Después de pasar un rato agradable con las dos jovencitas llevé a Nelinda hasta su casa, parqueando a una distancia prudencial de la vivienda. Quería alejarme de situaciones estresantes, pero la joven tenía otros planes. - Eli pasa, así saludas a mamá y a Adrián - dijo con un gesto de súplica. - ¿Y tu hermano? - pregunté inquieta. - A esta hora no está en la casa - respondió con seguridad. En el fondo, moría de ganas por ver al pequeño y a Amara y seguí a la rubia hasta el vestíbulo de la vivienda. El niño corrió a mi encuentro con una alegría sincera que me hizo sentir especial, con él mis instintos maternos se activaban, sufriendo además la separación que me imponían las nuevas circunstancias. - Cariño - dijo Amara quien se incorporó al vestíbulo por los gritos del Infante - ¿Cómo has estado? - Tratando de sanar - contesté sincera - y, aunque es difícil, lo voy a conseguir. Asintió dolida y avergonzada. - Yo aún tengo esperanzas - susurró - esa mujer me intranquiliza
Esa sensación de desvanecimiento me llevó a flotar en el tiempo, dejé de escuchar a las personas del salón, para centrarme únicamente en La voz de Isabel "tu ex espera feliz la llegada de su segundo hijo". Perdí la conciencia como tantas veces en esa clase de eventos. ¿Por qué era tan débil? Por momentos, el destello revelador del espacio en el que me encontraba volvía, propiciando que escuchara palabras aisladas en medio de las brumas de mi cerebro. - Eli - oí a mi madre llamar e intenté abrir los ojos, pero fracasé, sentí pesadez en los párpados, estaba en una situación de letargo extraña, donde mi cuerpo no respondía ante los estímulos, sin embargo, a los 10 minutos me obligué a reaccionar y, mi rápida recuperación, me hizo buscar la claridad de la habitación. - ¿Madre? - pregunté, mientras detallaba el cuarto del hospital - ¿Qué pasó? - Te desmayaste - respondió obvia - el estrés de los últimos días no te hizo bien. Recordando la llamada de Isabel y la noticia susurré: -
Parada en la habitación, con aquella foto entre mis manos, comencé a sentir náusea, era una red completa de engaños y mentiras, primero orquestados por Ransés y, después de su muerte, planificados por Jessica e Isabel. ¿Qué le habría hecho a aquellas mujeres para merecer tanto rencor? Era como si pagara por existir, por no haberme dejado aplastar, por tratar de recuperarme, por respirar. Me habían estudiado minuciosamente, descubriendo los mínimos detalles que me causaban daño y, sin cansarse, preparaban cada golpe con premeditación y alevosía, garantizando mi sufrimiento. Leí la nota una y otra vez y, miles de preguntas asaltaron mi mente. ¿Quién había mandado aquellas fotos y, por consiguiente, la nota? ¿Con qué objetivo lo habían hecho? ¿Significaba entonces que Jerry había sido la víctima de un cruel engaño? ¿Quién era la cabeza pensante de tal acción? Estaba casi segura de la implicación de mi madre biológica y de mi ex- empleada en los hechos. Ellas, suponían que, bastaba co
Un silencio abrumador después de la revelación nos envolvió. Parados en el recibidor de mi vivienda, mirando el celular, parecíamos protagonistas de una película de misterio. - No lo entiendo - dijo Jerry - ella es tan comprensiva, tan devota de nuestra relación. Analizando la evidencia, me asaltó la idea de que, quizás Nelinda no conocía a Isabel, porque no la creía capaz del engaño, aunque en ocasiones las personas solo muestran su lado traicionero cuando exponemos sus planes. - Mírame - le dije tomándolo del mentón - tenemos que preguntar, debe existir alguna explicación lógica, prométeme que vamos a averiguar, antes de juzgarla. - Te lo prometo - dándome la mano agregó - vamos. El camino fue en extremo silencioso, la tensión, en el reducido espacio del vehículo, era palpable. Lo miré preocupada, si se comprobaba la alianza entre la jovencita y mi adversaria, causaría la ruptura de las relaciones fraternales entre los hermanos. Nos adentramos en las calles concurridas del
Abrimos los ojos confundidos, no podíamos creer las palabras de Alissa sobre mi cuñada, sin embargo, al comprender el recorrido de nuestros pensamientos, rápidamente aclaró: - Ella no es amiga de Isabel, se acercó para descubrir sus planes y librarte - dijo mirándome - de sus garras, logró poner un localizador en su teléfono para tenerla controlada. Esta mañana la desquiciada la llamó y la citó para un café cercano, pero eso fue hace 3 horas y no ha vuelto. Jerry comenzó a dar paseítos por el recinto, la impotencia no lo dejaba reaccionar. - Nosotros le dijimos que no... que se estaba enfrentando a una adversaria astuta y macabra, pero es tan terca - dijo molesto - ahora a saber que... Isabel no va a tener piedad si se siente amenazada. - Mi amor - lo llamé - tenemos que pensar con mente fría, no ganamos nada desesperándonos - y, mirando a la jovencita le pregunté - ¿Puedes localizar su ubicación? - Sí, nosotros le pusimos un localizador también a su teléfono. De cierta for
La espera, tras la llamada telefónica que tuve con Jerry fue intensa, dolorosa y estresante. La incertidumbre que sentía por no saber de mi guardián y su hermana alcanzó niveles altos en mi cerebro. Experimentaba un torbellino de sensaciones, sin que pudiera ignorar el sentimiento de culpa que me atormentaba. Nelinda había intentado salvarme de Las garras de Isabel. ¿Cómo no pude percibir las señales? De repente sentí la voz de Amara, suplicándole al guardia de seguridad que no le impidiera el paso. - Por favor - dijo - yo tengo que hablar con Elizabet. Corrí hacia la puerta y, con una señal, el representante de mi equipo se apartó, posibilitando la entrada de mi suegra al lugar. - Dime que no es verdad lo que me dijeron en la llamada - susurró. Su cara pálida y desencajada mostraba el dolor y la desesperación de una madre ante el peligro que enfrentan sus hijos.- ¿La llamada? - pregunté nerviosa.Asintió con lágrimas en los ojos. ¿Isabel se había atrevido a molestarla? ¡Cuánta
La tensión entre ambos, desde aquel día, era palpable y aumentaba conforme pasaban los eventos. La rubia despampanante, Samira, se había comunicado con Jerry en varias ocasiones, siempre tratando temas del embarazo, pero a mí se me antojaba planificado, justo para molestarme. Parecía muy segura en cuanto a responsabilizar a mi rubio por la paternidad de su retoño, por lo que llegué casi a tener la certeza de que, esos exámenes, arrojarían la correspondencia que tanto me había negado a aceptar, incluso la paranoia me había llevado a ver gestos, en el guardián, de sorpresa y alegría cuando hablábamos del bebé. Comencé a darle la razón a un pensador, que planteaba que, en las situaciones límites, verdaderamente afloraban las peores sensaciones humanas. Sabía que, en cuestiones de sentimientos, no podíamos absolutizar, porque los seres humanos somos una gama de matices, que mostramos los colores en correspondencia con las emociones. Yo no me consideraba una mujer egoísta, ni malvada, sin
Corrí el cuarto de aseo, donde me sentí morir, el malestar se adueñó de mi cuerpo, debilitándolo. - Señorita - llamó la dueña de la vivienda, desde el otro lado de la puerta - ¿Está bien? Salí, después de haberme salpicado con agua el rostro. Tenía una enorme sensación de desfallecimiento. La palidez de mi cara, la llevó a dirigirme hacia el salón del recibidor, por los síntomas, casi tenía la certeza de estar esperando un bebé ¡Cuántos sentimientos encontrados! - ¿Se encuentra mejor? - preguntó preocupada. - Tranquila, estoy mejor - dije suave - es solo que... - ¿Estás embarazada? - Al parecer....no sabía... - ¡Oh! ¡Dios! - exclamó emocionada - dime que quieres tenerlo, por favor. ¿Tener a mi bebé? recordaba la tristeza que me embargó cuando, al notar el sangramiento, supe que había perdido a mi hijo. Claro que quería tener al fruto de mi amor con Jerry, quizás era la motivación que buscaba y el mejor regalo de mi vida. - Claro que voy a tenerlo - afirmé y ell