Capítulo 45

Esa noche hablamos con Adrián, expresándole lo importante que era él en nuestras vidas, tratando de atenuar el daño que pudiera haber ocasionado el rechazo de su madre. El pequeño nos escuchó serio como, si de pronto, hubiera madurado.

- Yo quiero estar con ustedes - informó con timidez - ella no me quiere.

Se me oprimió el corazón por su confesión. ¿Cómo una mujer puede ser feliz sin el más mínimo instinto maternal? Sus ojos cristalizados me dejaron sin palabras.

- Nosotros te amamos y mucho - dije, acariciando su cabello - debes estar feliz por eso.

Asintió y una sonrisa hermosa y tierna apareció en su bello rostro, pero la intranquilidad propia de la edad, dominó sus acciones y comenzó a correr detrás de su mascota.

- Eres un ángel - afirmó mi guardián - y somos bendecidos por tenerte.

La satisfacción era mutua, porque sin ellos la recuperación hubiera sido imposible, adornaban mis días, brindándome energía para la lucha.

Comencé a asistir a los aburridas y largas re
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