—¡NO! —gritó August con todas sus fuerzas al ver a Tess herida, tratando de retener la sangre con sus manos temblorosas—. No, mi amor. ¡¡No, no!! —Escuchó la risita de Billy que en seguida echó a correr, pero no pudo ni girarse a mirarlo. Tess estaba perdiendo mucha sangre, se quejaba, parecía que le costaba respirar, pero era el mismo dolor; cada movimiento hacía que le ardiera; él conocía bien la sensación.
Esto debía ser una pesadilla, pensó. Esto no estaba pasando, no era posible que a Tess le estuviera pasando algo así… La vida se le estaba yendo y él no podía hacer nada, más que poner sus manos sobre las de ella para restañar la sangre, gritar y negar lo que veía. Pero no era un sueño, o una pesadilla. Esto realmente estaba pasando.
Palpó sus bolsillos buscando su teléfono, sent
Le pidieron que contara de principio a fin la experiencia, y August comenzó contándole del concierto de piano al que se dirigían, de la limosina, del conductor huyendo y dejándolos.—Entonces —intervino el agente—, se dirigían a un teatro cuando fueron abandonados en el auto, y usted, en vez de… tomar el volante y volver a casa, lo que hizo fue salir a la calle, donde estarían más desprotegidos—. August frunció su ceño.—¡Pensé que corríamos peligro dentro! Pensé… que explotaría. ¿Por qué, si no, el conductor salió corriendo?—¿Sospechó de una bomba dentro del auto?—¡Exacto!—¿Tiene usted enemigos, señor Warden?—No lo sé, pero ya una vez intentaron matarme, ¡también apuñalándome! &mda
Al enterarse de que August había sido detenido sin justa causa, Carl Bergman enfureció, y de inmediato impuso una acusación de abuso de autoridad y otros cargos en contra de los agentes que lo apresaron.—Horace, él es inocente —le dijo Raphael llegando hasta él en la sala de espera cerca de donde estaba Tess, y que, a pesar de no poder verla, se quedaron allí acompañando y esperando por noticias. Horace no dijo nada, sólo estuvo cruzado de brazos ignorando a todos—. Jamás le haría daño a Tess —siguió Raphael—, él es…—Un delincuente —lo interrumpió Horace—. Alguien que no teme mancharse las manos de sangre. Probablemente Tess no sea la primera a la que le hace daño. Esa chica en Minnesota…—Esa chica en Minnesota fue agredida por el mismo Billy, estoy seguro de eso. August no es un asesino.
Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo en aquella sala, la sala de su vieja mansión, con el piano de cola, hermoso y negro, dominando la decoración. Estaba otra vez aquí, pensó, y eso sólo significaba que había muerto.Bien, se dijo dejando caer los brazos. Tal vez esto restableciera el orden de las cosas. Todo había empezado cuando él volvió a la vida; quizá esto ayudaría en algo para que Tess estuviera a salvo.Pero entonces oyó el piano. Una tecla sonó, y se giró a mirar. Allí estaba Tess.¿Qué hacía Tess aquí?—Oh, no —corrió él a ella, y cuando por fin estuvo a su lado e intentó abrazarla, no pudo. La atravesó como si ella sólo fuera una sombra en un tranquilo lago—. ¿Tess? —la llamó pasando de nuevo su mano—. ¡&iex
—Warden —llamó alguien en la celda. August estaba tirado en el catre, dormido, tal vez—. ¡Warden! —gritó ahora, pero éste no despertó. Golpeó las rejas de la celda, una y otra vez, y el sonido viajó lejos, hasta un sueño mortífero.August giró su cabeza al oír que alguien lo llamaba. Por fin un cambio desde que había entrado en esta sala y Tess se había desvanecido.—¡August Warden! —oyó que gritaban, y caminó unos pasos buscando el origen del sonido, pero estaba solo aquí.—Yo soy August Warden —dijo alguien a su lado, y él se giró a mirar. Ya no estaba en su sala de piano, sino en lo que parecía ser un callejón sucio, maloliente y pobremente iluminado. Se sorprendió cuando vio a un lado un cuerpo tirado en el suelo. Se acercó estudiándolo. Era &eacut
¿Aceptas esto así tan fácil?—Por Tess soy capaz de lo que sea. Los niños la necesitan más a ella que a mí. Yo… Lo que sea, por Tess. ¿Me prometes… —pidió, con la voz quebrada— que ella estará bien?Perfectamente.—¿Sin problemas de salud?De ningún tipo.—¿Y… que será feliz? Quiero que siga adelante sin mí. Es joven y… bonita. No quiero que… Entiendes lo que quiero, ¿verdad?Lo entiendo. Es joven y hermosa. Tal vez vuelva a casarse.—Oh, ¿por qué tienes que ponerlo en palabras?Algún hombre la aceptará a ella y a sus hijos.—Por supuesto que la aceptará, ¡ella es preciosa! ¡Ella es perfecta! —los ojos se le humedecieron, y se asombró porq
August abrió sus ojos y se dio cuenta de que ya había amanecido. Su intención había sido sólo dormir a los niños y reunirse con sus padres para hablar de lo sucedido con ellos, pero al parecer su cuerpo había dicho basta.Demasiado sólo para dos días.Palpó en sus bolsillos y encontró su teléfono, que seguro había estado timbrando o vibrando, pero él no lo había sentido. Sin embargo, no había llamadas de nadie, ni mensajes urgentes, lo que indicaba que todo estaba en paz.Con cuidado de no despertar a los niños, bajó de la cama y salió de la habitación. Todavía llevaba la ropa de ayer, muy arrugada por haber dormido con ella y el cabello bastante revuelto, pero no se metió a la ducha, sino que fue a la cocina por algo de comer. Estaba famélico.—Aquí estás —dijo Beth mir&
August se sentó en la mesa donde sus hijos revisaban sus libretas escolares. Él tomó los apuntes de Kyle estudiando las tareas que le habían dejado y las analizó para empezar a ayudarlo. Matemáticas, ciencias, y lenguaje. Afortunadamente era bueno en varias de esas, así que acercó al niño un poco más a él y empezó a explicarle lo que tenía que hacer.—Señor, acaba de llegar un hombre… —dijo Constance llegando a ellos— que dice que tiene que hablar algo urgente con usted —. August se puso en pie de inmediato y caminó a la sala donde un Horace furibundo se paseaba de un lado a otro.—La has cagado —soltó antes de que pudiera saludarlo—. Ahora sí que la has cagado. No sé cómo has conseguido que Tess… te defienda hasta el punto de…—¿Hablaste con Tess? —p
Horace entró a su oficina e ignoró a su secretaria que le hablaba avisándole tal vez de reuniones y citas. Cerró la puerta casi delante de ella y se dirigió como un sonámbulo hasta su escritorio dejándose caer en la silla.Era un disparate, una completa locura.Esas palabras se repetían una y otra vez en su mente desde que August Warden había asegurado ser Adam Ellington e incluso le había descrito una escena en la que no estaba nadie más que ellos dos, y Abel. Le había dicho exactamente lo que habían hablado, y, además, él había estado sintiendo algo muy extraño acerca de él desde que lo conociera, como si le recordara a alguien, como si le fuera familiar.Apretó sus puños sintiéndose tonto e impotente. En todo el camino desde su casa hasta aquí no había dejado de pensar en que a lo mejor alguien del cl