Tess escuchó las notas musicales de la canción Tristesse sonando en su cabeza y poco a poco fue despertando. Encontró al lado de su cabeza, sobre la almohada, la caja musical que Adam le había regalado hacía ya muchísimo tiempo y sonrió. Seguramente alguien la había traído aquí.
August no estaba a su lado, y eso le extrañó. ¿Quién la había traído, entonces?
—Yo lo hice —dijo una voz a su lado, y Tess se sorprendió un poco al ver a una anciana de pie a un lado de su camilla. Pero no era cualquier anciana, era Sam, Samantha Jones antes de que el milagro ocurriera en ella, antes de que se convirtiera en esa despampanante pelirroja que ahora era.
Su corazón empezó a latir con mucha fuerza, y asustada, trató de sentarse. ¿Qué había pasado con Sam? ¿Se había revertido todo?
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También vio a August oscurecerse poco a poco, beber más, sentirse frustrado porque sus otros amigos iban y venían y él no, porque debía trabajar para mantener a sus hijos. Lo vio odiarla y maldecirla por haber parido tantos hijos, y desfogarse en otras mujeres que no le traían ataduras como ella.Lo vio tener sexo en aquel baño con aquella camarera, y a Billy intentar matarlo por eso.Esto era sorprendente. Ya Billy les había contado lo que había pasado, pero verlo era otra cosa. Y fue cuando August escapó. Aprovechó que al fin tenía una excusa para huir y lo hizo sin ningún remordimiento, sin mirar atrás. Nunca le contó lo sucedido, no le dio una sola explicación, explicación que ella tal vez hubiese aceptado, por lo desesperada que estaba por comprender.—Su destino era morir aquella noche —le dijo la mujer señalándol
Tess entró a su casa sentada en una silla de ruedas, y abrazó a sus hijos con mucho cuidado, pero fuertemente. Nicolle, que quiso subirse a su regazo, tuvo que conformarse con quedarse sólo un momento sobre sus rodillas, luego de lo cual, August la alzó para librar a Tess de su peso.Diez días, Tess había estado internada por diez días, luego de los cuales, los médicos consideraron que, gracias a su rápida recuperación, podría terminar el proceso en casa.En los últimos días ya muchas más personas habían podido ir a verla, como Beth y Henry, que no habían podido hasta el momento, Heather, Georgina, y hasta el mismo Phillip. Ningún día estuvo sola, y a pesar de las incomodidades, se habían pasado rápido.Por fin estaba de nuevo en casa, con sus hijos que la habían echado muchísimo de menos, como ellos mismos le
—¿Vas a volver a las oficinas? —le preguntó Tess a August ya en la noche, cuando al fin pudieron estar a solas. Habían convencido a los niños de que su madre debía descansar, y al fin se habían desprendido de ella. Todos, en fila, habían venido aquí a darle su beso de buenas noches y a desearle que pronto se mejorara, y finalmente habían salido a sus respectivas habitaciones. Ninguno lloró, pues ya les habían advertido que, si lloraban, su madre volvería a sentirse mal.August había vuelto a ella luego de dormir a los niños y ahora acomodaba las almohadas debajo de la cabeza de Tess sin contestar a su pregunta, y ella extendió la mano a su rostro para tocarle la mejilla.—Cariño, contéstame—. August hizo una mueca.—No me han dado alternativas —se quejó él, y Tess sonrió toma
Con el paso de los días, la recuperación de Tess era más notoria, recibió visitas en casa con bastante constancia, y también presentes con sus mejores deseos. En una de esas ocasiones, Greg y Felicity coincidieron en su visita, y Tess, al ver cómo seguían tratando a August, y escucharlos decir lo mucho que a Adam le hubiese gustado estar aquí, tuvo que decirles la verdad.—Estás bromeando, cariño —fue lo que le contestó Felicity, mirándola con una sonrisa preocupada, y hasta extendió su mano a la frente de Tess para comprobar su temperatura—. No puede haberte afectado la cabeza una herida en el vientre. Por favor, no me asustes—. Tess se echó a reír.—Amor, demuéstrales que eres Adam —le pidió ella, y August descruzó sus brazos y dio un paso adelante, con la mirada de Greg y Felicity clavadas en él. S&o
—Mañana —le dijo August a una Tess muy ebria— vas a amanecer con un dolor de cabeza que…—No me importa —suspiró Tess mirando a su marido mientras éste conducía y mordiéndose los labios.—Eso dices ahora…—Es lo que cuenta. ¿Vamos a un hotel?—Si quieres…—Oh, sí. Y hagamos el amor salvajemente. Ya podemos. Voy a hacer mucho ruido, te lo advierto —él la miró sonriente. Tess ebria era bastante divertida.—Gracias por avisar.—Y nada de preservativos —se acercó a él y susurró: —hagámoslo descuidadamente.—Hace tiempo que lo hacemos sin preservativos.—Oh, es cierto. Es que no me gustan. August, ¿no quieres tener un bebé conmigo? —a él le entró tos entonces, y tuvo que baj
¿Es decir, que puedo volver?, preguntó, mirando la luz que proyectaba el magnífico Ser que la había traído hasta aquí hacía ya mucho tiempo. Muchísimo, o así lo sentía. No había días ni noches en este lugar; ni invierno, ni verano. Sin embargo, podía haber transcurrido sólo un segundo desde entonces; el tiempo no existía aquí. No existía el ahora; era un eterno siempre.Volver, volver… Sé qué clase de “volver” tienes en mente, y no, no es ese “volver”, contestó. Estarás entre ellos, podrás verlos e incidir en sus vidas, pero ellos no te verán a ti, ni se enterarán jamás de que los miras. Seré entonces un espíritu errante entre ellos. Suena muy solitario, pensó luego, pero no se atrevió a decirl
No se podía ver nada delante, y la luz de los faroles encendidos del auto no llegaban más allá de una cortina espesa de agua.Una lluvia torrencial limitaba la vista, cerraba el cielo nocturno y obligaba a los transeúntes detenerse bajo cualquier techo que los amparara; los limpiaparabrisas no daban abasto para poder conducir con cierta normalidad, y los árboles se inclinaban pesarosamente por la fuerza de las gotas de agua. Adam Ellington tenía que andar despacio en su Mercedes Benz a través de avenidas y luego calles más estrechas hasta que al fin llegó a su destino: la casa de Tess Warden.Con mucho cuidado, sacó el paraguas y lo abrió antes de salir del auto, cerró la puerta y caminó por el pequeño jardín delantero. Al llegar a la puerta, ya sus zapatos se habían mojado.Sabía que hacía poco Tess vivía sola aquí co
Tess salió de la habitación minutos después buscando su teléfono. Tenía el vestido negro a medio poner, pero debía hacer una llamada a la niñera que siempre le cuidaba sus hijos cuando ella necesitaba salir, así que no le importó salir tal como estaba de la habitación.Al ver a Nicolle en sus brazos, corrió a él para quitársela, pero él se lo impidió poniendo un dedo sobre sus labios.—La despertarás —le dijo, y Tess miró ceñuda a su hija. Pero no tuvo tiempo de ponerse a pensar en por qué la pequeña había elegido el hombro de este extraño para dormirse, siendo que era sumamente quisquillosa, pues estaba retrasada y todavía le faltaba terminar de vestirse.Diablos, ¿cómo había podido olvidar esta cita?, se preguntó. Georgina incluso había insistido en que la