Alex abrió la puerta de la suite presidencial en uno de los lujosos hoteles que pertenecía a su empresa. Enseguida cargó a Lolita en sus brazos. —¡Estás loco! —se quejó ella—, te va a salir una hernia. Alex bufó. —Tengo la suficiente fuerza —afirmó y con la punta del pie empujó la puerta, y condujo a su esposa dentro de la suite. Lolita observó maravillada la decoración. Había varios arreglos con los girasoles que tanto le gustaban, pétalos de rosas en el piso, las luces tenue enmarcaban el ambiente en una atmosfera romántica. —Es maravilloso —comentó y se aferró al cuello de su esposo. —Te mereces eso y más —respondió él y la llevó a la alcoba, en donde una gran cama King los esperaba. Alex colocó con suavidad y cuidado a Lolita sobre el lecho, con delicadeza le quitó los zapatos y besó su empeine. María Dolores se mordió los labios. —Eres maravilloso —expresó—, pero esta noche quiero sorprenderte. —Guiñó un ojo. Alex elevó una de sus cejas y ladeó sus labios. —Sabes que pu
Alma y Aurora observaban sus vestidos de novia, el gran día había llegado, a la mañana siguiente ambas unirían sus vidas a dos hombres que no amaban, pero que se habían comportado con ellas como unos caballeros, y estaban dispuestos a todo. —¿No has sabido nada de aquel hombre? —cuestionó Alma a su hermana. —No, solo supe que se casó, meses atrás —indicó—, por un momento pensé que no lo haría, pero…—Ya no pienses en él, no vale la pena —recomendó Alma, y suspiró profundo. —Tienes razón —dijo Aurora—, mañana empezaremos una nueva vida. Alma intentó sonreír, y en ese momento su móvil sonó, frunció el ceño y salió de la alcoba. —Hola —saludó. —Buenos días, Alma, soy la madame, y necesito hablar contigo —solicitó. —Señora, yo no tengo nada de que charlar con usted —respondió estremeciéndose. —Es sobre Oliver, por favor, no te quitaré mucho tiempo —expresó—, anota la dirección. Alma inhaló profundo y escribió en un papel, lo pensó muchas veces y luego tomó su bolso y tomó un taxi
Miami Beach – Usa. Alma se encontraba descansando sobre uno de los camastros frente a la piscina de la villa en la cual habitaba, introdujo sus pies en la refrescante agua de la alberca, mientras se ventilaba el rostro con un abanico. Con sus treinta y ocho semanas de embarazo, lo único que deseaba era descansar, cada vez se sentía más agotada, y se comparaba con una foca marina. Colocó los audífonos en su vientre y puso música suave, y de esa forma calmar los movimientos de su bebé, que eran dolorosos para ella. Cerró sus ojos y se quedó dormida. La persona que desde hacía un mes atrás la acompañaba ingresó sin hacer ruido para no despertarla. Suspiró profundo y contempló el angelical y dulce rostro de la chica, notó como su vientre se movía, y sonrió, entonces sin poder evitarlo colocó su mano en ese lugar, en donde parecía verse un pequeño pie. Alma abrió sus ojos, y su mirada se reflejó en la de él. —Parece que hoy amaneció muy inquieto —expuso. Ella sonrió y acarició su pr
Un par de segundos después el dolor volvió y con eso se anunciaba la llegada de la niña, y tal como lo hizo para traer al mundo al pequeño, Lolita pujó con todas sus fuerzas, siempre apoyada por las palabras dulces de su esposo. Entonces de nuevo un dulce llanto se hizo escuchar. Lolita dejó caer su cuerpo lazo sobre el pecho de su esposo, y cuando tuvo a su hija en el regazo, ambos volvieron a sentir esa infinita emoción que no lograban expresar con palabras. —Es divina —dijo Alex acariciando a la niña—, igual de hermosa que tú. Lolita la miró conmovida, cerró sus ojos y agradeció a Dios por haber traído al mundo a sus hijos como ella lo deseó. —Bienvenida al mundo Sofía Alejandra —murmuró y besó su frente. La pequeña tenía la piel un poco más clara que su hermano, al igual que Esteban los pocos cabellos en su cabeza se mostraban castaños, y el tono de ojos no se lograban distinguir, parecían grises. De inmediato Alex volvió a cortar el cordón de la niña y se la llevaron a r
«Como la luna que alumbra por la noche los caminos. Como las hojas al viento, como el sol espanta el frío. Como la tierra a la lluvia, como el mar que espera el río. Así espero tu regreso a la tierra del olvido» Se escuchaba en las bocinas que retumbaba en el jardín de la mansión Vidal. Los invitados bailaban animados. Lolita sostenía en sus brazos a Esteban y Alex a Sofía, incluían en el baile a los bebés. Don Rodrigo Vidal y su esposa Diana sostenían las manos de Emma y Alexa y bailaban con las niñas. Los esposos Duque: María Paz y Joaquín bailaban abrazados, como si el mundo se hubiera detenido para ellos en ese instante. Sus cinco hijos los filmaban y coreaban la melodía, danzando también. Angélica sostenía a su nieto Oscarito y Francisco bailaba con Norita. Samantha y Óscar danzaban muy acaramelados el tema, y para ellos no existía nadie más. Harry cargaba en sus brazos a Sayer y bailaba junto a su esposa Aurora. Oliver tenía en sus brazos a Lucía, a quien la música la
Cabo San Lucas, BCS, México. Al día siguiente luego de compartir un delicioso desayuno en la terraza de la suite, con la maravillosa vista hacia el mar de Cortes, llamaron a Alba a averiguar por los niños, al saber que todo estaba en orden con sus cuatro hijos; Alejandro y Lolita salieron a disfrutar de la maravillosa playa. Con las manos entrelazadas, sus pies descalzos caminaban por la tibia y blanca arena, entre risas y juegos empezaron a jugar con las olas del mar. Luego de nadar y jugar en el mar, regresaron a la suite, se ducharon y cambiaron de ropa para salir a comer, llegaron a un lujoso restaurante en el noveno piso de un hotel, bebieron vino, comieron sushi, mientras charlaban, las suaves notas de un violín, acompañado del rasgado de cuerdas de un requinto interrumpieron el momento. Lolita se llevó las manos al rostro, emocionada y a la vez impresionada al reconocer que los músicos entonaban de forma magistral: «Nuestro juramento by Julio Jaramillo» —Es increíble —e
Tres años después. —Quedó hermoso —dijo Sofía al mirar el hermoso arreglo floral que su madre preparó, y que ella colaboró. Lolita sonrió y observó alrededor de su floristería, con el corazón henchido de felicidad, suspiró profundo y recordó que gracias a unos girasoles, hoy en día era una mujer feliz, llena de dicha y con una hermosa familia. —¡Mami! —exclamó una dulce voz, era Esteban—, dice mi papá que ya está todo listo —comentó el chiquillo. Lolita miró la hora, y abrió sus ojos con amplitud. —Y ustedes dos, no están listos —expuso—, vamos rápido a bañarse —indicó y de inmediato los tomó de la mano y se dirigió a su casa, que quedaba a pocos metros del lugar donde puso su floristería. Los jardines de su hermosa residencia estaban adornados con globos rosados y azules, había un castillo inflable, y muchos dulces, pues los mellizos cumplían años. —Amor —dijo Alex—, no tardan en llegar los invitados —advirtió. —Lo sé, cariño, pero nos entretuvimos preparando un arregl
«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía». Vladímir Nobocov. Cuenca, Ecuador. —¡Qué hermosa te ves! —exclamó Elsa, la madre de Lola. María Dolores, enfundada en un sencillo vestido de novia, apretó sus labios en una fina línea, se sentía muy presionada por esa boda. Aunque era cierto, el atuendo no le quedaba mal, su mirada no brillaba, no estaba segura de dar el siguiente paso, pensó por unos instantes en convertirse en una novia fugitiva. —Mamá, tengo miedo —confesó la joven con un tono de voz tembloroso. —No temas, Ricky es un buen hombre, estoy convencida de que serán muy felices—. La consolaba Elsa, con un tono de culpa. —Pero... pero… Yo no lo amo —respondió María Dolores con mucha inquietud—. Se observó una vez más ante el cristal. Se encogió d