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Empezó a llover de repente. El chofer que Rubén había llevado sacó un paraguas y guio a Emilia al interior del edificio. Rubén no esperó y fue tras ella mojándose un poco.

Emilia apenas si lo notó, estaba nerviosa, pensando en lo que pasaría cuando contara todo, sin fijarse mucho en lo que ocurría alrededor, y siguió a Rubén al ascensor en silencio.

Sin embargo, cuando entraron al ascensor, notó que él se sacudía las gotas de agua en el cabello.

—Te mojaste –dijo. Él la miró pestañeando, como preguntándose por qué lo notaba apenas.

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