Capítulo – Bajo la Lluvia de las Mentiras El avión aterrizó en Londres bajo un cielo plomizo, teñido de un gris sucio que parecía arrastrar consigo todas las miserias del mundo. Las gotas golpeaban las ventanillas con una insistencia apagada, como si el cielo también supiera que aquel no era un día cualquiera. No para ella.Joselín, en su asiento junto a la ventanilla, sostuvo el celular apagado contra su pecho, como si con eso pudiera proteger lo poco que quedaba de su corazón. Aferrarse a ese aparato era aferrarse a una versión de la realidad que ya no existía.Antes de despegar, creyó que todo se podía resolver con una conversación. Una charla honesta. Iba decidida a hablar con Stephen, a entender, a mirar a los ojos al hombre que tanto amaba y pedirle explicaciones. No pensaba mal. No quería pensar mal. Él la amaba, ¿verdad? Todo esto debía ser un malentendido, una confusión, algo explicable.Pero el destino, cruel y puntual, le tenía preparada una bofetada.El último mensaje que
Capítulo – El Beso que Rompió el CorazónLa mañana en la casa de los Jones parecía tranquila, casi irreal.Margaret desayunaba como una dama enferma, flanqueada por Edward —que apenas tocaba su café— y Emily, que los observaba con una desconfianza que ya no disimulaba.El ambiente estaba tan cargado de tensión, que podía cortarse con un cuchillo.Charlotte y Amalia no tardaron en aparecer, como dos sombras perfumadas. Entraron sin anunciarse, como si fueran dueñas del lugar.—¿Nos sirven un café? —preguntó Charlotte, con esa sonrisa arrogante que nunca lograba disfrazar del todo.Margaret las invitó a sentarse con un gesto elegante. Emily apenas disimuló su fastidio.Stephen bajó las escaleras minutos después.Al verla, su expresión se endureció.“Otra vez estas mujeres… No tienen vida,” pensó, mientras reprimía un suspiro de hartazgo.Se sentó junto a Emily y comenzó a servirse café, con movimientos tensos.—Emily… consígueme un boleto para Alicante —le dijo en voz baja—. Hoy mismo.
Capítulo – La Verdad EstallaLa mañana en la casa de los Jones parecía tranquila, pero la tensión en el aire era densa como una tormenta a punto de romperse.Margaret desayunaba lentamente, vestida con su bata de satén, flanqueada por Edward —que apenas probaba su café— y Emily, que la observaba con una mezcla de decepción y desconfianza.Todo se sentía artificial.Cuando Charlotte y Amalia cruzaron el umbral sin anunciarse, como si fueran las dueñas del lugar, Emily apenas pudo contener un gesto de fastidio.—¿Nos sirven un café? —preguntó Charlotte, con esa sonrisa altanera que la hacía imposible de soportar.Margaret les indicó que se sentaran. Como si todo estuviera bajo control.Pero no lo estaba.**Stephen bajó las escaleras con el ceño fruncido. Apenas había dormido, su cuerpo estaba agotado… pero su corazón estaba peor.Ver a Amalia nuevamente fue el último empujón. Ya no lo soportaba.Se sentó al lado de Emily con gesto cansado.—Consígueme un boleto para Alicante —murmuró—.
Capítulo – El Vuelo del DolorEl aeropuerto de Heathrow vibraba de voces, anuncios y pasos apresurados. Pero para Joselín, el mundo era un zumbido lejano, como si estuviera sumergida en un sueño gris, helado… o una pesadilla.Con el corazón apretado, se sentó en una de las frías bancas del hall principal, abrazando su bolso contra el pecho como si pudiera contener su propio derrumbe. Sacó el celular por reflejo, aún temblando, y la pantalla brilló con una sucesión cruel de notificaciones.Llamadas perdidas: Emily.Llamadas perdidas: Stephen.Mensajes entrantes…Los dedos le temblaron.—No —murmuró, con voz rota.No podía escuchar más. No quería escuchar más.No después de ver lo que vio.No después de ese beso.Ese maldito beso.Ese beso que no necesitaba explicación, porque el dolor no entiende de contexto.Con un gesto tembloroso, apagó el celular. Lo hizo sin pensar. Sin respirar.Y cuando la pantalla se oscureció, lloró.Ya no de sorpresa.Ya no de impotencia.Lloró con bronca. Co
Capítulo – Reina sin TronoMargaret se despertó con el rostro relajado y el alma en paz.O al menos, eso quiso creer.Se sentó en el borde de la cama con movimientos lentos y estudiados, sintiendo la seda de su bata deslizarse sobre la piel. Frente al espejo, acarició con los dedos las líneas finas de su rostro. Nada que un poco de maquillaje no pudiera corregir. Nada que su compostura habitual no disimulara.Había ganado o eso pensaba.Las pastillas que tomaba no eran más que vitaminas, relajantes suaves y algunas cápsulas de colágeno, todas cuidadosamente organizadas en un pastillero médico de aspecto serio.La enfermedad era una ficción.Una que había mantenido a su hijo en Londres.A su lado. Donde siempre debió estar.Margaret bajó a desayunar con pasos seguros. La mucama ya había dispuesto la mesa, el té humeaba en su taza favorita y las tostadas estaban cortadas como a ella le gustaban.Edward estaba pálido, como de costumbre, sumido en su taza de café sin decir palabra.Emily,
Capítulo – El Último DespertarEdward Jones se había pasado la vida en silencio.Acompañando, tolerando, justificando a su esposa Pero esa mañana, sentado junto a la mesa del desayuno, con el café temblando en su taza y la sonrisa de Margaret tan falsa como el resto de su vida, algo en él simplemente… se quebró.Escuchar a su hijo pedir un pasaje para regresar a Alicante había sido un alivio para él.Stephen quería irse. Quería volver con Joselín.Edward lo vio, por fin, como un hombre libre.Pero la calma duró segundos.Cuando Margaret se llevó la mano al pecho y gimió con esa voz de ópera barata, sintió que algo no cuadraba.Demasiado teatral su dolor y demasiado justo.Y luego la escena. La hija de Charlotte sacando un tensiómetro como si fuera una enfermera profesional, diagnosticando a su esposa con una presión altísima que no parecía sentir.Stephen corrió, como siempre, como el hijo ejemplar que ella no merecía.Y Edward se sintió viejo y tan cansado.El alma se le apretó cuan
Capítulo 1: Golpeado por la realidad El motor del auto rugía suavemente bajo sus manos temblorosas. Emanuel Ferreira tenía los nudillos blancos de tanto apretar el volante, pero ni siquiera se daba cuenta. Toda su atención estaba en la entrada del hotel, donde el mundo que había construido en su cabeza se derrumbaba en cuestión de segundos. Allí estaba ella. Georgina López. Su secretaria. Su amante. La mujer con la que, hasta hace unas horas, había compartido una noche de pasión desbordante, la misma que lo había envuelto en promesas susurradas en la penumbra de una habitación de hotel. Y ahora, ella salía de ese mismo lugar… con otro hombre. Un vacío helado le recorrió el estómago. Era una escena sacada de sus peores pesadillas. Georgina se veía impecable, con el vestido negro que él mismo le había quitado la noche anterior. Cada paso suyo era seguro, confiado, como si no tuviera ni una gota de culpa en su sangre. Como si él jamás hubiera existido. Pero lo peor no era verla. E
Capítulo 2: La Trampa de Georgina Emanuel golpeó la puerta con furia. Una. Dos. Tres veces. El sonido retumbó en la noche silenciosa, un eco de su rabia contenida. Su pecho subía y bajaba con fuerza. Su respiración era errática. La traición lo carcomía desde adentro. Dentro de la casa, había un murmullo. Luego, pasos apresurados. La puerta se entreabrió con cautela. Y allí estaba ella. Georgina López se apoyó contra el marco de la puerta, con el cabello despeinado y los labios hinchados, como si acabara de levantarse. Sus ojos destilaban sorpresa… y una pizca de fastidio. —Emanuel… ¿qué demonios haces aquí? Su tono era una mezcla de incredulidad y molestia. Él no respondió. No podía. Porque detrás de Georgina, en la penumbra del pasillo, estaba él. Ismael. Su hijo. Descalzo, con el torso desnudo, con una expresión de desconcierto en el rostro. El estómago de Emanuel se contrajo con violencia. Un golpe seco y cruel. No podía ser. No podía ser. Pero estaba allí. En su ca