En el piso del almacén abandonado, pensé que terminarían mis luchas, desaciertos, éxitos, fracasos y rodeé mi cuerpo con mis brazos. ¿Era el final? Quería ver, por última vez al pequeño y a mí ángel, pero en el medio del dolor me sentía feliz. Había librado a los míos de Isabel y su ejército de locos incapaces. Estaba perdiendo mucha sangre. De repente sentí pasos, escuché voces a lo lejos que se convertían para mí, en el estado en que estaba, en susurros apagados. Sentí que me tomaban en brazos, pero no podía precisar qué ocurría a mi alrededor. Las palabras nacían en mi cerebro y morían antes de ser pronunciadas, la noche eterna había llegado. Durante un tiempo me mantuve en ese estado de letargo, por momentos podía registrar conversaciones aisladas, como destellos sin que ni uno solo de mis músculos pudiera moverse, poco a poco comencé a escuchar con mayor claridad, la primera voz familiar que pude oír fue la de mi guardián, manteniendo una conversación con su madre. - Mamá
La miré con profundidad y le pedí a Jerry que nos dejara a solas. Quería saber lo que tenía para decirme. Mi guardián salió a regañadientes del lugar y yo me incorporé en la cama. - Te escucho - dije. - Supe lo de Isabel - comentó - yo te juro que todo fue idea de ella. La apreciaba desesperada, cada cómplice de mi enemiga, al enterarse de su trágico destino, se entregaba, culpándola a ella de ser la autora intelectual de los planes. Samira quería librarse de todas las sospechas, realizando la retirada estratégica. - ¿De verdad piensas que voy a creer que no disfrutaste cada interpretación, cada engaño? - Si te refieres a Jerry - expresó con expresión irónica, ya no parecía tan desvalida - claro que lo disfruté. - ¿A qué viniste? - pregunté con un tono sorprendentemente suave. - A decirte que disfruté cada infidelidad de tu chico, tu expresión cuando nos veías juntos, cuando me acompañaba a las consultas. La interrumpí realizando un gesto con las manos. - Claro, dal
Mirando profundamente a mi rubio, recordé lo posesivo que era con su hermana, realizándole un análisis exhaustivo a los que compartían con ella una relación especial, alegando que aún no era el tiempo adecuado para enamorarse, por lo que yo sentía temor de revelar lo que había contemplado hacía apenas unos minutos. - ¿Qué pasa? - interrogó confundido e impactado por la palidez de mi rostro. - Acabo de descubrir algo que... sé que no va a gustarte. Parpadeó varias veces intentando de acomodar las ideas. - ¿De qué se trata? - Acabo de ver a mi padre y a Amara en la caseta del jardín - dije con inseguridad. - No entiendo... - balbuceó. - Tienen una relación romántica, Jerry. Su rostro, lleno de incredulidad, se volvió sombrío, de repente abrió la boca varias veces, sin que atinara a decir palabras. - ¿Dónde están? - Ya te dije, en la caseta del jardín - respondí con cierto temor. Caminó con rapidez hacia el lugar indicado. Estaba molesto y comencé a darme cuenta de q
Capítulo 55 Mi chico y yo nos miramos confundidos, sin entender cuál era el punto en esta historia. Al vernos las dos mujeres mostraron una inquietud culpable. El detective sonrió con suficiencia y con un gesto nos invitó a seguirlo. Entramos a su oficina, deseosos de descubrir el nuevo giro de los acontecimientos. Nos sentamos en los sillones que se encontraban ubicados frente al enorme escritorio. - Desde que empecé a investigar, comencé un trabajo encubierto, con el único objetivo de anticipar los pasos de Isabel. Mantuve una relación íntima por algún tiempo, hasta que... era una sádica y asesina, como el padre. - ¿Entonces no...? - pregunté inquieta. - No... cuando casi me lo sugieren pensé que iban a descubrirme delante de ella y tuve que actuar. - Disculpe... Yo... lo siento. Jerry se paró y le dio la mano en señal de agradecimiento. - Gracias - dijo - por todo. El detective afirmó con el característico movimiento de cabeza. - Ahora tenemos a aquellas mujeres
Me dejé caer en la cama, presa del dolor y el pánico. Lo había dejado y mi mundo se desplomaba una vez más, pero no podía permitir que siguiera con esa actitud tan condescendiente con respecto a la arpía. Lloré gran parte de la noche, nuevamente mis planes de matrimonio se aplazaban y comencé a preguntarme si realmente el destino quería nuestra unión. A la mañana siguiente al ver su lado de la cama vacío me sentí morir. Mi despertar era siempre tan romántico, rodeada de sus brazos, con sonrisas y caricias cómplices, que me costaba trabajo respirar al notar su ausencia. ¿Por qué no podía ser feliz? Me acurruqué entre las sábanas, sin más compañía que el llanto y el sufrimiento y allí pasé el día, negándome a comer, sumiéndome en un pesimismo aterrador. - Debías pensar seriamente en realizar un viajecito y venir a verme, aquí terminas de escribir tu novela y reflexionas - dijo Dunia levantando las cejas. Encontré tentadora la oferta y en la tarde reservé un vuelo para Cuba, sin in
Parada en la puerta de su casa, correspondí al beso desesperado de mi chico, con el mismo fervor suyo. Inició sutil, casi tímido, pero se fue intensificando con el anhelo de ambos. Nuestras lenguas danzaron en completa sincronía, queriendo más de esa divina caricia que nos invitaba a intimar cada vez con mayor desespero. - Te extrañé - dijo con la respiración agitada. - Yo también. - Disculpa, te juro que... Samira no significa nada. Pasé mis manos por su boca, silenciándolo y delimitando sus labios. - Ahora no, por favor - y volví a besarlo con deseo. - ¿Elizabet? - preguntó Amara extrañada, interrumpiendo el momento romántico, percibiéndonos desde del recibidor. Corrí a abrazarla, contenta de verla, después de casi un mes de ausencia. - ¿Y Adrián? - pregunté ansiosa por abrazar al pequeño. Ella iba a comenzar a hablar cuando dos torbellinos rubios de pronto aparecieron al inicio de la escalera, curiosos por descubrir la identidad de la visitante e interrumpiendo la
Miré cada una de las fotos, leí las cartas y los documentos como evidencia de una realidad difícil de digerir. Jessica había sufrido el desamor de un hombre egoísta, que prefirió desaparecer ante la certeza de que sería padre. Guardaba cada documento, cada evidencia del paso del imbécil desalmado y sentí lástima por la joven que creyó en las mentiras del hombre al que amaba. Hasta podía imaginar su dolor ante la traición y el abandono, me di cuenta que, aquella vida desordenada de la que fui testigo y que tantas veces cuestioné, era una consecuencia de la compleja situación en la que se encontraba. Aceptó la propuesta de Ransés, sumiéndose aún más en el lodo y la desesperanza. Descubrir, en Jessica, a la mujer que amó, sufrió y trajo al mundo, en completa soledad, a una criatura, me llenó de remordimientos, pues se dejó arrastrar por la inexperiencia y por una vorágine aterradora de sentimientos que la convirtieron en la fémina rota y acabada que conocí. Lloré por el rechazo de mi pa
Llegué el auto con el corazón apretado, estaba triste, pero aliviada. Jessica se había redimido ante mis ojos, primero al darme cuenta de su permanente protección en mi niñez y adolescencia y ahora al comprobar que, por traerme al mundo, se había enfrentado sola a la vida, rechazada por los suyos y por su gran amor. - ¿Cómo te sientes? - preguntó Jerry, quien presenció en silencio el intercambio. - Estoy un poco dolida, pero bien. - ¿Te diste cuenta de que, al parecer, tienes una hermana? No había deparado en ello. Recordé a la morena que no parecía ser la misma criatura de la foto. Mientras estaba enfrascada en la conversación con Anthony, recordé que me había impresionado su apariencia. Tenía rasgos parecidos a los míos y me conmovió el hecho de tener a alguien para compartir, además de la sangre, gustos, vivencias y experiencias de vida. Era hermoso tener esa complicidad con una persona que sea fiel en sus acciones y que te demuestre que el lazo de hermandad es fuerte y esp