Rustic Metaverse - La Era de la Ascensión
“Hasta la más pequeña de las luces, se transforma en una guía en la más completa oscuridad.”
J. E. Fourt
"No es signo de buena salud, el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma"
Jiddu Krishnamurti
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"Cierra los ojos e inhala profundamente… Ahora exhala lentamente por la nariz", dice la voz femenina desde el celular.
Ignacio entreabre los ojos y mira al mar. Las olas rompen con suavidad. El sol ya se oculta. Con su mano recoge algo de arena y la suelta: aún está tibia.
"Inhala nuevamente y mantén el aire en tus pulmones por un instante".
La playa está casi desierta. Una pareja camina de la mano a varios metros a su izquierda, y más lejos a su derecha; un pescador solitario que apenas se divisa a través de la bruma marina, recoge con su caña un anzuelo que retorna vacío.
A sus 26 años, Ignacio aparenta ser más joven. Su aspecto descuidado; su contextura delgada, piel pálida y su barba corta y desordenada, hacen que se vea como si estuviera fuera de lugar.
"Al exhalar libera las tensiones del cuerpo y..." presiona la pausa al video de YouTube y lo retrocede al inicio.
«Una vez más», piensa.
"Cierra los ojos e inhala profundamente". Ignacio intenta reiniciar la meditación.
«Me quedan pocos días de vacaciones».
Al instante aparece en su mente una oleada de imágenes del trabajo. Su cubículo de dos por dos, los tubos fluorescentes, los teléfonos sonando, la pantalla de su computadora notificándole que hay 50 llamadas en espera y la voz de su jefe diciéndole “¡La colación es de una hora!”
"Inhala nuevamente y mantén el aire en…" Ignacio abre los ojos justo cuando el sol comienza a esconderse tras el horizonte. Presiona la pausa nuevamente.
«La vida se me va en una oficina que odio y en un trabajo que no soporto. Estoy vendiendo cada hora de mi vida en…», trata de hacer un cálculo mental rápido, «...una mierda».
El sol se encuentra en el ocaso, como su ánimo. Siente angustia y ganas de llorar, pero se mantiene firme. Las dos semanas de vacaciones están por acabar. Pronto tendrá otro año completo para seguir maldiciendo su vida, pero ahora hay que concentrarse en el presente y disfrutarlo.
El viento parece acariciar su pelo como una madre que consuela a su hijo.
Respira profundamente, retrocede el video, corrige la posición del auricular derecho en el interior de su oído y presiona el botón play.
"Cierra los ojos e inhala..." una notificación interrumpe esta vez la concentración.
«Parece que hoy no es mi día de meditación».
Mira la pantalla de bloqueo del celular y ve un mensaje de Telegram desde un número desconocido. Desbloquea el teléfono con su pulgar derecho y lee el mensaje. Sólo dice “Hola”.
«Luego responderé».
Desactiva los sonidos y deja el celular sobre la toalla justo a tiempo para ver el último rayo de sol.
En el horizonte aparece la primera estrella: hermosa, solitaria y muy brillante.
Toma su celular, abre una app con el nombre Stellarium y dirige la cámara hacia el astro. En la pantalla aparece un punto blanco con el nombre Venus.
A medida que oscurece, aparecen más y más estrellas hasta llenar todo el firmamento. Ignacio sigue sobre su toalla intentando disfrutar el momento, pero su mente no le permite eliminar las imágenes de su futuro próximo.
«¿Cómo puedo cambiar mi vida?».
La voz de su abuelo resuena entre sus mejores recuerdos como si le respondiera desde el más allá.
«Cuando seas viejo como yo, los autos que tuviste, la ropa de marca o el último modelo de celular ya no te servirán de nada. Lo único que te quedarán son tus recuerdos. Por eso mejor invierte tus recursos en acumular buenos momentos, más que en acumular cosas. Los recuerdos estarán contigo hasta el final… Y quizás más allá».
Ignacio recuerda también otro diálogo con su abuelo.
«Abuelo, ¿te arrepientes de algo en tu vida? ».
Ante la pregunta, la mirada del abuelo se volvió sombría.
«Me arrepiento de tantas cosas… De lugares que no visité; de aventuras que no viví; de mujeres que no me atreví a besar; de personas a las que nunca les dije que las quería; quizás debí haber trabajado menos y haberle dedicado más tiempo a lo que me hacía feliz… Conocer nuevos lugares, nuevas culturas, estudiar algo más… Pero ahora ya es tarde».
Su voz se quebró.
«Créeme que es mejor arrepentirse de las cosas que hiciste, que de las que no hiciste. Prométeme que harás lo posible por hacer que tu vida sea digna de ser vivida».
«Lo intentaré. Pero a veces la vida se pone difícil y cuesta mucho avanzar. Otras veces es como una pesadilla de la que sólo quieres despertar».
«Entonces vive cada día como si se tratara de un buen sueño del que no quieres despertar».
«Suena bien. Pero no sé cómo hacerlo».
«Hay algo que aprendí… Un poco tarde, pero me ayudó a realizar las cosas que me hicieron feliz».
El abuelo hizo una pausa y se acercó un poco, bajando la voz.
«No permitas que nadie te diga que no eres capaz de lograr tus sueños. Lucha por ellos hasta el final, aunque nadie crea en ti, no dejes de luchar».
Ignacio recuerda los ojos vidriosos de su abuelo, colmados de emoción al compartir sus sabios consejos. O cómo su semblante se iluminaba al narrar sus mejores anécdotas, como si reviviera en ese preciso instante cada vivencia relatada. A pesar de vivir en una modesta casita y con lo justo, se percibía la felicidad que embriagaba al anciano. Tras el fallecimiento de la abuela, abandonó su antiguo empleo, vendió todas sus pertenencias y se entregó por completo a vivir nuevas aventuras, coleccionando esos instantes irrepetibles que le brindaron alegría hasta el último de sus días.
«Sólo me falta ese sueño por el que luchar… Un propósito».
Abre una aplicación en donde tiene sus playlist musicales y busca una de las canciones que usa para subir su ánimo. Selecciona Way Back When de Kodaline, luego saca de su mochila una cámara fotográfica semi profesional, la instala sobre un trípode y la apunta hacia la constelación de las Pléyades. Gira un selector sobre la cámara y en el visor aparece f/3,5. Repite la operación, esta vez presionando un botón al tiempo que gira el selector hasta que aparece 15’. Mira por el visor, pero la imagen se ve borrosa, así que mueve el anillo de enfoque hasta dejarlo en infinito y presiona el disparador.
Quince segundos después aparece la imagen en la pantalla LED: Ignacio esboza una sonrisa apenas perceptible. En la foto se aprecian cientos de estrellas que no se ven a simple vista.
Suena otra notificación que le distrae e interrumpe la canción.
«Mmm... Pensé que lo tenía en silencio».
Desbloquea el celular y ve que hay otro mensaje desde el mismo número desconocido… “Están hermosas las estrellas hoy”.
«¿Qué?… ¿Cómo sabe que estoy viendo las estrellas?».
Algo le resulta curioso: el número comienza con un código de otro país. Abre el buscador de su celular e ingresa el código +41.
“El código de área +41 pertenece a Suiza...” aparece en los resultados.
«¿Suiza? ¿Quién me puede estar escribiendo desde Suiza?».
Busca el huso horario de ese país y es de 4 horas más.
«También es de noche allá. Supongo que ella también está mirando las estrellas… ¿Ella? ¿Por qué pienso que es mujer? ¿Y por qué habla español?».
Ignacio se atropella con sus pensamientos y decide responderle.
Ignacio:
Hola, quién eres?
Ella:
Me llamo Theresa. Y tú?
Ignacio:
Cómo supiste mi número?
Theresa:
Por tu sitio web. Ahí aparece tu número
La página web de Soporte Informático de Ignacio, efectivamente, muestra ese número para contactarle.
Theresa:
¿Cómo te llamas?
«¿Será un engaño?».
Ignacio quiere ponerla aprueba preguntando algo que ya sabe.
Ignacio:
Me llamo Ignacio. ¿De dónde eres?
Theresa:
Soy chilena, pero vivo en Suiza. Me vine a estudiar un postgrado en física, voy en cuarto año. Tú a qué te dedicas?
Theresa entrega varias respuestas anticipándose a las siguientes preguntas. Eso deja a Ignacio con poco margen para continuar la conversación. No sabe qué responder. Cree que cuando le diga que es técnico informático quizás va a dejar de hablarle. O peor aún, bloquearle.
Ignacio:
Estudias educación física?
Theresa:
No jajaja… física a secas.
Ignacio:
Aah que interesante.
—¿Qué interesante?... Qué idiota —se reprende en voz alta.
No sabe qué decir. Nunca había hablado con alguien con ese nivel de estudios.
Ignacio comienza a escribir una frase, se detiene, borra y comienza nuevamente.
“Qué edad tienes?” escribe, sin enviar el mensaje.
«Eso es poco original y no suena bien», piensa.
Borra el mensaje y comienza de nuevo. Intenta armar una frase coherente y que parezca interesante. Sabe que si ella está pendiente del chat, parecerá que está escribiendo algo muy largo, así que debe apresurarse.
Ignacio:
¿Cuánto tiempo llevas en Suiza?
Theresa:
Cinco años
Ignacio resopla, se siente inseguro. «Debe ser una chica rica que en la vida real ni me miraría».
Theresa:
Me gané una beca del gobierno y aquí estoy. ¿Me vas a decir a qué te dedicas?
Ignacio se siente avergonzado. Lleva apenas 5 minutos chateando y ya está emitiendo prejuicios.
«¿Y si le digo la verdad? Lo peor que puede pasar es que siga con mi vida como estaba hace 5 minutos».
La vida de Ignacio es bastante solitaria, rutinaria y casi sin emociones. Después de 2 años sin pareja, siente ansiedad. Para él es extraño que una desconocida se interese en conocerle.
Comienza a escribir nuevamente… Titubea, borra y reescribe.
Ignacio:
Soy empresario. Tengo una empresa de informática.
Rara vez lo han llamado por su sitio web: apenas tiene visitas y sigue siendo empleado de una empresa que no soporta. Pero considera que, por ahora, es mejor no decir toda la verdad.
Theresa:
¿Qué área de la informática?
Ignacio:
Hardware principalmente. ¿Vives sola?
Ignacio quiere cambiar de tema. No es bueno mintiendo y quiere evitar que le pillen en alguna contradicción.
Theresa:
No. Comparto un departamento con una amiga.
Ignacio:
¿Por qué me escribiste?
Theresa se toma unos segundos en responder.
«Quizás no debí ser tan directo», piensa Ignacio inquieto.
Theresa:
Hoy me siento sola. Llevo encerrada tres días a causa de una nueva variante del COVID y nos tienen nuevamente en cuarentena. Disculpa :(
Ignacio:
¡No, no te disculpes! No hay problema. ¿Qué hora es allá?
Theresa:
2:34 am.
Ignacio:
¿Tienes clases mañana?
Theresa:
No, yo también estoy de vacaciones.
Ignacio no recuerda haberle dicho que está de vacaciones. Recorre el chat hasta el inicio, pero no hay nada sobre el tema.
Ignacio:
Cómo sabes que estoy de vacaciones?
Aparece el primer tick a un costado del mensaje, pero el segundo tick que indica que el mensaje fue recibido no llega.
Ignacio:
Hola?
Nuevamente el mensaje queda con un solo tick.
«¿Dije algo que le molestó?».
Mira el chat y presiona sobre la foto de perfil de Theresa. Sólo hay una imagen con una frase en inglés: Everything we call real is made of things that cannot be regarded as real. - Niels Bohr (Todo lo que llamamos real, está hecho de cosas que no pueden ser consideradas como reales).
El reloj del celular marca las 06:44 de la mañana sobre el velador. Un minuto después comienza a sonar una música suave que despierta a Ignacio. Con un ojo abierto busca a tientas el celular, hasta que lo encuentra: cancela la alarma y sigue durmiendo. Diez minutos más tarde la alarma vuelve a sonar. Estira el brazo y bota un vaso con agua desde el velador. —Mierda. —Levanta el celular y al ver la hora pega un salto de la cama. Dos horas más tarde ingresa a su trabajo caminando rápido, un poco agachado para que su cabeza quede por debajo de los paneles que separan los box, intentando ocultarse de su jefe. Pasa rápidamente por un laberinto de paneles hasta llegar a su espacio en donde se encuentra con alguien sentado en su silla. —Llegas cinco minutos tarde. Es la tercera vez este mes. Tendré que reportarte a la gerencia —dice su jefe, levantando su grueso cuerpo de la silla. —Es que… —No me interesan tus excusas, no es mi problema. Díselas al gerente de recursos humanos —concluye
El pub está lleno de gente. La terraza que da a la calle está iluminada sólo por pequeñas luces cálidas que cuelgan por todo el perímetro. En una de las mesas, junto a la calle, está Ignacio tomando una cerveza junto a su amigo Jaime, mirando abstraído las luces de los automóviles que pasan a su lado. —Ánimo compadre. En tu rubro hay harto trabajo. No vas a estar mucho tiempo cesante —dice Jaime. —Es que no quiero seguir trabajando así. Estoy harto de estos trabajos de m****a que pagan poco y te explotan como un puto esclavo —responde Ignacio. —¿Y qué pasa con tu negocio de informática? —Nadie me llama. He puesto avisos en todos lados. Algunas personas me escriben pero cuando les doy un presupuesto, no me hablan más. —Es por culpa de los inmigrantes. Ellos hacen el mismo trabajo por la mitad del precio. —No creo… Bueno, puede ser. Pero no es culpa de los inmigrantes. Ellos sólo buscan una vida mejor. La culpa es de los que prefieren pagarle menos a un inmigrante desesperado que a
“Y ahora vamos con las noticias internacionales”, dice la periodista en la edición central del noticiario. “Según las autoridades de Reino Unido, se habrían detectado al menos 20 personas contagiadas por una nueva cepa de COVID en ese país. El Departamento de Salud y Asistencia Social confirmó que no se trataría de una nueva variante, sino de una nueva cepa que sería más contagiosa y mortal que la original. Aunque se han encontrado pocos casos y su estudio lleva pocos días, se ha obligado nuevamente el uso de mascarillas en Londres, Bristol y Brighton. La Organización Mundial de la Salud dice que es probable que ya esté en otros países de Europa y la han bautizado como COVID-24”. «Hasta cuándo vamos a seguir con esto», piensa Ignacio, cambiando el canal a uno de documentales sobre naturaleza. Toma su celular y mira el chat con Theresa. La última frase “¿Estás?” de hace 3 días sigue con un solo tick. «¿Le habrá pasado algo?». En ese mismo instante aparece un segundo
El celular marca las 5:54 de la madrugada. La pantalla frente a su cama sigue encendida. Aparece una notificación, pero el celular está en silencio. Ignacio sigue durmiendo. Tres minutos después el sonido del teléfono se activa por sí solo. Llega otra notificación. Esta vez el sonido hace que Ignacio cambie de posición, pero continúa durmiendo. A los pocos segundos entra una llamada y comienza a sonar la canción Highway to Hell de AC/DC que usa como ringtone en su teléfono. Ignacio abre un ojo y mira la pantalla del celular. Es Theresa. Toma el teléfono y cuando va a presionar el botón para responder, la llamada se corta. Ve que hay 2 notificaciones. Ambas son de Theresa. Theresa: Estás? Theresa: HOLA!!! Ignacio: Si aquí estoy. Estás bien? Theresa: Sí, no hay problema. Sólo quería pedirte disculpas por haber cortado la conversación de repente. Es que entró mi compañera de departamento llorando a contarme un drama con su po
Jon observa atentamente la pantalla de su estación de trabajo cuando salta una alerta. Mueve el puntero del mouse y presiona con el botón izquierdo sobre esta. Aparece una lista de instrucciones y números que se despliegan sobre un fondo negro. La lista avanza hasta detenerse en un par de líneas. Key ID +41 566 6847 9878 --invalid key El agente, sentado en una gran sala llena de operadores y monitores, presiona una tecla sobre la pantalla táctil de un intercomunicador a su derecha y contacta a su superior directo. —Señor, tenemos una anomalía —dice Jon en inglés. —¿Qué clase de anomalía? —pregunta Morgan sentado en otra estación de trabajo más atrás, en un nivel del piso más alto. —Tenemos un enlace con una clave criptográfica que Athenea no ha podido resolver. —¿Qué tipo de clave? —Al parecer es una clave simétrica parecida a la AES, pero de 8192 bits con un tipo de algoritmo que nunca había visto —responde Jon. —Confirme los datos —dice Morgan y corta la comunicación. —Sí..
Ignacio sube al ascensor de su edificio y presiona el botón del piso 1 para bajar al lobby. Un display sobre la botonera muestra una cuenta regresiva desde el piso 5. Se mira en el espejo, pasa su mano por el pelo para ordenarlo un poco y se mete la camisa en el pantalón. Como todos los domingos por la tarde, Ignacio sale a buscar a su madre para tomar un café en la cafetería favorita de ambos. Al llegar a la recepción, pasa frente al conserje al que saluda amablemente. —Hola don Juan, ¿cómo le ha ido? —Muy bien don Ignacio… Parece que aquí hay algo para usted —dice el anciano conserje colocándose unos gruesos lentes ópticos. Ignacio detiene el paso y se devuelve al mesón. Juan levanta un paquete del suelo y se lo entrega. —Llegó hoy en la mañana —dice Juan. El paquete es una caja liviana del tamaño de un maletín ejecutivo. Ignacio lo examina. Por un costado hay una etiqueta con su dirección, un remitente de Miami en Estados Unidos y una cinta adhesiva amarilla. —Aah y hay otra c
—Llueve torrencialmente. El sonido de las gotas cayendo a mí alrededor es muy nítido. Siento como si el agua golpeara sobre mis hombros y brazos gracias a los sensores del traje háptico. Sopla un fuerte viento y el traje presiona sobre ciertas áreas del cuerpo para simular la fuerza del viento. ¡Es bacán! Ya no tengo el teclado, así es que no sé cómo moverme. Tampoco tengo un joystick —dice Ignacio mientras se graba en video con el celular, instalado sobre un pequeño trípode en el escritorio junto al monitor del computador que está en negro. A su alrededor dispuso varios cojines que sirven para marcar el límite hasta dónde puede moverse, para no terminar estrellándose contra una pared o cayendo por la ventana del edificio mientras usa los lentes de realidad virtual. El avatar de Ignacio está quieto mirando el paisaje oscuro a su alrededor desde una perspectiva en primera persona. Es de noche, esta nublado y apenas se ve el entorno. Relámpagos de color verde, azul, rojo o amarillo cruz
La calle Nueva Providencia está menos concurrida de lo normal para ser un día laboral. Un hombre de mediana edad, vestido con un terno negro anticuado, se mueve lentamente entre la gente que circula en todas direcciones. Camina leyendo un diario en una mano y un maletín en la otra, por la vereda sur, en dirección oriente a dos cuadras de Av. Ricardo Lyon. Dos jóvenes le siguen de cerca. El hombre de aspecto ordenado, peinado hacia un lado con exceso de gel y lentes ópticos, se detiene frente a una vitrina donde se exhiben televisores. Los dos jóvenes se separan y toman posiciones para quitarle el celular que sobresale del bolsillo izquierdo de la chaqueta. El sujeto, sin dejar de mirar la vitrina, deja el maletín en el suelo entre sus piernas, enrolla el diario para ponerlo bajo de su brazo izquierdo y, de su bolsillo derecho, saca una navaja automática que mantiene fuera de la vista de los delincuentes. Uno de los jóvenes le hace una señal a su cómplice con un movimiento de cabeza y