¿Aceptas esto así tan fácil?
—Por Tess soy capaz de lo que sea. Los niños la necesitan más a ella que a mí. Yo… Lo que sea, por Tess. ¿Me prometes… —pidió, con la voz quebrada— que ella estará bien?
Perfectamente.
—¿Sin problemas de salud?
De ningún tipo.
—¿Y… que será feliz? Quiero que siga adelante sin mí. Es joven y… bonita. No quiero que… Entiendes lo que quiero, ¿verdad?
Lo entiendo. Es joven y hermosa. Tal vez vuelva a casarse.
—Oh, ¿por qué tienes que ponerlo en palabras?
Algún hombre la aceptará a ella y a sus hijos.
—Por supuesto que la aceptará, ¡ella es preciosa! ¡Ella es perfecta! —los ojos se le humedecieron, y se asombró porq
August abrió sus ojos y se dio cuenta de que ya había amanecido. Su intención había sido sólo dormir a los niños y reunirse con sus padres para hablar de lo sucedido con ellos, pero al parecer su cuerpo había dicho basta.Demasiado sólo para dos días.Palpó en sus bolsillos y encontró su teléfono, que seguro había estado timbrando o vibrando, pero él no lo había sentido. Sin embargo, no había llamadas de nadie, ni mensajes urgentes, lo que indicaba que todo estaba en paz.Con cuidado de no despertar a los niños, bajó de la cama y salió de la habitación. Todavía llevaba la ropa de ayer, muy arrugada por haber dormido con ella y el cabello bastante revuelto, pero no se metió a la ducha, sino que fue a la cocina por algo de comer. Estaba famélico.—Aquí estás —dijo Beth mir&
August se sentó en la mesa donde sus hijos revisaban sus libretas escolares. Él tomó los apuntes de Kyle estudiando las tareas que le habían dejado y las analizó para empezar a ayudarlo. Matemáticas, ciencias, y lenguaje. Afortunadamente era bueno en varias de esas, así que acercó al niño un poco más a él y empezó a explicarle lo que tenía que hacer.—Señor, acaba de llegar un hombre… —dijo Constance llegando a ellos— que dice que tiene que hablar algo urgente con usted —. August se puso en pie de inmediato y caminó a la sala donde un Horace furibundo se paseaba de un lado a otro.—La has cagado —soltó antes de que pudiera saludarlo—. Ahora sí que la has cagado. No sé cómo has conseguido que Tess… te defienda hasta el punto de…—¿Hablaste con Tess? —p
Horace entró a su oficina e ignoró a su secretaria que le hablaba avisándole tal vez de reuniones y citas. Cerró la puerta casi delante de ella y se dirigió como un sonámbulo hasta su escritorio dejándose caer en la silla.Era un disparate, una completa locura.Esas palabras se repetían una y otra vez en su mente desde que August Warden había asegurado ser Adam Ellington e incluso le había descrito una escena en la que no estaba nadie más que ellos dos, y Abel. Le había dicho exactamente lo que habían hablado, y, además, él había estado sintiendo algo muy extraño acerca de él desde que lo conociera, como si le recordara a alguien, como si le fuera familiar.Apretó sus puños sintiéndose tonto e impotente. En todo el camino desde su casa hasta aquí no había dejado de pensar en que a lo mejor alguien del cl
August se acercó a la camilla de Tess y la encontró durmiendo. Tenía buenas noticias para darle, como, por ejemplo, la captura de Billy, y el hecho de que cada vez se aclaraba más este asunto.Esta tarde, cuando Carl Bergman vino a casa a informarle de los recientes avances, se sintió supremamente aliviado, y hasta tuvo que elevar una oración al cielo dando gracias. Le habían hecho pasar un mal momento, uno muy duro, pero luego de la prueba, estaba llegando la calma.Sólo faltaba que Tess se recuperara y volviera a casa. La echaba mucho de menos, le costaba sobremanera verla así, sabiendo que aún sentía mucho dolor, dejándola sola aquí horas y horas.Ella abrió sus ojos, y cuando pudo enfocar la vista y darse cuenta de que era él, sonrió. Él se acercó más, con la mano femenina entre las suyas, como si quisiese transmitirle a trav&e
Tess escuchó las notas musicales de la canción Tristesse sonando en su cabeza y poco a poco fue despertando. Encontró al lado de su cabeza, sobre la almohada, la caja musical que Adam le había regalado hacía ya muchísimo tiempo y sonrió. Seguramente alguien la había traído aquí.August no estaba a su lado, y eso le extrañó. ¿Quién la había traído, entonces?—Yo lo hice —dijo una voz a su lado, y Tess se sorprendió un poco al ver a una anciana de pie a un lado de su camilla. Pero no era cualquier anciana, era Sam, Samantha Jones antes de que el milagro ocurriera en ella, antes de que se convirtiera en esa despampanante pelirroja que ahora era.Su corazón empezó a latir con mucha fuerza, y asustada, trató de sentarse. ¿Qué había pasado con Sam? ¿Se había revertido todo?&md
También vio a August oscurecerse poco a poco, beber más, sentirse frustrado porque sus otros amigos iban y venían y él no, porque debía trabajar para mantener a sus hijos. Lo vio odiarla y maldecirla por haber parido tantos hijos, y desfogarse en otras mujeres que no le traían ataduras como ella.Lo vio tener sexo en aquel baño con aquella camarera, y a Billy intentar matarlo por eso.Esto era sorprendente. Ya Billy les había contado lo que había pasado, pero verlo era otra cosa. Y fue cuando August escapó. Aprovechó que al fin tenía una excusa para huir y lo hizo sin ningún remordimiento, sin mirar atrás. Nunca le contó lo sucedido, no le dio una sola explicación, explicación que ella tal vez hubiese aceptado, por lo desesperada que estaba por comprender.—Su destino era morir aquella noche —le dijo la mujer señalándol
Tess entró a su casa sentada en una silla de ruedas, y abrazó a sus hijos con mucho cuidado, pero fuertemente. Nicolle, que quiso subirse a su regazo, tuvo que conformarse con quedarse sólo un momento sobre sus rodillas, luego de lo cual, August la alzó para librar a Tess de su peso.Diez días, Tess había estado internada por diez días, luego de los cuales, los médicos consideraron que, gracias a su rápida recuperación, podría terminar el proceso en casa.En los últimos días ya muchas más personas habían podido ir a verla, como Beth y Henry, que no habían podido hasta el momento, Heather, Georgina, y hasta el mismo Phillip. Ningún día estuvo sola, y a pesar de las incomodidades, se habían pasado rápido.Por fin estaba de nuevo en casa, con sus hijos que la habían echado muchísimo de menos, como ellos mismos le
—¿Vas a volver a las oficinas? —le preguntó Tess a August ya en la noche, cuando al fin pudieron estar a solas. Habían convencido a los niños de que su madre debía descansar, y al fin se habían desprendido de ella. Todos, en fila, habían venido aquí a darle su beso de buenas noches y a desearle que pronto se mejorara, y finalmente habían salido a sus respectivas habitaciones. Ninguno lloró, pues ya les habían advertido que, si lloraban, su madre volvería a sentirse mal.August había vuelto a ella luego de dormir a los niños y ahora acomodaba las almohadas debajo de la cabeza de Tess sin contestar a su pregunta, y ella extendió la mano a su rostro para tocarle la mejilla.—Cariño, contéstame—. August hizo una mueca.—No me han dado alternativas —se quejó él, y Tess sonrió toma