Capitulo 3. Intuición.

Capítulo 3.

Intuición.

De camino al aeropuerto, Emmanuel siente una presión en su pecho; su mundo colapsa ante él y el recuerdo de Rosaura minutos antes de su partida lo tiene tenso.

V: ¿Dónde estás, cariño? Está helando, me voy a congelar.

V: Emmanuel, cariño, dijeron que habrá una tormenta de nieve; debes darte prisa,cariño, o no podremos viajar.

Los mensajes de Vanessa lo detienen; por un instante piensa en su padre y una imagen de una persona en el camino lo hace frenar de golpe, llevándolo a un recuerdo de sus últimos momentos con su padre.

*Flashback.

— ¡Que vivan los novios!

Su padre, quien se sentía feliz y orgulloso de ellos, le aplaudía con emoción, obligando a todos a hacer lo mismo, ya que consideraba que había tomado una muy buena decisión.

— Emmanuel, hijo, prométeme que cuidarás de Rosaura; estarás con ella hasta las últimas instancias.

— Papá…

— Promételo, hijo, por la memoria de este viejo enfermo, si faltó, tú velarás por tu esposa.

— Te lo prometo, papá.

*Fin del flashback.

Emmanuel piensa un instante en las palabras que le dijo antes de marcharse y, sin poder evitarlo, da vuelta a la casa; una sensación en su pecho lo hace acelerar. En cuanto Emmanuel llega a la casa, nota que la puerta sigue abierta tal cual como la dejó. Se baja del auto y camina apresurado adentrándose a la casa.

— Rosaura…— llama sin recibir respuesta—. Rosaura, ven aquí…— La busca en la habitación, notando que no está—. ROSAURA.

El ruido de las ventanas rechinando lo hace mirar al exterior; su mente se nubla y de inmediato baja, saliendo a la entrada, donde nota unas huellas sobre la nieve. Emmanuel regresa a la casa por una linterna y una manta y vuelve al exterior en su búsqueda, siguiendo las huellas que ella ha dejado y que el viento insiste en cubrir.

Adentrándose en al bosque, él la llama, pero no recibe respuesta. Su cuerpo empieza a entumecerse por el frío de la noche; pensando en que ella solo tenía una bata de seda cubriendo su cuerpo desnudo, Emmanuel apresura su búsqueda, trata de encontrarla, pero las huellas son cubiertas por la tormenta. Perdido y sin rumbo, enfoca la linterna a su alrededor, notando una mancha de sangre que proviene de su derecha. Él camina en pasos cortos, notando su fino cabello lleno de pomos de nieve que intentan cubrirlo.

La halla casi desnuda e inconsciente sobre el suelo; su corazón da un vuelco al ver sus labios pálidos y su piel fría, la cual teme dañar mientras la cubre con la manta, cargándola en sus brazos para llevarla de vuelta, ignorando las llamadas de Vanessa.

— Rosaura, reacciona, Rosaura, te prohíbo morirte.

— Emmanuel…— dice muy débil.

— Bien, mantente despierta, voy a llevarte a la casa.

— Emmanuel, no me salves— dice débil—. Déjame ir esta vez, quiero que seas feliz…— tose—. Perdóname por meterme entre tú y Vanessa. Su voz cada vez es más débil—. Te amo desde que era una adolescente y pensé que podría hacer que me amaras, pero me equivoqué, lo siento, mi amor, ahora puedes ser libre, déjame aquí, déjame ir.— Dice débil, perdiendo el conocimiento.

— No hables, Rosaura…— Ella pierde el conocimiento por completo.— ¿Rosaura? ¡Joder!

En estos momentos, lo único en que piensa Emmanuel es en llegar a la casa. El frío abrazado lo debilita, incluso lo hace caer de rodillas y, con esa misma fuerza con la que lo golpea la tormenta de nieve, se levanta tratando de llevarla adentro. La tormenta ha empezado y Emmanuel logra entrar a la casa antes de que la puerta se azote por la fuerza del viento.

— Rosaura.— Llama acomodándola sobre el sofá, le mide el pulso, pero está muy débil y ella no reacciona.

Con la misma energía, Emmanuel la lleva de vuelta a la habitación y, al dejarla sobre la cama, se mueve al baño y coloca el jacuzzi a llenar con agua caliente a media temperatura y vuelve con ella despojándola de los trapos que la cubren. Desnuda frente a él, la toma en sus brazos y la lleva a la tina, donde la intenta bañar, tratando de que recupere la temperatura. Le vierte agua desde la cabeza, mientras busca en internet maneras de mantenerla con vida, ya que emergencias no responde por el colapso de llamadas que hay.

Emmanuel se vuelve loco cuando lee las indicaciones de internet donde aclaran que no debe darle un baño. La saca rápidamente y la sube a la cama secándola con frenesí. Al ver que su pulso es muy débil, Emmanuel empieza a ejecutar la técnica de RCP; le da pulsaciones con las manos sobre su pecho y la besa. Sus labios se rozan: los de él, cálidos; los de ella, fríos; nada parecido a sus dulces labios que había besado antes. Le pasa aliento intentando que ella reaccione.

— Vamos, Rosaura, aún no puedes dejarme, me debes mucho, mujer.— Emmanuel lo repite dos veces más hasta que la escucha toser e intentar tomar aire.— Tranquila, tranquila…— Emmanuel la cubre con una manta entre sus brazos y la frota mientras ella lo sostiene con su mano derecha del mango de su camisa.

— ¿Por qué?— pregunta débil, casi audible entre lágrimas—. ¿Por qué?— pregunta temblorosa.

— Cálmate, deja de llorar, quédate en la cama, iré por un té.

Ella se queda llorando sin comprender, ¿por qué la ha salvado? Era una salida, ya había sentido el cálido abrazar de la muerte, ¿para qué traerla de vuelta? ¿No se supone que la odia?

Emmanuel se detiene apoyando sus manos sobre el mesón. ¿Qué está haciendo? Vanessa no deja de llamar y él no piensa en nada más que preparar el té. En su mente aún intenta darle respuesta a la pregunta de su esposa; su mente se bloquea y se escuda detrás de la promesa que le hizo a su padre. Al tener el té, Emmanuel vuelve con ella, notándola acostada sobre la cama, abrazada a sus piernas como una niña asustada.

— Rosaura, tómate el té.— Ella niega, temblorosa.

Ella está muy asustada y temblorosa; él intenta sujetarla y ella se niega.

— Déjame sola, vete, no quiero que me ayudes, no quiero deberte nada, déjame morir, déjame morir…

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