Sorprendida aún por mi osadía, al propiciar un enfrentamiento con Isabel, llamé al detective, expresándole mi inquietud sobre las llamadas de mi enemiga, cada vez más intrépidas en sus declaraciones, como si tuviera un cómplice que le informara de cada uno de nuestros movimientos. Hablé sobre la posible relación que podía tener con Camila y Samira y la probabilidad de que, en un descuido, las mujeres descubrieran el escondite de la hija de Ransés. Me escuchó atento, pero distante y, por un momento, acaricié una idea que deseché por considerarla una locura, sin embargo, en la medida en que lo pensaba, me parecía más factible. Cuando llegó Jerry confronté con él mi descubrimiento, porque su opinión sagaz en esos temas era de especial importancia para mí. - Mi amor - dije intranquila - ¿Qué opinión tienes sobre Andy? Me miró extrañado, tratando de descifrar el punto de la conversación. - ¿En qué sentido? - preguntó serio. - Ambos - respondí - profesional y personal. - Creo que
Jerry, después de haber escuchado mi enfrentamiento con Isabel, me miró con inquietud. - Entonces tenías razón - dijo seco y con sentimientos encontrados - estaba informándole. - Ambos teníamos razón, tu plan dio resultado - expresé - yo tenía mis dudas. - Ahora debemos enfrentarlo - comentó - pero no hoy, estoy cansado. Han sido días difíciles. Subió despacio las escaleras con expresión derrotada. A mi protector le costaba creer que su percepción había fallado y se había dejado manipular por un ser de la calaña de la hija de Ransés, sin embargo, para mí, era una victoria en el orden táctico. Iba descentralizando sus redes de espionaje y eso, de alguna forma, la dejaría sola y expuesta. Subí las escaleras y fui directo a la habitación, mientras escuchaba, desde afuera, caer el agua de la regadera. Las mariposas en el estómago comenzaron a revolotear. Ansiaba estar con mi chico. Por los acontecimientos de los últimos días no habíamos tenido tiempo para la intimidad y lo dese
Mirándonos a ambos, el detective apenas podía controlar su nerviosismo. - ¿Quién es? - volvió a cuestionar. - Esa no es la pregunta - dije con seguridad - la cuestión es ¿Estará dispuesto por una asesina a arriesgar su carrera y su libertad? Se acomodó en la silla, dando claras señales de inquietud, pero no se atrevía a hablar, finalmente se levantó y expresó con un tono inseguro. - Tengo cosas que hacer, cualquier eventualidad me llaman - y salió con rapidez de la mansión. El rubio me miró con inteligencia. - El mensaje le llegó fuerte y claro - comentó - está consciente de que sabemos su implicación en los hechos. - ¿Y vamos a dejar que salga sin castigo de este problema? - Es que... - dijo - es difícil de probar, pero ya buscaremos la vía de hacerlo. Le di la espalda, pensando en marcharme, pero mi protector alcanzó a tomar mi mano derecha y la besó con ternura. - Te amo, antes de tomar cualquier decisión, piensa en ello. - ¿Sabes lo que más me molesta? Negó
Recostada en la calle, sin importarme la ubicación de mi enemiga y con el cuerpo desmayado y ensangrentado de mi chico en brazos, solo podía gritar desesperada, implorando auxilio. Los guardaespaldas se movían a mi alrededor, tensos, impotentes como guardianes, protegiéndonos y esperando la ambulancia y yo, solo podía pensar con horror, en el ataque y en la protección que mi rubio me había brindado, arriesgando su propia vida, ya estaba cansada del peligro acechante de cada día y de las consecuencias del odio de Isabel hacia mí. Apenas podía pensar con la mente clara en lo que acababa de suceder, mi cerebro solo acompañaba a mi ángel que, sin pensarlo, se había arriesgado por mí. El trayecto hacia el hospital fue difícil y doloroso, cargado de súplicas y recuerdos tristes, no podía perderlo, él era mi vida, el soplo de aire fresco en medio de mis tormentos. Llamé a James, explicándole la situación e implorándole que le dijera a Amara el estado delicado de Jerry. Me partía el cor
Con la respiración acelerada esperaba por las palabras de Isabel. Sabía que era Inevitable el enfrentamiento, no podía dejar que arruinara la vida de la adolescente. - Te mando la dirección. Quiero un millón de dólares y a ti - dijo - no quiero sorpresas ni que tu noviecito se inmiscuya, sola, Elizabet, porque si no, olvídate de tu cuñada, te quiero aquí en una hora. - Allí estaré. Subí a la habitación con rapidez y me cambié de ropa, tratando de buscar la comodidad de los pantalones, para situaciones de emergencia. Esquivé la mirada de los guardaespaldas, evitando los posibles avisos a Jerry. No podía involucrarlo, pues ella había sido directa y clara en su comunicación, debía ir sola, además esta era mi batalla y tenía que luchar sola. Llamé a Alissa, explicándole la situación, aliándola a la misión, pidiéndole que, una hora después de mi partida, le avisara y explicara a mi guardaespaldas de los acontecimientos, brindándole mi ubicación, que obtendría con el localizador.
En el piso del almacén abandonado, pensé que terminarían mis luchas, desaciertos, éxitos, fracasos y rodeé mi cuerpo con mis brazos. ¿Era el final? Quería ver, por última vez al pequeño y a mí ángel, pero en el medio del dolor me sentía feliz. Había librado a los míos de Isabel y su ejército de locos incapaces. Estaba perdiendo mucha sangre. De repente sentí pasos, escuché voces a lo lejos que se convertían para mí, en el estado en que estaba, en susurros apagados. Sentí que me tomaban en brazos, pero no podía precisar qué ocurría a mi alrededor. Las palabras nacían en mi cerebro y morían antes de ser pronunciadas, la noche eterna había llegado. Durante un tiempo me mantuve en ese estado de letargo, por momentos podía registrar conversaciones aisladas, como destellos sin que ni uno solo de mis músculos pudiera moverse, poco a poco comencé a escuchar con mayor claridad, la primera voz familiar que pude oír fue la de mi guardián, manteniendo una conversación con su madre. - Mamá
La miré con profundidad y le pedí a Jerry que nos dejara a solas. Quería saber lo que tenía para decirme. Mi guardián salió a regañadientes del lugar y yo me incorporé en la cama. - Te escucho - dije. - Supe lo de Isabel - comentó - yo te juro que todo fue idea de ella. La apreciaba desesperada, cada cómplice de mi enemiga, al enterarse de su trágico destino, se entregaba, culpándola a ella de ser la autora intelectual de los planes. Samira quería librarse de todas las sospechas, realizando la retirada estratégica. - ¿De verdad piensas que voy a creer que no disfrutaste cada interpretación, cada engaño? - Si te refieres a Jerry - expresó con expresión irónica, ya no parecía tan desvalida - claro que lo disfruté. - ¿A qué viniste? - pregunté con un tono sorprendentemente suave. - A decirte que disfruté cada infidelidad de tu chico, tu expresión cuando nos veías juntos, cuando me acompañaba a las consultas. La interrumpí realizando un gesto con las manos. - Claro, dal
Mirando profundamente a mi rubio, recordé lo posesivo que era con su hermana, realizándole un análisis exhaustivo a los que compartían con ella una relación especial, alegando que aún no era el tiempo adecuado para enamorarse, por lo que yo sentía temor de revelar lo que había contemplado hacía apenas unos minutos. - ¿Qué pasa? - interrogó confundido e impactado por la palidez de mi rostro. - Acabo de descubrir algo que... sé que no va a gustarte. Parpadeó varias veces intentando de acomodar las ideas. - ¿De qué se trata? - Acabo de ver a mi padre y a Amara en la caseta del jardín - dije con inseguridad. - No entiendo... - balbuceó. - Tienen una relación romántica, Jerry. Su rostro, lleno de incredulidad, se volvió sombrío, de repente abrió la boca varias veces, sin que atinara a decir palabras. - ¿Dónde están? - Ya te dije, en la caseta del jardín - respondí con cierto temor. Caminó con rapidez hacia el lugar indicado. Estaba molesto y comencé a darme cuenta de q