Capítulo 1: Golpeado por la realidad
El motor del auto rugía suavemente bajo sus manos temblorosas. Emanuel Ferreira tenía los nudillos blancos de tanto apretar el volante, pero ni siquiera se daba cuenta. Toda su atención estaba en la entrada del hotel, donde el mundo que había construido en su cabeza se derrumbaba en cuestión de segundos. Allí estaba ella. Georgina López. Su secretaria. Su amante. La mujer con la que, hasta hace unas horas, había compartido una noche de pasión desbordante, la misma que lo había envuelto en promesas susurradas en la penumbra de una habitación de hotel. Y ahora, ella salía de ese mismo lugar… con otro hombre. Un vacío helado le recorrió el estómago. Era una escena sacada de sus peores pesadillas. Georgina se veía impecable, con el vestido negro que él mismo le había quitado la noche anterior. Cada paso suyo era seguro, confiado, como si no tuviera ni una gota de culpa en su sangre. Como si él jamás hubiera existido. Pero lo peor no era verla. Era ver con quién estaba. Emanuel entrecerró los ojos. El hombre junto a Georgina tenía una postura relajada, pero su mano descansaba en su cintura con una posesividad hiriente. Como si ella fuera suya. La sangre de Emanuel hervía, pero su instinto periodístico lo llevó a enfocarse en detalles más allá de la furia. ¿Quién era él? Desde su auto, intentó distinguir su rostro. No podía. El hombre estaba de espaldas, su cabello corto, su espalda ancha, su altura casi idéntica a la suya. Pero había algo en su forma de moverse que le resultaba inquietantemente familiar. La vio inclinarse hacia él. Demasiado cerca. Y entonces ocurrió. Un beso. No un beso fugaz. No un roce de labios sin importancia. Fue un beso largo. Profundo. Cargado de deseo y complicidad. Exactamente igual al que él le había dado la noche anterior. Emanuel sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho. El aire se le atascó en la garganta. La furia le nubló la vista por un instante. No. No podía ser. Sacó su celular con manos temblorosas y marcó su número. Necesitaba respuestas. El tono sonó una vez. Dos. Tres. Finalmente, Georgina contestó con su voz melosa. —Hola, Emanuel. El simple sonido de su tono falsamente dulce le provocó náuseas. —¿Dónde estás? —preguntó, su voz ronca, tensa. —En casa, descansando. Emanuel apretó los dientes con tanta fuerza que sintió el dolor en la mandíbula. En casa. Qué descaro. Qué m*****a mentirosa. Su mirada seguía clavada en ella, viendo cómo acariciaba el rostro del hombre con una ternura que le revolvía el estómago. —¿En casa? —repitió, con una sonrisa fría y amarga—. Qué interesante, porque… Se detuvo. No. No podía delatarse aún. No sin saber qué demonios estaba pasando. —Emanuel —continuó ella, con un tono de leve impaciencia—. No entiendo por qué me hablas así. Si vas a seguir con ese tono, mejor hablamos otro día. Esta noche no quiero verte. Esta noche no quiero verte. Las palabras lo golpearon como una bofetada. ¿Qué clase de juego estaba jugando? Pero algo más captó su atención. El tono de Georgina era bajo, casi un susurro. Como si estuviera evitando que alguien más la escuchara. El hombre no sabía. Emanuel sintió una punzada en el pecho. ¿O sí? No respondió. Simplemente cortó la llamada y dejó caer el celular sobre el asiento del copiloto. Apretó los puños. Su cuerpo temblaba de rabia e impotencia. "No me importa," se dijo a sí mismo, intentando convencerse. No estaba enamorado de ella. Nunca lo había estado. Georgina solo había sido un escape, un consuelo temporal para su soledad. Pero eso no evitaba que se sintiera como el "cornudo "más grande del mundo. Y entonces, el hombre se giró. Emanuel sintió que el tiempo se detuvo. Su respiración se cortó. Su corazón casi se detuvo. Era Ismael. Su hijo. Su único hijo. El impacto lo golpeó como un camión. El fuego de la rabia se mezcló con el frío de la incredulidad. Con el asco. Con una oleada de pensamientos caóticos que lo hicieron sentir que iba a perder el control. ¿Sabía Ismael sobre él y Georgina? ¿O también estaba siendo manipulado? ¿O acaso estaba de acuerdo con todo esto? Emanuel quiso salir del auto, enfrentarlos a ambos. Gritarles. Exigir explicaciones. Destrozar esa m*****a farsa. Pero algo lo detuvo. Humillación. El orgullo herido lo golpeó más fuerte que la rabia. ¿Qué iba a ganar? ¿Demostrar que estaba destrozado? ¿Que ellos habían logrado destruirlo? Encendió el auto con un rugido furioso y se alejó de allí. El primer trago de la venganza Manejaba sin rumbo. Las luces de la ciudad pasaban a su alrededor como destellos borrosos, pero no las veía. Solo los veía a ellos. Se estacionó frente a un bar cualquiera. Oscuro. Desconocido. Un lugar donde nadie lo reconocería. Donde nadie vería al hombre traicionado. Entró y se dejó caer sobre la barra, pidiendo un whisky doble. Lo bebió de un solo trago, sintiendo el ardor recorrer su garganta. Pero el fuego que ardía en su interior no se apagaba. Pidió otro. Y luego otro más. Intentando ahogar la realidad. —¿Duro día? —preguntó una voz femenina a su lado. Emanuel levantó la mirada y se encontró con una camarera rubia que lo observaba con curiosidad. —Duro no… insoportable. Ella le sirvió otro vaso sin hacer más preguntas. Él lo tomó sin pensarlo dos veces. Pero no importaba cuánto bebiera. La traición seguía allí. En su piel. En su pecho. En su sangre. No podía escapar de ella. Y por primera vez en su vida, sintió miedo. Miedo de saber la verdad. Miedo de descubrir qué tan profundo llegaba la traición. Salió del bar tambaleándose, con la mente como un torbellino de caos. Necesitaba verla. Necesitaba confrontarla. Necesitaba saber si su propio hijo lo había traicionado. Subió a su auto y condujo hasta la casa de Georgina. Se quedó allí, en la oscuridad, mirando la fachada silenciosa. Sacó su teléfono y escribió un mensaje, pero lo borró. No. No iba a hablar. Iba a actuar. Bajó del auto, tambaleándose. Caminó hasta la puerta. Y golpeó. Fuerte. Con toda la furia acumulada en su pecho. Georgina iba a responderle. O esta vez, se encargaría de que lo hiciera.Capítulo 2: La Trampa de Georgina Emanuel golpeó la puerta con furia. Una. Dos. Tres veces. El sonido retumbó en la noche silenciosa, un eco de su rabia contenida. Su pecho subía y bajaba con fuerza. Su respiración era errática. La traición lo carcomía desde adentro. Dentro de la casa, había un murmullo. Luego, pasos apresurados. La puerta se entreabrió con cautela. Y allí estaba ella. Georgina López se apoyó contra el marco de la puerta, con el cabello despeinado y los labios hinchados, como si acabara de levantarse. Sus ojos destilaban sorpresa… y una pizca de fastidio. —Emanuel… ¿qué demonios haces aquí? Su tono era una mezcla de incredulidad y molestia. Él no respondió. No podía. Porque detrás de Georgina, en la penumbra del pasillo, estaba él. Ismael. Su hijo. Descalzo, con el torso desnudo, con una expresión de desconcierto en el rostro. El estómago de Emanuel se contrajo con violencia. Un golpe seco y cruel. No podía ser. No podía ser. Pero estaba allí. En su ca
Capítulo 3 La Resaca de la Verdad Emanuel llegó a su casa con el cuerpo pesado y la mente destrozada. Apenas podía sostenerse en pie. No sabía si era el whisky que había bebido o el impacto de su sueño… o pesadilla. Todo se sentía demasiado real. Los pensamientos lo atormentaban, cada uno más oscuro que el anterior. Ismael. Georgina. Su propio hijo, involucrado con la misma mujer que él había tenido en su cama. El asco le revolvió el estómago. No podía ser cierto. Pero la angustia que lo carcomía por dentro le decía lo contrario. Entró en su habitación y cerró la puerta con fuerza, como si pudiera dejar todo lo que sentía del otro lado. Se quedó de pie en la oscuridad, respirando con dificultad. El pecho le dolía. Sentía que algo lo estaba ahogando por dentro. Se llevó las manos al rostro, intentando calmarse. Pero no podía. El peso de la incertidumbre lo estaba matando. Se dejó caer en la cama y miró el techo. Quería dormir, desaparecer, dejar de pensar. Pero su cuerpo
Capítulo 4 : La inquietud de Verónica El bar había quedado en silencio, salvo por el murmullo lejano de la música y el sonido de los vasos chocando en la bandeja de Marta. Pero en la cabeza de Verónica, el eco de la conversación con Emanuel seguía retumbando como un grito mudo, como una herida abierta que se negaba a cerrarse. Había atendido a muchos hombres dolidos, muchos que buscaban ahogar sus penas en alcohol y palabras arrastradas por el whisky. Pero Emanuel Ferreira no era como los demás. Había algo en su historia que la golpeó con una intensidad inesperada, que la dejó inquieta, con un nudo en el estómago que no podía ignorar. Su hijo. No era solo el engaño lo que lo destrozaba, sino la traición en su forma más cruel. Verónica lo había visto en sus ojos, en la forma en que apretaba los puños sobre la barra, conteniendo una rabia que amenazaba con devorarlo desde dentro. No le dolía solo la infidelidad, sino la certeza de que su hijo estaba con la misma mujer que él había am
Capitulo: La Trampa de Georgina Georgina López sonrió con autosuficiencia mientras se aplicaba una última capa de carmín rojo en los labios. Conocía bien a Emanuel. Sabía qué lo desarmaba, qué lo hacía dudar, qué lo atrapaba sin que siquiera se diera cuenta. Lo había estudiado desde el primer día que puso un pie en la empresa, y ahora, después de meses de esfuerzo, lo tenía exactamente donde lo quería. O al menos, eso creía. Esa mañana, algo no estaba bien. Emanuel llegó tarde, con la mirada nublada y una rigidez en la mandíbula que delataba que algo le carcomía por dentro. No la miró como solía hacerlo. No la recibió con la misma calidez disfrazada de profesionalismo. Ni siquiera le dirigió una sonrisa. Algo había cambiado. Pero Georgina no era una mujer que se rindiera fácilmente. No después de todo lo que había invertido en este juego. Así que se alisó el vestido ajustado, cogió la bandeja con el café que le había preparado y entró en su oficina con su mejor sonrisa. —Buenos d
Capítulo 6: La Telaraña de Georgina Georgina se acomodó en su silla, cruzando las piernas con elegancia mientras una sonrisa felina se dibujaba en su rostro. Su café humeante se enfriaba sobre la mesa, pero a ella no le importaba. Estaba demasiado ocupada deleitándose con su última jugada, con la satisfacción de haber tejido su red a la perfección. Ismael era un niño jugando en un campo de lobos, y ella era el depredador que él jamás vería venir. Dio un sorbo al café, saboreando el amargor con la misma frialdad con la que saboreaba la victoria. Qué fácil había sido. Sabía que Emanuel era un hombre difícil, que nunca se entregaría del todo, que siempre tendría esa estúpida moral encima como un escudo. Pero Ismael… Ismael era otra historia. Ismael era joven, impulsivo, hambriento de experiencias y validación. Y sobre todo, Ismael quería ser distinto a su padre. Ese era su punto débil La primera vez que lo vio, supo que el chico tenía potencial. No era como esos niños inseguros que
Capítulo 7 : El Engaño del Amor Ismael Ferreira caminaba por el pasillo de la universidad, perdido en sus pensamientos. Era un buen estudiante, disciplinado, inteligente, y desde que tenía uso de razón, había soñado con tomar las riendas de la empresa de su padre. Durante años, se había preparado para ello, esforzándose en cada materia, manteniendo un promedio impecable, absorbiendo cada lección de negocios como si su vida dependiera de ello. Pero últimamente, nada de eso parecía importarle. Desde que Georgina apareció en su vida, su mundo había cambiado. Las horas que solía dedicar al estudio ahora se las pasaba revisando su teléfono, esperando un mensaje de ella, pensando en su próxima cita, en su próxima conversación. Su carrera, su futuro, todo había quedado en segundo plano. Porque ella lo era todo. Se sentó en una de las bancas del campus y exhaló pesadamente. Sabía que debía concentrarse, sabía que su padre esperaba mucho de él, pero no podía evitarlo. Georgina se había con
Capítulo 8: Un Encuentro en el Bar Emanuel Ferreira se apoyó contra el respaldo de su silla, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. Las luces de la ciudad parpadeaban a través de los ventanales de su oficina, contrastando con la oscuridad que sentía dentro de sí mismo. Miró su teléfono otra vez, releyendo el mensaje que había recibido esa mañana. "Espero que haya llegado bien a su casa anoche. Lo vi muy mal, por eso me atrevo a escribirle para saber que no haya cometido ninguna locura. Si necesita un oído para escuchar, puede contar conmigo. Saludos, Verónica Ortiz." No pudo evitar sonreír con ironía. Verónica, la mesera del bar. No entendía por qué alguien que apenas lo conocía había mostrado tanta preocupación por él. No era común que las personas se preocuparan por otros sin esperar nada a cambio. Pero había algo en su mensaje, en su tono, que lo hizo sentir que realmente le importaba. Se pasó la mano por el rostro y suspiró. Necesitaba hablar con alguien. Y por alguna r
Capítulo 9: Emanuel y el Peso de la Verdad Emanuel abrió la puerta de su casa con un suspiro pesado, sintiendo el agotamiento arrastrase por cada fibra de su cuerpo. La conversación con Verónica le había dado claridad, pero no le había dado el valor necesario para enfrentar lo que venía. Al entrar, el aroma familiar del café recién hecho lo recibió, acompañado del suave sonido de movimiento en la cocina. Por un momento, cerró los ojos y permitió que esa normalidad le ofreciera un respiro, como si pudiera pretender, solo por un instante, que su mundo no se estaba desmoronando. Pero esa ilusión no duró. Cuando llegó al marco de la puerta, lo vio. Ismael estaba sentado en la mesa, comiendo un sándwich con la despreocupación de alguien que no tenía idea del infierno en el que su padre estaba atrapado. Cuando lo vio, sonrió ampliamente y cruzó el espacio en dos zancadas, abrazándolo con fuerza. Emanuel sintió el calor del abrazo de su hijo y, por un segundo, deseó con todas sus fuerza