«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía». Vladímir Nobocov.
Cuenca, Ecuador.
—¡Qué hermosa te ves! —exclamó Elsa, la madre de Lola.
María Dolores, enfundada en un sencillo vestido de novia, apretó sus labios en una fina línea, se sentía muy presionada por esa boda. Aunque era cierto, el atuendo no le quedaba mal, su mirada no brillaba, no estaba segura de dar el siguiente paso, pensó por unos instantes en convertirse en una novia fugitiva.
—Mamá, tengo miedo —confesó la joven con un tono de voz tembloroso.
—No temas, Ricky es un buen hombre, estoy convencida de que serán muy felices—. La consolaba Elsa, con un tono de culpa.
—Pero... pero… Yo no lo amo —respondió María Dolores con mucha inquietud—. Se observó una vez más ante el cristal. Se encogió de hombros, opuso y continuó.
—Mamá, tú eres lo más importante que tengo, soy consciente que tenemos muchas deudas, y que nos pueden quitar la casa, pero este matrimonio arreglado, no me convence. La joven cruzó los brazos hacia su madre.
—Lolita, el amor nace con la convivencia. —Elsa le dedicó una seria mirada, y empezó a persuadirla—. Cuando yo me casé con tu padre, casi era un desconocido para mí; sin embargo, era un buen hombre, muy trabajador, y excelente proveedor del hogar, jamás nos faltó nada —declaró—, fuiste testigo de lo mucho que nos amábamos, y lo felices que fuimos tantos años, nos enamoramos al convivir —explicó—. Debes ser una buena esposa, siempre complacer a tu marido, él es el jefe de la casa, y merece respeto, atiéndelo muy bien, tanto en la cama, como en las cosas del hogar —recomendó.
María Dolores frunció el ceño, y liberó un largo suspiro.
—¿Mi papá te hizo sentir el revoloteo de las mariposas en el estómago? —indagó. —¿Cuándo lo veías, tu mirada se iluminaba, y tu corazón amenazaba con salirse del pecho?
Elsa bufó, y negó con la cabeza.
—No puedo creer que, a estas alturas, sigas soñando con esas estupideces —recriminó—. Ya tienes treinta y cuatro años, madura —sugirió—. La madre la observó de vuelta en el espejo, Lola tenía caderas anchas, muslos gruesos, algo de grasa abdominal. Su rostro ovalado había perdido su forma, producto del aumento de peso, de los años. Elsa, pensaba que, con esa condición tan ordinaria que se veía su hija, tenía mucha suerte al casarse con un hombre de buena posición. ¿Qué más podía pedir? —. Vas a ver que en un mes estás muy enamorada de Ricardo —sentenció.
La ceremonia se efectuó con normalidad. Horas más tarde esa unión fue consumada. Al día siguiente tomaron el vuelo a New York. Lola conoció a la pequeña Emma. De inmediato entre ambas hubo una conexión especial; sin embargo, al mes de casada, aún no sentía el revoloteo de las mariposas, ni todo eso que ella percibía en sueños. Aunque ya había experimentado su primer orgasmo, eso fue solo sexo, a pesar de todo, seguía al pie de la letra las recomendaciones de su madre: complacer al marido, pero no era eso lo que Lola siempre anheló, así que no tuvo otra alternativa que resignarse a vivir sin conocer el verdadero amor. Desde entonces se dedicaba por completo al cuidado de su hijastra: la pequeña Emma. Su único interés en ese matrimonio, ya no tenía nada que ver con su marido, sino con el deseo de que la niña creciera feliz.
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New York, Estados Unidos.
En uno de los imponentes edificios de Manhattan, el grito lleno de horror de una mujer retumbó en los muros.
—¡No lo hagas Alex! —exclamó horrorizada Jacqueline.
Alejandro Vidal apretaba con furia el cuello de su mejor amigo: Vladímir. El rostro apacible y sereno del joven se había transformado en el de una bestia. Algunas gotas de sudor bajaban por la frente, bañando su blanca pie. Su azulada mirada estaba turbia, varios rizos de su rubio cabello se agitaban sobre su frente. Con las pupilas dilatadas observaba como el rostro de aquel infeliz se tornaba púrpura. Estaba a punto de acabar con la vida de ese ingrato, pero un leve resquicio de su conciencia, le hizo recordar que no era un asesino, y que no valía la pena pasar sus días en prisión a causa de esa traición, enseguida Alex soltó a su rival.
Vladímir tosió intentando recuperar su respiración. Jacqueline corrió hacía él a prestarle ayuda.
Alex mantenía sus manos en la cabeza, apenas dándose cuenta de lo que estuvo a punto de hacer.
—¡Lárguense! —bramó, observándolos a ambos con la mirada llena de ira, y decepción.
—Por supuesto que nos vamos —dijo la rubia de ojos azules y cuerpo escultural—. Me tenías cansada con tu aburrida manera de ser: El señor perfecto, atento, caballero —bufó aún envuelta en las sábanas—. A las mujeres nos encanta el sexo duro, nos fascina que nos sometan —recalcó—, y contigo no tengo nada de eso, en cambio, Vladímir me da lo que me gusta.
Alex apretó sus dientes, su mandíbula se tensó, negó con la cabeza.
—Eres la mujer más falsa que he conocido, tiraste a la basura, cuatro años de romance, estábamos a días de casarnos, y preferiste revolcarte con otro —masculló señalando con su mano a su ex mejor amigo, quién permanecía en el suelo agarrándose el cuello—. Este que jamás toma a una mujer en serio, que se burla de todas —gruñó—, me cambiaste por él, yo que te he entregado mi alma, y mi vida por completo —declaró sintiendo como su corazón se rompía en miles de pedazos.
Jacqueline carcajeó al escucharlo.
—Te amaba, no lo voy a negar, pero me aburriste —declaró—, eso de las flores, chocolates, y demás son cosas del siglo pasado.
Alex bufó, la garganta se le secó al escucharla.
—¿Amor? —cuestionó resoplando—. Tú no sabes lo que significa ese sentimiento —masculló tensando todos los músculos de su rostro. —¡DESAPARECE DE MI VIDA! —gritó. Sin importarle que la chica estaba sin ropa, tan solo cubierta con la sábana, la sacó a la fuerza del apartamento, y luego miró con profundo rencor a Vladímir, quién asustado recogió a prisa sus prendas y salió despavorido.
El joven Vidal aseguró la puerta y se dejó caer al piso. Mientras Jacqueline suplicaba porque le abriera para tomar su ropa, él desahogaba el dolor de la traición, lanzando y rompiendo todo lo que tenía a su alcance. Aquel día juró que dejaría ser un caballero y se convertiría un patán, pues para Alejandro, había quedado claro que las mujeres no amaban a los hombres caballerosos y atentos como él, y que mientras más las hacían sufrir más enamoradas estaban del villano.
A sus veinte y cuatro años su corazón se volvió de piedra, y desde ese entonces decidió acercarse a las damas para satisfacer sus deseos carnales, ya no creía en el amor, ni en nada que se le parezca.
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Queridos lectores esta historia es secuencia de Si me ves llorar por ti, espero lo disfruten, le den mucho cariño, dejando reseñas, recomendando la historia. Gracias.
Les dejo el orden de los libros de la Serie Romance.
Un contrato por amor
Déjame decir que te amo
La esposa infiel
Vuelve a ser mía, este libro apenas subí la introducción, y espero también lo vayan a leer.
Si me ves llorar por ti
Señora Bonita.
Los libros de la Saga Duque son:
Un café para el Duque.
Hoy te vuelvo a enamorar.
Saga Dulce Adicción:
Un novio para mamá, escrito en coautoria con Xinova Escritora.
Vendedora de caricias, escrito también con Xinova Escritora, y lo pueden leer en el perfil de ella.
No pertenece a ninguna serie: El color de la venganza.
Espero los hayan leído o los lean y dejen sus reseñas.
Síganme en redes sociales: Novelas románticas Angellyna Merida.
«Cuando yo nací, ella ya arrancaba suspiros, y andaba en distintos caminos buscando el amor» Axel. New York, Estados Unidos. Cinco años después. Una fuerte lluvia azotaba las calles de New York, las gotas de agua bañaban los ventanales de la casa de Lola, aquella triste mañana de invierno. Gruesas lágrimas caían por el rostro de María Dolores, contemplaba frente al espejo aquel moretón que el puño de su esposo dejó sobre su pómulo como regalo de aniversario. Un nudo se le formó en el estómago a aquella mujer que estaba por cumplir treinta y nueve años, y que cinco de ellos se esfumaron en el aire. En ese tiempo de matrimonio, lo único que había conseguido eran: humillaciones, maltrat
«...No fue fácil para ella ver que el mundo no era como lo soñó. Conocer el amargo sabor del sufrimiento...» Axel.Días después.Alex Vidal no veía la hora de terminar con aquella junta, esa noche se festejaba el cumpleaños de sus hermanas gemelas, y él no había tenido tiempo de comprarle un regalo.A sus veinte y ocho años, era el director general del grupo hotelero Vidal Espinoza y asociados, una de las cadenas de hoteles más importantes de América.Solicitó unos minutos de receso, se dirigió a su despacho, se quitó el impecable blazer y luego sacó una botella de agua del refrigerador. Bebió varios sorbos mientras buscaba en su agenda el número de teléfono de la floristería en la cual semanas antes,
«...Señora de las cuatro décadas, permítame descubrir, que hay detrás de esos hilos de plata, y esa grasa abdominal, que los aeróbicos no saben quitar...» Ricardo Arjona.Lola cuando el ascensor llegó a la planta baja salió como alma que lleva el diablo, resopló al ver que el guardia de la entrada principal, no estaba.—Lo que me faltaba —gruñó intentando normalizar su respiración. —¿En dónde se habrá metido este sujeto? —susurró, y empezó a caminar por uno de los pasillos del lobby.De pronto escuchó voces:«No debe tardar en salir, la mujer que contratamos acaba de informar que ya están por bajar; tengan todo listo para el secuestro, pediremos una gran suma por el rescate del jefe»El corazón de Lola em
«Junto a ti no existe el tiempo, me acaricias al hablar. Te encontre justo el momento, en que tenias que llegar. Hace tanto que te espero. No te lo voy a negar» Patricio Arellano.Alex Vidal le contaba a Oliver lo sucedido la noche anterior, omitió lo sucedido con Lola en el elevador.—Valiente, mujer —dijo con asombro—. Otra en su lugar habría huido.La mirada de Alejandro cambió, ladeó los labios al recordarla.—Es diferente.—¿Y cómo es? —indagó con curiosidad el joven. —¿Es bonita?Alex se aclaró la garganta.—Tiene una sonrisa muy linda —comentó y de inmediato cambió el tema para mirar los planos del hotel que estaban po
Lola palideció por completo, sintió sus piernas flaquear, y le faltó la respiración, se recargó en el barandal, y este debido a los años crujió y antes de que ella cayera al piso, los fuertes brazos de Alex la sostuvieron por la cintura.María Dolores se estremeció, inhaló aquel aroma a cedro, y cuero que no podía olvidar. Alex se reflejó en esos profundos pozos negros, la miró con atención, y también recordó el sabor a cereza que tenían los labios de aquella mujer.Lola se separó de inmediato y caminó hasta la sala.—Lo que usted me dice, debe ser un error —comentó—. Yo recibí esta casa como parte de una herencia, mi esposo no tenía derecho sobre esta propiedad.Alex buscó en su correo el contrato de compr
Al día siguiente, Lola no había podido conciliar el sueño, su principal preocupación: la salud y la seguridad de Emma. Sus ojos estaban enrojecidos en hinchados, lo que ganaba en la floristería no le alcanzaría para pagar una renta, en Estados Unidos era demasiado costoso. Sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados, ni tampoco iba a esperar que Alex se hiciera cargo de ambas, así que se puso de pie y se metió a la ducha, luego de unos minutos salió envuelta en una bata, salió descalza en busca de la lavandería, necesitaba poner a lavar sus prendas y las de Emma, no tenían que más ponerse. Al no encontrar el lugar, empezó a tocar cada una de las puertas de las alcobas para preguntarle a Alex, entonces antes de tocar la madera de una, un quejido escuchó de una de las habitaciones, supo que ahí era, y que el joven se encontraba adolorido. Entonces tocó tres veces.
María Dolores negó con la cabeza, y se aclaró la garganta. —Deme unos minutos, y alístense, lo voy a llevar a conocer un lugar —informó. Alex elevó ambas cejas, y asintió. —¿Qué sitio es? —indagó con curiosidad. —Es una sorpresa. —Sonrió Lola, con esa particular forma que tenía que hacerlo, tan espontánea, y natural. Se puso de pie y se dirigió a la alcoba. Emma se encontraba en la terraza de la habitación, Lola contempló a su hija y notó en la mirada de la niña: paz, esa que no tenían desde hacía mucho tiempo. —¿Cómo te sientes, cariño? —indagó con dulzura, le acarició la mejilla. —Tranquila —contestó, y siguió mirando la ciudad—. Todo se ve hermoso desde aquí. —Así es —respondió Lola—, hay una vista impresionante, pero te te
Al día siguiente, Emma y Lola se colocaban la ropa nueva que habían adquirido la noche anterior en el centro comercial. Esa había sido la atracción a la que Alex se refería, él sabía bien, que no había mayor placer para las mujeres que ir de compras, y aunque Lola, no quiso aceptar que él gastara en ellas; sin embargo, cuando notó la mirada iluminada de su hija accedió. En aquella tiendas las habían tratado como a unas reinas, la asesora que le tocó a Lola, le hizo caer en cuenta que no estaba gorda como le repetía Ricardo, si bien era cierto que poseía unos kilos de más, con la ropa que le recomendó se logró resaltar sus curvas, en especial su estrecha cintura. Lola suspiró frente al espejo, ese día se colocó unos pantalones de mezclilla de bas