Capítulo 52

En el piso del almacén abandonado, pensé que terminarían mis luchas, desaciertos, éxitos, fracasos y rodeé mi cuerpo con mis brazos. ¿Era el final?

Quería ver, por última vez al pequeño y a mí ángel, pero en el medio del dolor me sentía feliz. Había librado a los míos de Isabel y su ejército de locos incapaces.

Estaba perdiendo mucha sangre. De repente sentí pasos, escuché voces a lo lejos que se convertían para mí, en el estado en que estaba, en susurros apagados. Sentí que me tomaban en brazos, pero no podía precisar qué ocurría a mi alrededor. Las palabras nacían en mi cerebro y morían antes de ser pronunciadas, la noche eterna había llegado.

Durante un tiempo me mantuve en ese estado de letargo, por momentos podía registrar conversaciones aisladas, como destellos sin que ni uno solo de mis músculos pudiera moverse, poco a poco comencé a escuchar con mayor claridad, la primera voz familiar que pude oír fue la de mi guardián, manteniendo una conversación con su madre.

- Mamá
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