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—¡Hey! ¿Dónde está mi viajera? –preguntó Telma entrando esa misma noche a la sala de estar de los Ospino y haciendo bastante ruido. Emilia salió de la habitación, donde estaba haciendo un repaso de todas las prendas que ahora le hacían falta, y caminó a recibir el saludo de su amiga—. Me dijeron por allí que volviste de la muerte.

—Qué exageración –rio Emilia, y Telma la estrechó fuertemente entre sus brazos.

—Gracias a Dios que estás bien –Emilia sonrió asintiendo, y la convidó a su habitación. Santiago, como siempre, les fue detrás—. ¿Y cómo se portó esta pulga en ausencia de su mamá, ah? –Le preguntó Telma al niño, que sonrió mirándola. Ya se había acostumbrado a que la tía Telma lo llamara así y cosas peores.

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