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Los días se pasaron, y el invierno llegó a su fin, con sus lluvias, y uno que otro resfriado de los niños.

En ese tiempo, habían salido con Heather y Raphael unas cuantas veces. A veces cenaban los unos en la casa de los otros, o se iban a algún restaurante. Era impresionante escuchar la historia de Heather, o, más bien, Samantha, pensaba August. Y ver que ese increíble milagro también se había producido en él lo llenaba de alegría, se sentía honrado, bendecido.

Y hacía que amara más a Tess. Mientras que antes el universo parecía estar en contra de ellos, ahora todo era perfecto, las cosas estaban mejor que nunca.

—¿Es difícil? —le preguntó Raphael en una de esas ocasiones, ofreciéndole una copa de vino de su reserva mientras Tess y Heather conversaban muy tranquilas en el sofá de su sala, y August lo miró

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