Capítulo 57

Parada en la puerta de su casa, correspondí al beso desesperado de mi chico, con el mismo fervor suyo. Inició sutil, casi tímido, pero se fue intensificando con el anhelo de ambos. Nuestras lenguas danzaron en completa sincronía, queriendo más de esa divina caricia que nos invitaba a intimar cada vez con mayor desespero.

- Te extrañé - dijo con la respiración agitada.

- Yo también.

- Disculpa, te juro que... Samira no significa nada.

Pasé mis manos por su boca, silenciándolo y delimitando sus labios.

- Ahora no, por favor - y volví a besarlo con deseo.

- ¿Elizabet? - preguntó Amara extrañada, interrumpiendo el momento romántico, percibiéndonos desde del recibidor.

Corrí a abrazarla, contenta de verla, después de casi un mes de ausencia.

- ¿Y Adrián? - pregunté ansiosa por abrazar al pequeño.

Ella iba a comenzar a hablar cuando dos torbellinos rubios de pronto aparecieron al inicio de la escalera, curiosos por descubrir la identidad de la visitante e interrumpiendo la
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