Capitulo 7

Ignacio sube al ascensor de su edificio y presiona el botón del piso 1 para bajar al lobby. Un display sobre la botonera muestra una cuenta regresiva desde el piso 5. Se mira en el espejo, pasa su mano por el pelo para ordenarlo un poco y se mete la camisa en el pantalón. Como todos los domingos por la tarde, Ignacio sale a buscar a su madre para tomar un café en la cafetería favorita de ambos. Al llegar a la recepción, pasa frente al conserje al que saluda amablemente.

—Hola don Juan, ¿cómo le ha ido?

—Muy bien don Ignacio… Parece que aquí hay algo para usted —dice el anciano conserje colocándose unos gruesos lentes ópticos.

Ignacio detiene el paso y se devuelve al mesón. Juan levanta un paquete del suelo y se lo entrega.

—Llegó hoy en la mañana —dice Juan.

El paquete es una caja liviana del tamaño de un maletín ejecutivo. Ignacio lo examina. Por un costado hay una etiqueta con su dirección, un remitente de Miami en Estados Unidos y una cinta adhesiva amarilla.

—Aah y hay otra caja más chica —Juan se agacha nuevamente.

—¿Quién las trajo? —pregunta Ignacio.

—Un repartidor de una de esas empresas de transporte internacional.

—Muchas gracias don Juan —responde Ignacio.

Camina hacia la puerta de salida con los paquetes en las manos, pero la curiosidad lo detiene. Piensa en devolverse al departamento y abrirlos, pero luego recuerda que su madre lo está esperando. Juan lo mira extrañado desde el mesón. Finalmente Ignacio levanta su mano despidiéndose de Juan y continúa su camino al vehículo. Abre el maletero de su citycar negro, guarda los paquetes y se monta al volante.

Minutos más tarde está sentado en una pequeña mesa de madera blanca frente a su madre en la terraza de la cafetería.

—Cuéntame hijo. ¿Encontraste trabajo?

—Todavía no, pero estoy en eso.

—¿Necesitas plata?

—No mamá. Estoy bien. Todavía me quedan ahorros.

—¿Estás seguro? No me mientas. Te conozco y sé que estás preocupado.

Ignacio toma un sorbo del capuchino y mira a su madre con ternura.

—No te preocupes. De verdad que todavía puedo aguantar. ¿Tú cómo has estado? —Ignacio trata de cambiar de tema.

—Pero algo te preocupa, cuéntame —insiste la madre.

Ignacio sabe que no puede ocultarle nada. Lo conoce demasiado bien. Y como siempre, ella seguirá insistiendo hasta el cansancio… El cansancio de Ignacio.

—Es que… Conocí a una chica.

—¡Sabía! Y que pasó ¿Por qué te tiene así? ¿Peleaste con ella? —interrumpe la madre tomando un sorbo de su té de manzanilla.

—El problema es que vive lejos…

—Pero tú tienes auto, no te compliques por eso. Si quieres te ayudo con la bencina —interrumpe nuevamente la madre. Ignacio respira profundo. Ella nunca ha perdido la costumbre de impedirle terminar las frases.

—Vive muy lejos mamá. En Suiza. —La madre se queda pensativa, toma otro sorbo de té y responde con seriedad.

—Las relaciones a distancia nunca funcionan bien mijito. Nunca te he contado, pero cuando era joven tuve un novio que vivía en España. Hablábamos casi todos los días por teléfono, pero para mí eso no era suficiente. Siempre extrañaba sentir un abrazo o tomarle de la mano. Él no podía viajar muy seguido a verme ni yo tampoco podía ir a verlo porque no tenía plata para eso. Duramos ocho meses no más. El amor se terminó diluyendo y mi papá casi me mata cuando vio la cuenta del teléfono. No teníamos W******p ni esas cosas y varias veces lo llamé yo. Salía carísimo…

Ignacio escucha pacientemente la historia de su madre cuando de repente su teléfono vibra sobre la mesa. En la pantalla de bloqueo aparece un mensaje de Theresa. Ignacio no quiere interrumpir a su madre, cree que es una falta de respeto mirar el celular mientras le habla, pero lleva un par de días sin recibir mensajes de ella y está desesperado por hablarle.

La madre no parece querer hacer una pausa. El celular vuelve a vibrar y aparece un segundo mensaje. Ignacio comienza a transpirar.

—Mamá, dame un segundo —interrumpe tomando el celular.

—Si mijito.

Desbloquea el celular y abre los mensajes. En el primero dice “Usuario: Ignacio” y en el segundo “contraseña: Qu112358/7/#963%”. En ese momento llega un tercer mensaje: “Te espero ;)”.

    Ignacio:

    Me puedes esperar una hora? Estoy tomando un café con mi vieja.

        Theresa:

        Claro. Pero sólo una hora. Después no podré conectarme… y abre los paquetes que te envié.

—¿Qué pasa? —pregunta la madre.

Ignacio no responde. Su mirada sigue sobre la pantalla.

        «¡Ella me envió los paquetes! Pero que...».

—¿Mijito estás bien? —insiste la madre.

—Sí mamá. Está todo bien, pero nos vamos a tener que ir pronto.

—Sí mi amor. Cuando tú digas.

—¿Ahora? —responde Ignacio levantando las cejas.

Ignacio ingresa rápidamente a su apartamento. Mientras se enciende el computador, comienza a abrir la caja de cartón más grande sobre su cama. Hay otra caja en su interior, pero esta vez de color negra. En ella aparece un logo circular y un título que dice “VRsuit” en color gris claro.

        «¿Qué es esto?».

Levanta la tapa superior de la caja y en el interior hay una bolsa de tela que parece traer algo como una prenda de vestir. Es una camiseta de manga larga. En las mangas y el torso se pueden sentir elementos como bolsillos, cables y algo como un esqueleto plástico por el exterior. Junto a la camiseta, también viene un pantalón con las mismas características. Más abajo vienen dos cajas. En una viene un cable USB, un cargador similar a los que usan los celulares y un manual de instrucciones.

Luego abre la segunda caja.

        «¿Un colgador de ropa? ¿En serio?».

Una notificación llega al celular.

        Theresa:

        Espero que sea de tu talla.

    Ignacio:

    Qué es esto?

        Theresa:

        Es un traje háptico de realidad virtual. El más avanzado que existe. Tiene más de 180 sensores corporales, incluyendo de movimiento, biométricos y de temperatura. Tiene zonas de presión que te permitirán sentir cuando algo te toque o golpee. Con los guantes podrás sentir en tus dedos los objetos y su temperatura. Además te envié un exoesqueleto con pequeños servomotores que producen el efecto de resistencia en tus movimientos cuando tocas objetos inmóviles como una pared, un árbol o te mueves en medios de fluidos como el agua. Póntelo ahora e ingresa a Rustic Metaverse con los datos que te envié. Te va a gustar :)

Ignacio se siente inseguro. Abre la caja más pequeña y recoge un guante que parece sacado de una película de ciencia ficción. En las puntas de los dedos tiene algo parecido a dedales de plástico duro. A través de la tela se perfilan cables que salen de una pequeña caja con curvas suaves, que se encuentran en la zona superior de la muñeca, como un reloj aerodinámico.

    Ignacio:

    Me vas a dejar colgado nuevamente en mitad de la experiencia?

        Theresa:

        Te prometo que esta vez no te dejaré solo.

    Ignacio:

    Está bien. Confiaré en ti. Pero si me abandonas de nuevo, no vuelvo a hacer esto. Dame unos minutos para leer las instrucciones. No sé cómo se conecta esto.

        Theresa:

        OK, te espero

El traje está algo ajustado. Las instrucciones están en inglés, pero los años jugando en línea con gente de habla inglesa, le han permitido hablar ese idioma con fluidez. Después de 20 minutos configurando el traje, ya está listo para ingresar a rusticmetaverse.com.

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