Preferí la soledad de mi mansión después de salir del hospital, ignoré las súplicas de mis padres y me fui cansada, rota y acabada, dispuesta a dejarme abatir por las penas, las paredes, los muebles, mi cuarto y hasta mis sábanas, tenían su olor. Era una mujer enamorada y terriblemente sola. Lo recordaba devastado, dolido y ahogado por la angustia y la desolación. Aquella tarde retrocedí en mis terapias y me introduje en un infierno personal, difícil de vencer, quise llamarlo y retractarme, pero... ¿Cómo quitaba de mi piel el nauseabundo olor de mi verdugo? Una noche la sensación de desamparo fue asfixiante y sentí que moría irremediablemente sola. Llevaba tres meses encerrada en mi vivienda, únicamente visitada por Tamara, que era la encargada de hacer el servicio de la mansión, no podía respirar libremente y, ante la evidente y próxima falta de oxígeno al cerebro, decidí actuar y llamé a mi ángel. - ¿Elizabet? - contestó sorprendido y preocupado - ¿Qué pasa? - Jerry... yo
Allí, parada en el centro de la mansión, aferrada a Jerry, intenté procesar sus palabras. ¿Por qué me odiaba tanto? Cada retazo del pasado, en el que ella, de forma consciente, causó daños irreparables, se presentaba, como una danza fantasmagórica, en mi cerebro, primero su ignorancia, después su ironía y luego la maldad, que la había llevado a corresponder a Ransés en sus constantes asaltos. - No le hagas caso, lo hizo para provocar - dijo mi rubio - quiere que vivas con temor. - No lo creo - respondí aturdida, debe de haberse aliado con Isabel y estar planeando la venganza. - No, mírame - ordenó desesperado - Isabel se va a estancar en la cárcel y... tu madre está acabada. Quería creer en sus palabras, pero los sucesos del pasado me mantenían en alerta. Si bien la muerte de mi verdugo me había traído paz espiritual, sabía que, el peligro, aún no se había apartado por completo de mi vida. Esa noche, para culminar la jornada con broche de oro, Jerry me tenía preparado una so
En el estado de letargo, escuchaba voces ininteligibles, incluso, en ocasiones, podía ver, pero no con nitidez, gritaban, preguntaban y hasta lloraban desesperados. Sentí que me transportaban por pasillos angostos e intrincados, después, el sueño, poderoso e implacable, me venció, adentrándome nuevamente en el camino misterioso y oscuro del descanso reparador. Los destellos despejaban un poco las nubes que tenía frente a mis ojos, a veces veía a Mirian, tomándome de la mano, pero no llegaba a sentirla, otras veces James, Mirian, Nelinda y Amara pasaban por mi cama brindándome ese apoyo emocional que tanto necesitaba. No escuchaba las conversaciones ni podía moverme, porque mi cuerpo entumecido no respondía. Quería preguntar por Jerry, gritar hasta ser escuchada, pero no conseguía levantar ni un músculo, haciendo más compleja mi batalla por la supervivencia. Una mañana abrí los ojos, detallando la habitación del hospital que últimamente visitaba con frecuencia, deparé en mi madre,
Me quedé estática, sus frías palabras habían causado la desconexión del cerebro con otras partes del cuerpo. Mi mundo comenzó a derrumbarse y yo asistía, impactada, como protagonista al evento. Mis miedos aceleraban el corazón agrietado. No... otra vez no. ¿ Por qué cuando la felicidad tocaba a mi puerta el destino le impedía la entrada? - Es Elizabet, cariño - dijo Amara apenada. Lo miré con ilusión, pensando que, en cualquier momento, se retractaría, pediría perdón y me estrecharía en sus brazos, para hacerme olvidar todo lo que había acontecido en los últimos días, pero no fue así, en su lugar, tuve que soportar la fría indiferencia de un hombre, que decía no conocerme, después de todos los momentos, que habíamos pasado juntos. - Lo siento Elizabeth -dijo disculpándose - yo... no recuerdo conocerte. Salí de aquel cuarto, con un dolor inmenso en el pecho, mis sueños se habían convertido en pesadillas y las ilusiones, tanto tiempo acariciadas, de llevar una vida hermosa al la
Lo miré con dolor, allí estaba mi ángel inaccesible para mí. Sus manos rodeaban la cintura de la joven y yo, desgarrada, comencé a sentir la antesala del conocido ataque de ansiedad. No... ahora no... por favor. Amara, viendo mi estado se acercó cautelosa, saludó con cortesía, sin dejar de mirarme. - Vamos - dijo - te espera Danna. Poco a poco fui calmando mi respiración, pero el dolor se instaló en mi cuerpo, aumentando mi zozobra. Me dirigí al cuarto de aseo, seguida por aquella mujer incondicional y fiel. Me dejé caer en una de las tazas sanitarias, mientras lloraba inconsolable mi desventura - mi niña, tienes que calmarte en algún momento debe recuperar su memoria. - No, que se quede con ella... yo... Estaba molesta. No podía entender cómo él lo había olvidado todo, hasta el punto, de comenzar una nueva relación en solo dos meses. Contemplé a Amara, que se mantenía en silencio, mientras me debatía entre pensamientos intensos y contradictorios. - Tengo que salir - expresé
Después de pasar un rato agradable con las dos jovencitas llevé a Nelinda hasta su casa, parqueando a una distancia prudencial de la vivienda. Quería alejarme de situaciones estresantes, pero la joven tenía otros planes. - Eli pasa, así saludas a mamá y a Adrián - dijo con un gesto de súplica. - ¿Y tu hermano? - pregunté inquieta. - A esta hora no está en la casa - respondió con seguridad. En el fondo, moría de ganas por ver al pequeño y a Amara y seguí a la rubia hasta el vestíbulo de la vivienda. El niño corrió a mi encuentro con una alegría sincera que me hizo sentir especial, con él mis instintos maternos se activaban, sufriendo además la separación que me imponían las nuevas circunstancias. - Cariño - dijo Amara quien se incorporó al vestíbulo por los gritos del Infante - ¿Cómo has estado? - Tratando de sanar - contesté sincera - y, aunque es difícil, lo voy a conseguir. Asintió dolida y avergonzada. - Yo aún tengo esperanzas - susurró - esa mujer me intranquiliza
Esa sensación de desvanecimiento me llevó a flotar en el tiempo, dejé de escuchar a las personas del salón, para centrarme únicamente en La voz de Isabel "tu ex espera feliz la llegada de su segundo hijo". Perdí la conciencia como tantas veces en esa clase de eventos. ¿Por qué era tan débil? Por momentos, el destello revelador del espacio en el que me encontraba volvía, propiciando que escuchara palabras aisladas en medio de las brumas de mi cerebro. - Eli - oí a mi madre llamar e intenté abrir los ojos, pero fracasé, sentí pesadez en los párpados, estaba en una situación de letargo extraña, donde mi cuerpo no respondía ante los estímulos, sin embargo, a los 10 minutos me obligué a reaccionar y, mi rápida recuperación, me hizo buscar la claridad de la habitación. - ¿Madre? - pregunté, mientras detallaba el cuarto del hospital - ¿Qué pasó? - Te desmayaste - respondió obvia - el estrés de los últimos días no te hizo bien. Recordando la llamada de Isabel y la noticia susurré: -
Parada en la habitación, con aquella foto entre mis manos, comencé a sentir náusea, era una red completa de engaños y mentiras, primero orquestados por Ransés y, después de su muerte, planificados por Jessica e Isabel. ¿Qué le habría hecho a aquellas mujeres para merecer tanto rencor? Era como si pagara por existir, por no haberme dejado aplastar, por tratar de recuperarme, por respirar. Me habían estudiado minuciosamente, descubriendo los mínimos detalles que me causaban daño y, sin cansarse, preparaban cada golpe con premeditación y alevosía, garantizando mi sufrimiento. Leí la nota una y otra vez y, miles de preguntas asaltaron mi mente. ¿Quién había mandado aquellas fotos y, por consiguiente, la nota? ¿Con qué objetivo lo habían hecho? ¿Significaba entonces que Jerry había sido la víctima de un cruel engaño? ¿Quién era la cabeza pensante de tal acción? Estaba casi segura de la implicación de mi madre biológica y de mi ex- empleada en los hechos. Ellas, suponían que, bastaba co