La noticia de que Tess era la heredera de los Ellington impactó mucho a todos. Esa misma noche, Tess reunió a sus amigos, que básicamente se trataba de la familia Calahan, y les anunciaron el gran descubrimiento de aquella mañana. Georgina no había podido salir de su asombro, y corrió a ella para abrazarla, y casi lloró diciéndole que se alegraba por ella, y por Adam, su viejo amigo.
—No puedo creer que yo haya ayudado a que tuvieran una cita. No pasó nada esa vez, ¿verdad? —Tess se echó a reír.
—No, recuerda que te conté que la cita había salido horrible.
—No puedo creer que ahora sienta alivio por eso —Tess volvió a sonreír.
—La fortuna quedó en familia, entonces —comentó Phillip repartiendo copas de champaña—. Bienvenida al podrido mundo de los ricos, Tess.
—Oh,
A pesar de no tener viaje de luna de miel, Tess sí pidió un par de días en el trabajo para disfrutarlos con su marido. Sin embargo, cuando volvió, no fue para reincorporarse a sus labores, sino para anunciarle a su jefa que ya no podría seguir trabajando.—¿Qué? —exclamó Amelia mirándola con absoluto terror— ¿Qué me estás diciendo? —Tess abrió grandes sus ojos al ver su expresión. Amelia era una mujer guapa, con sólo treinta y seis años, y soltera. Según algunos, tenía demasiado… vigor… Era el tipo de mujer que intimidaba a los hombres, hasta a los más exitosos. Intentó intimidarla a ella en el principio, pero tal vez en un punto se dio cuenta de que Tess no era una amenaza, porque su trato se suavizó con el paso de los días. Se había ganado su confianza, y aunque no eran í
August, a pesar de haber dicho que se alegraba de no tener que ir a las oficinas, iba a diario. Al principio, Abel y Horace lo miraban un poco molestos porque él insistía en leer documentos, asistir a juntas importantes, y realizar entrevistas. A pesar de que no podía hacer cambios importantes, vigiló el funcionamiento de todo y así fue conociendo al nuevo personal.Aquí todo funcionaba bastante bien, recordó. El problema estaba en los mandos medios, y allá se fue para conocer al personal. Afortunadamente, allí sólo necesitaba decir que era uno de los socios para que se le tratara con deferencia, y así fue entrevistando de uno en uno a todos, y recordó nombres y caras que le fueron mencionadas mientras fue un simple lavaplatos. Había algunos que abusaban de su poder, o intentaban aprovecharse de las necesidades del otro para su conveniencia, o de las jovencitas; impon&iacu
—¿Es cierto que eres amigo de Phillip Calahan? —le preguntó Horace a August, temprano por la mañana. No habían asistido al cumpleaños de Eugene Whittington, pero sí que habían oído lo que había sucedido ahí. Estaban en la sala de juntas, y Abel simulaba leer unos documentos, pero en realidad estaba atento a la conversación.—Sí —contestó August.—¿Desde cuándo? —él elevó una ceja.—¿Por qué les interesa?—Y de los Branagan… ¿también eres amigo? —August suspiró.—Sí.—¿Qué tan cercanos?—Íntimos.—Oh… —August los miró fijamente por largo rato. Horace parecía incómodo por algo, pero August no interrumpió sus cavilaciones—
El fin de semana pasó rápido, y pronto Tess se acostumbró a su nueva rutina. Como ya no trabajaba, tenía mucho tiempo libre, y con Heather conversaba acerca de lo que debería hacer ahora, en qué debía invertir su tiempo y sus energías.—Tienes tres hijos pequeños —le decía Heather—. ¿Con eso no es más que suficiente?—¿Me aconsejas quedarme en casa?—No para siempre —contestó Heather—, pero, cualquier cosa que decidas, no te olvides de disfrutarlos ahora que son niños—. Ella tenía razón, pensó Tess, así que lo conversó con August, y él se mostró de acuerdo. Si iba a ocuparse, no debía ser algo que le tomara todo el día. No quería llegar a vieja y lamentarse de no haber disfrutado la niñez de sus hijos.Y disfrutar a August, pensa
—August, este es Carl Bergman, el abogado que se encargará de tu caso —dijo Raphael Branagan presentando a un hombre de mediana edad, quien de inmediato le extendió su mano a August y se la apretó con firmeza y seguridad. August lo miró fijamente y le mostró el asiento para que se sentara, y Carl lo hizo poniendo su maletín sobre la mesa del café de delante.Estaban en su casa, August había contactado a Raphael para usar sus influencias, ya que las suyas eran nulas, y atraer al mejor abogado penalista posible. Raphael también había hablado de contactar a un investigador privado, y admitió conocer a uno muy bueno. Ya estaba en Rochester haciendo su trabajo.Tess, que estaba allí con ellos muy atenta, no podía evitar sentirse nerviosa. De esto dependía el futuro de su familia. Si acaso August, el antiguo August en verdad era culpable de asesinato, ellos no tendr&
Los días se pasaron, y pronto tuvieron noticias de Jed Smith, el investigador privado recomendado por Raphael. Definitivamente, no podía haber sido August quien enterrara a la chica, si la fecha en que ella fue vista por última vez coincidía con la que él había ingresado en la clínica.—Un respiro —suspiró Tess al oírlo.—Pero que no la haya enterrado, no significa que no la haya asesinado —insistió August, dispuesto a llegar al fondo. Jed, que estaba al teléfono, contestó:—No, pero reduce las posibilidades. Te hace más otra víctima que un victimario. Es decir, es altamente probable que hayan estado juntos esa noche. Según la Clínica Mayo, entraste con una herida en el abdomen, profunda y delicada, y tenías en tu cuerpo signos de lucha, como nudillos rotos, golpes en el rostro y otras partes del cuerp
Los niños ya estaban en la cama cuando salieron al fin, regresarían en la madrugada casi, así que Constance cuidaría de ellos.Subieron a los asientos traseros de una limosina que August había contratado para esa noche, y sonrojada, Tess miró el interior con ojos grandes de asombro. August destapó la champaña y mientras el auto echaba a andar tan suavemente como si fuera sobre rieles, Tess no pudo evitar sentirse tan emocionada que lo que quería era gritar.—Sonríes como si estuvieras a punto de cometer una travesura —observó él mirándola encantado y pasándole su copa de burbujeante champaña, y Tess no pudo evitar soltar una risita.—Estoy… nerviosa, supongo.—¿Por la limosina?—Sí —admitió ella sin reparo—. Y por el concierto… Es decir… es mi primer concierto as
—¡NO! —gritó August con todas sus fuerzas al ver a Tess herida, tratando de retener la sangre con sus manos temblorosas—. No, mi amor. ¡¡No, no!! —Escuchó la risita de Billy que en seguida echó a correr, pero no pudo ni girarse a mirarlo. Tess estaba perdiendo mucha sangre, se quejaba, parecía que le costaba respirar, pero era el mismo dolor; cada movimiento hacía que le ardiera; él conocía bien la sensación.Esto debía ser una pesadilla, pensó. Esto no estaba pasando, no era posible que a Tess le estuviera pasando algo así… La vida se le estaba yendo y él no podía hacer nada, más que poner sus manos sobre las de ella para restañar la sangre, gritar y negar lo que veía. Pero no era un sueño, o una pesadilla. Esto realmente estaba pasando.Palpó sus bolsillos buscando su teléfono, sent