Las horas pasaban y todos en la casa estábamos desesperados, no había nada, ni una llamada, o un mensaje que nos diera el más mínimo indicio de cómo estarían los acontecimientos en los refugios del Diablo. El detective irrumpió en la mansión, pero su molestia se hizo evidente cuando relatamos los hechos. - Necesitamos las direcciones, iré con mis hombres - dijo - podrían correr peligro. No creo que Ramsés esté solo. Las deducciones del oficial de la policía me aterraron. Ellos eran jóvenes y fuertes, mi verdugo no podría hacerle daño. ¿Verdad? - Detective - habló Amara en un tono suave, pero desesperado - por favor cuide a mi hijo y a mi nieto y acabe con ese loco. Él afirmó con un movimiento de cabeza, desconcertado y con evidente tristeza. Era difícil enfrentarse a una madre devastada y Amara adorada a su familia, por lo que su súplica era un grito de dolor. En medio del nerviosismo y la desesperación del momento, escuchamos unos toques en la puerta principal, Tamara corri
Los días posteriores al secuestro fueron tranquilos y rutinarios, aunque en el fondo yo sabía que esa calma era aparente. Estaba aterrada, algo en lo profundo de mi alma, me generaba inquietud. El peligro acechaba, vigilante y más presente que nunca. No podía dejar de pensar en Ramsés, quien por haber visto fallidos sus planes, debía de estar cada vez más molesto. Las cosas se complicaban a pesar de mi creciente deseo de querer dar punto final a nuestros terrores. Mis salidas eran limitadas y siempre generaban una paranoia que me mantenía intranquila y en completo estado de vigilia. Cada vez mi verdugo era más osado en sus intentos de hacerme daño. - Jerry ¿El detective no te ha llamado? - él negó - entonces no debe tener noticias alentadoras - agregué con inquietud. El detective Andy se había convertido en nuestro aliado, a raíz del secuestro comenzó a ayudarnos, sabíamos que él personalmente, investigaba las posibles pistas que recibía a diario sobre Ramsés, pero, a pesar de s
Mi madre observó horrorizada el gesto que realicé ante su contacto. El miedo no me dejaba reaccionar, me aparté cuanto pude, porque sentía que, el simple roce de manos ajenas, me quemaba la piel. - Mi niña - dijo llorando aquella mujer dolida - soy yo, nunca te haría daño. Me toqué el vientre devastada, recordando a la pequeña, que se había convertido en mi obsesión y comencé a cantar, tratando de lograr su perdón. Con la mirada perdida y el corazón deshecho decidí acunarla en mis brazos, con la firme certeza de tenerla junto a mí. - Calla, mamá te va a proteger siempre - susurré. Amara entró a la habitación y permaneció en silencio ante mi comportamiento, sus ojos se cristalizaron y le escuché decir, desde la lejanía. - ¡ Pobrecita! Estaba tan ilusionada con esa bebé. - Esos salvajes acabaron con sus ilusiones - dijo Mirian con tristeza y rabia - ojalá pueda reponerse algún día. La molestia se apoderó de mi cuerpo y comencé a realizar movimientos bruscos, tratando de ap
Preferí la soledad de mi mansión después de salir del hospital, ignoré las súplicas de mis padres y me fui cansada, rota y acabada, dispuesta a dejarme abatir por las penas, las paredes, los muebles, mi cuarto y hasta mis sábanas, tenían su olor. Era una mujer enamorada y terriblemente sola. Lo recordaba devastado, dolido y ahogado por la angustia y la desolación. Aquella tarde retrocedí en mis terapias y me introduje en un infierno personal, difícil de vencer, quise llamarlo y retractarme, pero... ¿Cómo quitaba de mi piel el nauseabundo olor de mi verdugo? Una noche la sensación de desamparo fue asfixiante y sentí que moría irremediablemente sola. Llevaba tres meses encerrada en mi vivienda, únicamente visitada por Tamara, que era la encargada de hacer el servicio de la mansión, no podía respirar libremente y, ante la evidente y próxima falta de oxígeno al cerebro, decidí actuar y llamé a mi ángel. - ¿Elizabet? - contestó sorprendido y preocupado - ¿Qué pasa? - Jerry... yo
Allí, parada en el centro de la mansión, aferrada a Jerry, intenté procesar sus palabras. ¿Por qué me odiaba tanto? Cada retazo del pasado, en el que ella, de forma consciente, causó daños irreparables, se presentaba, como una danza fantasmagórica, en mi cerebro, primero su ignorancia, después su ironía y luego la maldad, que la había llevado a corresponder a Ransés en sus constantes asaltos. - No le hagas caso, lo hizo para provocar - dijo mi rubio - quiere que vivas con temor. - No lo creo - respondí aturdida, debe de haberse aliado con Isabel y estar planeando la venganza. - No, mírame - ordenó desesperado - Isabel se va a estancar en la cárcel y... tu madre está acabada. Quería creer en sus palabras, pero los sucesos del pasado me mantenían en alerta. Si bien la muerte de mi verdugo me había traído paz espiritual, sabía que, el peligro, aún no se había apartado por completo de mi vida. Esa noche, para culminar la jornada con broche de oro, Jerry me tenía preparado una so
En el estado de letargo, escuchaba voces ininteligibles, incluso, en ocasiones, podía ver, pero no con nitidez, gritaban, preguntaban y hasta lloraban desesperados. Sentí que me transportaban por pasillos angostos e intrincados, después, el sueño, poderoso e implacable, me venció, adentrándome nuevamente en el camino misterioso y oscuro del descanso reparador. Los destellos despejaban un poco las nubes que tenía frente a mis ojos, a veces veía a Mirian, tomándome de la mano, pero no llegaba a sentirla, otras veces James, Mirian, Nelinda y Amara pasaban por mi cama brindándome ese apoyo emocional que tanto necesitaba. No escuchaba las conversaciones ni podía moverme, porque mi cuerpo entumecido no respondía. Quería preguntar por Jerry, gritar hasta ser escuchada, pero no conseguía levantar ni un músculo, haciendo más compleja mi batalla por la supervivencia. Una mañana abrí los ojos, detallando la habitación del hospital que últimamente visitaba con frecuencia, deparé en mi madre,
Me quedé estática, sus frías palabras habían causado la desconexión del cerebro con otras partes del cuerpo. Mi mundo comenzó a derrumbarse y yo asistía, impactada, como protagonista al evento. Mis miedos aceleraban el corazón agrietado. No... otra vez no. ¿ Por qué cuando la felicidad tocaba a mi puerta el destino le impedía la entrada? - Es Elizabet, cariño - dijo Amara apenada. Lo miré con ilusión, pensando que, en cualquier momento, se retractaría, pediría perdón y me estrecharía en sus brazos, para hacerme olvidar todo lo que había acontecido en los últimos días, pero no fue así, en su lugar, tuve que soportar la fría indiferencia de un hombre, que decía no conocerme, después de todos los momentos, que habíamos pasado juntos. - Lo siento Elizabeth -dijo disculpándose - yo... no recuerdo conocerte. Salí de aquel cuarto, con un dolor inmenso en el pecho, mis sueños se habían convertido en pesadillas y las ilusiones, tanto tiempo acariciadas, de llevar una vida hermosa al la
Lo miré con dolor, allí estaba mi ángel inaccesible para mí. Sus manos rodeaban la cintura de la joven y yo, desgarrada, comencé a sentir la antesala del conocido ataque de ansiedad. No... ahora no... por favor. Amara, viendo mi estado se acercó cautelosa, saludó con cortesía, sin dejar de mirarme. - Vamos - dijo - te espera Danna. Poco a poco fui calmando mi respiración, pero el dolor se instaló en mi cuerpo, aumentando mi zozobra. Me dirigí al cuarto de aseo, seguida por aquella mujer incondicional y fiel. Me dejé caer en una de las tazas sanitarias, mientras lloraba inconsolable mi desventura - mi niña, tienes que calmarte en algún momento debe recuperar su memoria. - No, que se quede con ella... yo... Estaba molesta. No podía entender cómo él lo había olvidado todo, hasta el punto, de comenzar una nueva relación en solo dos meses. Contemplé a Amara, que se mantenía en silencio, mientras me debatía entre pensamientos intensos y contradictorios. - Tengo que salir - expresé