Secreto de Amor (No. 2 Saga Locura)
Secreto de Amor (No. 2 Saga Locura)
Por: Virginia Camacho
PRÓLOGO

¿Es decir, que puedo volver?, preguntó, mirando la luz que proyectaba el magnífico Ser que la había traído hasta aquí hacía ya mucho tiempo. Muchísimo, o así lo sentía. No había días ni noches en este lugar; ni invierno, ni verano. Sin embargo, podía haber transcurrido sólo un segundo desde entonces; el tiempo no existía aquí. No existía el ahora; era un eterno siempre.

Volver, volver… Sé qué clase de “volver” tienes en mente, y no, no es ese “volver”, contestó. Estarás entre ellos, podrás verlos e incidir en sus vidas, pero ellos no te verán a ti, ni se enterarán jamás de que los miras.

Seré entonces un espíritu errante entre ellos. Suena muy solitario, pensó luego, pero no se atrevió a decirlo en voz alta, aunque seguramente Él había escuchado ese pensamiento. Él lo sabía todo.

Era muy tentador. Volver, no importaba cómo, le producía cierto cosquilleo en el pecho que ya no tenía.

Antes, hacía una vida, era una mujer y la llamaban Heather Calahan, aunque ya le quedaban pocas memorias de esa época de su existencia, y fue alguien que menospreció la vida, la suya y la de los demás. Había intuido que tendría que pagar una especie de expiación por sus muchos pecados, y tal vez de eso se trataba esto que le ofrecían. Suponía que, si le daban la oportunidad de volver a la Tierra, no era de vacaciones; algo importante tendría que hacer, aunque en su caso especial, seguro sería algo nada heroico. Ser la guardiana de un perrito, tal vez, o vigilar que las cucarachas no escasearan.

Estás a punto de decir que sí, dijo la hermosa voz de ese Ser viviente que tenía en sus manos el destino de todo lo que existía, y la que ya no era Heather, ni nadie, en realidad, porque ya no tenía un nombre, sonrió dentro de sí. Lo había amado desde el mismo momento en que lo había sentido, y nunca habría sido capaz de negarle nada. Podría haberle obligado a hacer lo que quisiera, pero le había preguntado y por eso le amaba más.

Sí. Siempre fue un sí, contestó al fin, y se sintió en libertad de hacer una broma. Nunca pensé que se enviaran a la tierra hadas madrinas.

Hay millones de “hadas madrinas” en la tierra, dijo Él. Sólo que muy pocos consiguen darse cuenta.

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