Georgina despertó con un dolor de cabeza punzante y la sensación de vacío en su pecho. Parpadeó varias veces, intentando enfocar la vista en el techo desconocido que se extendía sobre ella. La habitación del hotel, con su decoración sobria, no le resultaba familiar. Se incorporó lentamente, notando la figura de un hombre a su lado. La confusión la invadió. —¿Quién eres? —preguntó, su voz temblorosa mientras se abrazaba a sí misma, buscando refugio en su propio cuerpo. El hombre, con una sonrisa relajada, se incorporó ligeramente. —Soy Diego —respondió con naturalidad—. Nos conocimos anoche en el bar. Nos emborrachamos y la pasamos bien. Georgina se llevó las manos a la cabeza, intentando recordar algo, cualquier cosa, pero su mente estaba en blanco. Solo tenía fragmentos borrosos: el bar, el alcohol, una conversación cargada de rabia y frustración... y luego, nada. La sensación de haber perdido el control la aterrorizaba. —No puede ser... —murmuró para sí misma, sintiendo cóm
Ismael caminaba sin rumbo fijo, perdido en la maraña de sus pensamientos y emociones. La noche lo envolvía, y el ruido de la ciudad parecía desvanecerse en la distancia. Cada paso que daba lo alejaba más de su hogar, pero no podía detenerse. Necesitaba escapar, aunque fuera por unas horas, de la angustia que lo oprimía. Finalmente, sus pasos lo llevaron al puerto. El lugar estaba sumido en una calma inusual, el viento apenas soplaba y el agua golpeaba suavemente contra los muelles. Ismael avanzó hasta uno de los muelles y se sentó con las piernas colgando, dejando que sus pies rozaran la superficie del agua. El sonido del mar, el suave vaivén de las olas, lo envolvía en una extraña sensación de paz. A lo lejos, algunos pescadores comenzaban su jornada, preparando sus botes para salir al mar. Las luces de las embarcaciones parpadeaban en la distancia, un contraste con la oscuridad que sentía en su interior. Ismael observaba en silencio, inmóvil, como si el mundo a su alrededor no ex
El despertar de Emanuel en las piernas de Verónica fue el único consuelo que encontró en toda la noche. Su cuerpo aún pesaba con el agotamiento del llanto, pero el suave murmullo de la voz de Verónica y la melodía que había escuchado de sus labios le brindaron una calma inesperada. Era como si, en medio de su tormento, hubiera escuchado a un ángel cantarle, ofreciéndole un refugio temporal en medio de su caos interno.La paz que emanaba de Verónica era casi palpable. Emanuel, todavía adormilado, cerró los ojos por un momento más, permitiéndose disfrutar de esa sensación de seguridad que hacía tanto no experimentaba. Las caricias de Verónica en su cabello, la calidez de su cuerpo junto al suyo, eran un bálsamo para su alma herida.—Gracias —murmuró, apenas audible, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro.Verónica lo miró con ternura, sabiendo que esas pocas palabras significaban mucho más de lo que Emanuel podría expresar en ese momento.Emanuel se dio cuenta en ese inst
Diego apareció en la casa de Verónica al amanecer, el día después de la fiesta. Gloria, la madre de Verónica, lo atendió en la puerta. Al abrir, su expresión se endureció al verlo allí. —¿Qué haces acá, lacra? —le espetó con desdén. Diego, visiblemente incómodo, intentó mantener la compostura. —Vengo a ver a mi hija —respondió, tratando de sonar seguro. Gloria soltó una risa amarga. —¿Hace cinco años que no ves a tu hija y ahora te acuerdas de ella? Hace cinco años que no sabes nada. ¿Te acuerdas del nombre siquiera? La última vez que la viste fue por casualidad, en una salida con su madre, mientras tú estabas tomando con tus amigos. Hazme el favor y andate de acá. El intercambio de voces en la entrada atrajo la atención de Carolina, quien apareció en el umbral de la puerta. Al ver a su padre, su rostro se endureció con una mezcla de sorpresa y rechazo. —¿Qué haces acá? —preguntó con frialdad. Diego trató de sonreír, intentando una aproximación. —¿No saludas a tu padr
Susurros del AlmaEl aroma del café recién hecho llenaba la oficina, un bálsamo reconfortante en medio de la tensión que flotaba en el aire. Verónica se movió en su silla , cuando termino de hablarle ,observando a Emanuel con una mezcla de curiosidad y algo más profundo, algo que aún no había logrado identificar del todo. Emanuel, por su parte, apenas podía concentrarse. Sus ojos seguían cada movimiento de Verónica, atrapado entre el deseo y la incertidumbre.Cuando sus miradas se encontraron, algo en su interior se rompió, una represa que había contenido sus emociones durante demasiado tiempo. Se levantó de golpe, como si un resorte lo hubiera impulsado. Verónica lo observó con sorpresa, sus ojos interrogantes pero sin temor. Emanuel se acercó a ella, su corazón martillando en su pecho, y antes de que pudiera pensar en las consecuencias, sus labios encontraron los de ella.El beso fue suave al principio, un toque apenas perceptible que exploraba con cautela. Emanuel cerró los ojos, p
Capítulo Maquinaciones y ArrepentimientosDiego salió furioso de la casa de Carolina. Su exsuegra lo había echado a gritos, furiosa, mientras él mascullaba insultos entre dientes. Caminaba por la vereda con la ira ciega que lo caracterizaba, sus pensamientos enredados en la frustración de su situación. Al cruzar la calle, casi lo atropella un auto; la bronca lo tenía tan distraído que ni siquiera miró. El conductor frenó en seco y bajó enfurecido.—¡Imbécil! ¿Qué te pasa? ¡Te cruzaste como un loco! —le gritó el hombre, acercándose con los puños apretados.Diego, altanero como siempre, respondió con insultos, pero cuando el conductor lo agarró del saco, el miedo se apoderó de él. La voz del hombre sonaba como una advertencia mortal:—No te voy a pegar porque sos un pobre diablo, pero no te cruces en mi camino de nuevo porque no te salvas.El miedo paralizó a Diego por un instante. Nunca pensó que alguien se le enfrentaría así. Él, que siempre creía llevarse el mundo por delante, se si
Capítulo: Máscaras Desveladas La mañana era fría y silenciosa en la universidad. La mayoría de los estudiantes ya se habían marchado, dejando los pasillos vacíos y desolados. Ismael caminaba sin rumbo fijo, con el peso del mundo sobre sus hombros. Había pasado por una tormenta emocional tras descubrir la verdad sobre Georgina y su padre. Se sentía traicionado, humillado, como si le hubieran arrancado una parte de su alma. Todo lo que alguna vez creyó se desmoronaba ante sus ojos. Al llegar a su dormitorio, encontró a Pedro, su compañero de cuarto, sentado en la cama, revisando su teléfono. Pedro no se había ido aún porque su boleto de regreso a casa estaba programado para el viernes, después del examen. Como el examen se adelantó, había decidido quedarse el fin de semana, algo que resultó ser una bendición para Ismael. Pedro, con su actitud despreocupada y su sonrisa fácil, era un contraste total con Ismael. Le gustaban las fiestas, las mujeres, y sabía cómo disfrutar de la vida s
Capitulo Risas y algo más Emanuel se ofreció a llevar a Verónica a su casa después de todo lo que vivieron juntos desde la noche anterior . La confianza entre ellos había crecido de manera natural y Verónica, sin ningún tipo de vergüenza, le preguntó si quería pasar a conocer a su familia. Emanuel, con una sonrisa que reflejaba tanto curiosidad como entusiasmo, aceptó gustoso. Al abrir la puerta de su casa, Verónica fue recibida por su madre, quien levantó las cejas en señal de sorpresa, provocando que Verónica estallara en una carcajada. Emanuel, contagiado por la alegría del momento, también rió, creando una atmósfera de felicidad espontánea que llenó la sala. Carolina, al escuchar el alboroto, salió de su habitación para descubrir a su madre, su abuela y Emanuel riéndose a carcajadas. Desconcertada, preguntó qué estaba sucediendo, - ¿Que pasa ,que se fumaron ,abuela ,mamá ? Y mirando a Emanuel con una sensación de familiaridad, aunque no pudo precisar de dónde lo conocía. Su