Me quedé estática, sus frías palabras habían causado la desconexión del cerebro con otras partes del cuerpo. Mi mundo comenzó a derrumbarse y yo asistía, impactada, como protagonista al evento. Mis miedos aceleraban el corazón agrietado. No... otra vez no. ¿ Por qué cuando la felicidad tocaba a mi puerta el destino le impedía la entrada? - Es Elizabet, cariño - dijo Amara apenada. Lo miré con ilusión, pensando que, en cualquier momento, se retractaría, pediría perdón y me estrecharía en sus brazos, para hacerme olvidar todo lo que había acontecido en los últimos días, pero no fue así, en su lugar, tuve que soportar la fría indiferencia de un hombre, que decía no conocerme, después de todos los momentos, que habíamos pasado juntos. - Lo siento Elizabeth -dijo disculpándose - yo... no recuerdo conocerte. Salí de aquel cuarto, con un dolor inmenso en el pecho, mis sueños se habían convertido en pesadillas y las ilusiones, tanto tiempo acariciadas, de llevar una vida hermosa al la
Lo miré con dolor, allí estaba mi ángel inaccesible para mí. Sus manos rodeaban la cintura de la joven y yo, desgarrada, comencé a sentir la antesala del conocido ataque de ansiedad. No... ahora no... por favor. Amara, viendo mi estado se acercó cautelosa, saludó con cortesía, sin dejar de mirarme. - Vamos - dijo - te espera Danna. Poco a poco fui calmando mi respiración, pero el dolor se instaló en mi cuerpo, aumentando mi zozobra. Me dirigí al cuarto de aseo, seguida por aquella mujer incondicional y fiel. Me dejé caer en una de las tazas sanitarias, mientras lloraba inconsolable mi desventura - mi niña, tienes que calmarte en algún momento debe recuperar su memoria. - No, que se quede con ella... yo... Estaba molesta. No podía entender cómo él lo había olvidado todo, hasta el punto, de comenzar una nueva relación en solo dos meses. Contemplé a Amara, que se mantenía en silencio, mientras me debatía entre pensamientos intensos y contradictorios. - Tengo que salir - expresé
Después de pasar un rato agradable con las dos jovencitas llevé a Nelinda hasta su casa, parqueando a una distancia prudencial de la vivienda. Quería alejarme de situaciones estresantes, pero la joven tenía otros planes. - Eli pasa, así saludas a mamá y a Adrián - dijo con un gesto de súplica. - ¿Y tu hermano? - pregunté inquieta. - A esta hora no está en la casa - respondió con seguridad. En el fondo, moría de ganas por ver al pequeño y a Amara y seguí a la rubia hasta el vestíbulo de la vivienda. El niño corrió a mi encuentro con una alegría sincera que me hizo sentir especial, con él mis instintos maternos se activaban, sufriendo además la separación que me imponían las nuevas circunstancias. - Cariño - dijo Amara quien se incorporó al vestíbulo por los gritos del Infante - ¿Cómo has estado? - Tratando de sanar - contesté sincera - y, aunque es difícil, lo voy a conseguir. Asintió dolida y avergonzada. - Yo aún tengo esperanzas - susurró - esa mujer me intranquiliza
Esa sensación de desvanecimiento me llevó a flotar en el tiempo, dejé de escuchar a las personas del salón, para centrarme únicamente en La voz de Isabel "tu ex espera feliz la llegada de su segundo hijo". Perdí la conciencia como tantas veces en esa clase de eventos. ¿Por qué era tan débil? Por momentos, el destello revelador del espacio en el que me encontraba volvía, propiciando que escuchara palabras aisladas en medio de las brumas de mi cerebro. - Eli - oí a mi madre llamar e intenté abrir los ojos, pero fracasé, sentí pesadez en los párpados, estaba en una situación de letargo extraña, donde mi cuerpo no respondía ante los estímulos, sin embargo, a los 10 minutos me obligué a reaccionar y, mi rápida recuperación, me hizo buscar la claridad de la habitación. - ¿Madre? - pregunté, mientras detallaba el cuarto del hospital - ¿Qué pasó? - Te desmayaste - respondió obvia - el estrés de los últimos días no te hizo bien. Recordando la llamada de Isabel y la noticia susurré: -
Parada en la habitación, con aquella foto entre mis manos, comencé a sentir náusea, era una red completa de engaños y mentiras, primero orquestados por Ransés y, después de su muerte, planificados por Jessica e Isabel. ¿Qué le habría hecho a aquellas mujeres para merecer tanto rencor? Era como si pagara por existir, por no haberme dejado aplastar, por tratar de recuperarme, por respirar. Me habían estudiado minuciosamente, descubriendo los mínimos detalles que me causaban daño y, sin cansarse, preparaban cada golpe con premeditación y alevosía, garantizando mi sufrimiento. Leí la nota una y otra vez y, miles de preguntas asaltaron mi mente. ¿Quién había mandado aquellas fotos y, por consiguiente, la nota? ¿Con qué objetivo lo habían hecho? ¿Significaba entonces que Jerry había sido la víctima de un cruel engaño? ¿Quién era la cabeza pensante de tal acción? Estaba casi segura de la implicación de mi madre biológica y de mi ex- empleada en los hechos. Ellas, suponían que, bastaba co
Un silencio abrumador después de la revelación nos envolvió. Parados en el recibidor de mi vivienda, mirando el celular, parecíamos protagonistas de una película de misterio. - No lo entiendo - dijo Jerry - ella es tan comprensiva, tan devota de nuestra relación. Analizando la evidencia, me asaltó la idea de que, quizás Nelinda no conocía a Isabel, porque no la creía capaz del engaño, aunque en ocasiones las personas solo muestran su lado traicionero cuando exponemos sus planes. - Mírame - le dije tomándolo del mentón - tenemos que preguntar, debe existir alguna explicación lógica, prométeme que vamos a averiguar, antes de juzgarla. - Te lo prometo - dándome la mano agregó - vamos. El camino fue en extremo silencioso, la tensión, en el reducido espacio del vehículo, era palpable. Lo miré preocupada, si se comprobaba la alianza entre la jovencita y mi adversaria, causaría la ruptura de las relaciones fraternales entre los hermanos. Nos adentramos en las calles concurridas del
Abrimos los ojos confundidos, no podíamos creer las palabras de Alissa sobre mi cuñada, sin embargo, al comprender el recorrido de nuestros pensamientos, rápidamente aclaró: - Ella no es amiga de Isabel, se acercó para descubrir sus planes y librarte - dijo mirándome - de sus garras, logró poner un localizador en su teléfono para tenerla controlada. Esta mañana la desquiciada la llamó y la citó para un café cercano, pero eso fue hace 3 horas y no ha vuelto. Jerry comenzó a dar paseítos por el recinto, la impotencia no lo dejaba reaccionar. - Nosotros le dijimos que no... que se estaba enfrentando a una adversaria astuta y macabra, pero es tan terca - dijo molesto - ahora a saber que... Isabel no va a tener piedad si se siente amenazada. - Mi amor - lo llamé - tenemos que pensar con mente fría, no ganamos nada desesperándonos - y, mirando a la jovencita le pregunté - ¿Puedes localizar su ubicación? - Sí, nosotros le pusimos un localizador también a su teléfono. De cierta for
La espera, tras la llamada telefónica que tuve con Jerry fue intensa, dolorosa y estresante. La incertidumbre que sentía por no saber de mi guardián y su hermana alcanzó niveles altos en mi cerebro. Experimentaba un torbellino de sensaciones, sin que pudiera ignorar el sentimiento de culpa que me atormentaba. Nelinda había intentado salvarme de Las garras de Isabel. ¿Cómo no pude percibir las señales? De repente sentí la voz de Amara, suplicándole al guardia de seguridad que no le impidiera el paso. - Por favor - dijo - yo tengo que hablar con Elizabet. Corrí hacia la puerta y, con una señal, el representante de mi equipo se apartó, posibilitando la entrada de mi suegra al lugar. - Dime que no es verdad lo que me dijeron en la llamada - susurró. Su cara pálida y desencajada mostraba el dolor y la desesperación de una madre ante el peligro que enfrentan sus hijos.- ¿La llamada? - pregunté nerviosa.Asintió con lágrimas en los ojos. ¿Isabel se había atrevido a molestarla? ¡Cuánta