Capitulo: La Trampa de Georgina
Georgina López sonrió con autosuficiencia mientras se aplicaba una última capa de carmín rojo en los labios. Conocía bien a Emanuel. Sabía qué lo desarmaba, qué lo hacía dudar, qué lo atrapaba sin que siquiera se diera cuenta. Lo había estudiado desde el primer día que puso un pie en la empresa, y ahora, después de meses de esfuerzo, lo tenía exactamente donde lo quería. O al menos, eso creía. Esa mañana, algo no estaba bien. Emanuel llegó tarde, con la mirada nublada y una rigidez en la mandíbula que delataba que algo le carcomía por dentro. No la miró como solía hacerlo. No la recibió con la misma calidez disfrazada de profesionalismo. Ni siquiera le dirigió una sonrisa. Algo había cambiado. Pero Georgina no era una mujer que se rindiera fácilmente. No después de todo lo que había invertido en este juego. Así que se alisó el vestido ajustado, cogió la bandeja con el café que le había preparado y entró en su oficina con su mejor sonrisa. —Buenos días, Emanuel. Te traje café —murmuró con una dulzura ensayada, inclinándose lo suficiente para que su escote quedara a la vista. Él levantó la vista y la observó por un breve segundo. Un segundo que para Georgina fue suficiente para notar la diferencia. Ya no había deseo en esos ojos, ni siquiera interés. Solo vacío. —Gracias, señorita López —respondió con un tono tan seco que casi la hizo fruncir el ceño. Señorita López. Ni siquiera Gina, como solía decirle en la intimidad. El desconcierto se mezcló con la rabia, pero ella no dejó que se notara. En su mente, una alarma comenzó a sonar. Algo había pasado. Algo que lo había alejado de ella de un día para otro. Se acercó un poco más, dejando la bandeja sobre su escritorio. —¿Estás bien? Te noto… distante hoy. Emanuel soltó un suspiro pesado y se levantó de su silla. Sus movimientos eran tensos, como si algo lo estuviera devorando por dentro. —Estoy bien, solo estoy un poco cansado —respondió, sin mirarla. Georgina apretó los labios. No era cansancio. Era algo más. ¿Habría descubierto algo? La idea la inquietó, pero no permitió que el temor se filtrara en su expresión. Sonrió con dulzura y fingió no notar la distancia con la que la trataba. —¿Puedo hacer algo para ayudarte? —preguntó con una falsa preocupación. Emanuel alzó la mirada y sus ojos azules se clavaron en los de ella con una frialdad que nunca había sentido antes. —No, gracias. Estoy bien. Ese “bien” sonaba más como un estoy a punto de explotar, pero no aquí. Y entonces, sin previo aviso, la fulminó con una frase que la congeló en su lugar: —Señorita López, estamos en la oficina. El tono no dejaba espacio para dobles sentidos. Era una advertencia. Una línea trazada con precisión quirúrgica. Georgina sintió cómo su mandíbula se tensaba. ¿Quién se creía que era para hablarle así? ¿Acaso no era él el que había caído rendido en su cama más de una vez? ¿Ahora se atrevía a fingir que ella no significaba nada? Pero no iba a perder la calma. No aún. Forzó una sonrisa y se inclinó levemente sobre su escritorio. —Si necesitas algo, sabes que estoy aquí para ti. Emanuel levantó la vista, pero su expresión permaneció impasible. —Gracias, señorita López. Ahora, si me disculpa, tengo trabajo que hacer. Cada palabra era un golpe seco a su ego. Pero Georgina no era de las que se retiraban derrotadas. Salió de la oficina con pasos lentos, cerrando la puerta con suavidad, como si nada pasara. Pero por dentro hervía de rabia. Esto no ha terminado. Emanuel podía resistirse todo lo que quisiera, pero ella no era una mujer que aceptara un “no” como respuesta. Y si no era él, entonces sería su hijo. Ismael. El joven era mucho más fácil de manipular. Había caído sin esfuerzo en su red, un simple peón en su juego. Si no podía tener al padre, tendría al hijo. Se dejó caer en su silla, cruzando las piernas con una elegancia ensayada, y sonrió para sí misma. El juego apenas comenzaba. No siempre había sido así. Hubo un tiempo en que Georgina no tenía nada. Ni dinero, ni conexiones, ni la influencia suficiente para abrirse camino en un mundo donde las mujeres como ella eran descartadas con facilidad. Pero aprendió. Aprendió que los hombres con poder siempre tenían una debilidad. Algunos caían por lujuria, otros por necesidad, y los más peligrosos, por amor. Emanuel era de los últimos. Un hombre íntegro, difícil de manipular… pero no imposible. Desde que entró a la empresa, lo había observado. Al principio, ni siquiera la miró. Para él, era una empleada más, alguien sin importancia. Pero ella sabía cómo hacerse notar. Pequeños detalles. Un escote discreto en el momento preciso. Una risa suave en las reuniones. Un comentario acertado que lo hiciera verla como alguien valiosa. Y entonces, su primera gran jugada: fingir que necesitaba ayuda. —No te preocupes, Gina. Te llevaré a casa —le había dicho Emanuel aquella noche en la oficina, cuando fingió que un exnovio la acechaba. Ahí empezó todo. Fue paciente. No apresuró las cosas. Los hombres como Emanuel se resisten al principio, pero siempre terminan cayendo. Cuando finalmente lo tuvo, cuando logró llevarlo a su cama, sintió que la victoria era suya. Pero Emanuel nunca dio el siguiente paso. Nunca la vio como ella quería. Y entonces, un nuevo objetivo apareció. La primera vez que vio a Ismael en una foto, supo que él sería su respaldo. El hijo de Emanuel tenía su misma mirada intensa, pero sin la resistencia de su padre. Si no podía tener al rey, se conformaría con el príncipe. Georgina era muchas cosas, pero nunca una perdedora. Se miró en el reflejo de su teléfono y sonrió con autosuficiencia. Emanuel podía creer que se alejaba de ella. Pero aún no había entendido que ella nunca perdía un juego.Capítulo 6: La Telaraña de Georgina Georgina se acomodó en su silla, cruzando las piernas con elegancia mientras una sonrisa felina se dibujaba en su rostro. Su café humeante se enfriaba sobre la mesa, pero a ella no le importaba. Estaba demasiado ocupada deleitándose con su última jugada, con la satisfacción de haber tejido su red a la perfección. Ismael era un niño jugando en un campo de lobos, y ella era el depredador que él jamás vería venir. Dio un sorbo al café, saboreando el amargor con la misma frialdad con la que saboreaba la victoria. Qué fácil había sido. Sabía que Emanuel era un hombre difícil, que nunca se entregaría del todo, que siempre tendría esa estúpida moral encima como un escudo. Pero Ismael… Ismael era otra historia. Ismael era joven, impulsivo, hambriento de experiencias y validación. Y sobre todo, Ismael quería ser distinto a su padre. Ese era su punto débil La primera vez que lo vio, supo que el chico tenía potencial. No era como esos niños inseguros que
Capítulo 7 : El Engaño del Amor Ismael Ferreira caminaba por el pasillo de la universidad, perdido en sus pensamientos. Era un buen estudiante, disciplinado, inteligente, y desde que tenía uso de razón, había soñado con tomar las riendas de la empresa de su padre. Durante años, se había preparado para ello, esforzándose en cada materia, manteniendo un promedio impecable, absorbiendo cada lección de negocios como si su vida dependiera de ello. Pero últimamente, nada de eso parecía importarle. Desde que Georgina apareció en su vida, su mundo había cambiado. Las horas que solía dedicar al estudio ahora se las pasaba revisando su teléfono, esperando un mensaje de ella, pensando en su próxima cita, en su próxima conversación. Su carrera, su futuro, todo había quedado en segundo plano. Porque ella lo era todo. Se sentó en una de las bancas del campus y exhaló pesadamente. Sabía que debía concentrarse, sabía que su padre esperaba mucho de él, pero no podía evitarlo. Georgina se había con
Capítulo 8: Un Encuentro en el Bar Emanuel Ferreira se apoyó contra el respaldo de su silla, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. Las luces de la ciudad parpadeaban a través de los ventanales de su oficina, contrastando con la oscuridad que sentía dentro de sí mismo. Miró su teléfono otra vez, releyendo el mensaje que había recibido esa mañana. "Espero que haya llegado bien a su casa anoche. Lo vi muy mal, por eso me atrevo a escribirle para saber que no haya cometido ninguna locura. Si necesita un oído para escuchar, puede contar conmigo. Saludos, Verónica Ortiz." No pudo evitar sonreír con ironía. Verónica, la mesera del bar. No entendía por qué alguien que apenas lo conocía había mostrado tanta preocupación por él. No era común que las personas se preocuparan por otros sin esperar nada a cambio. Pero había algo en su mensaje, en su tono, que lo hizo sentir que realmente le importaba. Se pasó la mano por el rostro y suspiró. Necesitaba hablar con alguien. Y por alguna r
Capítulo 9: Emanuel y el Peso de la Verdad Emanuel abrió la puerta de su casa con un suspiro pesado, sintiendo el agotamiento arrastrase por cada fibra de su cuerpo. La conversación con Verónica le había dado claridad, pero no le había dado el valor necesario para enfrentar lo que venía. Al entrar, el aroma familiar del café recién hecho lo recibió, acompañado del suave sonido de movimiento en la cocina. Por un momento, cerró los ojos y permitió que esa normalidad le ofreciera un respiro, como si pudiera pretender, solo por un instante, que su mundo no se estaba desmoronando. Pero esa ilusión no duró. Cuando llegó al marco de la puerta, lo vio. Ismael estaba sentado en la mesa, comiendo un sándwich con la despreocupación de alguien que no tenía idea del infierno en el que su padre estaba atrapado. Cuando lo vio, sonrió ampliamente y cruzó el espacio en dos zancadas, abrazándolo con fuerza. Emanuel sintió el calor del abrazo de su hijo y, por un segundo, deseó con todas sus fuerza
Capítulo 10 : El Peso del Futuro El pequeño apartamento se llenaba con el sonido de la lluvia golpeando suavemente la ventana. Afuera, la ciudad seguía su curso, indiferente a las batallas silenciosas que se libraban en cada hogar. Pero dentro de esas cuatro paredes, el mundo de Verónica Ortiz se reducía a una sola imagen: su hija, sentada en la mesa, con los codos apoyados sobre los libros, el ceño fruncido y los ojos cargados de preocupación. Verónica la observaba desde la silla del comedor, con una taza de café entre las manos, sintiendo el peso del momento en cada latido de su corazón. —¿Cómo vas con eso? —preguntó, rompiendo el silencio. Carolina levantó la mirada. Sus ojos reflejaban cansancio, frustración… y algo más. Algo que Verónica reconocía demasiado bien: desesperanza. —Bien, supongo… —respondió su hija, aunque el tono de su voz decía lo contrario. Con un suspiro de rendición, cerró el libro con un golpe seco y se pasó las manos por el cabello—. Mamá, ¿para qué seguir
Capítulo 11: La Noche Inolvidable de Ismael El recuerdo de aquella noche seguía vivo en su mente, tan intenso como si hubiera sucedido apenas unas horas atrás. Ismael caminaba por los pasillos de la universidad, pero en su cabeza, estaba en aquel hotel, en aquella habitación, con Georgina. La mujer que amaba. Desde que la conoció, Georgina lo había atrapado por completo. No solo era hermosa, sino fascinante. Había algo en ella, una mezcla de dulzura y misterio, de fortaleza y vulnerabilidad, que lo hacía sentir como si estuviera ante alguien único. Y aquella noche, todo cambió para él. Habían ido a cenar juntos después de semanas de conversaciones, de miradas cargadas de significado, de encuentros que se sentían cada vez más inevitables. Desde el primer instante en que se sentaron frente a frente en aquel restaurante, supo que la noche sería especial. Conversaron por horas, riéndose, compartiendo historias, conociéndose de formas que iban más allá de las palabras. Para Ismael, no
Capítulo 12 : Poder y Desprecio Georgina se miró en el espejo del baño del hotel, pasando lentamente el lápiz labial por sus labios con una sonrisa de satisfacción. Lo había logrado. Otra vez. Ajustó el tirante de su vestido negro, el mismo que había usado la noche anterior con Emanuel. Le divertía la ironía. Ismael, acostado en la cama detrás de ella, dormía profundamente, ajeno a la verdad, ajeno a la burla silenciosa con la que lo miraba. Emanuel en la noche. Ismael en la madrugada. Dos hombres, padre e hijo, caen en la misma trampa. "Tan fáciles de manipular." Todo había sido tan simple. Demasiado fácil, de hecho. Desde el primer momento en que vio a Ismael, supo que podía manejarlo. Tenía el rostro de su padre, pero no su experiencia. Con Emanuel, las cosas no habían sido tan sencillas. Era un hombre inteligente, de los que no se rendían tan rápido. Pero con el hijo… el hijo era otra historia. Ismael no era más que un niño jugando a ser hombre. No tenía idea de que cada
Capítulo 13: Una Aliada para su Plan Emanuel se dejó caer en el sillón de cuero de su oficina, sintiendo el peso del cansancio acumulado. Lidiar con Georgina era una guerra constante, una batalla de resistencia que lo desgastaba más de lo que quería admitir. Desde hacía dos días, verla entrar a la empresa le revolvía el estómago. Cada vez que la miraba, recordaba lo bajo que había caído. Recordaba su voz susurrándole mentiras, su piel compartida con él y con su hijo. El asco lo carcomía. Pero lo que más lo atormentaba era Ismael. El rostro feliz de su hijo cuando hablaba de ella lo perseguía como un fantasma. Esa inocencia, ese brillo en sus ojos, ese amor ciego por una mujer que solo sabía destruir. Había intentado marcar distancia, fingir frialdad, mantenerla lejos con una barrera invisible. Pero Georgina no entendía límites. La tarde anterior, en un acto de descaro que lo dejó paralizado, se acercó a su oficina con la arrogancia de quien se sabe deseada. —Emanuel, si estás suf