Durante esa semana, Georgina no se comunicó con Ismael ni una sola vez. No parecía interesada en saber de él, ni en cómo le iba con sus estudios o su vida en general. Para ella, Ismael era simplemente un medio para un fin, y ahora su mente estaba ocupada en algo mucho más importante: cómo acercarse a Emanuel. Cada día, Georgina dedicaba horas a pensar en su estrategia. Sabía que la fiesta de la empresa sería su oportunidad ideal. Sin la presencia de Ismael, tendría el camino libre para acercarse a Emanuel sin interrupciones. Pensaba en cada detalle, desde qué decirle hasta cómo vestirse para captar su atención. Estaba decidida a que esa noche, Emanuel finalmente la viera como algo más que una simple empleada. Su plan era claro: usar todo su encanto para seducirlo y ganar un lugar privilegiado en su vida, tanto personal como profesional. Georgina sabía que Emanuel era un hombre reservado y difícil de impresionar. Sin embargo, confiaba en su capacidad para manipular situaciones a su f
Nunca imaginé que la tarde tomaría ese rumbo cuando fui a la oficina de Emanuel por unos informes. Entré esperando encontrarlo absorto en su trabajo, como siempre, pero en lugar de eso, dejó lo que estaba haciendo en cuanto me vio. Me entregó un delicado paquete con una sonrisa cálida y una mirada que parecía atravesar mis inseguridades.—Esto es para ti, Vero —dijo, extendiendo el paquete—. Quiero que te sientas especial en la fiesta.Sorprendida, lo tomé entre mis manos, preguntándome qué podía ser. Con un nudo en el estómago, lo abrí lentamente, como si fuera un tesoro, y ahí estaba: un vestido verde esmeralda, hermoso, como salido de un sueño. Parecía hecho a medida para mí, como si Emanuel hubiese sabido exactamente lo que necesitaba, sin yo misma saberlo. No pude evitar pasar los dedos suavemente sobre la tela, admirando su suavidad y cómo brillaba con la luz. Era perfecto, elegante, y al mismo tiempo, sencillo. Justo como yo.—Emanuel... —susurré, sin saber qué decir. Mis ojos
Recuerdo perfectamente el día en que pensé en el vestido. Estaba en mi oficina, revisando unos informes cuando de repente me vino a la mente la imagen de Verónica. Sabía que no habría comprado uno nuevo para la fiesta; era predecible. Vero es una mujer que lo da todo por su hija, Caro. Todo su esfuerzo y cada centavo están dirigidos a asegurarle un futuro, y en este momento, eso significaba la universidad.Pensando en eso, recordé una promesa que me hice a mí mismo: ayudarla a que Caro pudiera seguir estudiando sin preocuparse por el dinero. Le pedí al contador que investigara si había alguna cuenta a nombre de Verónica donde pudiera hacer un depósito. No quería que se enterara de inmediato, así que debía ser algo discreto. Cuando me trajeron la información, encontré una cuenta que, aparentemente, no estaba muy activa. Decidí entonces depositar la cantidad suficiente para cubrir no solo el semestre, sino toda la carrera de Caro.No necesito ese dinero, y mi hijo, Ismael, nunca ha pasa
Capítulo La Espera Inútil Ismael no podía contener la emoción mientras salía del aula, con una sonrisa que parecía permanente. Había terminado su examen, y no solo eso, lo había aprobado. La alegría lo invadía, no solo por haber salvado la materia, sino por lo que ese logro significaba para él y su familia. Era un paso más hacia cumplir la promesa que le había hecho a su madre: graduarse y asumir un rol importante en la empresa familiar. Con cada paso que daba hacia la empresa de su padre, Ferreira Scorp, la emoción crecía. Sentía una mezcla de orgullo y alivio. Había dado un paso más hacia su futuro, hacia el legado que estaba destinado a heredar. Sin embargo, había algo que opacaba esa alegría: la ausencia de Georgina. Desde que le había mencionado que no podría ir a la fiesta por el examen, ella prácticamente se había esfumado. No hubo mensajes, ni preguntas sobre cómo estaba o cómo iba su estudio. Esa indiferencia le dolía. Había intentado no presionarla, no dar un paso má
Georgina avanzó con paso seguro, dejando entrever una sonrisa que mezclaba seducción y confianza. Había llegado a creer que lo tenía en la palma de su mano, pero desconocía que cada palabra suya era grabada y cada movimiento observado. Emanuel la dejó acercarse, consciente de que cualquier reacción abrupta podía levantar sospechas. —Emanuel, ¿por qué sigues evitando esto? —preguntó, rozando suavemente su brazo mientras lo miraba fijamente. Él dio un paso atrás, creando una distancia que él consideró segura. Su corazón latía con fuerza, pero su rostro permaneció imperturbable. —No es el momento, Georgina. Esto… no puede seguir así —respondió con voz firme. Georgina lo observó con incredulidad, como si no pudiera procesar su rechazo. Había sido cauteloso, pero ella había interpretado sus atenciones como un interés más profundo. —¿De qué hablas? —insistió ella, cruzándose de brazos, un gesto que denotaba tanto desafío como vulnerabilidad—. Siempre hay algo. Nunca es el momento.
Emanuel, no es lo que piensas… —comenzó a decir, pero su voz se quebró al ver la firmeza en su expresión. —No. Ya no me interesa lo que tengas que decir —la interrumpió con frialdad—. A partir de ahora, no vas a jugar más con ninguno de nosotros. Emanuel se giró, dejándola ahí, paralizada, mientras él se alejaba hacia la ventana, no podía detenerse. La furia y el dolor que lo consumían habían encontrado finalmente una salida, y las palabras salían de su boca como un torrente imposible de contener. —. al final, ese hombre resultó ser mi hijo ¡Mi hijo, Georgina! Georgina lo miraba, inmóvil, con los ojos bien abiertos y el rostro pálido. Intentaba encontrar algo que decir, pero las palabras no llegaban. —¿Te acuerdas cuando te llamé esa noche? —continuó Emanuel, avanzando un paso hacia ella, sin importarle que su tono se alzara—. Te pregunté dónde estabas, y tú, con toda la tranquilidad del mundo, me dijiste que estabas en tu casa, descansando. ¿Descansando, Georgina? ¡Y después
Ismael se apoyo en la puerta del baño con fuerza, apoyándose contra la pared mientras el peso de las palabras de Georgina lo aplastaba. Su respiración era irregular, cada exhalación era un esfuerzo para no romperse por completo. "No estoy con con tu hijo , fue un error ,no significa nada para mí , solo quise probarme a mí misma,que podía con todo.... No es como tú,tuve que enseñarle...", esas palabras resonaban en su mente como un eco cruel que no cesaba.El dolor de la traición lo atravesaba como una herida abierta. Se había entregado por completo a Georgina, creyendo en cada promesa, en cada mirada, en cada caricia. Había confiado en ella, bajado sus defensas, solo para descubrir que todo había sido una farsa. Pero lo que realmente lo desgarraba era la complicidad de su padre en todo esto. Emanuel, el hombre que siempre admiró, mi confidente ,había sido parte de la mentira."¿Por qué no me lo dijo?", pensó, su mente sumida en una confusión y resentimiento que lo quemaban por dentro.
Verónica, sin decir nada más, se sentó junto a Emanuel y lo envolvió en un abrazo firme. Él, quebrado por el dolor, se dejó caer, apoyando su cabeza en las piernas de ella mientras las lágrimas seguían fluyendo. Verónica le acariciaba el cabello con suavidad, murmurando palabras de consuelo.—Todo va a estar bien, Emanuel —dijo con voz tranquila—. Esto iba a pasar, se lo dijeras como se lo dijeras a tu hijo. Él se iba a enojar igual. Dale tiempo, todo va a mejorar. Quédate tranquilo, cálmate.Emanuel sollozaba como un niño, liberando todo el peso de la culpa y la tristeza acumuladas. Verónica continuó acariciándolo, transmitiéndole una calma que ella misma estaba luchando por mantener. Sentía una profunda compasión por él. Sabía que Emanuel era un buen hombre, que había cometido errores, pero no merecía ese sufrimiento.—Emanuel, ¿te gustaría que te cantara algo? —preguntó Verónica suavemente, tratando de distraerlo de su dolor.Emanuel asintió débilmente, sin levantar la cabeza. Veró