—¿Qué opinas sobre un compromiso entre mi hija y tu hijo? —soltó sin hacer tantos rodeos.
El señor Felix se queda callado mirándolo con incredulidad a la vez que frunce el ceño pensando en lo que su socio le acaba de decir. Entiende que tal vez lo este usando para saldar la deuda que tiene. —Explícame por qué debería de aceptar: ¿qué tiene tu hija que pueda saldar tu deuda? —preguntó el señor Borbon, muy curioso de lo que él tiene que decir. —Quizá nada que no pueda encontrar en otra mujer, pero si mal no recuerdo, me comentaste que querías que tu único hijo se hiciera responsable y se preparara para dejarle tu imperio —hace una pausa Baltasar mirando al señor Felix, esperando que él entienda su indirecta, pero no lo hace, así que continúa—. Pues se me ocurre que se case con mi hija para que se haga responsable, además de que te beneficia a ti que sea con mi hija porque ella no lo conoce, así que no sabe la situación en la que está tu hijo, porque el inconveniente que tuvo hace un año muchos de los otros socios todavía lo recuerdan. Felix se queda callado al oír que Baltasar ha tocado ese tema que es delicado y es que después del trágico incidente con la ex pareja de su hijo, casi ninguna chica ha querido salir con él debido a eso… Incluso hasta perdió algunos amigos y socios importantes por esa razón. Así que también por eso él está más empeñado en que su hijo se case y pueda limpiar su nombre. Tal vez la propuesta que le está dando el señor Mercier no sea tan mala; sin embargo, tiene que averiguar con exactitud qué es lo que quiere, porque sabe que él no es un hombre cada recto. —¿Si aceptará eso que quieres a cambio? —indagó Félix entrelazando sus manos, mirando con detenimiento a su amigo. —Solo que te olvides de la deuda que tengo contigo nada más —contestó Baltasar y es que, si bien pudo pedir más, sabe que no puede arriesgarse tanto. Felix sabia bien que pediria eso. —Me parece bien; solo que hay un pequeño problema. —¿Qué problema? —preguntó Baltasar. . —Que quizá tú puedes manipular a tu hija de esa manera, pero sabes bien la relación que hay entre mi hijo y yo, así que no creo que vaya a aceptar hacerlo —mencionó Felix mirando con atención a su amigo. —Eso es fácil. —Te escucho —habló Baltasar. —Dile a tu esposa lo que piensas hacer, bueno, omitiendo ciertas cosas y ella, al estar enferma, obvio que tu hijo no le negará nada a su madre moribunda —le cuenta el plan. —¡Hey, te prohíbo hablar así de mi esposa! —vociferó Felix, poniéndose de pie, tomando el arma—. Ten cuidado de cómo le hablas a mi familia, o no habrá trato y te mataré aquí mismo —lo amenazó molesto al oír cómo la llamaba. —Lo siento —se disculpa Baltasar bajando la vista. Felix se tranquiliza dejando nuevamente el arma en la mesa, y es que si piensa mucho en esa propuesta, sabe que quizá sea la última oportunidad para su hijo. —Está bien, aceptó el trato; sin embargo, la boda debe de ser en una semana —dijo Felix, más calmado, y Baltasar sonrió satisfecho—. Pero te advierto que si tu hija no llega a la boda, te buscaré hasta por debajo de las piedras y te arrancaré la lengua y se la daré de comer a los perros. ¿¡Entendido!? —Sí, y no te preocupes, yo me encargaré de que mi hija esté ese día —confirmó Baltasar—. ¿Una cosa más: la familia del novio se encargará de los gastos de la novia? —curiosea, y es que la verdad no quiere gastar el poco dinero que le queda en algo tan insignificante. —Sí —aceptó Félix, disgustado de ver que ese hombre es más tacaño que nada. —Perfecto, entonces me retiro; tengo que ir a avisar a mi hija de su compromiso —dijo Baltasar. El señor Borbon solo le hace una señal con la mano, indicándole que se vaya. Oportunidad que él no desaprovecha, saliendo como alma que la lleva el diablo. El señor Borbon espera un par de minutos antes de salir de su pequeño despacho, se guarda el arma en la parte trasera de la pretina de su pantalón y sale del lugar caminando por los pasillos de la enorme mansión. Se dirige hasta el jardín donde ve a su esposa sentada en una silla con un vestido blanco y usando una tela que cubre su cabeza. Le duele verla así y es que la ama demasiado. Pero su enfermedad la ha deteriorado demasiado haciendo que su corazón se apachurre. Dejó salir un suspiro, armándose de valor y caminando hasta ella. —Hola, mi amor. ¿Qué haces? —saludo dándole un beso en la mejilla mientras ve cómo teje algo… —Hola, mi vida, solo hago un abrigo para un futuro nieto, por si acaso no lo llego a conocer, al menos tenga algo de su abuela —dijo la mujer con una voz débil mostrándole el hermoso tejido de color amarillo… —No digas eso, mi amor, tú conocerás a todos tus nietos —le dijo con una voz segura, pero la mujer solo ignora y es que ella sabe la gravedad de su enfermedad, y además de que tiene años con ella, entiende que quizá no sobreviva. Pero decidió cambiar de tema. —¿Ocurre algo, Felix? —preguntó Nadia y es que sabe perfectamente bien que algo ocurre. —Me conoces bien, si ocurre algo —aceptó Felix tomando asiento al lado de ella. —¿El señor Mercier no te quiso pagar? —No es eso —miente Félix, y es que si le dice a su esposa lo del dinero, sabe que no lo aceptará. —Entonces. —Baltasar me acaba de proponer que unamos a nuestras familias en un lazo matrimonial…Nadia se queda tan confundida y es que no entiende cómo el señor Mercier está haciendo eso. Si sus hijos no se conocen y no saben nada del uno del otro. —¿Casar a su hija con nuestro hijo? —indagó la mujer mirando a su esposo algo preocupada, y es que ella también sabe el problema serio que tuvo su hijo, así que no comprende cómo ese hombre es capaz de proponer eso como si no le importara el bienestar de su hija. —Sí, y necesito que tú me ayudes a convencer a Adriano —dijo Félix, pero ve cómo su esposa duda—. Entiendo tus dudas; yo también las tengo, pero quizá esta sea la última oportunidad de nuestro hijo para encontrar esposa, formar una familia y que acepte estar al frente del imperio. —Lo sé, pero me preocupa mucho porque ellos no se amaban —declaró Nadia y es que ella es de las mujeres que cree en el amor. —Mi amor, hay miles de matrimonios que no se unen por amor. Quizá ellos después puedan conocerse y amarse mucho —mencionó Félix, pero él ve cómo Nadia todavía está dud
—¿¡Por qué me haces esto!? —grita Adriano exigiendo con una voz mandona una respuesta para entender este comportamiento de su padre. Debido a ese tono de voz que ha usado causa que la tencion que ya se volvia muy pesada entre ellos ahora hay miradas llenas de odio y rencor. —¡Porque quiero y puedo! —contesta el señor Felix Borbón—. Además, tu madre me apoya en esto. —No es cierto; mi madre no apoyaría esta descabellada idea; no dejaría que su único hijo se case con una mujer que no conoce —protestó Adriano, negándose a creer que la única persona que lo apoya sea capaz de traicionarlo. —Si no me crees, pregúntale —el hombre mayor de cabellos rubios con algunas canas agarra la ropa que está tirada en el piso y se la arroja a su hijo que está desnudo frente a él—. Cámbiate; te espero en el auto —le ordenó saliendo del lugar. Al estar solo, Adriano tira todas las copas de cristal de la mesa que al caer al piso se rompen en mil pedazos y de un puntapié en el sillón que hace un inst
—¡Estás loco!, papá, cómo me casaré con ese hombre que no conozco; además, recuerda que tengo mi novio Nicola —se niega Tania. —Terminarás con el de inmediato. —No, papá, yo amo mucho a Nicola; con él me quiero casar, no con ese desconocido —desaprueba la chica de cabello rubio. —¡Ya di mi palabra! —le grita Baltasar a su hija. —Por favor, papá —suplicó Tania poniéndose de rodillas frente a su papá. —Te casarás con Adriano Borbon en una semana. Tania siente un fuerte nudo en la garganta lo suficientemente fuerte para casi dejarla sin aliento, sus ojos verdes se llenan de lágrimas y rápido se pone de pie, acercándose a su mamá con desesperacion. —Mamá, ayúdame a conversar con mi papá que no me quiero casar con ese tipo —Tania le ruega a su madre que le ayude, mirándola directo a sus ojos que son del mismo tono que los de ella. La mujer mira con detenimiento a su hija, su corazón se ablanda al ver las lágrimas bajar por sus mejillas, le duele en el alma verla así, pero sus
P.O.V TaniaLos nervios me están matando han pasado unos minutos mi padre aún sigue encerrado con Nicola en el despacho, mis oídos están atentos por si llego a escuchar cualquier ruido para ir rápido para detener a mi padre por si intenta matarlo. Veo a mi padre acercarse a mi, pero no veo ni rastro de Nicola, me pongo de pie asustada y pensando lo peor.—¿Donde está Nicola? —preguntó impaciente.—El está vivo, pero ha aceptado una fuerte suma de dinero a cambio de irse y terminar contigo —me contó mi padre.—No es verdad, el me ama y nunca haría eso —me niego a creer las palabras de mi padre.—Ven para que lo veas con tus propios ojos —mi padre señaló hacia la ventana, me aproximó hasta ahí mirando a Nicola salir con una mochila en la espalda y un maletín en la mano. Me quede helada al ver eso, pegue mis manos y frente a la ventana.—¡Nicola! —grite con todas mis fuerzas. Noto que el se detiene yo con lágrimas en los ojos siento una esperanza de que el se voltee, pero no lo hace sol
P.O.V. Adriano. Mis ojos no se apartan de la joven rubia, y al quitarle el velo del rostro, me doy cuenta de que tiene unos lindos ojos verdes como esmeraldas. A mí me parece más linda de lo que habría esperado; tal vez no sea tan mala idea esto del matrimonio. Me doy cuenta de cómo el juez habla, pero no escucho ni media palabra de lo que dice; me aburre en lo absoluto; ya quiero que termine para que pueda besar a mi nueva esposa. Sé que es una desconocida y que no sabemos nada del otro. Sin embargo, no desaprovecharé la oportunidad de poder darle un beso a esos lindos y carnosos labios pintados con un labial rosa claro que la hace ver como si fuera una princesa. El juez me da la pluma para firmar, la cual tomo sin dudar colocando mi nombre sobre la línea que me ha indicado. Le pasó ahora la pluma a la rubia; ella duda un poco si tomarla, pero al final lo hace, da un paso al frente y se inclina, dejándome una espectacular vista de su lindo y redondo trasero. Admito que tiene
Al caer la noche, todos los invitados se fueron despidiendo; también tuve que despedirme de mi prima Mía. Me dolía mucho hacerlo porque es la única persona con la que cuento; sin embargo, no podría hacer que se quedara o mi padre me haría algo malo. Al final todos se fueron hasta que solo quedaron mis padres, los padres de Adriano y nosotros. Veo cómo uno de los sirvientes saca mis maletas y sé qué es lo que significa. —Ya es hora de que los recién casados vayan a su nuevo hogar —añadió mi suegro. —Sí, es buena idea —dijo mi padre, que ya está algo ebrio. —Tienen razón, mi amor, ya es momento de que nos vayamos. —Adriano me tomó de la mano, hablándome de una manera tierna que para mí resulta muy extraña. —Iré a despedirme de mi madre —me suelto de su agarre y él se da cuenta de mi actitud. Me acerco a mi madre que está sentada al lado de mi padre. —Me tengo que ir, mamá —dije y ella se puso de pie dándome un abrazo. —Te deseo toda la felicidad del mundo, mi niña, y que
P.O.V. Tania Toda la noche me la he pasado llorando debido a lo que me hizo esa bestia; después de huir de él me encerré en la primera habitación que encontré, le puse seguro a la puerta y me desplomé sobre la cama. Cuando los rayos del sol entraron por la ventana, me levanté como pude, entrando al baño, preparándome la tina y metiéndome a bañar para calmar mis músculos adoloridos y llenos de hematomas. Con la esponja me tallé la piel, limpiando toda impureza y rastros que me haya dejado ese hombre. Aseando más mi parte que está algo adolorida, lo que le agradezco a Dios el no ser virgen si no me hubiera dolido más que esa bestia se robara algo tan preciado. Después de pasar como media hora limpiándome, salí, me puse una ropa cómoda que encontré en mi ropero; sin embargo, no sé de quién sea y me senté en el sofá que está cerca de la ventana, sintiendo como los rayos del sol calientan mi piel. Vuelvo a recordar lo que me pasó y no puedo evitar dejar salir una lágrima. Cuando
P.O.V. Adriano La veo irse; estoy tentando a seguirla, pero sus palabras están claras en mi mente y si ella no quiere dar de su parte para que esto funcione, no puedo obligarla. Pero ahora entiendo que por el camino que voy no me llevará a nada, pero quizá ahora que lo pienso, si cambio y logro ser un hombre distinto, quizá ella me acepte y me perdone por lo que le he hecho… Así que con una nueva motivación agarro un pedazo de manzana que había en la mesa y la meto a mi boca dándole un mordisco, degustando de su rico y dulce sabor… Entro de nuevo a la casa; subo las escaleras, parándome en la puerta de mi habitación, viendo directo hacia la habitación de mi esposa. Me acerco, agarro la perilla de la puerta, tentado de abrir la puerta, pero me detengo al recordar que me dijo: eres un violador. Me arrepiento de entrar y me adentro en mi habitación. Voy directo hacia el baño, dándome una ducha rápida, saliendo y vistiéndome con un pantalón oscuro y una camisa del mismo tono.