Seduciendo a la Bestia —¿Por que me obsesioné, de ti?
Seduciendo a la Bestia —¿Por que me obsesioné, de ti?
Por: Karla Nesta
Capítulo 1

—¿Qué opinas sobre un compromiso entre mi hija y tu hijo? —soltó sin hacer tantos rodeos.

El señor Felix se queda callado mirándolo con incredulidad a la vez que frunce el ceño pensando en lo que su socio le acaba de decir. Entiende que tal vez lo este usando para saldar la deuda que tiene.

—Explícame por qué debería de aceptar: ¿qué tiene tu hija que pueda saldar tu deuda? —preguntó el señor Borbon, muy curioso de lo que él tiene que decir.

—Quizá nada que no pueda encontrar en otra mujer, pero si mal no recuerdo, me comentaste que querías que tu único hijo se hiciera responsable y se preparara para dejarle tu imperio —hace una pausa Baltasar mirando al señor Felix, esperando que él entienda su indirecta, pero no lo hace, así que continúa—. Pues se me ocurre que se case con mi hija para que se haga responsable, además de que te beneficia a ti que sea con mi hija porque ella no lo conoce, así que no sabe la situación en la que está tu hijo, porque el inconveniente que tuvo hace un año muchos de los otros socios todavía lo recuerdan.

Felix se queda callado al oír que Baltasar ha tocado ese tema que es delicado y es que después del trágico incidente con la ex pareja de su hijo, casi ninguna chica ha querido salir con él debido a eso… Incluso hasta perdió algunos amigos y socios importantes por esa razón. Así que también por eso él está más empeñado en que su hijo se case y pueda limpiar su nombre.

Tal vez la propuesta que le está dando el señor Mercier no sea tan mala; sin embargo, tiene que averiguar con exactitud qué es lo que quiere, porque sabe que él no es un hombre cada recto.

—¿Si aceptará eso que quieres a cambio? —indagó Félix entrelazando sus manos, mirando con detenimiento a su amigo.

—Solo que te olvides de la deuda que tengo contigo nada más —contestó Baltasar y es que, si bien pudo pedir más, sabe que no puede arriesgarse tanto. Felix sabia bien que pediria eso.

—Me parece bien; solo que hay un pequeño problema.

—¿Qué problema? —preguntó Baltasar. .

—Que quizá tú puedes manipular a tu hija de esa manera, pero sabes bien la relación que hay entre mi hijo y yo, así que no creo que vaya a aceptar hacerlo —mencionó Felix mirando con atención a su amigo.

—Eso es fácil.

—Te escucho —habló Baltasar.

—Dile a tu esposa lo que piensas hacer, bueno, omitiendo ciertas cosas y ella, al estar enferma, obvio que tu hijo no le negará nada a su madre moribunda —le cuenta el plan.

—¡Hey, te prohíbo hablar así de mi esposa! —vociferó Felix, poniéndose de pie, tomando el arma—. Ten cuidado de cómo le hablas a mi familia, o no habrá trato y te mataré aquí mismo —lo amenazó molesto al oír cómo la llamaba.

—Lo siento —se disculpa Baltasar bajando la vista. Felix se tranquiliza dejando nuevamente el arma en la mesa, y es que si piensa mucho en esa propuesta, sabe que quizá sea la última oportunidad para su hijo.

—Está bien, aceptó el trato; sin embargo, la boda debe de ser en una semana —dijo Felix, más calmado, y Baltasar sonrió satisfecho—. Pero te advierto que si tu hija no llega a la boda, te buscaré hasta por debajo de las piedras y te arrancaré la lengua y se la daré de comer a los perros. ¿¡Entendido!?

—Sí, y no te preocupes, yo me encargaré de que mi hija esté ese día —confirmó Baltasar—. ¿Una cosa más: la familia del novio se encargará de los gastos de la novia? —curiosea, y es que la verdad no quiere gastar el poco dinero que le queda en algo tan insignificante.

—Sí —aceptó Félix, disgustado de ver que ese hombre es más tacaño que nada.

—Perfecto, entonces me retiro; tengo que ir a avisar a mi hija de su compromiso —dijo Baltasar. El señor Borbon solo le hace una señal con la mano, indicándole que se vaya. Oportunidad que él no desaprovecha, saliendo como alma que la lleva el diablo.

El señor Borbon espera un par de minutos antes de salir de su pequeño despacho, se guarda el arma en la parte trasera de la pretina de su pantalón y sale del lugar caminando por los pasillos de la enorme mansión.

Se dirige hasta el jardín donde ve a su esposa sentada en una silla con un vestido blanco y usando una tela que cubre su cabeza. Le duele verla así y es que la ama demasiado. Pero su enfermedad la ha deteriorado demasiado haciendo que su corazón se apachurre. Dejó salir un suspiro, armándose de valor y caminando hasta ella.

—Hola, mi amor. ¿Qué haces? —saludo dándole un beso en la mejilla mientras ve cómo teje algo…

—Hola, mi vida, solo hago un abrigo para un futuro nieto, por si acaso no lo llego a conocer, al menos tenga algo de su abuela —dijo la mujer con una voz débil mostrándole el hermoso tejido de color amarillo…

—No digas eso, mi amor, tú conocerás a todos tus nietos —le dijo con una voz segura, pero la mujer solo ignora y es que ella sabe la gravedad de su enfermedad, y además de que tiene años con ella, entiende que quizá no sobreviva. Pero decidió cambiar de tema.

—¿Ocurre algo, Felix? —preguntó Nadia y es que sabe perfectamente bien que algo ocurre.

—Me conoces bien, si ocurre algo —aceptó Felix tomando asiento al lado de ella.

—¿El señor Mercier no te quiso pagar?

—No es eso —miente Félix, y es que si le dice a su esposa lo del dinero, sabe que no lo aceptará.

—Entonces.

—Baltasar me acaba de proponer que unamos a nuestras familias en un lazo matrimonial…

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