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Rubén siguió besando la piel detrás de su oreja. Después de haber descubierto que este era un lugar en el que le encantaba ser besada, decidió concentrarse allí, al menos por el momento. Besó la piel de su garganta, la línea de sus clavículas, y miró su piel, de un tono bronceado natural y dejó un reguero de besos hasta llegar al valle de sus senos. Sin embargo, la sintió quieta y buscó de nuevo sus ojos. Ella tenía sus ojos cerrados con fuerza, como intentando concentrarse. Disfrutaba de los besos en el cuello y el pecho, pero en este momento no estaba siendo así.

Emilia lo sintió retirarse y abrió los ojos.

—¿Qué pasa? &n

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