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—¡Mamá! –gritó Santiago al verla atravesar la puerta y Emilia lo alzó y lo besó. Antonio entró con la pequeña maleta que contenía la poca ropa de los dos, pero se detuvo al ver la expresión de Aurora.

—¿Pasa algo? –le preguntó. Emilia miró a su madre, recibió su beso y su abrazo, pero no logró comprender por qué parecía incómoda.

—Esta mañana llegó eso para ti –señaló con el brazo hacia un rincón de la estrecha sala de estar, y Emilia vio un enorme cuadrado forrado en papel de embalaje.

Con Santiag

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