerto, Emmanuel siente una presión en su pecho; su mundo colapsa ante él y el recuerdo de Rosaura minutos antes de su partida lo tiene tenso. V: ¿Dónde estás, cariño? Está helando, me voy a congelar. V: Emmanuel, cariño, dijeron que habrá una tormenta de nieve; debes darte prisa,cariño, o no podremos viajar. Los mensajes de Vanessa lo detienen; por un instante piensa en su padre y una imagen de una persona en el camino lo hace frenar de golpe, llevándolo a un recuerdo de sus últimos momentos con su padre. *Flashback. — ¡Que vivan los novios! Su padre, quien se sentía feliz y orgulloso de ellos, le aplaudía con emoción, obligando a todos a hacer lo mismo, ya que consideraba que había tomado una muy buena decisión. — Emmanuel, hijo, prométeme que cuidarás de Rosaura; estarás con ella hasta las últimas instancias. — Papá… — Promételo, hijo, por la memoria de este viejo enfermo, si faltó, tú velarás por tu esposa.
Capítulo 4. Negación. Emmanuel intenta mediar con ella de todas las maneras posibles. — Si no me haces caso, te vas a morir, no hay emergencia y no pienso permitir que te mueras, te he prohibido morirte de esta manera…— Emmanuel nota la herida en su piel, ella tiembla, está muy fría y su mirada delira débil.—Estás herida, siéntate sin hacer un berrinche, te vas a tomar el té, ¿me escuchaste?— Él la acomoda para que ella lo mire, esa mirada de sus ojos color miel lo distrae. Rosaura se sienta sin darle respuesta y sujeta la taza con dificultad, lo que lleva a Emmanuel a agacharse para ayudarla. Hasta que no se toma hasta la última gota, él no se aleja. Al terminar, la cubre con la cobija y la deja en la cama para buscarle ropa abrigada. Al revisar la ropa de ella, no tiene nada apropiado para el momento; la brisa abrazadora empieza a golpear los vidrios de las ventanas. Están cerca de las montañas, lejos de la ciudad, lo que empeora la situación. Emmanuel saca del armario
Capítulo 5. Cuidados. Su voz débil y ronca es casi audible ante sus súplicas. Emmanuel la toma entre sus brazos y la apoya en el sofá tratando de despertarla. — Abre los ojos, Rosaura, despierta.— Él intenta dándole palmadas en la mejilla hasta que logra que reaccione. — No, me lastimes, no me lastimes…— Emmanuel la sujeta fuerte en sus brazos hasta que se calma. — Contrólate, no me des problemas.— La suelta tomando de la mesa el vaso de agua.— Abre la boca, no te portes como una niña, abre.— Ella le voltea la cara temblorosa.— No me hagas enojar, Rosaura, cuento con poca paciencia, abre. Emmanuel, al notar que se rehúsa la toma de la mandíbula asustándola, lo que la lleva a obedecer a sus órdenes. — ¿Qué haces?— pregunta débil al notar que la empieza a desvestir. — Te bajo la fiebre. Rosaura se conmociona al sentir cómo empieza a frotarla; su cuerpo cansado duele por los golpes de la fría brisa que la azotaba, su cuerpo arde y no puede evitar quejarse.
Capítulo 6. Encerrados. Emmanuel sale del baño dejándola con una pequeña chispa de emoción. Esa manera en la que la cargo en sus brazos ejecutando su fuerza, la manera en la que la expuso desnuda con cada rodilla a cada costado de sus caderas, la hizo sentir inquieta, como la primera vez que estuvieron juntos. No recuerda si tuvo que ver con que él estaba un poco ebrio o por la manera intensa en la que la hizo suya. Lo único en lo que piensa es en esta sensación que él aún causa en ella y creía que había muerto. Ambos toman una ducha en espacios separados. Al terminar, Rosaura sale del baño colocándose una bata y se incorpora nuevamente en la sala, donde nota la ausencia de Emmanuel, lo que la motiva a buscarlo, encontrándolo en la otra habitación, donde se escucha la regadera. Rosaura, aprovechando que él no está presente, se cura el pie y se levanta recogiendo el desastre en el lugar; cambia todo por sábanas limpias y mete a lavar las otras, mientras recoge las muchas cajas
Capítulo 7. Recuerdos culposos. Exhausta y sin fuerzas, Rosaura descansa desnuda sin cubrirse, sobre el pecho de su esposo, quien detalla su sensual figura, mientras los pensamientos lo hacen sumiso a los recuerdos que lo atormentan. Se supone que no la tocaría, se supone que mantendría su distancia con ella, pero siempre termina cayendo ante sus deseos. Ella se lo pone difícil, incluso aparece en sus sueños invadiendo su paz y su tranquilidad. No entiende cómo, aún después de todo, ella logra hacerlo hacer cosas que en el fondo no desea. Se supone que ella es parte de su desgracia; intenta no sentir empatía por ella, sin embargo, se siente atraído por su dulzura. Realmente le hace pensar que es una buena persona; si no hubiera usado trucos y artimañas para someterlo, quizás fuera más dócil con ella. Los recuerdos de Vanessa, su amor de la infancia, su mejor amiga y compañera con la que hizo un pacto y a la que está aferrado ante el dolor que ambos comparten, lo invade. En
Capítulo 8. Rosaura intenta levantarse sin éxito, siendo detenida por Emmanuel, quien toma su brazo, impidiendo que se mueva. — Siéntate—ordena con seriedad. — ¿Hay algo más?—pregunta Rosaura volviendo a su lugar. Sin darle respuesta, Emmanuel se sienta a su lado terminando de vendar su pie, esta vez siendo amable ante los apretones para asegurar la venda. — Buscaré una compresa con hielo, no te muevas. Rosaura lo ve alejarse y su corazón se estruja ante el vacío que le deja. Emmanuel busca la compresa con hielo, notando que la puerta al almacén está abierta. Una idea vaga cruza por su mente, se aproxima a la entrada cerrando la puerta y continúa llevando a Rosaura la compresa que le entrega, prosiguiendo a ir por la cobija que ella le ha colocado para cubrirlo. — Cúbrete bien, no hagas tonterías— dice acomodándose del otro lado del sofá. Rosaura no le da respuesta; nota cómo él se acomoda sobre el suelo en un almohadón junto a la chimenea. * El frío es
Capítulo 9. Cercanía. Su llanto es desgarrador; su dolor, ansiedad, desesperación la hace decir cosas que jamás se habría atrevido a decirle antes. — Dios no, no me hagas esto, no puedo sola, no me dejes, Emmanuel, por favor, eres lo único que tengo, por favor, Emmanuel, no me dejes, despierta, mi amor, despierta, por favor, por favor.— Ella, al no recibir respuesta, lo abraza llorando sin poder evitarlo.— No me dejes, tú no, Emmanuel, por favor, te lo ruego, reacciona, reacciona, mi amor, no quiero perderte, por favor…— Rosaura, al ver que no reacciona, lo besa en los labios acariciando sus mejillas con su mano temblorosa.—No voy a dejar que te mueras, no voy a permitirlo, no pienso perderte, no a ti. Rosaura se aleja buscando la linterna y se levanta caminando con dificultad; se queja de su dolor, incluso se detiene por un instante notando que la venda está muy ajustada. Ella se agacha sin notar que Emmanuel está despierto; ella se empieza a quitar la venda aguantando el
Capítulo 10. Acercamiento. Rosaura lo escucha gruñir sintiendo esa ráfaga de emociones desbordadas. Cada movimiento involuntario es más intenso; ella se mueve para él, sintiendo su opresión traviesa en el agarre en su trasero, moviéndola a su ritmo, lo que los lleva a un ritmo constante, excitante y divertido, que se une a esa sensación juguetona de sus lenguas moviéndose en un intenso beso. Emmanuel la acorrala, su mano derecha en su trasero, mientras que con su mano izquierda sostiene su nuca, apoyando sus suaves labios sobre los de él, robando por completo su aliento. La hace chillar, un sonido ahogado intentando encontrar la estabilidad. — Siento que me voy a orinar.— Exclama con voz ronca, intentando cobrar el aliento—. ¡Oh Dios! —Suéltame, me orinaré sobre ti…— Sus súplicas no son escuchadas; él empieza a tocar con su pulgar, acelerando sus movimientos que la enloquecen.— ¡Dios! No, ¡Oh Dios!— Rosaura apoya sus labios sobre los de Emmanuel y con ambas manos sujeta sus