—¿Es cierto que eres amigo de Phillip Calahan? —le preguntó Horace a August, temprano por la mañana. No habían asistido al cumpleaños de Eugene Whittington, pero sí que habían oído lo que había sucedido ahí. Estaban en la sala de juntas, y Abel simulaba leer unos documentos, pero en realidad estaba atento a la conversación.
—Sí —contestó August.
—¿Desde cuándo? —él elevó una ceja.
—¿Por qué les interesa?
—Y de los Branagan… ¿también eres amigo? —August suspiró.
—Sí.
—¿Qué tan cercanos?
—Íntimos.
—Oh… —August los miró fijamente por largo rato. Horace parecía incómodo por algo, pero August no interrumpió sus cavilaciones—
El fin de semana pasó rápido, y pronto Tess se acostumbró a su nueva rutina. Como ya no trabajaba, tenía mucho tiempo libre, y con Heather conversaba acerca de lo que debería hacer ahora, en qué debía invertir su tiempo y sus energías.—Tienes tres hijos pequeños —le decía Heather—. ¿Con eso no es más que suficiente?—¿Me aconsejas quedarme en casa?—No para siempre —contestó Heather—, pero, cualquier cosa que decidas, no te olvides de disfrutarlos ahora que son niños—. Ella tenía razón, pensó Tess, así que lo conversó con August, y él se mostró de acuerdo. Si iba a ocuparse, no debía ser algo que le tomara todo el día. No quería llegar a vieja y lamentarse de no haber disfrutado la niñez de sus hijos.Y disfrutar a August, pensa
—August, este es Carl Bergman, el abogado que se encargará de tu caso —dijo Raphael Branagan presentando a un hombre de mediana edad, quien de inmediato le extendió su mano a August y se la apretó con firmeza y seguridad. August lo miró fijamente y le mostró el asiento para que se sentara, y Carl lo hizo poniendo su maletín sobre la mesa del café de delante.Estaban en su casa, August había contactado a Raphael para usar sus influencias, ya que las suyas eran nulas, y atraer al mejor abogado penalista posible. Raphael también había hablado de contactar a un investigador privado, y admitió conocer a uno muy bueno. Ya estaba en Rochester haciendo su trabajo.Tess, que estaba allí con ellos muy atenta, no podía evitar sentirse nerviosa. De esto dependía el futuro de su familia. Si acaso August, el antiguo August en verdad era culpable de asesinato, ellos no tendr&
Los días se pasaron, y pronto tuvieron noticias de Jed Smith, el investigador privado recomendado por Raphael. Definitivamente, no podía haber sido August quien enterrara a la chica, si la fecha en que ella fue vista por última vez coincidía con la que él había ingresado en la clínica.—Un respiro —suspiró Tess al oírlo.—Pero que no la haya enterrado, no significa que no la haya asesinado —insistió August, dispuesto a llegar al fondo. Jed, que estaba al teléfono, contestó:—No, pero reduce las posibilidades. Te hace más otra víctima que un victimario. Es decir, es altamente probable que hayan estado juntos esa noche. Según la Clínica Mayo, entraste con una herida en el abdomen, profunda y delicada, y tenías en tu cuerpo signos de lucha, como nudillos rotos, golpes en el rostro y otras partes del cuerp
Los niños ya estaban en la cama cuando salieron al fin, regresarían en la madrugada casi, así que Constance cuidaría de ellos.Subieron a los asientos traseros de una limosina que August había contratado para esa noche, y sonrojada, Tess miró el interior con ojos grandes de asombro. August destapó la champaña y mientras el auto echaba a andar tan suavemente como si fuera sobre rieles, Tess no pudo evitar sentirse tan emocionada que lo que quería era gritar.—Sonríes como si estuvieras a punto de cometer una travesura —observó él mirándola encantado y pasándole su copa de burbujeante champaña, y Tess no pudo evitar soltar una risita.—Estoy… nerviosa, supongo.—¿Por la limosina?—Sí —admitió ella sin reparo—. Y por el concierto… Es decir… es mi primer concierto as
—¡NO! —gritó August con todas sus fuerzas al ver a Tess herida, tratando de retener la sangre con sus manos temblorosas—. No, mi amor. ¡¡No, no!! —Escuchó la risita de Billy que en seguida echó a correr, pero no pudo ni girarse a mirarlo. Tess estaba perdiendo mucha sangre, se quejaba, parecía que le costaba respirar, pero era el mismo dolor; cada movimiento hacía que le ardiera; él conocía bien la sensación.Esto debía ser una pesadilla, pensó. Esto no estaba pasando, no era posible que a Tess le estuviera pasando algo así… La vida se le estaba yendo y él no podía hacer nada, más que poner sus manos sobre las de ella para restañar la sangre, gritar y negar lo que veía. Pero no era un sueño, o una pesadilla. Esto realmente estaba pasando.Palpó sus bolsillos buscando su teléfono, sent
Le pidieron que contara de principio a fin la experiencia, y August comenzó contándole del concierto de piano al que se dirigían, de la limosina, del conductor huyendo y dejándolos.—Entonces —intervino el agente—, se dirigían a un teatro cuando fueron abandonados en el auto, y usted, en vez de… tomar el volante y volver a casa, lo que hizo fue salir a la calle, donde estarían más desprotegidos—. August frunció su ceño.—¡Pensé que corríamos peligro dentro! Pensé… que explotaría. ¿Por qué, si no, el conductor salió corriendo?—¿Sospechó de una bomba dentro del auto?—¡Exacto!—¿Tiene usted enemigos, señor Warden?—No lo sé, pero ya una vez intentaron matarme, ¡también apuñalándome! &mda
Al enterarse de que August había sido detenido sin justa causa, Carl Bergman enfureció, y de inmediato impuso una acusación de abuso de autoridad y otros cargos en contra de los agentes que lo apresaron.—Horace, él es inocente —le dijo Raphael llegando hasta él en la sala de espera cerca de donde estaba Tess, y que, a pesar de no poder verla, se quedaron allí acompañando y esperando por noticias. Horace no dijo nada, sólo estuvo cruzado de brazos ignorando a todos—. Jamás le haría daño a Tess —siguió Raphael—, él es…—Un delincuente —lo interrumpió Horace—. Alguien que no teme mancharse las manos de sangre. Probablemente Tess no sea la primera a la que le hace daño. Esa chica en Minnesota…—Esa chica en Minnesota fue agredida por el mismo Billy, estoy seguro de eso. August no es un asesino.
Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo en aquella sala, la sala de su vieja mansión, con el piano de cola, hermoso y negro, dominando la decoración. Estaba otra vez aquí, pensó, y eso sólo significaba que había muerto.Bien, se dijo dejando caer los brazos. Tal vez esto restableciera el orden de las cosas. Todo había empezado cuando él volvió a la vida; quizá esto ayudaría en algo para que Tess estuviera a salvo.Pero entonces oyó el piano. Una tecla sonó, y se giró a mirar. Allí estaba Tess.¿Qué hacía Tess aquí?—Oh, no —corrió él a ella, y cuando por fin estuvo a su lado e intentó abrazarla, no pudo. La atravesó como si ella sólo fuera una sombra en un tranquilo lago—. ¿Tess? —la llamó pasando de nuevo su mano—. ¡&iex