Jon observa atentamente la pantalla de su estación de trabajo cuando salta una alerta. Mueve el puntero del mouse y presiona con el botón izquierdo sobre esta. Aparece una lista de instrucciones y números que se despliegan sobre un fondo negro. La lista avanza hasta detenerse en un par de líneas.
Key ID +41 566 6847 9878
--invalid key
El agente, sentado en una gran sala llena de operadores y monitores, presiona una tecla sobre la pantalla táctil de un intercomunicador a su derecha y contacta a su superior directo.
—Señor, tenemos una anomalía —dice Jon en inglés.
—¿Qué clase de anomalía? —pregunta Morgan sentado en otra estación de trabajo más atrás, en un nivel del piso más alto.
—Tenemos un enlace con una clave criptográfica que Athenea no ha podido resolver.
—¿Qué tipo de clave?
—Al parecer es una clave simétrica parecida a la AES, pero de 8192 bits con un tipo de algoritmo que nunca había visto —responde Jon.
—Confirme los datos —dice Morgan y corta la comunicación.
—Sí... Señor…
Jon se queda hablando solo. Abre una nueva aplicación que aparece en la pantalla izquierda de las tres que tiene frente a él. Ingresa un usuario, una contraseña y accede a una pantalla con el logo de la NSA: la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos por sus siglas en inglés. Teclea una serie de instrucciones, presiona el botón Enter y el software comienza a trabajar. Treinta segundos después la pantalla muestra otra línea.
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Jon vuelve a comunicarse con Morgan.
—Señor, está confirmado.
—¿Estás totalmente seguro?
—Sí señor, hice todos los chequeos.
—¿Cuál es el origen?
—Proviene de una comunicación por TextU desde un número Suizo.
—TextU no usa ese tipo de encriptación —dice Morgan alterado.
—Lo sé señor. Y eso no es todo. Investigué el número de teléfono…
Jon hace una pausa.
—¿Y?
—El número no existe —dice Jon tímidamente.
—¿Cómo es posible? —Morgan levanta la voz.
—No lo sé señor. Tampoco es un número clonado. Nunca ha sido utilizado por ninguna compañía telefónica en Suiza ni el extranjero. Tampoco es telefonía IP. Pero lo peligroso es que usa un tipo de cifrado que no somos capaces de desencriptar, ni siquiera por Athenea.
—¿Cuál fue el destino del enlace?
—Un número de teléfono celular en Chile.
—Investígalo —dice Morgan.
—Ya lo hice. Pertenece a un tal Ignacio Sánchez.
—Voy a tu estación.
Morgan se levanta de su escritorio y baja por un desnivel a la estación de trabajo de Jon unos metros frente a él. Al llegar, toma una silla vacía de otra estación cercana y se sienta junto al analista.
—Captura su Emei —ordena Morgan. Jon ingresa a un subsistema dentro de la aplicación y escribe algunas instrucciones.
—Lo tengo.
—Activa la cámara frontal.
Jon escribe una instrucción en la pantalla con fondo negro y en el monitor de la derecha aparece una imagen donde se ve el techo de una habitación apenas iluminado. Morgan verifica una pantalla gigante de la sala, en donde aparece un mapa mundial con las diferentes zonas horarias.
—En Chile son las 21:47. El celular debe estar apoyado en una mesa. Activa el micrófono —dice Morgan.
Jon teclea otras instrucciones. Morgan se coloca audífonos inalámbricos y escucha a alguien escribiendo rápidamente en un teclado. “Puta la weá” se escucha entre el tecleo. Una voz sintetizada, pero que se escucha muy natural, explica que la frase chilena "puta la wea" se traduce al inglés como shit. Morgan y Jon se miran.
—¿El celular está conectado por wifi? —pregunta Morgan.
—Sí señor.
—Busca su IP y conéctate a su computadora.
—Hecho.
—Activa la webcam.
Sobre la pantalla izquierda aparece el rostro de Ignacio mientras parece estar trabajando en algo frente a su computadora.
—Descarga su historial de navegación. —Jon ingresa nuevas instrucciones en la consola y al momento aparece una lista.
—El sistema no ha detectado ningún sitio de la lista negra. Tampoco en la lista ámbar. No se ve nada fuera de lo normal. Sólo noticias, sitios de tecnología, ciencia, un par de webs de películas y otras para descarga de juegos y software pirata —dice Jon.
—¿Tiene alguna máquina virtual?
—Sí. Tiene varias en Virtual Box. Voy a descargar sus discos virtuales para analizarlos.
—Y clona su celular. Necesitamos todo lo que hay en él.
—Ya lo intenté señor, pero no logré hacerlo en forma remota. Tendremos que clonarlo con una conexión física.
Morgan se ve tenso. En sus seis años de carrera, jamás había tenido tantos obstáculos para violar la privacidad de alguien.
—Bien. Mantenme informado —dice Morgan levantándose y retornando a su estación. Al llegar, se coloca un pequeño audífono inalámbrico en el oído derecho, marca un número en una pantalla táctil y dice:
—Comuníqueme con Langley.
Ignacio sube al ascensor de su edificio y presiona el botón del piso 1 para bajar al lobby. Un display sobre la botonera muestra una cuenta regresiva desde el piso 5. Se mira en el espejo, pasa su mano por el pelo para ordenarlo un poco y se mete la camisa en el pantalón. Como todos los domingos por la tarde, Ignacio sale a buscar a su madre para tomar un café en la cafetería favorita de ambos. Al llegar a la recepción, pasa frente al conserje al que saluda amablemente. —Hola don Juan, ¿cómo le ha ido? —Muy bien don Ignacio… Parece que aquí hay algo para usted —dice el anciano conserje colocándose unos gruesos lentes ópticos. Ignacio detiene el paso y se devuelve al mesón. Juan levanta un paquete del suelo y se lo entrega. —Llegó hoy en la mañana —dice Juan. El paquete es una caja liviana del tamaño de un maletín ejecutivo. Ignacio lo examina. Por un costado hay una etiqueta con su dirección, un remitente de Miami en Estados Unidos y una cinta adhesiva amarilla. —Aah y hay otra c
—Llueve torrencialmente. El sonido de las gotas cayendo a mí alrededor es muy nítido. Siento como si el agua golpeara sobre mis hombros y brazos gracias a los sensores del traje háptico. Sopla un fuerte viento y el traje presiona sobre ciertas áreas del cuerpo para simular la fuerza del viento. ¡Es bacán! Ya no tengo el teclado, así es que no sé cómo moverme. Tampoco tengo un joystick —dice Ignacio mientras se graba en video con el celular, instalado sobre un pequeño trípode en el escritorio junto al monitor del computador que está en negro. A su alrededor dispuso varios cojines que sirven para marcar el límite hasta dónde puede moverse, para no terminar estrellándose contra una pared o cayendo por la ventana del edificio mientras usa los lentes de realidad virtual. El avatar de Ignacio está quieto mirando el paisaje oscuro a su alrededor desde una perspectiva en primera persona. Es de noche, esta nublado y apenas se ve el entorno. Relámpagos de color verde, azul, rojo o amarillo cruz
La calle Nueva Providencia está menos concurrida de lo normal para ser un día laboral. Un hombre de mediana edad, vestido con un terno negro anticuado, se mueve lentamente entre la gente que circula en todas direcciones. Camina leyendo un diario en una mano y un maletín en la otra, por la vereda sur, en dirección oriente a dos cuadras de Av. Ricardo Lyon. Dos jóvenes le siguen de cerca. El hombre de aspecto ordenado, peinado hacia un lado con exceso de gel y lentes ópticos, se detiene frente a una vitrina donde se exhiben televisores. Los dos jóvenes se separan y toman posiciones para quitarle el celular que sobresale del bolsillo izquierdo de la chaqueta. El sujeto, sin dejar de mirar la vitrina, deja el maletín en el suelo entre sus piernas, enrolla el diario para ponerlo bajo de su brazo izquierdo y, de su bolsillo derecho, saca una navaja automática que mantiene fuera de la vista de los delincuentes. Uno de los jóvenes le hace una señal a su cómplice con un movimiento de cabeza y
—¿Sabías que el universo siempre ha existido? —pregunta Ignacio.—¿En serio? —responde impasible Jaime, sentado al frente con el ojo aun inflamado, mientras le da un mordisco a un churrasco tomate, palta (aguacate) y mayonesa. Un típico sándwich chileno, también conocido como un "Churrasco Italiano".—¿Y qué somos uno más de muchos multiversos?—Increíble —responde casi indiferente, limpiándose con una servilleta la mayonesa del bigote. Ignacio lo mira esperando alguna reacción. Jaime le devuelve la mirada.—¿Qué?—¿No te parece increíble lo que te estoy diciendo? La terraza del bar está repleta de gente. Atardece y comienza a soplar una suave brisa de otoño.—Te creo, pero me parece que te están tomando el pelo. La chica te convenció de que viene del futuro y tú te la creíste. Un poco ingenuo de tu parte.—Ella no ha dicho que venga del futuro. Es otra mujer la que dice que está en el futuro, y se comunica con nuestro tiempo a través de un computador cuántico —dice Ignacio molesto.
Ignacio es el único en la sala de espera. Una secretaria le mira de reojo de vez en cuando desde un escritorio frente a él, mientras trabaja en una computadora. Se escucha una música suave de fondo que no le tranquiliza. La pierna derecha de Ignacio da pequeños saltos. Toma su celular y mira los últimos mensajes con Theresa. “Te prometo que esta vez no te dejaré solo”, “OK, te espero”. Decide escribirle. Ignacio: Estás? Aparece sólo una marca junto al mensaje. Un sonido en el teléfono de la secretaria le saca de sus reflexiones. —Señor Ignacio Sánchez, le esperan para la entrevista. Pase por esa puerta. —La secretaria le indica una puerta a su costado. Ignacio siente un nudo en el estómago. Se levanta y camina hacia la puerta. A medio camino la mujer lo detiene. —Disculpe, pero debe entrar sin su celular. —¿Por qué? —Por razones de seguridad. No se puede acceder a reuniones o entrevistas con el teléfono. Somos una empresa de seguridad informática y manejamos informació
Ignacio camina calmadamente y sin rumbo por la calle Nataniel en el centro de Santiago. Ya es casi la hora de almuerzo y tiene hambre, así es que decide buscar un lugar donde comer un sándwich. Mientras camina repasa los detalles de la reunión. El sujeto tenía un aspecto raro. No recuerda haber visto ningún logo de la empresa. Además le pareció extraño no ver a más empleados. «Quizás era sólo la oficina de recursos humanos y el lugar de trabajo es otro». Resuelve no darle más vueltas al asunto. Siente que la entrevista fue un éxito y decide llamar a su madre para contarle. Busca entre los contactos favoritos el que dice “viejita” y presiona “llamar”. —Hola mi vida. ¿Cómo te fue en la entrevista? —¡Bien! Creo que ya tengo el trabajo. Me citaron para una segunda entrevís… —Un hombre pasa corriendo junto a él, le quita el celular de las manos y continúa la carrera por la misma vereda. Ignacio se queda inmóvil mirando al delincuente arrancar y decide perseguirlo. El sujeto le lleva ven
“La nueva cepa COVID-24 ha aumentado la cantidad de contagios en forma alarmante. La tasa de mortalidad supera con creces a las producidas por el COVID-19 en su primera etapa. El virus ya se ha detectado en Reino Unido, Suiza, Alemania, Francia y España. Estos países ya decretaron cuarentena total, pero en Reino Unido y España se están produciendo manifestaciones masivas que la policía no ha podido controlar. Casi todos los países del mundo han cerrado sus fronteras a vuelos que provengan de Europa”, dice un periodista de la cadena Deutsche Welle en español, con la imagen de fondo de una manifestación en Londres. Ignacio está absorto en las imágenes. “Según los últimos estudios, las vacunas que fueron desarrolladas contra el COVID-19 casi no tienen efecto sobre esta nueva cepa. Las personas que no han recibido ninguna dosis de las vacunas, mueren antes de 48 horas de presentar los primeros síntomas. Quienes tienen más de 3 dosis logran sobrevivir hasta una semana. La tasa de mortalida
Al llegar a la recepción, saluda al conserje y se dirige a los estacionamientos en donde tiene su bicicleta. Ya en la calle, aparece una información en la esquina superior derecha de los lentes, que indica lo que falta para llegar a destino: “4,2 km”. El sol de la tarde aún es intenso y hace calor. La bicicleta comienza a rodar. Una camioneta negra de gran tamaño, con vidrios polarizados, sale de un estacionamiento del edificio contiguo y comienza a seguir a Ignacio sin que se percate. Como cada sábado, la ciclovía de calle Tobalaba está abarrotada de ciclistas. El indicador muestra “3,9 km”. Se acerca a una esquina donde las flechas doblan hacia la derecha por la calle Simón Bolívar. El vehículo que le sigue gira por la misma calle, manteniendo la distancia. Las flechas vuelven a mostrar una desviación a la izquierda por la calle Vicente Pérez Rosales, a 100 metros. Ignacio mira hacia atrás para cruzarse de pista y ve al misterioso vehículo. La frase de Theresa “te están espiando” vi