37 Despertares
Emanuel no podía dejar de sonreír mientras conducía de regreso a su casa. Las palabras de Ismael apoyándolo y la imagen de Verónica aún fresca en su mente lo tenían atrapado en un torbellino de emociones que no experimentaba desde hacía años.

El beso.

Ese beso inesperado que había comenzado como un simple gesto impulsado por su hijo, pero que, apenas sus labios rozaron los de Verónica, el mundo entero pareció desvanecerse por un instante.

En su mente, se repetía el momento en cámara lenta.

La calidez de su aliento, la suavidad de sus labios, la chispa que recorrió su piel en cuanto el beso se profundizó ligeramente, como si el deseo contenido en ellos hubiese encontrado una brecha para salir.

Verónica había sonreído contra su boca, sorprendida, pero sin apartarse. Y antes de que pudiera detenerse a pensarlo demasiado, Emanuel se inclinó más, sin poder resistirse.

Fue un beso que comenzó con timidez, con la vacilación de dos personas que habían olvidado cómo era ese contacto since
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