Capítulo 1.
Desolación. *Flashback* Meses después. En la habitación de un hospital, Rosaura despierta sintiéndose cansada y muy adolorida. Está desconcertada por lo sucedido mientras observa en silencio a un hombre vendar su pierna y a una mujer insertar medicamentos por una vía en su brazo hinchado. — Está despierta…—exclama la enfermera, llamando la atención de su jefe. — Señora Swift, ¿puede oírme?— Rosaura asiente un poco perturbada. — Señora Rosaura Swift, soy el doctor Alberto Fronx del hospital norte, usted ha sufrido un accidente, ¿puede recordarlo? Rosaura se siente un poco desorientada, pero cae en cuenta de inmediato. — ¿Un accidente? Doctor, ¿mi bebé? ¿Cómo está mi bebé, doctor? El hombre confirma que sabe sobre el embarazo y que no está tan perdida como imaginaba. —Su bebé está fuera de peligro, logramos salvarlos a ambos, usted ha sufrido varias lecciones…—Una enfermera llega para dar una información, interrumpiendo las explicaciones del doctor. — Disculpe, señor, afuera hay un hombre que asegura ser el esposo de la señora, dice que se llama Emmanuel Maglot. Al escuchar su nombre, Rosaura empieza a temblar, teme por la vida de su bebé, lo que la pone ansiosa. — ¿Lo conoce, señora Swift? —¿Puede confirmar que es su esposo?— Rosaura empieza a llorar descontrolada. — Doctor, necesito su ayuda, debe ayudarme, le pido por favor que no le diga nada del bebé, se lo ruego, él no quería ser padre, yo…yo voy a divorciarme. Le pido que si él le pregunta, dígale que el bebé murió, por favor, dígale,doctor, que perdí a mi bebé… *Fin del flashback. *Meses antes. Era una fría noche de invierno; la fuerte brisa sacudía los ventanales, haciendo rechinar los vidrios que apuntan a romperse como el cálido y débil corazón de Rosaura. En este instante se ve sola y afligida en estas cuatro paredes tormentosas de su habitación; las luces apagadas le permiten ver con más claridad hacia la entrada con los ojos empañados de lágrimas en la espera de su esposo, anhelando su regreso. Ella está ahí, abrazada a sus piernas sobre el sofá junto a la ventana; la fría noche eriza su cuerpo cansado de tanto ordenar su hogar, ansiosa por ocupar su mente de los pensamientos que la abundan. Esta noche se cumplen 2 años de matrimonio con su esposo, el gran y prestigioso Emmanuel Maglot, el hijo del gran adinerado alcalde Rubén Maglot. Quien llegó a la vida de Rosaura al ella convertirse en el método de pago de una deuda pendiente de su padre, Andrés Swift, fue su mejor amigo y el padrino de Rosaura, Rubén Maglot, con la finalidad de convertirla en la esposa de su único hijo, lo que se suponía que sería la liberación para la vida de Rosaura de la opresión de su padre, una liberación que trae felicidad para unos y tragedia a la vida de Rosaura. Ella siempre había amado a Emmanuel en silencio desde que era una adolescente, pero su esposo creía que todo eso era una conspiración de la familia Swift, una más de las interminables maniobras de control de su padre sobre él. Por eso en su matrimonio siempre despreciaba y amenazaba a su esposa, tratándola como a otra sirvienta de la casa. Rosaura se vio obligada a enfrentar los severos abusos de su familia política, siendo devorada por las tareas domésticas que no dejaban espacio para nada más. Rosaura, con el corazón ardiendo de dolor, se levanta del sofá y va hacia el comedor, donde está la mesa puesta e intacta como la ha ordenado para esta noche, dudando si debería recalentar todo para su esposo, que probablemente no volvería a casa. Las órdenes de Emmanuel eran claras: “Independientemente de si vuelvo o no, mi comida debe estar caliente, fresca y deliciosa”. Requisitos tan irracionales como este Rosaura los había cumplido estrictamente hasta el día de hoy. En esta Nochebuena, todos, excepto ella, celebran felices en la mansión Maglot, ya que entre los invitados se encuentra el amor de la vida de su esposo, la talentosa modelo y actriz profesional de la industria del entretenimiento italiano, Vanessa Fontier. Su belleza y talento hacían que todos se deslumbraran con su presencia, opacando la poca atención que Emmanuel le dedica a Rosaura. A solo un mes de haberse casado, la aparición de Vanessa hizo que Emmanuel se volviera loco nuevamente por ella. Llevando a Emmanuel a anhelar el día en que su contrato termine, ya que la condición más importante de su contrato no se ha cumplido: la promesa de un heredero ha quedado vacía, ya que él y Rosaura han estado íntimamente solo en tres ocasiones, la noche de su boda y en dos ocasiones más en las que él ha llegado ebrio. Sin embargo, a pesar de sus intentos, Emmanuel se aseguraba de que ella tomara la píldora anticonceptiva de emergencia para evitar que quedara embarazada. Ella había intentado rechazarlo, pero su esposo simplemente le apretaba el mentón con fuerza y, con tonos fríos y llenos de odio, la colmaba con palabras hirientes: “Tú jamás serás digna de llevar a mi heredero; Vanessa es la única mujer que merece llevar un hijo mío en su vientre”. Los recuerdos para Rosaura son como puñales afilados que se incrustan en su corazón. Con dolor recoge la mesa y guarda la comida, volviendo a su habitación para tomar una ducha; necesita borrar las huellas de sus lágrimas. Una Navidad más lejos de su familia en Orlando, una Navidad más sola, extrañando el olor del tibio chocolate que su nana hacía para ella y que ahora quizás lo hace para la nueva familia de su padre, ya que ella ha pasado al olvido para él. Cada una de las personas que tenía a su lado la han abandonado; ella se encuentra sola en el mundo, siendo siempre rechazada, nunca amada. Las gotas de agua no pueden aliviar su dolor. Sale de la ducha para cambiarse, acomodándose en la cama para juntarse crema en el cuerpo, ajena a la llegada de su esposo, quien llama su atención ante sus pocos movimientos hacia ella. — Joven…—expresa tra Tanto de cubrir su hermoso cuerpo con su cabello mientras le baja la cabeza temblorosa.— Lo siento, no lo escuché llegar.Capítulo 2. Despedida. Emmanuel la observa en silencio, tiene algunos minutos buscándola e incluso detallándola mientras se juntaba crema. — ¿Qué te dije sobre el seguro de la puerta después de las 12 am?— Su tono calmado pero arrogante la pone nerviosa. — Lo lamento, yo…lo esperaba.— Emmanuel deja caer una caja al suelo y ella de inmediato se mueve hacia él. Obediente recoge la caja y la coloca sobre su mesita, luego vuelve hacia él, lo ayuda a quitar su abrigo y lo cuelga, volviendo a su encuentro para ayudarle a quitar los zapatos, una costumbre que solía hacer con su padre y que ahora lo ejecuta con él. — ¿Ha comido? —¿Desea que le prepare algo de comer?—pregunta mirándolo con esa mirada tierna que la caracteriza. — No, ya cené; en la caja hay un regalo para ti.— Al decir esas palabras, ella levanta su mirada, encontrando la de él, y sonríe ligeramente. — Gracias, yo…No lo esperaba. — No te lo compré yo—exclama moviéndose a su armario. La sonrisa en lo
Capítulo 3. Intuición. De camino al aeropuerto, Emmanuel siente una presión en su pecho; su mundo colapsa ante él y el recuerdo de Rosaura minutos antes de su partida lo tiene tenso. V: ¿Dónde estás, cariño? Está helando, me voy a congelar. V: Emmanuel, cariño, dijeron que habrá una tormenta de nieve; debes darte prisa,cariño, o no podremos viajar. Los mensajes de Vanessa lo detienen; por un instante piensa en su padre y una imagen de una persona en el camino lo hace frenar de golpe, llevándolo a un recuerdo de sus últimos momentos con su padre. *Flashback. — ¡Que vivan los novios! Su padre, quien se sentía feliz y orgulloso de ellos, le aplaudía con emoción, obligando a todos a hacer lo mismo, ya que consideraba que había tomado una muy buena decisión. — Emmanuel, hijo, prométeme que cuidarás de Rosaura; estarás con ella hasta las últimas instancias. — Papá… — Promételo, hijo, por la memoria de este viejo enfermo, si faltó, tú velarás por tu esposa.
Capítulo 4. Negación. Emmanuel intenta mediar con ella de todas las maneras posibles. — Si no me haces caso, te vas a morir, no hay emergencia y no pienso permitir que te mueras, te he prohibido morirte de esta manera…— Emmanuel nota la herida en su piel, ella tiembla, está muy fría y su mirada delira débil.—Estás herida, siéntate sin hacer un berrinche, te vas a tomar el té, ¿me escuchaste?— Él la acomoda para que ella lo mire, esa mirada de sus ojos color miel lo distrae. Rosaura se sienta sin darle respuesta y sujeta la taza con dificultad, lo que lleva a Emmanuel a agacharse para ayudarla. Hasta que no se toma hasta la última gota, él no se aleja. Al terminar, la cubre con la cobija y la deja en la cama para buscarle ropa abrigada. Al revisar la ropa de ella, no tiene nada apropiado para el momento; la brisa abrazadora empieza a golpear los vidrios de las ventanas. Están cerca de las montañas, lejos de la ciudad, lo que empeora la situación. Emmanuel saca del armario
Capítulo 5. Cuidados. Su voz débil y ronca es casi audible ante sus súplicas. Emmanuel la toma entre sus brazos y la apoya en el sofá tratando de despertarla. — Abre los ojos, Rosaura, despierta.— Él intenta dándole palmadas en la mejilla hasta que logra que reaccione. — No, me lastimes, no me lastimes…— Emmanuel la sujeta fuerte en sus brazos hasta que se calma. — Contrólate, no me des problemas.— La suelta tomando de la mesa el vaso de agua.— Abre la boca, no te portes como una niña, abre.— Ella le voltea la cara temblorosa.— No me hagas enojar, Rosaura, cuento con poca paciencia, abre. Emmanuel, al notar que se rehúsa la toma de la mandíbula asustándola, lo que la lleva a obedecer a sus órdenes. — ¿Qué haces?— pregunta débil al notar que la empieza a desvestir. — Te bajo la fiebre. Rosaura se conmociona al sentir cómo empieza a frotarla; su cuerpo cansado duele por los golpes de la fría brisa que la azotaba, su cuerpo arde y no puede evitar quejarse.
Capítulo 6. Encerrados. Emmanuel sale del baño dejándola con una pequeña chispa de emoción. Esa manera en la que la cargo en sus brazos ejecutando su fuerza, la manera en la que la expuso desnuda con cada rodilla a cada costado de sus caderas, la hizo sentir inquieta, como la primera vez que estuvieron juntos. No recuerda si tuvo que ver con que él estaba un poco ebrio o por la manera intensa en la que la hizo suya. Lo único en lo que piensa es en esta sensación que él aún causa en ella y creía que había muerto. Ambos toman una ducha en espacios separados. Al terminar, Rosaura sale del baño colocándose una bata y se incorpora nuevamente en la sala, donde nota la ausencia de Emmanuel, lo que la motiva a buscarlo, encontrándolo en la otra habitación, donde se escucha la regadera. Rosaura, aprovechando que él no está presente, se cura el pie y se levanta recogiendo el desastre en el lugar; cambia todo por sábanas limpias y mete a lavar las otras, mientras recoge las muchas cajas
Capítulo 7. Recuerdos culposos. Exhausta y sin fuerzas, Rosaura descansa desnuda sin cubrirse, sobre el pecho de su esposo, quien detalla su sensual figura, mientras los pensamientos lo hacen sumiso a los recuerdos que lo atormentan. Se supone que no la tocaría, se supone que mantendría su distancia con ella, pero siempre termina cayendo ante sus deseos. Ella se lo pone difícil, incluso aparece en sus sueños invadiendo su paz y su tranquilidad. No entiende cómo, aún después de todo, ella logra hacerlo hacer cosas que en el fondo no desea. Se supone que ella es parte de su desgracia; intenta no sentir empatía por ella, sin embargo, se siente atraído por su dulzura. Realmente le hace pensar que es una buena persona; si no hubiera usado trucos y artimañas para someterlo, quizás fuera más dócil con ella. Los recuerdos de Vanessa, su amor de la infancia, su mejor amiga y compañera con la que hizo un pacto y a la que está aferrado ante el dolor que ambos comparten, lo invade. En
Capítulo 8. Rosaura intenta levantarse sin éxito, siendo detenida por Emmanuel, quien toma su brazo, impidiendo que se mueva. — Siéntate—ordena con seriedad. — ¿Hay algo más?—pregunta Rosaura volviendo a su lugar. Sin darle respuesta, Emmanuel se sienta a su lado terminando de vendar su pie, esta vez siendo amable ante los apretones para asegurar la venda. — Buscaré una compresa con hielo, no te muevas. Rosaura lo ve alejarse y su corazón se estruja ante el vacío que le deja. Emmanuel busca la compresa con hielo, notando que la puerta al almacén está abierta. Una idea vaga cruza por su mente, se aproxima a la entrada cerrando la puerta y continúa llevando a Rosaura la compresa que le entrega, prosiguiendo a ir por la cobija que ella le ha colocado para cubrirlo. — Cúbrete bien, no hagas tonterías— dice acomodándose del otro lado del sofá. Rosaura no le da respuesta; nota cómo él se acomoda sobre el suelo en un almohadón junto a la chimenea. * El frío es
Capítulo 9. Cercanía. Su llanto es desgarrador; su dolor, ansiedad, desesperación la hace decir cosas que jamás se habría atrevido a decirle antes. — Dios no, no me hagas esto, no puedo sola, no me dejes, Emmanuel, por favor, eres lo único que tengo, por favor, Emmanuel, no me dejes, despierta, mi amor, despierta, por favor, por favor.— Ella, al no recibir respuesta, lo abraza llorando sin poder evitarlo.— No me dejes, tú no, Emmanuel, por favor, te lo ruego, reacciona, reacciona, mi amor, no quiero perderte, por favor…— Rosaura, al ver que no reacciona, lo besa en los labios acariciando sus mejillas con su mano temblorosa.—No voy a dejar que te mueras, no voy a permitirlo, no pienso perderte, no a ti. Rosaura se aleja buscando la linterna y se levanta caminando con dificultad; se queja de su dolor, incluso se detiene por un instante notando que la venda está muy ajustada. Ella se agacha sin notar que Emmanuel está despierto; ella se empieza a quitar la venda aguantando el