Mirándonos a ambos, el detective apenas podía controlar su nerviosismo. - ¿Quién es? - volvió a cuestionar. - Esa no es la pregunta - dije con seguridad - la cuestión es ¿Estará dispuesto por una asesina a arriesgar su carrera y su libertad? Se acomodó en la silla, dando claras señales de inquietud, pero no se atrevía a hablar, finalmente se levantó y expresó con un tono inseguro. - Tengo cosas que hacer, cualquier eventualidad me llaman - y salió con rapidez de la mansión. El rubio me miró con inteligencia. - El mensaje le llegó fuerte y claro - comentó - está consciente de que sabemos su implicación en los hechos. - ¿Y vamos a dejar que salga sin castigo de este problema? - Es que... - dijo - es difícil de probar, pero ya buscaremos la vía de hacerlo. Le di la espalda, pensando en marcharme, pero mi protector alcanzó a tomar mi mano derecha y la besó con ternura. - Te amo, antes de tomar cualquier decisión, piensa en ello. - ¿Sabes lo que más me molesta? Negó
Recostada en la calle, sin importarme la ubicación de mi enemiga y con el cuerpo desmayado y ensangrentado de mi chico en brazos, solo podía gritar desesperada, implorando auxilio. Los guardaespaldas se movían a mi alrededor, tensos, impotentes como guardianes, protegiéndonos y esperando la ambulancia y yo, solo podía pensar con horror, en el ataque y en la protección que mi rubio me había brindado, arriesgando su propia vida, ya estaba cansada del peligro acechante de cada día y de las consecuencias del odio de Isabel hacia mí. Apenas podía pensar con la mente clara en lo que acababa de suceder, mi cerebro solo acompañaba a mi ángel que, sin pensarlo, se había arriesgado por mí. El trayecto hacia el hospital fue difícil y doloroso, cargado de súplicas y recuerdos tristes, no podía perderlo, él era mi vida, el soplo de aire fresco en medio de mis tormentos. Llamé a James, explicándole la situación e implorándole que le dijera a Amara el estado delicado de Jerry. Me partía el cor
Con la respiración acelerada esperaba por las palabras de Isabel. Sabía que era Inevitable el enfrentamiento, no podía dejar que arruinara la vida de la adolescente. - Te mando la dirección. Quiero un millón de dólares y a ti - dijo - no quiero sorpresas ni que tu noviecito se inmiscuya, sola, Elizabet, porque si no, olvídate de tu cuñada, te quiero aquí en una hora. - Allí estaré. Subí a la habitación con rapidez y me cambié de ropa, tratando de buscar la comodidad de los pantalones, para situaciones de emergencia. Esquivé la mirada de los guardaespaldas, evitando los posibles avisos a Jerry. No podía involucrarlo, pues ella había sido directa y clara en su comunicación, debía ir sola, además esta era mi batalla y tenía que luchar sola. Llamé a Alissa, explicándole la situación, aliándola a la misión, pidiéndole que, una hora después de mi partida, le avisara y explicara a mi guardaespaldas de los acontecimientos, brindándole mi ubicación, que obtendría con el localizador.
En el piso del almacén abandonado, pensé que terminarían mis luchas, desaciertos, éxitos, fracasos y rodeé mi cuerpo con mis brazos. ¿Era el final? Quería ver, por última vez al pequeño y a mí ángel, pero en el medio del dolor me sentía feliz. Había librado a los míos de Isabel y su ejército de locos incapaces. Estaba perdiendo mucha sangre. De repente sentí pasos, escuché voces a lo lejos que se convertían para mí, en el estado en que estaba, en susurros apagados. Sentí que me tomaban en brazos, pero no podía precisar qué ocurría a mi alrededor. Las palabras nacían en mi cerebro y morían antes de ser pronunciadas, la noche eterna había llegado. Durante un tiempo me mantuve en ese estado de letargo, por momentos podía registrar conversaciones aisladas, como destellos sin que ni uno solo de mis músculos pudiera moverse, poco a poco comencé a escuchar con mayor claridad, la primera voz familiar que pude oír fue la de mi guardián, manteniendo una conversación con su madre. - Mamá
La miré con profundidad y le pedí a Jerry que nos dejara a solas. Quería saber lo que tenía para decirme. Mi guardián salió a regañadientes del lugar y yo me incorporé en la cama. - Te escucho - dije. - Supe lo de Isabel - comentó - yo te juro que todo fue idea de ella. La apreciaba desesperada, cada cómplice de mi enemiga, al enterarse de su trágico destino, se entregaba, culpándola a ella de ser la autora intelectual de los planes. Samira quería librarse de todas las sospechas, realizando la retirada estratégica. - ¿De verdad piensas que voy a creer que no disfrutaste cada interpretación, cada engaño? - Si te refieres a Jerry - expresó con expresión irónica, ya no parecía tan desvalida - claro que lo disfruté. - ¿A qué viniste? - pregunté con un tono sorprendentemente suave. - A decirte que disfruté cada infidelidad de tu chico, tu expresión cuando nos veías juntos, cuando me acompañaba a las consultas. La interrumpí realizando un gesto con las manos. - Claro, dal
Mirando profundamente a mi rubio, recordé lo posesivo que era con su hermana, realizándole un análisis exhaustivo a los que compartían con ella una relación especial, alegando que aún no era el tiempo adecuado para enamorarse, por lo que yo sentía temor de revelar lo que había contemplado hacía apenas unos minutos. - ¿Qué pasa? - interrogó confundido e impactado por la palidez de mi rostro. - Acabo de descubrir algo que... sé que no va a gustarte. Parpadeó varias veces intentando de acomodar las ideas. - ¿De qué se trata? - Acabo de ver a mi padre y a Amara en la caseta del jardín - dije con inseguridad. - No entiendo... - balbuceó. - Tienen una relación romántica, Jerry. Su rostro, lleno de incredulidad, se volvió sombrío, de repente abrió la boca varias veces, sin que atinara a decir palabras. - ¿Dónde están? - Ya te dije, en la caseta del jardín - respondí con cierto temor. Caminó con rapidez hacia el lugar indicado. Estaba molesto y comencé a darme cuenta de q
Capítulo 55 Mi chico y yo nos miramos confundidos, sin entender cuál era el punto en esta historia. Al vernos las dos mujeres mostraron una inquietud culpable. El detective sonrió con suficiencia y con un gesto nos invitó a seguirlo. Entramos a su oficina, deseosos de descubrir el nuevo giro de los acontecimientos. Nos sentamos en los sillones que se encontraban ubicados frente al enorme escritorio. - Desde que empecé a investigar, comencé un trabajo encubierto, con el único objetivo de anticipar los pasos de Isabel. Mantuve una relación íntima por algún tiempo, hasta que... era una sádica y asesina, como el padre. - ¿Entonces no...? - pregunté inquieta. - No... cuando casi me lo sugieren pensé que iban a descubrirme delante de ella y tuve que actuar. - Disculpe... Yo... lo siento. Jerry se paró y le dio la mano en señal de agradecimiento. - Gracias - dijo - por todo. El detective afirmó con el característico movimiento de cabeza. - Ahora tenemos a aquellas mujeres
Me dejé caer en la cama, presa del dolor y el pánico. Lo había dejado y mi mundo se desplomaba una vez más, pero no podía permitir que siguiera con esa actitud tan condescendiente con respecto a la arpía. Lloré gran parte de la noche, nuevamente mis planes de matrimonio se aplazaban y comencé a preguntarme si realmente el destino quería nuestra unión. A la mañana siguiente al ver su lado de la cama vacío me sentí morir. Mi despertar era siempre tan romántico, rodeada de sus brazos, con sonrisas y caricias cómplices, que me costaba trabajo respirar al notar su ausencia. ¿Por qué no podía ser feliz? Me acurruqué entre las sábanas, sin más compañía que el llanto y el sufrimiento y allí pasé el día, negándome a comer, sumiéndome en un pesimismo aterrador. - Debías pensar seriamente en realizar un viajecito y venir a verme, aquí terminas de escribir tu novela y reflexionas - dijo Dunia levantando las cejas. Encontré tentadora la oferta y en la tarde reservé un vuelo para Cuba, sin in